El feminismo según feministas y no feministas

Una breve encuesta

El feminismo es un tema polémico y las discusiones afloran con frecuencia en foros y revistas. El feminismo mexicano está lejos de ser un movimiento homogéneo, existen grupos radicales y otros integrados a la corrección política oficial, así como matices variopintos en el medio.

Aquí presentamos las respuestas de treinta y cinco mujeres de distintas profesiones a las preguntas ¿Eres feminista? y ¿Por qué? En ellas puede verse una muestra de la diversidad de opiniones en torno al feminismo actual. La mayoría de las entrevistadas son escritoras, periodistas, académicas y artistas mexicanas, aunque también hay de Argentina (Buenos Aires), Ecuador (Quito), España (Barcelona y Galicia) y Uruguay (Montevideo).

Beatriz Guadalupe Aldaco (Hermosillo), escritora y editora.

Guadalupe Beatriz Aldaco

—No. Porque sobre todo asumo y practico los fundamentos del humanismo, que incluye los conceptos y objetivos que comparto con el feminismo. Aunque coincido y practico algunos de los principios básicos del feminismo, no puedo suscribir totalmente su teoría y praxis en tanto no he profundizado suficientemente en ellas (en estas respuestas se reflejará, seguramente, ese no conocimiento pleno de la doctrina o ideología feminista); además, circunscribirse a una escuela, doctrina o tendencia significa avalar todos o la mayoría de sus postulados, lo cual me parece ideológica y filosóficamente limitante, casi un esencialismo, dada la movilidad y complejidad del terreno ideológico y social, y en virtud también de la movilidad misma y variantes del feminismo. En su mayor parte, lo que puedo suscribir del feminismo (la equidad de género; la no discriminación; el derecho a una vida libre de violencia; el derecho a la libre preferencia sexual) lo he interiorizado a partir de disciplinas alternas a esa doctrina, como la historia, la literatura, el psicoanálisis, la cultura, el arte, lo que ha devenido en una especie de “sentido común-racional de la equidad”, que incluye pero rebasa el tema de las mujeres. La visión del mundo que lleva a repudiar la estela de injusticias ancestrales cometidas contra mujeres en el marco del “sistema patriarcal” (muchas de las cuales desgraciadamente no han sido resueltas), está, para mí, englobada en la que repudia la opresión histórica de grupos sociales, razas, religiones, personas, y ésta es la que yo comparto.

Mónica del Arenal (Guadalajara), arquitecta, autora de Guadalajara de alarifes, catrines y bicicleteros (2009)..

—No. Al menos no de manera consciente. Tuve un papá que siempre estuvo orgulloso de que yo fuera una niña independiente, con sueños propios y no precisamente tradicionales. Con mi madre ha sido un trabajo de años, pero en este momento de mi vida me satisface que ella esté contenta y tranquila con las decisiones que he tomado. Porque estoy contenta con el hecho de ser mujer y con la otredad respecto de los hombres. No creo en la igualdad entre hombres y mujeres, sino en la equidad, que es algo muy diferente. La gente me gusta o me cae bien por cómo es, por lo que hace, por su autenticidad o capacidad, sea hombre o mujer. Creo en la responsabilidad individual de defender las convicciones propias y, sobre todo, en el trabajo del día a día como el mejor antídoto contra la discriminación sexual. Me ha tocado lidiar con hombres (y mujeres) machistas, pero si la autoestima está bien, es más fácil plantarse, defenderse o hacer lo que la situación pida, desde ser capaz de discutir en un ambiente hostil hasta denunciar formalmente.

Ivabelle Arroyo (Ciudad de México), periodista.

—No. Por dos motivos: el íntimo es que me gusta la idea de los roles en mi hogar; el ideológico es que me inclino más por el respeto al individuo en términos de garantías constitucionales y derechos humanos. Ése es un paraguas más amplio y poderoso.

Nadia Baram (Ciudad de México), fotógrafa.

Nadia Baram

—Sí y no. Mientras que el feminismo se trate de obtener igualdad en derechos sociales, políticos, económicos y reproductivos para la mujer, me identifico por completo con la palabra y con el movimiento. Pero dejo de sentirme identificada con el término cuando el discurso feminista es llevado a un extremo. No coincido con la corriente del feminismo que sugiere que las diferencias entre el hombre y la mujer no son más que una construcción social. Considero que sí existen diferencias naturales entre el hombre y la mujer y que éstas, lejos de ser motivo de recelo o beligerancia, son motivo de celebración.

Lolita Bosch (Barcelona), escritora y activista, coordinadora del blog Nuestra Aparente Rendición.

Lolita Bosch

—Sí. Porque me parece necesario serlo. La desigualdad entre géneros es evidente (en algunos lugares más que en otros), porque la información que hemos recibido es esencialmente masculina y no nos incluye, porque creo que hay que estar del lado de los débiles y las mujeres lo son infinitamente más en infinitos lugares del mundo. Creo que ser feminista es estar del lado de la igualdad. Y creo que hoy nuestro mundo necesita ese tipo de respeto. Aunque aclaro: ser feminista es una postura defensiva, no opresiva. Es un reclamo esencial de derechos por el que todos nosotros deberíamos luchar. No es una lucha de género, sino social.

Sonia Budassi (Buenos Aires) es escritora, periodista cultural y editora del sello Tamarisco.

