J. LOCA

El estilo manda. Soy un enfermo del color

J. Loca es un artista nacido en el Raval, en el folclórico barrio Chino situado en el centro de Barcelona, en 1975 —año glorioso en el que por fin el nefasto y eterno dictador español abandonó este mundo. Desde que recuerda se ha pasado toda la vida pintando y admite ser un pintor compulsivo: “No puedo parar de dibujar, es una enfermedad”.

Uno de sus más gratos recuerdos se remiten a las mañanas de los sábados en el kiosko de periódicos que tenía su abuelo, donde se pasaba horas junto a su hermano viendo cómics, tebeos los llamaban en España, de todo tipo, desde los infantiles del extenso catálogo de la editorial Bruguera: Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, Tribulete… hasta lo que ya luego pasaría a llamarse cómic entendido como historieta gráfica para adulto, como Metal Hurlant, Zona 84, Cimoc, muy ligados a la ciencia ficción, y El Víbora, más en la tradición de historietas desquiciadas urbanas de anarkopunks drogatas… J. Loca rememora al respecto: “Me leía todo lo que me podía leer… y luego le armábamos unos pollos a mi abuelo, porque uno de los hermanos lo despistaba mientras el otro le robaba los cómics. Se los regresábamos al día siguiente, pero siempre estaba controlando lo que nos llevábamos”. El paraíso de niño y adolescente es una verdadera formación donde antes de aprender a leer; “leía” historias a través de la narrativa visual de los dibujos.

Para entender el ambiente, la diversidad y el calor humano que existían en el barrio del Raval antes de la invasión de los yonquis, ahí les va un simpático retrato escrito por Javier Hidalgo sobre el J. Loca publicado en un fanzine hace más de una década:

Jordi, J. Loca, según él mismo explica, nació en Barcelona de madre andaluza y padre catalán; criado en Raval entre catalans, andaluces, gitanets, trileros, putas viejas y travelos feos; fiestas en los terrados y rumba en el barrio. Pinto de forma esquizofrénica desde pequeñito, papeles, sillas, paredes… Esto llevó a que mi madre se enfadase conmigo y me fuese a pintar a la calle, acogido al gremio grafitero, donde la pintura y la esquizofrenia se llevan con toda naturalidad. Aquí es donde he podido agradecer a todo mi barrio el cachondeo y la picardía con los que me han enseñado a vivir la vida, llenando todas las paredes grises de color y cachondeo, que como dice mi compañero de guerrila ElEdu, el graffiti es mi vida, por eso no la quiero ni fea, ni aburrida. Haciendo de lo grotesco, atractivo y de lo extraño, hogareño.

Autodidacta en cuestiones de arte, empezó en 1995 a pintar graffiti con los amigos del barrio y a estudiar Artes Gráficas en la Escuela Industrial. Posteriormente trabajó en una empresa del mismo ramo durante catorce años de la que ahora opina que ya tuvo bastante. Sobre el tema del Street Art apunta:“Antes del 2000 había más libertad para pintar en la calle, luego pasó a ser tachado de acto vandálico. Lo bonito de pintar en la calle es que la gente lo ve. Antes nos íbamos a pintar todos los fines de semana con los colegas y cuando pintábamos los muros se nos acercaba la gente y nos decía: Pero vosotros lo que hacéis es una parábola, queréis dar un mensaje con estas pinturas. Y sí, ciertamente sí había un descontento con algo determinado pues ahí quedaba plasmado entre marcianos, monstruos y escenas urbanas”.

Con esos compañeros, sobre todo con ElEdu, formaron el crew SR, abreviatura de Stoned Riders, los caballeros fumetas (pachecos), una canción de Cypres Hill, grupo de veneración entre el colectivo de los graffiteros.

La gente le comenta que sus cuadros son muy musicales, cosa que no le extraña nada porque la música y el acto de pintar fluyen indisociados, y admite: “Soy un devoto de Georges Clinton, el más marciano de los músicos de jazz”.

La obra pictórica de J. Loca se caracteriza por su libertad formal y por las explosiones de colores, muy gráficas, de alto impacto visual. Sus influencias son un revoltijo de la cultura gráfica impresa y las series de dibujos animados que pasan en televisión.

