La seguridad, la educación y la criminalidad

Además: Steve Jobs y el consumismo cool

El autor desmiente a quienes afirman que la educación y la cultura abatirán por sí solas los altos índices de delincuencia en el país. Sobre Mac y la muerte de su creador, asegura que Steve Jobs sólo promovió un consumismo cool sobre la explotación de obreros chinos. Para cerrar, un glosario de la sinrazón.

I. ¿Más educación igual a más seguridad, menos crímenes?

Nuevo León y Tamaulipas son los estados con más años de escolaridad en promedio en México y con los indicadores de educación más altos. Chiapas, en cambio, tiene los más bajos. ¿En dónde se sentiría usted más seguro? Lo más probable es que en Chiapas. En la capital del país, en la delegación Milpa Alta hay ocho preparatorias y no hay universidades ni alguna otra institución de educación superior. En Iztapalapa, por el contrario, hay cerca de ochenta preparatorias y varias universidades. ¿En donde se sentiría usted más seguro? Lo más probable es que en Milpa Alta.

Suena razonable apostar a la educación para que a muy largo plazo, veinte años, por ejemplo, en un país de licenciados amantes del arte contemporáneo, sea imposible poder contratar a un sicario. Es más, sería imposible que alguien quisiera matar por otro motivo que no fuera el celo profesional o la rivalidad intelectual o en actos extremos de congruencia volteriana, en defensa al derecho del otro a decir lo que piensa. Pero, ¿y mientras? ¿Es un error combatir a la delincuencia con la fuerza pública y no con “cultura”? Es necesario. ¿Es algo propio de gobiernos derechistas, neoliberales, malvados o espurios? Pues lo que hizo Lula en Brasil, cuyo gobierno obtuvo altísimos niveles de aprobación, fue combatir a la delincuencia a punta de metralla, con policías de élite dedicados a ocupar favelas, no con promotores culturales. Países con escasa escolaridad y con desigualdad pueden tener tan bajos índices de criminalidad como los hay en países con las sociedades más educadas y equitativas.

El punto es que la fuerza pública, en forma de corporaciones policiacas o militares es condición necesaria para la educación; y no es la educación una condición para la seguridad. En Guerrero, por ejemplo, tuvieron que suspender las clases hasta que la fuerza pública garantizó la seguridad en las escuelas. De modo que sólo se pueden elevar los indicadores en educación si se mantiene la estabilidad a largo plazo y para mantenerla se requiere que el Estado monopolice la violencia al mando de la autoridad. Napoleón creó un imperio antes de establecer el sistema educativo moderno y Fidel Castro una revolución antes de la alfabetización universal y democratizar la enseñanza pública. Por cierto, frecuentemente se habla de la educación como uno de los mayores logros de la revolución cubana, pero también lo ha sido su inteligencia de Estado, su capacidad para mantener una red de vigilancia, compilación de información y análisis de datos que le permiten ser altamente eficientes para garantizar la seguridad pública, además de que la reducción de las diferencias socioeconómicas favorece de por sí la estabilidad. Cuba no es estable por ser educada; es educada por ser estable. Así pasa con los países que tienen los niveles más altos en educación. Los países escandinavos fueron reduciendo la desigualdad por medio de su política fiscal y gasto público y luego han venido elevando la calidad de su educación conjuntamente con las otras dimensiones del desarrollo humano. Los países más desarrollados y con los mejores niveles de educación no han prescindido de sus policías. Por el contrario, sus elementos son eficientes y aunque se mueran de aburrimiento cumplen con la importante función de disuadir el crimen, de desincentivar las actividades delictivas que la educación no logre prevenir.

Nunca ha habido tanta escolaridad en México como en estos días ni tampoco tanta “cultura” (bellas artes más literatura). En este sexenio la cobertura de educación superior ya superó su meta, pasar de 24 a 31 por ciento y llegará hasta 34 por ciento (de uno de cuatro a uno de tres), que es más o menos la que hay en Suecia (ningún país tiene cobertura total de educación universitaria ni los rechazados se convierten en sicarios porque no los acepten en este nivel). En 1968 la cobertura era de cinco por ciento en educación superior y el país era mucho más seguro. Nunca antes se han publicado tantos libros, nunca antes hubo mayor nivel de lectura ni se había leído más poesía en público ni realizado más presentaciones de libros, ni ha habido más casas de la cultura ni centros culturales ni tanta infraestructura cultural. Entonces la criminalidad no tiene como causa que falten espacios y oportunidades en educación y “cultura”. Más problema es que muchos espacios educativos no son aprovechados por quienes los ocupan por su falta de empeño y dedicación, que acaban por causar baja definitiva (muchos de los de pase automático, por ejemplo).