Sonia Budassi

—Sí. Porque aún los diarios siguen diciendo “Crimen pasional” en lugar de “Violencia de género” o “feminicidio”; porque cuando una escritora narra conflictos interpersonales está legitimado tildarla de “cursi” sin tomarse siquiera el trabajo de haberla leído. Pero, si quien narra es un varón, entonces se dice de él que es un “escritor sensible”. El machismo pervive en los medios y en la vida pública y privada. Las mujeres sufren discriminación simbólica y de hecho, y esa violencia está tan naturalizada que se teme al término feminismo: estamos tan acostumbrados a esa coyuntura que lo tomamos como algo “normal”. Desde una óptica bien intencionada podría suponerse que quienes se dedican a la tarea crítica e intelectual pueden ver estos mecanismos de exclusión y, aunque no los denuncien, por lo menos no los reproducen. Lamentablemente no es así. Aún son pocas las mujeres que ocupan en Argentina puestos jerárquicos en redacciones y editoriales, aún el canon literario argentino y latinoamericano es falocéntrico. El acoso laboral sigue siendo un problema en todos los oficios. Hay mujeres que no se animan a denunciarlo porque corren el riesgo de perder su trabajo y de ser consideradas culpables en lugar de víctimas. Circula un estereotipo del feminismo rancio, supuestamente anacrónico, que hace que muchas teman ser estigmatizadas como frígidas, aburridas o amargadas (nadie se atrevería a usar palabras así ante un reclamo sindical o de un colectivo trans). Pero la situación actual demuestra que no perdemos el humor por esas cosas y que es evidente que hay muchas batallas simbólicas, legales y materiales que tienen triste vigencia y que quedan por ganar (incluido el derecho al aborto, la problemática de la trata de personas), no en términos bélicos, sino en pos de una sociedad más justa en las que, y de esto también tenemos ejemplos recientes, hay, por suerte, muchos hombres comprometidos.

Jessy Bulbo (Ciudad de México), cantante de pop.

—Pues sí… relativamente. Las personas que tenemos conciencia sentimos empatía por todas las causas humanitarias, igualitarias, ecológicas. Creo, a la vez, que salvar al mundo sólo es posible si todas las causas nobles llegan a un punto de satisfacción aceptable para todos y que avanzar en una, cualquiera que elijas, hace avanzar a las demás.

Verónica Bujeiro (Ciudad de México), escritora, autora de Nada es para siempre (2010).

«Creo en los individuos y no en las afiliaciones políticas. Es un tema muy complicado, porque parecería que al decirle “no” al feminismo inmediatamente te adscribes a la misoginia y viceversa. Aunque creo que, como en la política, hay ocasiones en las que sí hay que tomar partido, especialmente en nuestro país, en donde persisten muchas taras culturales en cuanto a los roles que tienen que mantener los sexos».

—No. Creo en los individuos y no en las afiliaciones políticas. Es un tema muy complicado, porque parecería que al decirle “no” al feminismo inmediatamente te adscribes a la misoginia y viceversa. Aunque creo que, como en la política, hay ocasiones en las que sí hay que tomar partido, especialmente en nuestro país, en donde persisten muchas taras culturales en cuanto a los roles que tienen que mantener los sexos.

Ana Clavel (Ciudad de México), escritora, autora de El dibujante de sombras (2009).

—No me declaro como tal. Detesto las etiquetas sexistas. Pero sí trabajo en mi espacio individual por los derechos de los hombres y las mujeres a una vida más compartida y menos prejuiciada.

Jacaranda Correa (Ciudad de México), periodista y documentalista, directora de Morir de pie (2011).

—Sí, porque reconozco la importancia y el valor de muchas mujeres que antecedieron a mi generación y que lograron reconocimiento y participación importante en la vida pública. Soy feminista cuando recapitulo y valoro las teorías que replantearon las explicaciones naturalistas del sexo y la sexualidad femeninas. Me reconozco en aquellas teorías que insistieron en que ser mujer, y por extensión cualquier género, más que un hecho natural es una situación histórica y cultural. Porque ha sido muy importante el trabajo de muchas mujeres en el último siglo para replantear la especificidad de la mujer y reescribir una parte de la historia en la que se reconoce la presencia la influencia y también la opresión de las mujeres.

Jacaranda Correa © FICG 26 Michel Amado

Aunque, percibo, en ocasiones, un discurso feminista algunas veces radical y unilateral con el que se margina la posibilidad de replantear también la categoría de lo masculino. No me siento afín a ideas que ven en el sexo opuesto un enemigo a vencer. Creo que es momento de replantear en muchos sentidos las posturas feministas en un momento en el que para cerrarle el paso a la desigualdad y la creciente violencia es necesario pensar en derechos que también incluyan a los hombres. En temas como la violencia de género, mientras no miremos al otro, a ese victimario que se ha vuelto el enemigo a vencer, mientras no pensemos también en políticas públicas incluyentes que atiendan desde el punto de vista cultural esa violencia que es responsabilidad de todos y no sólo de nuestro sistema falocrático, machista y misógino, no podremos avanzar y lograr la tan anhelada libertad e igualdad femenina.

Gabriela Damián (Ciudad de México), escritora, autora de La tradición de Judas (2007).

Gabriela Damián

—Sí. Porque, antes que nada, el feminismo no es la revancha del machismo: es un movimiento social que ha evolucionado históricamente y que hoy apuesta por la equivalencia humana; es decir, por un mundo en el que la niñez, los hombres y las mujeres, las personas de la tercera edad de cualquier etnia, preferencia sexual, nivel económico, social y educativo, valen lo mismo, merecen gozar de los mismos derechos y asumir las responsabilidades que éstos les otorgan. El feminismo no es un asunto exclusivo de mujeres, se preocupa por una nueva configuración de las identidades aspirando conseguir una sociedad más justa y armónica cimentada en la plenitud vital de sus individuos. Me siento comprometida con el feminismo incluyente porque soy mexicana, y en mi país las condiciones de vida son particularmente difíciles para muchas. Aunque a decenas de afortunadas contemporáneas les parece una lucha innecesaria, yo me sentiría egoísta e irresponsable de no ser feminista si en México, día con día, aún mueren mujeres por el simple hecho de ser mujeres.

