ARJONA EN MI CABEZA

El Gran Charlatán

Arjona es lobo cazador, desvirgador acomedido, conocedor de féminas, sensible como el que más, sabe “encontrar el punto exacto donde explotas al amar” y además puede hacer que descubras “cosas que ni tú te conoces”. De vez en cuando se menosprecia, como para bajarle un poco al tono del gran tipo, llamándose loco o idiota o cero a la izquierda o algo así.

Nada más eso me faltaba. Como si no fuera suficiente que paso una buena parte de mis noches dando vueltas en la cama con el pensamiento desbordado, esta última semana mis insomnios han estado musicalizados por Arjona. Lo sé porque me acuerdo y me ha dado por apuntar mis sueños en un cuaderno, en una especie de experimento inerte en el que, como nota a pie de página, escribo: “Música – x. Ahora recurre, música – Mujeres”. Todo porque hace un par de domingos leí algo sobre él. Ni siquiera me sé la letra, pero apunté en mi libreta algo así: “Mu-je-res, si no … no importa, si no … la inventas, si no … las mujeres, mujeres”. Qué va.

Mi obsesión con Arjona nunca ha sido dedicada, aunque sí apasionada. A partir de la documentación de mis sueños me di a la labor de averiguar esa letra y otras que tanto me molestaban al escucharlas. Siempre me pareció, en primera instancia, muy cursi, pero me costaba trabajo apuntar con exactitud lo que me irritaba de él. Ahora me doy cuenta de que me era imposible precisar, en parte porque es difícil decidir por cuál canción empezar. Con Arjona no hay a cuál irle.

Quizá lo primero que hay que decir de sus letras es que la desfachatez en la descripción del cuerpo y lo que tiene que ver con él —celulitis, ronquidos, pezones amenazantes, temblores en anticipación sexual, relajaciones en conjunto, pechos aventureros que se mueven como compases, víctimas de la gravedad (como si lo primero fuera poco) o las maneras de comenzar cualquier actividad corporal— no debería de transgredir el terreno baño-habitación de uno mismo. Y luego están las canciones enteras. “De vez en mes” se la lleva en este sentido. Si logras escucharla toda te viene a la mente la pregunta: ¿por qué diablos alguien rasga la guitarra al son de estas palabras? Hay cosas que están mejor nunca dichas, sobre todo si le tiras a trovador. Y no he escuchado el nuevo álbum, Poquita ropa, qué miedo.

Arjona se jacta —alguien me dijo— de que su proceso de composición es muy sencillo, básicamente saca la guitarra y un cuaderno y ahí se va. Eso pudiera explicar que resulte algo como esto: “Pude haber sido ingeniero, filosófo o químico pero hubiera incidido en mi estado anímico, pude haber sido astronauta, contador o físico, pude haber sido banquero, arquitecto o doctor. Pude haber sido maestro, cura o burócrata, pude haber sido mesero, albañil o aristócrata”.

Más allá de estas cuestiones y de que la verborrea irreflexiva que conforma sus canciones —disparatadas, cantinfleadas, lugares comunes o como se les quiera llamar— puedan resultar inocuas, hay un hilo central en sus letras que causa molestia, sobre todo si, como mujer, te das por aludida. Porque Arjona es, según él, el gran tipo.

Más allá de estas cuestiones y de que la verborrea irreflexiva que conforma sus canciones puedan resultar inocuas, hay un hilo central en sus letras que causa molestia, sobre todo si, como mujer, te das por aludida.

Pongamos “Mujeres”, en donde finalmente quedó mi sueño esclarecido, y en donde se muestra él como voyeur dadivoso y omnipotente: Dios le regala las mujeres a los hombres. Arjona daría su columna vertebral “por verlas andar después de hacer el amor hasta el tocador y sin voltear”. Los hombres harían lo que las mujeres les pidan (dado que éstas son lo máximo después de hacer el amor, supongo) y si éstas pidieran algo que no existe, los hombres, dice, lo inventarían por ellas.

O “Tu reputación”, en la que después de adjetivar a la mujer —“Tu reputación son las primeras seis letras de esa palabra”— la libera de culpas, agradece a los que la hicieron así (ya que ahora le toca a él) y promete redención: “Yo seré tu graduación cuando incluyas en la cama al corazón”.

Otras veces se muestra engreído y paranoide: “Cuándo fue la última vez que te besaron tanto que dijiste mi nombre […] cuando fue la última vez que te quisieron tanto”; o convenenciero y manipulador, como en “Dime que no”, en donde entre que si sí y que si no quiere que la mujer le dé el sí “a cuentagotas” para no dejar de soñar, y dice estar todo el día pensando en ella.

