Ridley Scott paradójico y posmoderno

El cineasta y la nueva humanidad

Scott no es tan popular como Steven Spielberg ni tan elitista como su compatriota Peter Greenaway. Ridley Scott se maneja en un rango intermedio, en un estilo cinematográfico que, a falta de una definición mejor, se podría encuadrar dentro del arte posmoderno. Como las modas, los procesos artísticos se encuentran en una permanente circulación.

De Leonardo Da Vinci a Ridley Scott

En el libro Ridley Scott: la transparente visualidad del cine [Conaculta, 2012], escribe el crítico Ignacio Herrera que ese cineasta “no es un director gourmet, es el realizador del gran espectáculo”. Yo añadiría que el creador de Alien, el octavo pasajero (1979), Blade Runner (1982) y Lluvia negra (1989), entre otras, es en todo caso un artista en paradoja. En sus historias caben y se repelen la realidad y la ficción, la ciencia y el arte, en una permanente distopía. El cine, en sí mismo, es uno de los mejores espacios para demostrarlo, sobre todo en tiempos donde la realidad se ha metido entre las sábanas de la ciencia y la ficción.

Ridley Scott.

Ridley Scott.

Son momentos “de transición de una sociedad humana a una posthumana, así como los procesos que están convirtiendo al hombre en un ser articulado por la tecnología”, escribe Naief Yehya en El cuerpo transformado [Paidós, 2010]. El “cine” —dice Herrera—, en chino mandarín se dice “sueños eléctricos; sueños creados con luz, tecnología e imaginación; sueños conjuro de ciencia y ficción; sueños al amparo de una sala oscura”. Esto me remite a las ideas del pintor renacentista Leonardo Da Vinci, un personaje que recurría a la ciencia para entender el arte. Fritjof Capra, en su libro La ciencia de Leonardo [Anagrama, 2007], escribe que “la imaginación del artista está siempre estrechamente ligada a su comprensión intelectual de la naturaleza”. “Leonardo sintió que debía usar los gestos para representar los estados mentales y las emociones que los provocaban. Sostuvo que lo más importante en la pintura de la figura humana era expresar en gestos la pasión de las almas”.

En los filmes de Ridley Scott “el ojo del espectador está en búsqueda incesante de sensaciones y esto lo obtiene el cineasta con sus composiciones. Allí sí, cada película cuenta con varios momentos en los cuales se comporta el cine como una pintura en movimiento a la que se le ha añadido el sonido para lograr un estadio superior. Algo que quizás es arte o tal vez simple cinematografía”.

Para Herrera, en los filmes de Ridley Scott “el ojo del espectador está en búsqueda incesante de sensaciones y esto lo obtiene el cineasta con sus composiciones. Allí sí, cada película cuenta con varios momentos en los cuales se comporta el cine como una pintura en movimiento a la que se le ha añadido el sonido para lograr un estadio superior. Algo que quizás es arte o tal vez simple cinematografía”.

Ridley Scott y su 1984 posmoderno

El cineasta en paradoja y posmoderno, que nació en Gran Bretaña el 30 de noviembre de 1937, estudió pintura, la cambió por la publicidad y se dio tiempo para estudiar cine. En los años ochenta Apple lo contrató para realizar un anuncio, cuando esa compañía quería diferenciarse de Microsoft. Scott hizo uno que se mostró una sola vez durante el tercer cuarto del juego de los Raiders de Los Ángeles, en 1984, el cual causó conmoción. En el anuncio aparecía una mujer joven, rubia y atlética, que corría en shorts rojos y playera blanca sin mangas, con un mazo entre las manos, mientras un grupo de hombres la perseguía y una fila de autómatas caminaban como siguiendo órdenes. La mujer, de colores vivos en una atmósfera gris, lanza el martillo contra una pantalla. Éste se estrella contra la pantalla y se produce una emisión de luz que devuelve la expresión a los rostros de esos seres humanos automatizados. Una voz masculina dice lo siguiente: “El 24 de enero Apple Computer introducirá la Macintosh. Verás por qué 1984 no será como 1984” —obvia referencia a la novela de ficción distópica de George Orwell publicada en 1949.