Malva Flores (Xalapa), poeta y ensayista, autora de Luz de la materia (2010) y El ocaso de los poetas intelectuales (2010).

Malva Flores

—No. Creo en la lucha contra los sometimientos que sufren o han sufrido distintos grupos humanos. Creo en la imperiosa obligación de defender la igualdad de las personas frente a cualquier instancia, como creo en el derecho de los animales a no padecer atropellos o crueldad. No creo en las “cuotas de género” ni en la cámara de diputados ni en las antologías literarias. En ambos casos es una búsqueda de poder disfrazada de buenas intenciones. Es una perversión del espíritu primero que animó la lucha de las mujeres. En la cámara, del sistema político que cree que nos chupamos el dedo; en la literatura, de la academia que necesita “líneas de investigación” y se ha filtrado al cuerpo literario, en contubernio con el mercado. Por mi DNA y mi ámbito geográfico, los hipócritas defensores de la corrección política podrían incluso llamarme “afroamericana”. Sé en carne propia lo que es la discriminación. Pertenezco a muchas “minorías”: la primera de ellas, “de género”, pero ser mujer no me hace una mejor poeta ni, tampoco, una persona mejor.

Úrsula Fuentesberáin (Ciudad de México), comunicóloga y buzzer (escritora en redes sociales).

Úrsula Fuentesberáin

—¿Feminista? ¿Es un club? ¿Qué incluye la membresía? Creo que la versión del feminismo que le tocó vivir a mi generación se llama pro-equidad de género. Porque el feminismo como lo entendían Gertrude Stein o Virginia Woolf ya no existe. Lo que nos corresponde hoy no sólo a las mujeres, sino a la sociedad en conjunto, es arrancar de raíz las nociones que más tarde se convierten en crímenes de género, desigualdad y falta de oportunidades profesionales para las mujeres.

Francesca Gargallo (de Siracusa, Italia, vive en Ciudad de México), profesora universitaria y escritora, autora de Ideas feministas latinoamericanas, dos tomos (2004-2007).

«Soy feminista y he cruzado por varias redifiniciones de mi feminismo, sin jamás perder de mira la necesidad de ubicarme como mujer en un mundo. Soy feminista porque no puedo vivir en la misoginia que actúa a cada instante desde todas las acepciones de lo social».

—Soy feminista y he cruzado por varias redifiniciones de mi feminismo, sin jamás perder de mira la necesidad de ubicarme como mujer en un mundo. Soy feminista porque no puedo vivir en la misoginia que actúa a cada instante desde todas las acepciones de lo social: en la pareja donde se reproduce la invisibilidad del trabajo que implica la reposición diaria de la vida, en la escuela donde se privilegia sólo una mirada sobre el mundo, en la calle donde las mujeres aprendemos a sentirnos inseguras desde los primeros piropos, las primeras agresiones, las primeras negaciones… más o menos desde que comenzamos a caminar, opinar, comprar, jugar. Soy feminista porque odio las jerarquías sociales, porque detesto impedir a las niñas y a los niños expresar sus emociones, porque lo binario me obliga a escindirme. Y porque en la escuela me escondieron a excelentes poetas, que nunca figuraron en los cursos de literatura, única y exclusivamente porque eran mujeres (también me escondieron a filósofas, pintoras, matemáticas, físicas e historiadoras). Acabo de escribir una novela que se llama El hombre del gineceo, a propósito de que soy feminista porque odio cómo nos enseñan/obligan a amar desde el dolor, el deber, el encierro.

Matiana González Silva (Guadalajara), redactora científica en el Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona y profesora universitaria.

«Soy feminista porque estoy convencida de que hay espacios de decisión estrictamente personales —y femeninos, por lo tanto, cuando sus protagonistas son mujeres—, como el aborto, y porque me indigno ante las variadas formas de discriminación que todavía sufren muchísimas mujeres».

—Si por feminismo se considera la convicción absoluta de que los derechos y las obligaciones de las personas no deben estar condicionados por ser hombre o mujer, por supuesto que soy feminista. También lo soy en el sentido de que creo que las relaciones sociales están determinadas por categorías de género, que estas categorías no son naturales sino que han sido construidas socialmente y que, para modificar un modelo esencialmente desigual que históricamente ha privilegiado lo masculino, se necesita una voluntad explícita y una serie de acciones deliberadas. Soy feminista porque estoy convencida de que hay espacios de decisión estrictamente personales —y femeninos, por lo tanto, cuando sus protagonistas son mujeres—, como el aborto, y porque me indigno ante las variadas formas de discriminación que todavía sufren muchísimas mujeres. Si en el adjetivo incluimos la reivindicación de los homosexuales a tener los mismos derechos que los que no lo son, incluyendo la posibilidad de adoptar y contraer matrimonio, también soy feminista. Soy feminista porque parto de esta perspectiva vital cuando me relaciono con los otros, cuando voto, cuando escojo a mis amigos y a mis parejas, y cuando analizo la realidad en mi trabajo como historiadora. Pero aunque admiro de manera profunda la lucidez de las primeras feministas para señalar un problema donde todos veían normalidad, así como su coraje para intentar cambiarlo, nunca he sido activista. Cuando mi madre nació mi abuela no tenía derecho al voto, pero para mí siempre fue normal que ella trabajara. En ese sentido, me considero una privilegiada porque he usufructuado las conquistas de otros, si bien estoy consciente del inmenso camino que nos queda como sociedades para alcanzar una igualdad de hecho en muchos campos donde ya se ha alcanzado por derecho.

