Bayote x 4

Personalidades múltiples de un mexicano en el extranjero

Apretados en una misma cabeza conviven cuatro Bayotes. Un día uno de ellos, el Bayote Viajero, decidió con su esposa sudaca abandonar la blanca Mérida para emprender un viaje al culo del mundo: Argentina. El problema es que el Viajero es un poco autoritario y egoísta y nunca averiguó qué opinaban al respecto los otros tres compañeros de cráneo. Y ahí se armó el despelote.

El segundo Bayote es el Bucólico. Ojo, no es que sea un tipo quedado, pero algunas veces, cuando se llena de aspiraciones en la vida, le agarran ataques de pánico. Lo primero que se plantea es: “Si aquí estamos bien, no hay heladez, dormimos en hamaca, la playa está cerca, siempre hay cheves heladas, salbutes y panuchos y plática con albures. Pero sobre todo el frijol con puerco sabe a eso: frijol con puerco”.

El tercer Bayote es el Autista del Arte. A este espécimen todo le vale madres si tiene una hoja, un lápiz, un pincel y unas cuantas acuarelas a mano. Entonces suele olvidarse hasta de dónde está parado cuando se pone a dibujar o pintar. Es el más peligroso de todos los Bayotes ya que, cuando entra en trance creativo, puede olvidar un guiso sobre el fuego, los niños jugando solos en la bañera o la puerta de calle abierta de par en par. El Bayote Autista del Arte rara vez habla y cuando dibuja se babea.

El cuarto es el Bayote Conciliador. Su trabajo consiste en que todos los Bayotes se lleven bien y convivan, dentro de lo posible, en sana armonía. Aunque tiene aspecto de maestro zen este Bayote vive estresado y con hemorroides, ya que su función en la vida es titánica.

El día que el Bayote Viajero tomó la decisión de abandonar México, hace casi seis años, los otros Bayotes estaban pendejeando por ahí. Pero la culpa recayó, claro, en el Bayote Conciliador. El Bucólico y el Autista del arte lo incriminaron:

—¿¡Dónde estabas y qué hacías cuando este pendejo decidió que lo mejor era irnos?!

Como en un interrogatorio de thriller psicológico, el Conciliador empezó a transpirar y a balbucear incoherencias. ¡Justo él, un tipo tan centrado, tan en su sano juicio! Lo que más le intimidaba era el hipil y el rodete del Bayote Bucólico, quien le tiraba netas como: “Mare, nos va a llevar la chiiiingada tan lejos, hija…”

Sin embargo, y aunque podía soportar el desgaste emocional del hostigamiento del Bucólico, la violencia del Bayote Autista del arte fue más lejos. Mientras garabateaba las paredes de la sala de interrogatorio, de repente el artista desconectado del mundo despertó de su letargo y gritó: “¡Se me queman las empanadas, coño!”, miró con furia al Conciliador, se lanzó sobre él y comenzó a babearle la cara.

Y claro, el Bayote interrogado se quebró.

—¡Basta, basta, por favor! Esto no es vida… Está bien, chingada madre, los relajantes musculares que tomo me doparon un rato largo y el Viajero organizó todo sin nuestro consentimiento. Pero quédense tranquilos, todo saldrá bien, es un desafío de vida, van a ver que las cosas marcharán sobre rieles, somos un equipo, muchachos, no lo olvid… —pero no terminó, el Bayote Autista del arte lo había noqueado.

El Bayote Autista del arte es un caso aparte. No siente frío ni calor y anda todo el día en calzoncillos adentro de la cabeza del mexicano. Duerme en el piso del cráneo y rara vez se baña. Sin embargo, con dos niños en la casa, se vio obligado a cambiar algunos hábitos creativos.

Y así pasaron los años, casi seis para ser más exactos. Y ahí van los Bayotes, apretados en la cabeza del mexicano, tratando de convivir sanamente y en familia. Pero no es fácil, claro…

Actualmente los que trabajan en equipo son el Bayote Viajero y el Conciliador. Se viven echando porras mutuamente para salir adelante. Cuando el primero siente que el dicho “Nadie es un profeta en su tierra” es una falacia, el segundo le vive dando ideas para salir adelante. Y así el Viajero se las rebusca para llevar adelante a la familia y para llenarse de retos todo el tiempo.

Aunque los otros dos Bayotes no colaboran demasiado. Es más, están en cualquiera.

El Bucólico vive quejándose. Se para en una esquina del cerebro con las manos en la cintura y, acomodándose el rebozo, larga un profundo “Mmmmm” de introducción para continuar: “Que en Mérida estábamos mejor, que el dinero alcanzaba, que la comida es más rica y la gente es más ‘amabele’”. Lo que más le molesta a este Bayote es la forma directa de hablar de los sudacas (“¡No hay filtros con estos cabrones! Existen y luego piensan, carajo!”, se queja todo el tiempo), la soberbia de la clase política dirigente y el frío. El Bayote Bucólico es tan reacio a entrar en contacto con la realidad que le toca vivir que hasta putea en maya (“¡Pelaná!”).

El Bayote Autista del arte es un caso aparte. No siente frío ni calor y anda todo el día en calzoncillos adentro de la cabeza del mexicano. Duerme en el piso del cráneo y rara vez se baña. Sin embargo, con dos niños en la casa, se vio obligado a cambiar algunos hábitos creativos. Ahora, cuando los nenés están al cuidado de otro adulto o dormidos, él aprovecha para desconectarse de la realidad y así todos están fuera de peligro y contentos. Al Bayote Autista del arte poco y nada le importa la política, el trabajo o llegar a fin de mes, pero se transforma en la mejor válvula de escape para que los otros tres Bayotes no se vuelvan locos.

Porque eso que se llama arte no tiene territorio, ni techo ni cura. Y lo mejor de todo es que le sobran alas. ®

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Publicado en: Mínimas sudacas, Noviembre 2012

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  1. Cecilia García Olivieri

    Gracias Emilio!!! Vos también tendrás tus Bayotes internos, sin duda… Jajajaja!!!

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