Slayer

Llueve sangre

Hace ya un cuarto de siglo, en medio de una lluvia carmesí y en poco más de tres minutos, un chileno y un cubano-americano, liderados por dos frenéticos estadounidenses, marcaron el compás, el tempo y el discurso que llevarían al heavy metal mucho más allá de la ruta que alguna vez el cuarteto oscuro de Birmingham, Black Sabbath, hubiese siquiera imaginado.

La letra de la canción hablaba por sí misma: “Raining blood/ from a lacerated sky/ bleeding its horror/ creating my structure/ now I shall reign in blood”. Una rampante descarga de riffs de guitarra, alaridos y acercamientos a la guturalidad, además de la contundencia de las cuerdas del bajo y el doble bombo, habían irrumpido como una tormenta que terminaría por construirles el trono del reinado del thrash, incluso por arriba de los mismos Metallica o Megadeth.

La deconstrucción y el rearmado de las estructuras musicales acostumbradas en la composición del speed y thrash metal destazaron en un álbum de apenas 29 minutos —poco más de un EP— las tendencias que marcaban el desenvolvimiento alcanzado hasta entonces por el heavy metal.

Con Raining Blood Slayer confirmaba que había encontrado en lo más profundo de una corriente musical elementos que podrían recomponerla y sorprender a un público entrampado entre el descenso en la presencia de las bandas de hardrock, el empuje comercial del hair metal y sus power ballads y la oleada emergente de lo que más tarde originaría movimientos más brutales como el death y el black metal.

La deconstrucción y el rearmado de las estructuras musicales acostumbradas en la composición del speed y thrash metal destazaron en un álbum de apenas 29 minutos —poco más de un EP— las tendencias que marcaban el desenvolvimiento alcanzado hasta entonces por el heavy metal.

La banda de Huntington Park, California, había surgido en 1981 como resultado de la búsqueda de un sonido más veloz, estridente, incluso violento, pero que recurrió a elementos musicales estrictamente definidos y no simplemente a la repetición de acordes y distorsiones retomados del hardcore punk, que añadían únicamente velocidad y se acompañaban de vocales más desgarradas.

El arma del “asesino” estaba cargada principalmente con el detonante del par de seis cuerdas en las manos de Jeff Hanneman y Kerry King, matizada por el trabajo lírico de este último, que desde entonces se concentró más en un mensaje anticristiano y referente a las expresiones más violentas de la naturaleza humana.

La base rítmica estaba ya a cargo un terapeuta físico de origen chileno, Tom Araya, en el bajo, y un joven cubano-americano que trataba de ganarse la vida repartiendo pizzas mientras buscaba un sonido distinto en la batería, Dave Lombardo.

El “Asesino” y el Demonio

El primer disco, Show no Mercy, de 1983, traería la muestra seminal de lo que la banda de California comenzaba a hacer crecer, regándolo con la sangre del mismo rock and roll que era desmembrado, amputado y extirpado en sus bases, para luego ser rearmado con una dosis más de fuerza. Guitarras atonales, trémolos llevados al extremo y el sonido en la batería que hoy ha puesto en un pedestal como el “Godfather of double bass drumming” a Dave Lombardo. El conjunto se abría como una especie de monstruo musical hambriento y furioso.

En 1985, después del EP Haunting the Chappel, llegaría Hell Awaits, donde palabras como Satán e infierno ocuparían más presencia en las letras, iniciándose así una larga persecución de algunos sectores sociales conservadores y grupos religiosos judeocristianos contra la banda por el presunto satanismo impreso en el discurso de Slayer. Mientras que Show no Mercy mantenía la base principal del thrash y el speed metal, Hell Awaits comenzó a mostrar estructuras más complejas en la composición musical que derivarían posteriormente en la marca sonora que mantendrían a partir de su siguiente álbum y que definió la diferencia con otras bandas similares.

La presencia de Slayer estableció también una ruptura entre el discurso que hasta el momento contenían las letras de las bandas de thrash que viajaban desde la prolongación de mensajes contra el status quo y el antisistema, hasta temas como el cine de terror y la guerra heredados de la década de los setenta.

La presencia de Slayer estableció también una ruptura entre el discurso que hasta el momento contenían las letras de las bandas de thrash que viajaban desde la prolongación de mensajes contra el status quo y el antisistema, hasta temas como el cine de terror y la guerra heredados de la década de los setenta.

Las letras de King y Hanneman tampoco se centraron totalmente en las menciones abiertas anticristianas de grupos como Venom, a quien se atribuye la raíz del black metal, sino que fluyeron más allá de las palabras para buscar en lo más profundo de ese elemento que la psicología y la filosofía identificaron como la maldad inherente del ser humano.

Slayer comenzó a concentrarse en describir la capacidad del ser humano para destruir al otro, autodestruirse sistemáticamente como individuo y, en tanto que elemento de la colectividad, también a ésta, incluso atentando contra él como especie. En el mismo tono, atacó, y continúa haciéndolo, el discurso judeocristiano y de las religiones establecidas como una estructura uniformadora y que impide al hombre desarrollarse a través del razonamiento, obstaculizado por un dogmatismo arcaico y conservador.

Sería hasta 1986, hace 25 años, cuando el cuarteto de Hanneman, King, Lombardo y Araya tocarían la fama y harían agudizar los oídos al sonido que comenzaba a decantarse de los instrumentos de la banda de Huntington Park.

Raining Blood

Las guitarras y el bajo comienzan acelerando los riffs de base al tiempo que incrementan el volumen. Los platillos siguen la velocidad y un grito desgarrador abre junto con la intensificación del doble bombo el principio de “Angel of Death”: “Auschwitz, el significado del dolor/ la forma en la que quiero que mueras/ muerte lenta, enorme decadencia/ regaderas que te limpian de la vida… Ángel de la muerte/ monarca en el reino de los muertos…”.