Ahora bien, en un terreno más subjetivo, no me gusta la mimetización de géneros y creo que la igualdad de derechos no tiene por qué significar la abolición de la diferencia. Sé que la separación entre el terreno público y privado es una falacia y que culturalmente los roles masculinos y femeninos se conforman a partir de los detalles más pequeños, pero en el ámbito de las relaciones personales no me escandalizo por que haya algún resabio de roles tradicionales, y disfruto si un caballero me ayuda a cargar bultos pesados. En resumen, exijo la igualdad más básica, pero reivindico también la imaginación y la libertad para inventar maneras nuevas y variadas de relacionarnos entre todos.

Sol Henaro (Ciudad de México), investigadora y curadora de arte contemporáneo.

Sol Henaro

—No. Sin duda reconozco la importancia histórica que marcó el movimiento feminista pero me siento mucho más cercana, como generación, a los discursos elaborados desde los marcos postfeministas que al feminismo anclado entre los años sesenta y setenta. Creo que las batallas y las preguntas hoy van mucho más allá de los reclamos que se defendían desde el feminismo entendido con parámetros cerrados. Para mí fue sumamente importante entrar en contacto con los textos teóricos de Beatriz Preciado, quien extendió mi visión más allá del movimiento feminista para preguntarme sobre otras problemáticas y realidades relacionadas con discursos de género, igualdad/diferencia, el movimiento queer, así como otros modos de entender y vivir las sexualidades.

Blanca Juárez (Ciudad de México), periodista, coordina el Taller Arteluz.

Blanca Juárez

—Sí, lo soy. Muchas mujeres de mi generación (tengo 38 años) que tuvimos la oportunidad de estudiar somos herederas del feminismo. Vivimos y disfrutamos algunos logros de ese movimiento y, aunque falta mucho por hacer en cuestión de educación y empoderamiento (la conciencia que vamos adquiriendo las mujeres para tomar el control de nuestra vida, tener la capacidad de decidir y hacernos responsables de ello), considero que en algunos sectores sociales se notan los avances. No soy activista pero, desde mi trabajo, procuro difundir, apoyar y promover una cultura de respeto, valoración y trato digno hacia las mujeres que viven en condiciones de desigualdad. Para mí fue fundamental poder decidir si quería tener hijos o no. Yo quise tenerlos pero elegí cuántos. Como consecuencia, he podido disfrutar mi sexualidad, organizar mi tiempo para trabajar, estar con mis hijos y descansar, algo que yo no recuerdo que mi madre pudiera hacer.

Norma Lazo (Ciudad de México) es escritora y guionista, autora de El mecanismo del miedo (2010).

«Aunque no me denomine con ninguna etiqueta, puedo decir que soy feminista porque gozo de los derechos conquistados por las feministas y, también, porque considero importante que existan flancos peleando por estos derechos que en muchos lugares de este país y del mundo no existen».

—Sí, aunque siempre he tenido problema con las etiquetas, sobre todo cuando se trata de la defensa de derechos, porque no me gusta sentir que me ciño a uno en particular. No sólo me importan los derechos inalienables de la mujeres, sino también de los seres humanos (hombres, niños, ancianos, homosexuales), de los animales, de la Tierra como ente biológico, el derecho del migrante por buscar una mejor vida en otro país, el derecho al pensamiento y las decisiones libres alejadas de estructuras hegemónicas ya sean religiosas, políticas, ideológicas. Así, ¿soy feminista, humanista, ecologista, animalista, pro-migrante, liberal y un largo etcétera? Prefiero no reducirme a ninguna etiqueta. Aunque no me denomine con ninguna etiqueta, puedo decir que soy feminista porque gozo de los derechos conquistados por las feministas y, también, porque considero importante que existan flancos peleando por estos derechos que en muchos lugares de este país y del mundo no existen. Debe seguirse luchando por esos derechos, y por muchos otros, por aquellos que no pueden exigirlos por sí mismos, pero también por quien quiera ejercerlos, porque a veces los derechos que uno considera mínimos e inalienables, para otros están alejados de sus creencias religiosas, culturales, ideológicas, y tratar de imponer nuestras creencias, aunque sea con la mejor de las intenciones, reduce el derecho del otro a ser totalmente otro.

Sandra Lorenzano (de Buenos Aires, vive en Ciudad de México), doctora en Letras, autora de Vestigios (2010).

Sandra Lorenzano

—Sí. Soy feminista porque considero que, aunque hemos avanzado mucho como sociedad en términos de equidad, aún hay fuertes desigualdades entre hombre y mujeres, y considero que es mi compromiso y mi obligación seguir luchando para que desaparezcan. Soy feminista porque quiero que todas las mujeres puedan estudiar y desarrollarse. Soy feminista porque quiero que puedan disponer y disfrutar de su cuerpo libremente sin pensar o sentir que ningún hombre, ideología o institución, puede apropiarse de él sin su consentimiento. Soy feminista porque estoy convencida de que las mujeres y los hombres pueden reinventar juntos su identidad y su modo de relacionarse. Soy feminista porque no deseo que nadie sea víctima de la violencia o la discriminación sexista. Soy feminsta porque no quiero que ninguna mujer viva con miedo dentro o fuera de su casa. Soy feminista porque hay millones de niñas en nuestro país que nunca tendrán la oportunidad de salir de la pobreza. Soy feminista porque los feminicidios cubren de sangre este México nuestro. Soy feminista porque creo en las complicidades femeninas y la “sororidad”. Soy feminista porque creo que sólo con la inclusión de las mujeres y el respeto a sus derechos lograremos construir un mundo mejor. Soy feminista porque sé que en todas las clases y sectores sociales hay mujeres poniendo su energía y su creatividad para que la realidad sea cada vez mejor para todas. Soy feminista porque me sorprenden y me enorgullecen las ideas de las más jóvenes. Soy feminista por la lucha cotidiana de mi madre y de todas las madres de este país. Soy feminista por los sueños de mi hija y de todas las hijas de este país.