Arjona es lobo cazador, desvirgador acomedido, conocedor de féminas, sensible como el que más, sabe “encontrar el punto exacto donde explotas al amar” y además puede hacer que descubras “cosas que ni tú te conoces”. De vez en cuando se menosprecia, como para bajarle un poco al tono del gran tipo, llamándose loco o idiota o cero a la izquierda o algo así.

Pero Arjona es, de manera primordial, el gran charlatán. En On Bullshit: sobre la manipulación de la verdad, Harry G. Frankfurt hace un acercamiento a una teoría del “bullshit”, término que traduce como “charlatanería”, y opina que la palabra que mejor la describe es “paparrucha”, es decir, “una tergiversación engañosa próxima a la mentira, especialmente mediante palabras o acciones pretenciosas, de las ideas, los sentimientos o las actitudes de alguien”. Eso vendría siendo el desatino de cantar acerca de “los hilos de plata” y “la grasa abdominal” de la “Señora de las cuatro décadas” como si fueran miel sobre hojuelas. O el de la “Primera vez”, el clímax —por ponerlo en sus términos— de la paparrucha: “También es mi primera vez, siente cómo tiemblo, ya ves […] tuve sexo mil veces pero nunca hice el amor”. Con esta frase uno pensaría que Arjona habría matado su carrera, pero…

Arjona es, para muchos, un poeta, una especie de gurú. De entre los miles de sitios de internet que hay sobre él hay uno en el que circula “La frase de Arjona de hoy” (letrasdearjona.com.ar), lo cual explica muy bien este sentir. He atestiguado cómo a veces se le cita, como cuando alguien me dijo: “Y sí, es que como dice Arjona, Jesús es verbo, no sustantivo”, a propósito de no sé qué y recurriendo a esa canción “Jesús verbo no sustantivo”, en la que comienza hablando con voz de sacerdote con fondo de órgano de iglesia y en donde Jesús y él son conocedores de unas verdades que se limitan a ellos. El resto somos mortales.

A Arjona no le vendría mal aplicar una de sus máximas: “Alguien me dijo que la mejor manera de no redundar es decir la verdad”. Yo diría, de perdida, que sería omitir tanta paparrucha, pero supongo que entonces mis sueños no estarían tan jolgoriosos. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Octubre 2010

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  1. Hola muy buen artículo o reseña de este tipejo,mi comentario es el siguiente basta de que este imbecil- golpeador de mujeres crea que conoce a la perfección el como una mujer se siente a lo largo de su vida, no tiene ni idea de como vive las diferentes etapas la mujer, y ni mucho menos, como nos sentimos despues de haber hecho el amor realmente,y el hecho si no lo escuchas, no es la solución para que este baboso deje de cantar, porque lo escuchas por accidente no porque quieras,ojala y deje yaaaaaaaaaaa de cantarle «segun el a las mujeres» macho de mierda, hablen más de estos «romanticos» misoginos golpeadores.
    Gracias

  2. Creo que todo puede ser un tema y «rascarse» cuando se tiene «comezón» cuenta como escribir sobre un tema.

    Todo está implícito para ser analizado, en lo frívolo y en lo intelectual.

  3. Mark Instinto

    Arjona ¿es tan importante? ¡son sólo canciones! Son para divertirse, relajarse, reírse, enamorarse. ¿O toda la música tiene que ser algo intelectual, exquisito, analizado, que traspase las fronteras del pensamiento? ¡Qué flojera! Es como analizar «intelectualmente» (qué torpeza) una telenovela del canal de las estrellas (¿¿¿…???) María Elizondo, si te sientes aludida o no con las canciones de Arjona pues muy «respetablemente» tu problema. No lo escuches y ya está. En serio, no va a pasarle nada a la humanidad por escuchar -o no- a Arjona. Dicho de otro modo: «…al que le dé comezón, que se rasque» ¿o no?

  4. Debo decir que leí el texto por morbo: respeto mucho la postura general de la revista y me llamó mucho la atención que dedicaran un espacio a Ricardo Arjona. Hay expresiones como las de este cantautor y Maná en música, Paulo Cohelo (ni sé cómo se escribe)y Gaby Vargas en -me resisto a decirlo- literatura, sólo por citar algunos, que me dan pereza. Este comentario no es por esas expresiones pseudointelectualoides, sino por lo raro que me parece que alguien dedique su tiempo en intelegibilizar el insomnio con Arjona. Mi morbo lo llevo al respeto: aún no he podido dar con el sentido de pensar a este cantaautor, me declaro incompetente. Casi decido no dejar mi incertidumbre en el comentario. No sé todavía como adjetivar esto…

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