Las cosas han cambiado un poco, y desde hace un tiempo J. Loca trabaja mucho más en su estudio, aunque nunca ha dejado de lado el Street Art: “Ahora salgo menos, por cuestiones económicas, policiales… De repente me pinto un ilegal, pero luego me voy a una riera y me junto con los amigos y me lo paso muy a gusto. Me dicen que soy un grafitero dominguero pero a mí me da igual porque esto se trata precisamente de la libertad, y hacer lo que te dé la gana”.

La cuestión económica es fundamental en una práctica artística que es de las más altruistas, pocas veces hay remuneración, más bien multas y arrestos. Aunque apunta J. Loca: “A pesar de todo, hemos tenido la suerte de contar con apoyos para hacer proyectos y talleres. De hecho una de las mejores marcas mundiales de aerosoles está aquí, en Catalunya, MTN, Montana Colors, que siempre han apoyado con material, hay línea directa con el director, como la vez que me fui a grafitear todo un hostal en un oasis en el desierto, en la frontera de Marruecos con Argelia, y me enviaron todo el material”.

La obra pictórica de J. Loca se caracteriza por su libertad formal y por las explosiones de colores, muy gráficas, de alto impacto visual. Sus influencias son un revoltijo de la cultura gráfica impresa y las series de dibujos animados que pasan en televisión, y afirma que al igual que los niños, puede pasarse frente al televisor horas viendo capítulos y capítulos y dibujando sin parar. Son la inspiración que luego se transmuta en pinturas entre lo naïf y lo agresivo de gigantes en la ciudad rodeados de platillos voladores y cuadros que llevan por título La verdad tiene 7 ojos y 4 armas la acompañan.

En sus cuadros usa aerosoles, plantillas, rotuladores, y luego si se da el caso le prende fuego a todo, y luego vuelve a pintar encima. Dice: “Tengo herramientas muy rudimentarias pero muy efectivas”. Las ilustraciones contienen una alta dosis de psicotropía (y eso que admite no haberse drogado con ácidos y que las primeras setas las probó a los 27 años), los colores son altamente contrastados, y mezcla zonas de mucho colorido con superficies de blanco y negro, dándole diferentes profundidades al cuadro.

Comenta J. Loca viendo las pinturas que me va sacando en su taller del barrio de Gràcia: “No soy muy dado a hacer personas, más bien animales y marcianos, soy un fan de los dibujos animados y un enamorado de dibujar monos y chimpancés, de repente me tuve que poner un alto porque sólo hacía gorilas”.

En sus cuadros usa aerosoles, plantillas, rotuladores, y luego si se da el caso le prende fuego a todo, y luego vuelve a pintar encima.

Ese gusto por la animación hace que J. Loca tenga una facilidad pasmosa para crear estados de ánimo que comunica a través de monstruos, gorilas antropomórficos y personajes extravagantes que componen la fauna que habitan los escenarios multicolores que pinta. Dice el artista: “Los fondos son collages de libros que recojo por la calle, tengo bastantes libros de la Atalaya, de los testigos de Jehová, entonces arranco las páginas del Apocalipsis para hacer los fondos de algunos cuadros”. Luego me enseña una pieza, El patrón, que está tapizada con recortes de prensa con noticias alusivas a Pablo Escobar, el capo colombiano pionero en el tráfico a gran escala y que conseguía la adhesión popular a cambio de obra social. Con todo estos collages temáticos consigue darles a cada uno de los cuadros una atmósfera precisa y complejidad en la lectura, porque al acercarnos encontramos un subtexto muchas veces camuflado por el soplete y capas de pintura. “Me gusta mucho jugar con movidas de la cábala y de la biblia”, dice J. Loca.

Con una temática que va desde los marcianos a dios y el apocalipsis, pasando por el tema del vicio y las drogas, J. Loca dice ser un artista de acción, de los que no se pasan mucho tiempo mirando el cuadro, de hecho su hiperactividad lo lleva a pintar cuatro o cinco cuadros a la vez. Concluye con esta reflexión sobre sus procesos creativos: “Soy más del vómito, del impulso, bastante pragmático y exacerbado. El dibujo lo he usado como terapia, ahora es más una cosa que me gusta y que me divierte un montón. Hay muchas facetas dentro de una persona. Hay días que estoy asalvajao y hay otros de estar en casa todo el día en bata y con el pijama a rayas. No puedes ser todos los días la misma persona. Dentro de mi cabeza hay un todo un parlamento y hay que conseguir consensos. No estoy pendiente de las tendencias, estoy pendiente de lo que me apetece”. ®

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Publicado en: Diciembre 2010, Gráfica

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