¿Es un error combatir a la delincuencia con la fuerza pública y no con “cultura”? Es necesario. ¿Es algo propio de gobiernos derechistas, neoliberales, malvados o espurios? Pues lo que hizo Lula en Brasil, cuyo gobierno obtuvo altísimos niveles de aprobación, fue combatir a la delincuencia a punta de metralla, con policías de élite dedicados a ocupar favelas, no con promotores culturales.

Tampoco son los años de más y peor pobreza en México. A diferencia de otras épocas, desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari los habitantes de los municipios más pobres del país reciben subsidios para su manutención, incluidas becas para su educación, hasta una cobertura total de la población en estas demarcaciones. Hoy como nunca antes se puede cursar desde prescolar hasta posgrado no sólo sin pagar, sino recibiendo un pago por hacerlo. No son necesariamente los más pobres quienes se hacen criminales. Los jóvenes que se enrolan en el crimen, que se hacen malandritos, no lo hacen para comprarse zapatos porque están descalzos, sino para cambiar sus tenis patito por unos Nike, o su camiseta de cholo por Polo y Versache, para gastar en antros y lujitos, y también para sentir poder: el de empuñar un arma, el de inspirar terror, el de desafiar a la autoridad… No es el robo de famélico el tipo de delito que se comete. Los jefes de todos ellos, los que entrenan sicarios, son expolicías y militares desertores, muchos de los cuales tienen una escolaridad de más de trece años.

El discurso intelectual es el que conviene a sus intereses: si la solución está en la “cultura” y la educación, entonces son quienes trabajan en estos ramos necesariamente la clave para resolver el problema, lo cual implica que deben recibir más dinero, más promoción, más notoriedad, más difusión a su trabajo, más honores, más todo lo que quieran. ¿La solución es construir y mantener casas de la cultura en los municipios con más ejecuciones? ¿Cómo nos aseguramos de que los carteles no coopten estas casas de cultura y a sus creadores para convertirlas en casas de narcocultura?

Pasa algo semejante con las oenegés. Cada cuál asegura que la solución a la guerra entre cárteles y del gobierno con éstos pasa por el área de su especialización o de actividad a la que se dedica, puesto que esto implica beneficio en sus recaudaciones de fondos. Si se dedican a la infancia en situación de calle, entonces la solución es atender a la infancia en riesgo de ser reclutada por los cárteles; si trabajan en denunciar la corrupción, entonces la solución es ésa; si se dedican a la defensa de derechos humanos, entonces la prioridad es la atención a las víctimas, y así. No faltan sinvergüenzas que meten de contrabando en el debate o el pliego petitorio el tema de la reelección de legisladores y alcaldes, sólo porque sus oenegés se dedican a ello (¿El Chapo y los Zetas van a dejar de enviar sicarios a matarse entre sí, a extorsionar y a secuestrar porque podamos reelegir o no al diputado de nuestro respectivo distrito? Pff). Como ninguna oenegé se dedica a los desertores del ejército, entonces ninguna propone una solución al respecto. El caso es que en razón de la vocación y los intereses de cada quien es como se orienta su crítica, su diagnóstico y su propuesta, independientemente de las relaciones multicausales del muy complejo fenómeno delictivo.

II. Apple y el consumismo cool

Steve Jobs

Su branding siempre me cayó mal: 1984 y la rebelde que arroja el martillo contra el Big Brother (IBM) y lo destruye; Apple como la marca de quienes se oponen a El Sistema, de los alternativos, de los contras, de los progres. En suma, del consumismo cool. Me molesta porque el rostro de Steve Jobs es perfectamente intercambiable con el de ese Big Brother y cualquier otro capitalista global contemporáneo. Jeans vs. traje oscuro; tenis vs. zapatos bostonianos; camiseta vs. camisa blanca; sin corbata vs. corbata. La revolución de la informalidad y la comodidad vs. la formalidad e incomodidad, pero a un sobreprecio justificado por el diseño. Qué bonito es lo bonito, aunque sea más caro.