Carina Maguregui (Buenos Aires), bióloga y comunicadora, “en esencia una anfibia en continuo proceso de remix”; autora de Escamas de este mundo gemelo. Destino y voluntad en Kieslowski y Van Dormael (2010).

Carina Maguregui

—Leí algunas cosas sobre teoría del feminismo, por supuesto; también oí hablar de feminismo muchas veces, pero realmente no adscribo a nada que termine con ismo. De todas maneras, sí puedo decir que me considero un ser sensible, atento a lo que ocurre, un ser hospitalario en el sentido de recibir con genuina apertura las distintas manifestaciones y modos de ser de las personas. Cada persona tiene, entre muchas otras que la constituyen, una dimensión poética, una erótica y una política. Las características de mi multidimensionalidad me llevan siempre a pronunciarme, a actuar y a luchar cotidianamente desde los espacios en los que participo por los derechos. Todos los derechos y los derechos de todos. Porque necesito —ya que comparto la vida en sociedad— que todas las personas tengamos los derechos que nos garanticen una vida digna en sus infinitos aspectos y que esos derechos sean ejercitados y respetados en la diversidad. Somos personas diversas, no iguales, lo que implica que la vida de ninguno de nosotros es más valiosa que la del otro. Niños, mujeres y hombres somos diferentes y merecemos que nuestros derechos tengan plena vigencia día a día en donde sea.

Mónica Maristáin (de Entre Ríos, Argentina, vive en Ciudad de México), periodista, autora de Futbolistas, el club de los cien latinos (2006).

—No, para nada. Creo que hay que defender los derechos de todos los seres humanos en posición de debilidad o de riesgo y no comulgo con los colectivos. El feminismo radical, por otra parte, poco ha hecho para propiciar un verdadero encuentro nutritivo entre los sexos. Por supuesto, allí donde haya una mujer sometida o abusada, levantaré mi voz, pero en forma individual, sin suscribirme a ninguna corriente de pensamiento más que mi propio sentido moral.

La causa siempre se sitúa en un complejo (psicosocial) relacionado con el ambiente machista (es decir, que proclama la primacía del hombre) en que vivimos las mujeres que nos declaramos feministas. ¿Para qué soy feminista? Para combatir la desigualdad por género en un país donde lo femenino todavía tiene la marca de lo subordinado».

Vianett Medina (Tijuana) dirige la maestría en Cultura escrita, es investigadora académica y librera.

—Sí. Más que existir una causa, ser feminista tiene que ver con la tarea porque el feminismo, en principio, es un activismo. La causa siempre se sitúa en un complejo (psicosocial) relacionado con el ambiente machista (es decir, que proclama la primacía del hombre) en que vivimos las mujeres que nos declaramos feministas. ¿Para qué soy feminista? Para combatir la desigualdad por género en un país donde lo femenino todavía tiene la marca de lo subordinado.

Fernanda Melchor (Veracruz), periodista y escritora, ganadora del ganadora del primer Virtuality Literario Caza de Letras de la UNAM, 2007.

Fernanda Melchor

—No sé. No creo. Soy consciente de la inequidad histórica del sexo femenino en materia de derechos fundamentales y sí, también reconozco que, sin la participación activa de colectivos formados en su mayoría por mujeres, ciertas conquistas (el voto, la despenalización del aborto) no tendrían lugar en el mundo. Pero tampoco voy por la vida blandiendo la bandera del feminismo exacerbado, especialmente ése que busca el escándalo y la provocación. Trato de ver a la gente que me rodea más allá de su sexo y género. No creo que las mujeres somos superiores a los hombres ni tampoco creo lo opuesto: la experiencia me ha hecho comprobar que ambos, hombres y mujeres, somos capaces de llevar a cabo tanto las más nobles acciones como las más terribles injusticias. Así que no, no soy feminista.

Susana Moo (Galicia), escritora de literatura erótica, autora de Eva, su manzana y el pecado (2010) y de Microrrelatos eróticos (2011).

—Depende. ¿Por qué? Si feminismo es prepotencia de la mujer frente al hombre, no lo soy. Si feminismo es reivindicación de igualdad de derechos para todos en la sociedad, cultura, trabajo, jodienda, entonces sí lo soy. Además, en la literatura erótica resulta cachondísimo que hombre y mujer sean compinches y cabalguen de la mano.

Mónica Nepote (de Guadalajara, vive en Ciudad de México), escritora, directora de la revista Tierra Adentro.

No soy militante ni voy a marchas, pero detesto las visiones machistas o la objetualización de la mujer por ser “hembra”, me parece una visión muy limitada, por decirlo en términos amables. Creo que la convivencia humana en sí exige inteligencia y respeto, tolerancia, y quizá más bien tengo una reacción cuando no se dan las condiciones por diversas causas: discriminación racial, sexual, social».

—No soy militante ni voy a marchas, pero detesto las visiones machistas o la objetualización de la mujer por ser “hembra”, me parece una visión muy limitada, por decirlo en términos amables. Creo que la convivencia humana en sí exige inteligencia y respeto, tolerancia, y quizá más bien tengo una reacción cuando no se dan las condiciones por diversas causas: discriminación racial, sexual, social. Tengo una hija de once años a la que he educado de una manera distinta en un contexto distinto a lo que me tocó a mí. Si eso es ser feminista pues entonces sí lo soy, aunque no llevo banda oficial.