De Prometheus a Blade Runner

En el 2012, a los 74 años de edad, Ridley Scott presentó Prometheus, una película en la que intenta despejar —¿o especular?— los orígenes del Alien de la década de los años setenta del siglo pasado que tanta inquietud causó en los espectadores. La crítica no recibió con muchos aplausos el retorno de Scott después de Robin Hood, de 2010, aunque su vigésimo largometraje nos invita a mirar su trayectoria y especialmente Blade Runner, que se estrenó en Estados Unidos el 25 de junio de 1982 —en México, el 11 de noviembre de ese año. Es decir, en 2012 cumplió treinta años de existencia.

La creación de Prometeo.

La creación de Prometeo.

En el prólogo del libro de Ignacio Herrera Cruz sobre Ridley Scott, Sergio González Rodríguez señala algunas características de la personalidad del cineasta que vale la pena destacar: “Una de las formas de medir la trascendencia de un cineasta está en su capacidad de elaborar imágenes que se grabarán en la memoria del espectador. En el caso de Ridley Scott proliferan los ejemplos”.

Otro punto es la espectacularidad o lo épico de su cine, lo que, según González, se debe no sólo al papel que cumple la memoria de sus imágenes en cuanto a “su poder expresivo”, sino a la propia cultura fílmica del director. La resonancia de filmes como Metrópolis, de Fritz Lang, de 1927, es insoslayable, por ejemplo, en Blade Runner.

El factor que hace a Ridley Scott particularmente importante es que a partir de esa película se inventó el montaje o la versión del director, lo “que se ha impuesto en la industria del cine como un deslinde personal frente a las imposiciones de los productores”. Es así como en 1992 se distribuyó la versión ”definitiva” en la que se le extirpó el final feliz y la narración en off, aunque, añadiría Ignacio Herrera, la versión de 1982 es la preferida de los amantes del cine. ¿Será?

Scott no es “tan popular como Steven Spielberg ni tan elitista como su compatriota Peter Greenaway. Ridley Scott se maneja en un rango intermedio, en un estilo cinematográfico que, a falta de una definición mejor, se podría encuadrar dentro del arte posmoderno.

Scott no es “tan popular como Steven Spielberg ni tan elitista como su compatriota Peter Greenaway. Ridley Scott se maneja en un rango intermedio, en un estilo cinematográfico que, a falta de una definición mejor, se podría encuadrar dentro del arte posmoderno. Como las modas, los procesos artísticos se encuentran en una permanente circulación. Lo vigente apenas ayer es hoy lo obsoleto”, dice Herrera.

De pájaros y paradojas al vuelo

Los libros saltaron y bailaron como pájaros asados, con sus alas en llamas con plumas rojas y amarillas.
—Ray Bradbury, Fahrenheit 451

Volvamos a Leonardo Da Vinci. Él acostumbraba liberar aves. Pagaba el precio que le pedían por ellas en los mercados para sacarlas de sus jaulas y “devolverles la libertad perdida”. Esto me hace recordar a Roy Batty al final de Blade Runner, cuando le dice a Deckard, rescatado por el replicante cuando estaba a punto de caer de un edificio tratando de escapar de él: “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”. Después una paloma blanca, que Batty llevaba aprisionada en una de sus manos, vuela libremente hacia el cielo en el momento en que a él le acaece la muerte, programada desde su nacimiento por su inventor.

Da Vinci sostenía, con su “penetrante observación científica […] que, a diferencia de las plantas, los animales son sensibles al dolor porque tienen la capacidad de movimiento, y no deseaba provocarles dolor” [Fritjof Capra]. Me pregunto si al humanoide Batty su capacidad de movimiento también le producía dolor, como pensaba el pintor.

Ironías de la vida, el hermano del cineasta, Tony Scott, se suicidó el 19 de agosto de 2012 arrojándose desde el puente Vincent Thomas en el Puerto de San Pedro del distrito de Los Ángeles.

El oficio paradójico de un replicante

He visto cosas que ustedes, humanos, ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá de los hombros de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
—Roy Batty

En el mismo año en que se presentó Blade Runner también se estrenaron varias películas importantes para el género de la ficción científica, como E.T. The Extra-Terrestrial, Star Trek II: The Wrath of Khan y Tron. El filme de Scottno tuvo el mismo éxito de taquillero que éstas, pero con el tiempo se convirtió en un filme de culto.