El punto es que no puede ser viable una empresa de las dimensiones y el volumen de ventas como Apple si no es con un costo de producción tan bajo, a costa del pago misérrimo de la mano de obra, como para pagar inmensas cantidades en publicidad y garantizar altos márgenes de utilidades. Apple no es diferente a Nike o Microsoft en ello.

Jobs, en entrevista para la BBC el año pasado sobre las terribles condiciones de los trabajadores en las maquiladoras de Foxconn en China, se mostró satisfecho con ellas, las justificó o presentó un lado bondadoso de ellas, asegurando que son mejores que las demás que hay en la región. Al respecto basta buscar en Google con las palabras Apple, factory y Foxconn y se puede hallar varios artículos al respecto en publicaciones serias como The Guardian o Wired, los cuales dan cuenta de la pingüe paga, las jornadas extensas y demás condiciones depresógenas que han llegado al punto de hacer firmar a los trabajadores el compromiso de no suicidarse, luego de que lo han hecho diecisiete (las fotografías y los relatos le dan un aire fuerte a la ciudad obrera subterránea de la película Metrópolis). Para prevenir los suicidios la maquiladora instaló mallas en las ventanas para que los potenciales suicidas no se arrojen desde ellas.

El punto es que no puede ser viable una empresa de las dimensiones y el volumen de ventas como Apple si no es con un costo de producción tan bajo, a costa del pago misérrimo de la mano de obra, como para pagar inmensas cantidades en publicidad y garantizar altos márgenes de utilidades. Apple no es diferente a Nike o Microsoft en ello.

La visión de Henry Ford fue que cada uno de sus obreros pudiera comprar un automóvil de los que producía. Y en vida así lo hizo. Desconozco si los obreros de su planta en México pueden hacerlo actualmente, o los de Detroit. Ford me parece muy superior a Jobs como visionario, como revolucionario y como humanista por su relación salarial y contractual con los trabajadores. Los maquiladores de Apple no han podido comprarse un I-Pod Nano todavía, por lo que se pagan versiones más o menos piratas o de marcas patito de los productos que ellos manufacturan. El antiguo capitalista, en calidad de patrón, veía, aunque fuese de lejos, a sus empleados, desde lo alto de su planta de producción. Bajo una ética religiosa y una cultura paternalista, asumía en parte la responsabilidad del bienestar de sus trabajadores. En cambio, Jobs podía pasar el día caminando descalzo sobre su yarda, haciendo yoga y alimentándose de verduras orgánicas, mientras imaginaba cómo hacer otro supernegocio basado en la creatividad, sin distraerse en ver el proceso de producción al otro lado del mundo.

Es falso el progresismo que no se asienta sobre la justicia social. De modo que Apple no es otra cosa que branding: es compra y venta de estilo y actitud rebelde a costa de los trabajadores. Es capitalismo brutal como todo el capitalismo. Y Jobs estuvo todo este tiempo más cerca de ser un Arquitecto de la Matrix que un Neo o elegido para liberar a los que están conectados a ella.

III. Glosario sobre la sinrazón

Extremismo. Es situarse ideológicamente en algún polo del espectro político, pero especialmente implica que esta posición transgrede o se opone a los métodos y valores de la democracia y es hostil al pluralismo.

Fundamentalismo. Se refiere a que alguien o un grupo considera que hay una verdad fundamental (como una revelada por dios), la cual no se acepta que sea discutida o negada. Es la expresión apropiada para definir al fanatismo religioso, intolerante a que en una misma sociedad coexistan personas o grupos con creencias distintas.

Racismo. Aunque es la discriminación por motivos del color de piel, implica la creencia en que las personas que son blancas son superiores a las demás, lo que lleva a querer negar a todas esas otras la igualdad de derechos y oportunidades.

Xenofobia. Rechazo a los extranjeros, tanto por pensar que son inferiores a los nacionales como por considerar injusto que ocupen posiciones de mando o superiores a las de la mayoría nativa, así como la oposición a que usufructúen bienes y servicios públicos.

Antielitismo. Animadversión contra quienes ocupan posiciones privilegiadas en una sociedad por considerar que las han logrado sin mérito y de manera inmoral.

