EL BICENTENARIO Y OTRAS DECEPCIONES

El mal año pasado

Con un sabor agridulce —quizá más agrio que edulcorado— despedimos el 2010, el año de la doble celebración nacional: por el bicentenario de la guerra de Independencia y por el siglo del comienzo de la Revolución mexicana. Entre grandes sectores sociales quedó la sensación —por no decir la certeza— de que los actos oficiales, preparados con ese propósito, sencillamente no estuvieron a la altura de lo que se recordaba: nada menos que la fundación y la refundación de nuestro país.

Comparadas con las más de 1,600 obras —la gran mayoría de ellas perdurables y de beneficio social— que el gobierno de Porfirio Díaz llevó a cabo en distintos puntos del territorio mexicano para celebrar, en 1910, el centenario de la Independencia, el ceremonial de ahora, el del bicentenario, concebido tanto por el gobierno federal como por los gobiernos locales, fue tan costoso como decepcionante: más pirotécnico y rebuscado que sustancioso.

El cardenal Íñiguez y el gobernador González Márquez

En Guadalajara aún perduran varias de las obras porfirianas que se realizaron con motivo del primer centenario de la Independencia. Ejemplo de ello son precisamente la calzada Independencia, para cuya hechura fue preciso entubar el ya para ese momento contaminadísimo río de San Juan de Dios, que desde entonces corre por debajo de esa rúa, y la Escuela Modelo, en el barrio de Analco, la cual ha pasado a ser la sede de la Escuela de Restauración de Occidente.

Pero si la celebración de la Independencia fue vacua, la de la Revolución mexicana sencillamente no pasó de ser un efímero show a la francesa, tan costoso como rebuscado, a base de marionetas gigantes.

Por lo que hace a la vida cotidiana, 2010 vino a ser nacionalmente el año en que se han registrado los mayores índices de violencia e inseguridad, en épocas de paz.

2010 dio sobradas muestras de que tenemos una clase política punto menos que inoperante, con funcionarios buenos para la camorra y para cobrar sueldos tan altos como inmerecidos.

Y en el ámbito local, el año que se despide pareció haber venido a demostrar algo se ha dicho y repetido desde hace mucho tiempo de Jalisco: que el nuestro se cuenta entre los estados de la república con la fauna política menos capaz y calificada del país.

Pero más allá de clichés, estereotipos y lugares comunes, de lo que no hay duda es de la baja competencia de nuestros gobernantes y funcionarios públicos, así como de diversos agentes de las fuerzas vivas para lograr acuerdos, en beneficio de la sociedad.

2010 dio sobradas muestras de que tenemos una clase política punto menos que inoperante, con funcionarios buenos para la camorra y para cobrar sueldos tan altos como inmerecidos.

Y entre esta dominante especie de “servidores públicos” se encuentran, por igual, funcionarios estatales y municipales que diputados y diputadas de la legislatura doméstica, sin excluir a dirigentes de la universidad oficial.

El año pasado el Congreso de Jalisco fue noticia por el estilo ostentosamente derrochador de sus integrantes, que se gastaron, mucho antes de tiempo, todo el presupuesto que tenían asignado para 2010.

El gobierno de Emilio González Márquez y los alcaldes de la zona metropolitana de Guadalajara, por su parte, se dedicaron a lo que ya parecer ser la mayor especialidad entre todos ellos: jalar cada quien para su lado y abandonar o posponer la solución a los grandes problemas metropolitanos.

En la alcaldía de Guadalajara se vieron abusos y actos de presumible corrupción que hasta ahora no han tenido la sanción correspondiente.

En la alcaldía de Guadalajara se vieron abusos y actos de presumible corrupción que hasta ahora no han tenido la sanción correspondiente.

La relación entre la cúpula directiva de la Universidad de Guadalajara y el gobierno estatal no fue mejor, pues a lo largo del año se trenzaron en una costosa y desgastante serie de descalificaciones recíprocas, la cual terminó súbitamente ante el desconcierto de propios y extraños.

2010 atestiguó también un curioso entendimiento entre el grupo dominante del Congreso de Jalisco y la cúpula de la UdeG. Primero, los diputados discurrieron hacerle un homenaje al ex rector Raúl Padilla, cabeza del clan político universitario, dizque por su notable papel en la promoción de la cultura. Después, hicieron un exhorto al gobernador para que entregara los cientos de millones de pesos que los directivos universitarios solicitaban al Ejecutivo. Y algunos de ellos hasta se sumaron a la llamada “megamarcha” del 29 de septiembre, organizada por los mandos udegeístas.

Y luego el grupo político de la UdeG, como para recompensar a sus obsequiosos diputados, gestionó un préstamo por 70 millones de pesos del fondo de ahorro o de retiro, del personal docente de la UdeG, a fin de que los legisladores pudieran completar su aguinaldo y el pago de las últimas quincenas del año.

Todo lo anterior es sólo una pequeña muestra de lo que el 2010 nos dejó. Hagamos votos por que el nuevo año sea más benigno. ®

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Publicado en: Enero 2011, Política y sociedad

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