Blade Runner sucede en el año 2019 en la ciudad de Los Ángeles. La Corporación Tyrell lleva la evolución de los robots a la fase Nexus, seres casi idénticos a los humanos, conocidos como replicantes, “Más humanos que los humanos […] diseñados para imitar a los humanos en todo, menos en sus emociones”, dice su creador Eldon Tyrell, quien los vende como esclavos para la exploración y colonización de otros planetas.

Tras un sangriento motín de un grupo de Nexus 6 en una colonia espacial se prohibió que los replicantes habitaran en la Tierra, bajo pena de ser “retirados”. Los escuadrones espaciales de policías —unidades conocidas como blade runners— tenían la orden de retirar a cualquier replicante que se encontrara en nuestro planeta.

La historia comienza con la huida violenta de Leon (Brion James), uno de los modelos peligrosos. Para cazarlos y retirarlos a él y a otros tres humanoides es necesaria “la magia” del ex policía Rick Deckard (Harrison Ford). En la investigación Deckard conoce a un quinto replicante, Rachael (Sean Young), que está al servicio de su creador (Eldon Tyrell). Deckard advierte que los replicantes viven las mismas crisis humanas, como el miedo a la muerte o el enamoramiento.

La hermosa Rachel.

La hermosa Rachel.

La hermosa Rachel le dice a Deckard, cuando se percata de que la labor del policía es matar replicantes fugitivos: “Yo soy tu oficio”. La relación que surge entre ellos dos tal vez sea, escribe Rogelio Villarreal, “el origen de una nueva humanidad, híbrida, con vidas, experiencias y recuerdos reales”, y va más allá: “Blade Runner es hasta ahora la culminación de un género cinematográfico que propicia el acercamiento a la reflexión filosófica en torno al origen y el destino de la especie humana y sobre temas como el sentido último de la vida”.

En la reflexiones de Naief Yehya sobre los cyborgs y nuestra descendencia tecnológica en la realidad y en la ficción, en su libro El cuerpo transformado, el escritor advierte algo fascinante pero también aterrador: “Entre todas las fantasías y la pesadillas que —imaginábamos— nos aguardaban en el año 2000, una, ciertamente se ha cumplido: la humanidad es una especie en extinción [..] la tecnología, al igual que el arte, es un reflejo de la sociedad que la produce, por lo que no es un fenómeno neutral ni está fuera de control ni es una fuerza autónoma como suelen presentarla algunos tecnófilos”. ®

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Publicado en: Cine, Octubre 2013

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  1. La ciudad se extiende indefinidamente en todas direcciones bajo una nube de polución. Las refinerías de gas arrojan permanentemente llamas y explosiones en un horizonte saturado por edificios y estructuras de escala enorme. Los autos deambulan por corredores aéreos que unen en una red invisible el tráfico por encima del nivel del suelo. Las ciudades de la tierra están hiper contaminadas y la humanidad ha huido hacia el espacio. En Los Angeles del año 2019 solo han permanecido grandes corporaciones localizadas en enormes y altos rascacielos y enormes poblaciones de desadaptados que no han podido escapar. El ambiente que reina en las calles es el del crimen, el tráfico y el caos. El entorno es húmedo, oscuro, sucio, contaminado y peligroso. La población de desadaptados habla en una neo lengua, mezcla de chino, inglés y español. De esta manera Blade Runner plantea un retrato de la evolución de los complejos urbanos del siglo XX.
    ¿Qué tan lejos o tan próximos están los entornos urbanos contemporáneos que se viven día a día en las grandes metrópolis desde los años 80, 90 y las primeras décadas del siglo XXI? Qué se ha cumplido en estas visiones distópicas del futuro de la ciudad? El geógrafo norteamericano Edwar Soja (Postmetrópolis,estudios críticos de la ciudad y las regiones) afirmaba que estamos condenados a re-imaginar nuestro pasado prehistórico y el origen de las ciudades. También estamos condenados a reinventar nuestro futuro urbano. Es conocido que cuando H. G. Wells vio y criticó en un artículo periodístico la película Metrópolis de Fritz Lang, se mostró escéptico pensando que tales cosas (la ciudad a tal grado vertical ) no pasaría nunca en un ambiente urbano, y que la estratificación social mostrada en la cinta, en realidad ya era un tercio de siglo vieja. Le disgustó a tal grado la relación entre tecnología y cultura que plantea la visión de Lang, que más tarde se llevó al cine la adaptación de su propia novela, en la cinta «Things to come» de 1936, dirigida por William Cameron Menzies.

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