Moralismo histórico. Creencia de que todos los acontecimientos históricos son el resultado de las buenas intenciones sobre las malas o viceversa. En consecuencia, que todo mal que afecta a una sociedad tiene culpables que han actuado de manera inmoral, inclusive en los casos de algunas enfermedades.

Antisemitismo. Es el odio a los judíos y las acciones que por éste se cometen contra uno o más de ellos, por creer que son causantes de alguno o muchos males. Frecuentemente implica la creencia de que ser judío es pertenecer a una “raza judía”, y no a una comunidad con lazos religiosos, culturales e históricos que le dan sus cualidades características.

Moralismo histórico. Creencia de que todos los acontecimientos históricos son el resultado de las buenas intenciones sobre las malas o viceversa. En consecuencia, que todo mal que afecta a una sociedad tiene culpables que han actuado de manera inmoral, inclusive en los casos de algunas enfermedades.

Simplismo histórico. Explicación con pocas causas sencillas a muchos fenómenos complejos. La solución a los problemas, entonces, se supone igualmente simple. Ejemplo: la pobreza es un mal causado por un grupo de ricos mafiosos porque se beneficia de ella; ergo, anulando a esa mafia se superará la pobreza.

Integrismo. Doctrina de que la religión debe determinar quién gobierna y cómo, sea como un Estado confesional (con una religión oficial e intolerancia a las demás) o que el jefe de Estado implante una teocracia o gobierno de dios, en realidad, de un grupo que asegura representar su voluntad. Irak sería un caso concreto.

Teoría de la conspiración. Explicación de la historia y los acontecimientos políticos y sociales, según la creencia de que un grupo siniestro actúa de manera dispersa, coordinada y secreta para dominar al mundo. Según esto la democracia es una farsa porque las decisiones las impone el poder oculto y los medios de comunicación son sus instrumentos para engañar y manipular a las masas.

Populismo. Forma de moralismo político según la cual todo lo que es bueno y verdadero es voluntad del pueblo, inclusive si no lo sabe (porque está engañado o lo manipulan) y por lo cual un líder, grupo o movimiento se presenta como el agente concientizador que personifica esa voluntad. ®

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Publicado en: Letras libertinas, Octubre 2011

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  1. Crear una sociedad bien educada es un objetivo valioso por sí mismo. Que sirva para resolver los problemas de seguridad pública es cuando menos un desatino. Quizá quienes hablan de educación y apoyo a la cultura cuando se trata el tema de la delincuencia piensan que enfocarse en este otro objetivo es tan importante que vale la pena disgresión o quizá hablan de esos temas porque eso saben. Buen artículo.

    Saludos.

  2. Héctor Villarreal

    Oh, oh, oh y oh. La indignación total presente.
    A la educación que me refiero es a la propia del sistema educativo nacional, que es primordialmente la escolarizada, la que así está considerada en el Plan Nacional de Desarrollo, en el plan sectorial correspondiente, la que está expresa en la Ley General de Educación,
    la que registra y evalúan las autoridades educativas federal y las estatales. No me interesa entrevistarte ni narrar tu vida para decir cómo es o no es la educación y la seguridad en el país. Me baso en datos objetivos. Tus conversaciones con sexagenarios y demás anécdotas son irrelevantes.
    Excelente tu señalamiento sobre la correlación causal entre un «Versache» y un Gianni Versace. Te felicito.