La crítica de un presunto mensaje apologista del nazismo no se hizo esperar y junto con las acusaciones de satanismo venidas desde el lanzamiento de Hell Awaits abrirían un sendero lírico en el mundo del metal que hoy llega incluso hasta la presunta adoración de Satanás por parte de miembros de bandas de black y death metal, principalmente de las penínsulas de Florida y Escandinava. En el segundo caso mucho más cercanas a la reinserción de elementos de las antiguas religiones de esa región en el mensaje que a la veneración diabólica.

La revista Kerrang calificó el disco en su momento como un parteaguas y el “álbum más pesado de todos los tiempos”. Slayer entró incluso en la lista de los primeros 200 álbumes de Billboard, llegando a la posición 94, un sitio que si bien está muy lejano del famoso “Top Ten” pocas veces ha sido aproximado o superado por otras agrupaciones de similar estilo.

Uno de los factores que llevaría a la concreción del concepto de Reign in Blood y la magistral “Raining Blood”, pieza clave del mencionado disco, fue la presencia en la producción de Rick Rubin, quien definió el sonido del álbum trabajando más la batería con Lombardo y pidiéndole a Hanneman y a King que acortaran los largos solos de guitarra del Hell Awaits y compactaran la fuerza en riffs más concentrados y veloces.

El aporte de ambos guitarristas fue la deconstrucción de las estructuras para guitarra más comunes al speed y al thrash para su rearmado en tonos más complejos y reelaborados, que marcarían los cambios en tiempos y formas que hasta la fecha pueden incluso llegar a desconcertar al escucha de Slayer.

“Huesos y sangre yacen en el suelo/ miembros podridos yacen muertos/ cuerpos decapitados encontrados/ en mi pared: ¡tu cabeza!” La contudencia lírica de “Piece by Piece” no tiene referencia alguna en el momento en que surgió y se completó con otras como “Crimminally Insane”: “La noche vendrá y la seguiré/ para mis víctimas no habrá mañana/ hazlo rápido, tu momento de pena/ en su rastro, te haré seguir…”.

Con el mismo tono desgarrador, la violencia del reinado de sangre encontró además su equilibrio en el anticristianismo con piezas como “Jesus Saves”: “Vas a la iglesia, besas la cruz/ serás salvado a cualquier precio/ tienes tu propia realidad: cristiandad… Gastas tu vida besando culos/ un acuerdo que ha crecido mientras el tiempo pasó/ crees que el mundo se acabará hoy/ alabo al Señor, es todo lo que dices…”.

El disco cuya sonoridad se desplaza a un promedio de 120 beats por minuto, que alcanzó el lugar 47 en los charts de Inglaterra y el Reino Unido, fue considerado además el mejor álbum de metal de los últimos veinte años por los críticos de Metal Hammer. Incluso hubo quien lo llegó a calificar como el mejor disco de thrash grabado en todos los tiempos, además de la punta de lanza definitiva de lo que sería una especie de proto-death metal que luego continuarían bandas como los brasileños de Sepultura y el proyecto de Chuck Schuldiner, llamado con tal precisión Death.

Mientras se grababa el Reign in Blood las dos bestias del speed y thrash metal, Metallica y Megadeth, marcaban sus propias rutas. Slayer, según relató en alguna entrevista Jeff Hanneman, buscaba encontrar un punto de ruptura con ambas tendencias. Al revisar los sonidos de los otros dos grupos, él y King encontraron que la repetición de varios riffs similares de guitarra en algunas canciones podían llegar a ser cansados. La decisión, con el respaldo de Rubin, fue acortar los riffs y evitar las repeticiones innecesarias. Se cambiaron algunos movimientos y se intensificaron los solos, pero sin alargarlos. El resultado fue el disco de 29 minutos en total. Nada de pérdidas de tiempo y contundencia total.

El sello definitivo lo tuvo una de las únicas piezas que dura más de tres minutos en todo el álbum, irónicamente con una de las letras más cortas, y que se convertiría en el sello permanente para Slayer: “Raining Blood”. La pieza contenía no sólo una de las más armadas composiciones musicales en las guitarras y la nueva base rítmica posterior al Hell Awaits, también mostró la rudeza técnica de Lombardo y definió el discurso central de la banda: la rabia intrínseca del humano capaz de levantarse contra todo, contra sí mismo, su presunto creador y sus creaturas, hasta hacer sangrar al mismo cielo y a todo lo que en éste habitara.®

El ser humano violento por antonomasia, the killer, the slasher of life, The Slayer: “Caen en mí las lágrimas escarlata del cielo/ aboliendo las reglas hechas de piedra…/ perforadas desde abajo, almas de mi pasado traicionero/ traicionado por muchos, nuevos ornamentos gotean desde arriba…/ esperando la hora de la venganza, tu tiempo se desliza lejos… /Sangre lloviendo, desde un cielo lacerado/ sangrando su horror/ creando mi propia estructura/ ahora yo deberé reinar entre sangre”.

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Publicado en: Abril 2011, Música

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  1. SLAYEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRRRRRRR AAAAAAAAAAAAAAAAAAAGHHHHHHHHHHH!!!!!!
    dead skin mask suena muy chingon como lo que hacian los de alice in chains solo que con mas huevos.

  2. Seguro que sí, Luis. Esta banda es el sello por antonomasia del salto evolutivo que va desde el metal convencional hasta el thrash metal. La depuración lírica, musical y hasta emocional del estruendo. Salud!

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