Gabriela Onetto (Montevideo), coordinadora de talleres de motivación literaria y licenciada en Filosofía.

Gabriela Onetto

—Para contestar “sí” o “no” habría que definir el alcance del término “feminista”. Por definición, no secundo ninguna palabra terminada en “ista” porque no me gusta verme atada a doctrina alguna. Si hablamos de “feminista” como se entiende corrientemente, diría que, lejos de serlo, abogaría porque las mujeres contemporáneas lleváramos adelante una demanda judicial contra las feministas históricas por daños y perjuicios: habernos añadido más carga a las mujeres, la laboral y económica, sin que en la práctica hayamos sido relevadas de las domésticas, familiares y todos los roles tradicionales que ya caían sobre nosotras. ¡Bonita independencia nos legaron, con cero tiempo libre y mucha más responsabilidad! Ahora, si “feminista” se refiere a tener una mirada atenta sobre los problemas de género, en particular los del género femenino (sobre todo en sus aspectos ideológicos, que más allá de lo obvio —religión, desigualdades sociales, manejo mediático— incluso dan forma a importantes teorías del conocimiento, como el psicoanálisis o los arquetipos junguianos, por nombrar algunas), en ese caso sí, acompaño. Porque no se trata de un partido de futbol de hombres contra mujeres, en el que yo pueda “irle” a las mujeres porque “somos” mejores que los hombres o tenemos la razón: por eso rechazo las acepciones más “combativas” del término. El sesgo que me interesa incluye a los hombres, no los expulsa como “lo otro” (o intenta no hacerlo, todo depende de cada individuo y sus reacciones): de lo que se trata es de señalar los supuestos que nos constriñen desde roles sexuales, expectativas sociales, moldes opresivos y que apuntan a lo homogéneo, a lo que se reproduce en cadena y no manifiesta su naturaleza más individual. Eso nos ocurre a los dos sexos; en el caso de las mujeres, creo que el asunto es más grave porque a la vez existe una desvalorización de la “cultura femenina”, de los modos naturales que tenemos de interactuar, de priorizar los procesos antes que los resultados (desvalorización que muchas veces contamina incluso a la propia persona y su valía, su sentido de capacidad). Porque en general, la mujer que “triunfa” en el mundo (más allá de los confines privados de su ámbito familiar) lo hace según los términos masculinos y adoptando la mirada oficial; así, perdemos todos, hombres y mujeres, pues la visión humana se empobrece. Por eso, puedo reconocerme “feminista” en el sentido de mirar lo femenino como un territorio existente por derecho propio, que necesita ser reconocido y conocido por las propias mujeres pero también por los hombres. Como en los lejanísimos tiempos matriarcales en que, lejos de conformar núcleos de amazonas, la sociedad entera participaba de esa manera de ver y sentir el universo.

Kenia Ortiz (Guadalajara), profesora universitaria y estudiante de un doctorado en Ciencias Sociales.

Kenia Ortiz

—Crecí en el seno de una familia muy religiosa, donde por años escuché que según las sagradas escrituras el varón es la cabeza de la familia, y después de experimentar la expulsión de la congregación religiosa por cuestionar estos y otros principios, encontré en el feminismo una vía de escape. Recuerdo lo libre y feliz que me sentí al leer El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, y durante años participé en algunos grupos feministas con chicas de mi edad que compartíamos la militancia en el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Todo esto me llevó a un redescubrimiento de mi cuerpo, mi sexualidad y mi forma de ver la vida. Pasados algunos años de convivir con feministas, mi visión sobre el movimiento se transformó, descubrí que muchas de estas mujeres defendían los principios del feminismo de forma dogmática; el fanatismo y la intolerancia se imponían muchas veces ante el diálogo y la reflexión, cosa que de igual forma ocurría en el PRD. Yo no fui ajena a esta práctica, en cierta medida porque arrastraba aún vestigios de mi educación religiosa. Con el tiempo esto empezó a incomodarme y sin premeditarlo comencé a alejarme poco a poco de esos grupos feministas y del partido. A la fecha, cuando me preguntan si soy feminista me encuentro en una encrucijada, no me identifico con la intransigencia de algunos de estos movimientos, aunque sí defiendo las aportaciones que el discurso feminista ha traído consigo, por ejemplo, en el campo de la sexualidad femenina (también hay que darle su reconocimiento a Michel Foucault y otros pensadores que no se inscriben necesariamente en los estudios feministas). El feminismo logró contrarrestar el discurso hegemónico de la Iglesia sombre el control del cuerpo y por ende del poder femenino. En resumen, no renuncio a los principios centrales del feminismo, pero no comparto las prácticas de muchos de estos movimientos.

Elvira Reyes (Ciudad de México), psicóloga, activista, autora de Gritos en el silencio: mujeres y niñas frente a redes de prostitución. Un revés para los derechos humanos (2007).

«Me declaro feminista porque aprendí a defender mis derechos apenas salida de la infancia, y ahora como mujer adulta. Desde edad temprana me di cuenta de que estaba atravesada por discursos que esclavizaban a las mujeres; de que las ideas y las acciones de los hombres estaban destinadas a dividirnos y a violentarnos en todas las formas posibles, abierta o encubiertamente».

—Me declaro feminista porque aprendí a defender mis derechos apenas salida de la infancia, y ahora como mujer adulta. Desde edad temprana me di cuenta de que estaba atravesada por discursos que esclavizaban a las mujeres; de que las ideas y las acciones de los hombres estaban destinadas a dividirnos y a violentarnos en todas las formas posibles, abierta o encubiertamente. He de admitir que en los primeros años de mi infancia caí en la trampa, pero alrededor de los doce, por un hecho brutal de parte de mi padre, me di cuenta del engaño; desde entonces aprendí a ser más observadora, a escuchar de otra manera: a solidarizarme con las demás mujeres, a declarar otras verdades haciendo a un lado las que provenían de discursos patriarcales; luego empecé a preocuparme por la violencia de que son objeto otras mujeres tanto en el espacio público como en el privado y adquirí el compromiso conmigo misma de hacer todo lo que estuviese a mi alcance por prevenir y, en su caso, defender los derechos de toda mujer víctima de maltrato por sustratos de una cultura sexista y opresora.