  3. «Nuevo León y Tamaulipas son los estados con más años de escolaridad en promedio en México y con los indicadores de educación más altos.»
    ¿A qué clase de educación se refiere Villareal? Sumar años de educación ´bancaria´ no es un argumento suficiente para esbozar la afirmación de que un país es educado. De la misma manera que no se puede afirmar que una persona con licenciatura sabe algo, tiene habilidades desarrolladas, o una capacidad crítica.
    La educación de la que habla Villareal se refiere a un proceso ideal y lineal (¡¿veinte años!?), ajeno a la formación que se acompaña de la educación. A partir de mi propia experiencia en la educación formal y la formación integral, puedo afirmar que una formación de calidad en un contexto ideal, en los seis años de primaria, puede lograr maravillas si se acompaña además de una educación formal que despierte en los niños la curiosidad intelectual, el cuestionamiento constante, y la creatividad.
    Pero sigamos en la critica (¡Oh, mexicano, no entiendas a la crítica como un asunto destructivo, sino de argumentación!). La comparación del proceso brasileño con México respecto a las favelas, para argumentar la necesidad de la violencia como forma institucional e institucionalizada de control mínimo social, es por demás grotesca. Villareal elabora una pseudo-ecuación lógica anteponiendo argumentos incompatibles, ergo, insostenibles: el uso de la fuerza del Estado es equiparable en todos los contextos, en todas circunstancias, en todos los países (eso en un primer nivel de análisis). Pero no olvidemos, por ejemplo, que fue la cooperación de algunos habitantes de esas favelas quienes, al denunciar a los narcotraficantes (algunos de ellos incluso familiares: hijos, hermanos, etc.), facilitaron en gran medida la desocupación del narco de dichos territorios. Aun mas, ¿cuándo se ha visto en México que las madres pidan a sus hijos entregarse a las autoridades? Eso sin mencionar el asunto de la alta corrupción e infiltración del narco en todos los niveles de gobierno mexicano, y la lacerante corrupción ciudadana mexicana de todos los días) porque, efectivamente, la corrupción no se sostiene sólo de las actividades de los trabajadores de los gobiernos). ¿Cuando han salido los mexicanos a la calle, blandiendo escobas, para decir que ya estuvo bueno de la corrupción?
    Ahora, en un segundo nivel de análisis mas complejo, y que remite incluso a uno filosófico por el tipo de afirmación que esboza Villarreal cuando afirma que «[e]l punto es que la fuerza pública, en forma de corporaciones policiacas o militares es condición necesaria para la educación; y no es la educación una condición para la seguridad.», remite sin duda al argumento hobbesiano, donde se privilegia al Leviatán como forma de control: «el Estado monopolice la violencia al mando de la autoridad». Sin embargo, esta posición tiene resultados no tan agradables en la práctica. Solo hay que recordar a Francisco Franco en España para entender la posición que pareciera promover Villareal. Pero, oh lector, no es necesario traer una discusión filosófica ni brindar elementos históricos si no se han ofrecido argumentaciones sustentables a lo largo del texto. Mejor echémonos un tequilita, por mientras.
    Está bien, no! Prosigamos. Villareal argumenta que «[n]unca ha habido tanta escolaridad en México como en estos días…», pero es evidente que nunca se ha asomado a las aulas de clase de todos los niveles, incluidas (oh, si!), aulas de posgrado con doctorantes que nutren sus trabajos con ¨horrores¨ ortográficos, oraciones mal elaboradas, y tesis que reflejan la falta de habilidad mental para desarrollar simples elaboraciones de lógica básica. Aun más, si Villareal se ocupara de platicar más con la gente de la así llamada tercera edad, sabría que los adultos de 60 años y mas aprendieron mucho más en tercero de primaria que los actuales alumnos de secundaria. ¡Eso sí que era educacion y no letradas!
    «Entonces la criminalidad no tiene como causa que falten espacios y oportunidades en educación y ´cultura´». Pero, un momento querido lector, Villareal concluye que «[e]l caso es que en razón de la vocación y los intereses de cada quien es como se orienta su crítica, su diagnóstico y su propuesta, independientemente de las relaciones multicausales del muy complejo fenómeno delictivo.» Entonces, ¿en qué quedamos? ¿En que no hay causalidad entre violencia y educación? ¿O que el asunto es multicausal? ¡Aquí hay un non sequitor, pues! Es decir, la ausencia de relación causal en la argumentación de tamaño tal como no existe correlación causal entre un «Versache» y un Gianni Versace.
    ¿Qué nos enseña Villareal con todo esto? ¡Siempre hay algo que aprender, pues! Simple: México necesita educación, indudablemente, para aprender a elaborar argumentaciones lógicas, desarrollar capacidades criticas, y habilidades que nos permitan entender a la crítica no como algo negativo ni ligado al sentimentalismo (¨ ¡Me estas atacando!”), sino como una forma de avanzar, dialogar y crecer. De otra forma, seguiremos siendo simples mexicanos que nos enamoramos de sencillos non sequitor porque suenan bonito.

  4. Yo creo que la criminalidad depende más de la ética, que en parte depende de la educación y por otra parte de la cultura.

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