Nostalgia de Gary Moore

Historia, blues y memorias

Recién fallecido, el músico irlandés dejó una estela de buena música que suena a rock, metal y sobre todo, blues.

En memoria de Gerardo “El Lobo” Rodríguez Arcovedo y de las caminatas vespertinas con Úrsula en París.

La visión del romántico centro histórico de París puede ser un cliché turístico, y sonidos como el de “Still Got the Blues” algo demasiado repetido, desesperantemente covereado en bares y antros de rock, pero en conjunto, con la voz de Phil Lynnot reencuentran una pasión que únicamente los largos y desgarradores solos de la guitarra de Gary Moore podrían haber dejado sobre la superficie del Sena y aquellas calles del barrio de Saint Michelle con sus “Parisienne Walkaways”.

Luego del 6 de febrero de este año, los acordes de canciones como las antes mencionadas sonarán nada más que para la memoria, las remasterizaciones e irónicamente los covers de bares y antros de rock donde uno que otro entusiasmado joven o viejo seguirán intentando convertirse tarde o temprano en un rockstar, o donde un par o grupo de viejos amigos deslicen cervezas por el paladar, ya sea en un pub de Belfast o en el rincón de una sala cualquiera, seducidos por “Don’t Believe a Word” o “Empty Rooms” y hasta el más rítmico riff de “Whiskey in the Jar”.

Fueron 58 años de edad y más de la mitad de ellos, desde la década de los sesenta, que Moore incendió escenarios con la dama de seis cuerdas, colocándose entre los principales guitarristas de rock blues en el Reino Unido y junto con Lynnot y el baterista Brian Downey como un pilar imprescindible en la historia del desarrollo del hard rock con la conformación de Thin Lizzy.

Fueron 58 años de edad y más de la mitad de ellos, desde la década de los sesenta, que Moore incendió escenarios con la dama de seis cuerdas, colocándose entre los principales guitarristas de rock blues en el Reino Unido.

Antes pasaría por Skid Row, la original banda y encabezada por Brendan Shiels, donde comenzó su carrera profesional demostrando lo que traía entre manos: no sólo una velocidad que impresionaría posteriormente a los mismos Jeff Beck y Jimmy Page, sino además un virtuosismo y una pasión que tenía forzosamente que decantar finalmente en el blues.

Moore comenzó a tejer armonías sobre las cuerdas de una guitarra acústica desde su infancia, tendría entre ocho y diez años cuando ya el sonido del rock de los sesenta había capturado su atención, posteriormente escucharía a los imprescindibles Beatles, mantendría por años como su mentor a Peter Green de Fleetwood Mac y afirmaría su estilo al conocer, en un concierto en Belfast, en vivo, el sonido que emergía de la guitarra de otro maestro del rock blues: Jimmy Hendrix.

Su paso por Skid Row lo llevó a conocer a Lynnot, quien se movía en el mismo circuito musical y ya destacaba por ser el único músico negro de Irlanda que prometía en la escena del hard rock. Con el tiempo Lynnot comprobaría que tenía más que dar de lo que finalmente entregó, antes de morir por una sobredosis de drogas y marcar el inicio de la desaparición de Thin Lizzy.

Después de dejar la banda de Shiels, Moore acepta la invitación de Lynnot y Downey para integrarse a los Lizzys donde él terminaría sonando como la guitarra líder, después del fundador del grupo, Eric Bell; con Phil en el bajo y las vocales y Brian en la batería, acompañados posteriormente de diferentes guitarristas en la sección rítmica, como John Sykes, quien incluso sustituyó a Moore cuando éste dejó la banda para dedicarse enteramente al tono triste del azul.

En Thin Lizzy Moore encontraría no sólo un cuadro eficiente musicalmente hablando, sino además una conjunción de influencias que iban desde los Beatles, Van Morrison, Dylan, Hendrix y el rock psicodélico a la tradición oral y musical irlandesa, entrelazadas con las formas de pensar de los integrantes de la banda, una combinación sui generis pues incluía músicos protestantes y católicos en medio de la ya presente división social de Belfast.

Sin embargo, pese a la magia del grupo, Moore debería encontrar el sonido que realmente terminaría por identificarlo consigo mismo y en 1973, con Grinding Stone, comenzaría su carrera como solista en la que tendría siempre el apoyo de Lynnot y que alcanzaría su epítome en 1978 con la creación de “Parisienne Walkaways”, que llegó a estar entre las primeras diez canciones del Top Ten de Inglaterra en 1979.

De ahí en adelante la carrera de Moore no se detuvo y a la par del blues trabajó algunos títulos más dentro del hard rock, pero que nunca alcanzaron el sello que había logrado con Thin Lizzy.

En Thin Lizzy Moore encontraría no sólo un cuadro eficiente musicalmente hablando, sino además una conjunción de influencias que iban desde los Beatles, Van Morrison, Dylan, Hendrix y el rock psicodélico a la tradición oral y musical irlandesa.

Fue hasta la década de los noventa, con Still Got the Blues, cuyo sencillo del mismo nombre también destacó popularmente, cuando Moore quedaría insertado en la historia como uno de los mejores guitarristas de blues en Europa, reconocido incluso como tal por el mismísimo B.B. King, con quien llegó a tocar en vivo rolas como “The Thrill is Gone”, aunque no estuvo dentro del álbum del rey del blues: B.B. King and Friends.

En adelante Moore sería el indicador para hablar del blues contemporáneo en Europa y una influencia en muchos guitarristas estadounidenses de hard rock e incluso de la época del hair metal, cuyos solos de guitarra en las power ballads no pueden, ni podrían nunca, negar el sonido que caracteriza a ese desgarrador dolor que inspiró desde los tiempos de la esclavitud en Estados Unidos al blues.

A la sazón y luego de 27 discos en estudio y en vivo desde sus inicios como solista, Gary Moore adquirió el lugar de leyenda viva dentro del amplísimo espectro de la música rock mundial, para convertirse hoy en una memoria indeleble de acordes, momentos, anécdotas, histeria e historia musical. El 6 de febrero pasado, en medio de sus vacaciones, en un hotel de Estepona, España, a los 58 años, su corazón dio el último riff.

Nota del autor

A finales del verano de 2005, en una tienda de discos de segunda mano de París, adquirí una rara avis, una compilación de canciones llamado Heavy Metal Masters Live que extrañamente incluía una versión en vivo de “Parisienne Walkaways”. Unos años después, “mirando atrás en una fotografía (Lynnot/ Moore)”, recuerdo, después de sentir el blues de mi más grande ruptura personal, que irónicamente nunca pude sentarme a escuchar la canción mientras estuve en la capital francesa.

Varios veranos antes, en el 2000, Gerardo Rodríguez Arcovedo, “El Lobo”, fotógrafo y escritor en ciernes, y yo nos bebimos casi dos botellas de ron mientras escuchábamos durante más de siete horas de charla y compañía a Thin Lizzy y a Gary Moore; no recuerdo si esa noche escuchamos “Parisienne Walkaways”, pero sí que fue la última vez que lo vi refiriendo su pasión por Gary. Se le adelantó a Gary Moore hace no mucho.

Supongo que por cosas así es que uno termina siempre, de una forma y otra, en algún momento, diciendo: “Still got the blues”. ®

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Publicado en: Febrero 2011, Música

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