Vanesa Robles (Guadalajara), periodista.

«Soy feminista en la práctica, no en la teoría. Por fortuna, mi compañero de vida es machista a veces, nomás en la teoría. Compartimos el cuidado de los hijos, el quehacer de la casa, la vida nocturna por separado. Incluso así reniego algunas veces: no sé si por feminista o por la costumbre de cuestionar».

—Nunca he leído tratados feministas, pero en la práctica coincido con algunas ideas que enarbolan las feministas. Como muchas mujeres, me crié en un hogar que privilegiaba al hombre, auque en casa había más mujeres que hombres: mis dos hermanas y mi madre. Mi madre torteaba porque a mi padre no le gustaban las tortillas de máquina. En la comida, guardábamos la pieza más grande a mi papá, a quien también teníamos que servirle la mesa y lavarle la ropa a mano. También tuve una educación sexual muy tradicional. Desde niña fui rezongona, y en la adolescencia comencé a cuestionar más estas prácticas. Mi “ventaja” fue que cuando yo tenía ocho años mi mamá quedó cuadrapléjica, y durante muchos años sus hijas la educamos. Ahora mi papá se hace de comer y es más solidario que en su juventud. A mí me quedó la maña de cuestionar las prácticas que favorecen al hombre, las cuales me parecen injustas. Por ejemplo, el quehacer doméstico, para el cual soy muy huevona; la libertad sexual; la maternidad, pues me han despedido por estar embarazada; el cuidado de los hijos, que no debe ser una ayuda sino una acción compartida; los asesinatos de mujeres, que suman por sus parejas, que suman más que los de hombres por sus parejas… No es fácil. Todavía me parece que a los hombres (igual que a algunas mujeres) les parece que los admiren, y decir lo que pienso, que no siempre es positivo, ha sido uno de los motivos para separarme de mi pareja. Intento ser congruente y no criticar a las mujeres por el hecho de ser guapas, inteligentes, liberales y no aprovecharme de nadie, hombres o mujeres. Pero no lo puedo negar: algunas veces admiro a las mujeres que, gracias a su educación machista, viven con más satisfactores materiales. Soy feminista en la práctica, no en la teoría. Por fortuna, mi compañero de vida es machista a veces, nomás en la teoría. Compartimos el cuidado de los hijos, el quehacer de la casa, la vida nocturna por separado. Incluso así reniego algunas veces: no sé si por feminista o por la costumbre de cuestionar.

Tania Tagle (Ciudad de México), licenciada en Lengua y Literatura.

Tania Tagle

—No. Considero peligroso cualquier radicalismo —digan lo que digan las feministas “buena onda”, para mí el feminismo actual sigue siendo igual o más o radical que el de mediados del siglo pasado—, así como considero peligrosa cualquier ideología que vea a la otredad como un enemigo. Los hombres no son mis enemigos y los problemas que enfrentamos como sociedad son mucho más complejos y no pueden explicarse atendiendo nada más al género. Admiro a las feministas de antaño porque se impusieron y lucharon contra paradigmas que era necesario romper, y las hubiera apoyado aun creyendo que se equivocaban, porque su esquema de pensamiento siguió siendo falocéntrico, no lograron pensarse desde afuera del falocentrismo sino en contra del falocentrismo… Sin embargo, mucho cuidado una vez que un movimiento social halla cobijo en las instituciones, como lo ha hecho el feminismo en la actualidad; a las feministas actuales no tengo gran cosa que admirarles.

Magali Tercero (Ciudad de México), periodista, autora de Cuando llegaron los bárbaros… Vida cotidiana y narcotráfico (2011).

Mi madre fue una de las tres primeras alumnas de la Facultad de Filosofía y Letras, de manera que para mí es natural la equidad. Tal vez por eso no sentí la necesidad de convertirme en una feminista activa. Debo decir que adoro las diferencias entre hombres y mujeres. Hombres y mujeres somos sumamente interesantes».

—No exactamente. Aunque toda la vida he defendido la igualdad de derechos para ambos sexos, no soy activista. Sólo he participado en una marcha feminista, a favor del aborto cuando tenía veinte años. Entonces trabajaba en una revista femenina y gracias a Beatriz Martí, hija de una feminista reconocida —Esperanza Brito de Martí, fallecida en 2007—, escribí mis únicos textos declaradamente feministas. Fue una época interesante, formativa en relación con el tema, pero mi vocación siempre fue escribir libremente. Mi madre fue una de las tres primeras alumnas de la Facultad de Filosofía y Letras, de manera que para mí es natural la equidad. Tal vez por eso no sentí la necesidad de convertirme en una feminista activa. Debo decir que adoro las diferencias entre hombres y mujeres. Hombres y mujeres somos sumamente interesantes.

Paola Tinoco (Ciudad de México), escritora y representante de Editorial Anagrama en México.

Paola Tinoco

—Nunca me adherí al movimiento feminista ni he participado en sus iniciativas. Respeto la teoría feminista y alabo su preocupación por la igualdad, pero detesto el comportamiento extremista al que pueden llegar y que las convierte en algo semejante a los machistas. Creo que se puede luchar por los derechos de las mujeres desde diversas trincheras y no necesariamente tratar de demostrar que las mujeres son mejores y los hombres unos animales —eso es lo que he escuchado y hasta leído en algunas novelas feministas (Amora es una de ellas). No comparto esa opinión y prefiero no ser parte de ello.

Deyanira Torres (Tijuana), psicoanalista.

Deyanira Torres

—Dicen que es un pleonasmo ser mujer y ser feminista, estoy de acuerdo completamente. Soy feminista por una simple razón, porque soy mujer, y aunque creo en la diferencia como parte esencial de la condición humana, también creo en la igualdad de oportunidades y todavía estamos muy lejos de eso. Si ser feminista es estar a favor de los derechos de las mujeres, soy feminista. Si ser feminista es creer que las mujeres pueden ser tan listas, creativas y capaces como los hombres, entonces soy feminista, si ser feminista es creer que los hombres no son superiores a las mujeres, soy feminista. Si yo fuera hombre, estoy casi segura de que sería drag queen.

Maya Viesca (Guadalajara), académica y gestora cultural en el Instituto Tecnológico y de Estudios Sociales de Ocidente (ITESO).

Maya Viesca

—¿Feminista? Es un concepto que no termino de asir con naturalidad. Ante los muy conservadores seguramente puedo parecerlo, pero no me siento cómoda con la imagen del feminismo que tengo en mi cabeza, ésa en la que las mujeres luchan por la igualdad y en la que hay un dejo de revanchismo y un halo de competencia. Creo que es verdad la máxima que reza “no hay mayor injusticia que la igualdad”, y que hombres y mujeres somos diferentes, jugamos roles diferentes y tenemos necesidades diferentes; eso sí, en todos los casos somos equivalentes. En la actualidad hay mucho que hacer para aprender a ser hombres y mujeres nuevamente y sentirnos a gusto como tales. Socialmente, hay que reconstruir fórmulas que nos permitan movernos de manera más cómoda sin tener que estar adivinando o construyendo los diferentes roles a cada momento. Como mamá trabajadora he pensado mucho en cómo las prácticas laborales están edificadas sobre principios masculinos y lo difícil que resulta combinar ambos roles. Me parece que ni el mejor sistema de seguridad social ha logrado que atiendas a tus hijos con calidad y cantidad de tiempo y que al mismo tiempo te mantengas con un ritmo competitivo de desarrollo y capacidad laboral. Si te dedicas a cuidar a tus hijos de tiempo completo los tres primeros años de su desarrollo, que es lo óptimo recomendado por especialistas, quién te quita el retraso que esto ocasiona en tus habilidades laborales y profesionales de cara a un mundo que avanza a mil por hora. Por el contrario, los infames cuarenta días de licencia laboral otorgados no alcanzan ni para acabar de recuperarte físicamente de la gestación y el parto, mucho menos para atender las recomendaciones de atención y formación del vínculo afectivo con los hijos. Uno queda mal por todos lados. Este ejemplo (muy fresco en mi experiencia reciente) me sirve para decir que no me siento feminista del todo, que hay ámbitos que están más claramente dibujados en torno a la masculinidad y otros a la feminidad, y que éstos tienen que estar en constante evolución para irse adaptando a las necesidades presentes. Así como me gustaría ver que el ámbito laboral se feminizara, en términos generales, algunos otros tendrían que masculinizarse; hay que ver los líos que tiene mi esposo para cambiar un pañal en un espacio público, pues ningún baño de hombres tiene cambiador de bebés.

María Fernanda Wray (Quito, vive en Ciudad de México), comunicóloga, coordinadora editorial, diseñadora de contenidos y escritora.

Fernanda Wray

—Nunca me he puesto a pensar si soy feminista. Si tomo el sentido estricto del término, no, porque ser feminista significa hacer activismo por las causas feministas. Yo creo y he luchado todos los días —a mi modo, en la vida cotidiana, en mi relación de pareja y con mi hijo y mis amigos— por la igualdad de géneros y por la reivindicación de las mujeres (el derecho a decidir sobre su cuerpo, el lenguaje no sexista, la no violencia), aunque nunca he tomado ninguno de estos ideales como bandera personal. Tampoco creo que los hombres sean los culpables de todo, como sí he visto que creen muchas feministas, especialmente las de la vieja guardia. Para mí lo más importante (y no sé si esto quiera decir si soy feminista) es que mi hijo de siete años se forme en un ambiente no machista y de respeto a las mujeres. Creo que ésa es la única manera de que las nuevas generaciones empiecen a practicar relaciones más sanas y equitativas en el futuro. Más allá de eso, me encanta ser mujer, lo celebro todos los días. No me gusta tener una actitud “sufridora” o de mártir en torno a mi condición de mujer. ®

Nota: Quien quiera saber de la historia del feminismo y sus principales corrientes encontrará una bibliografía abundante y diversa que va desde A Vindication of the Rights of Woman, de Mary Wollstonecraft, la vida y obra de Flora Tristán —la franco-peruana pionera del feminismo socialista— y los textos de los fundadores del marxismo, hasta los ensayos contemporáneos de Simone de Beauvoir (El segundo sexo, 1949) y Judith Butler (El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad, 1990).

En el contexto mexicano están los trabajos de autoras como Jean Franco (Las conspiradoras. La representación de la mujer en México, 1994), Marcela Lagarde (Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas, 1993), Anna Macías (Contra viento y marea. El movimiento feminista en México hasta 1940, 2002) y muchas más. El feminismo es un tema polémico y las discusiones afloran con frecuencia en foros y revistas. Desde luego, el feminismo mexicano está lejos de ser un movimiento homogéneo, existen grupos radicales y otros integrados a la corrección política oficial.

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Publicado en: Insolencia, Septiembre 2011

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