Carta a un obsesivo detective helado

Kafka en traje de baño, de Franco Félix

Ahora que leo tus ¿Crónicas? ¿Ensayos? ¿Relatos? ¿Novela sin ficción?, vaya uno a saber, en su formato adecuado, un libro real, es que dimensiono lo terriblemente bueno que eres al momento de construir trayectos, situaciones, personajes y ambientes.

El hueco que la obra genial ha dejado al quemar lo que nos rodea es un buen lugar para encender la pequeña luz propia.
—Franz Kafka

Max Brod y Franz Kafka, 1907

Max Brod y Franz Kafka, 1907

Qué tal, Efe. Eres el puto Thomas Pynchon, el Rodrigo Fresán, el David Foster Wallace que nos merecemos. ¿Cómo van esas pesquisas minúsculas? ¿Ya diste con el hilo negro de lo que no importa?

Te escribo desde un lugar que seguramente odiarías. Una playa silenciosa alejada del bullicio de los mercados de marisco. Sé que odias el marisco y los turistas y las playas. Pero sabes, a mí también me han traído a este lugar un par de pistas apenas rastreables. Creo que te platiqué y si no te lo recuerdo. Resulta que tengo un pariente, de la estirpe de los Rojo, que se vino hace cuatro décadas a Punta Chueca y se casó con una KonKaak. Un hermano de mi abuela que ha dejado, apenas me entero, un linaje numeroso en esta costa melancólica del Mar de Cortés. Es curioso que esté investigando este nuevo brazo que le ha salido a mi árbol genealógico. Pero debo decir que tú me has animado a seguir adelante con este despropósito.

Lo anterior viene al caso porque acabo de terminar Kafka en traje de baño (Nitro/Press, 2015), es curiosa la correspondencia, justo ahora llevo un bañador fosforescente. Te decía que he quedado conmovido con la lectura. Desde hace un tiempo considero, y te lo he dicho de frente, que eres una de las personas más talentosas que conozco. Todo lo que tienes de obsesivo lo tienes de audaz al momento de escribir. Pero ahora que leo tus ¿Crónicas? ¿Ensayos? ¿Relatos? ¿Novela sin ficción?, vaya uno a saber, en su formato adecuado, un libro real (no en molestos PDFs), es que dimensiono lo terriblemente bueno que eres al momento de construir trayectos, situaciones, personajes y ambientes. Además de argumentar todo lo anterior con el rigor de una rata de biblioteca. En fin, que me he dado cuenta, de manera clara, de lo jodidamente bueno que eres para introducir, en medio de situaciones que no soportaría un ser humano, humor y desfachatez.

El primer texto, que da título al libro, da cuenta más de ti como persona que sobre la diáspora perdida de los Kafka en el desierto sonorense. El que queda desnudo, y temo que lo mismo sucede en las tres piezas de esta entrega, eres tú. Ese animal paranoico, obsesivo y tremendamente vulnerable que eres. Alguien que ejercita sus pensamientos con acciones concretas en la realidad. No como la mayoría de nosotros (tus amigos), que nos quedamos con nuestras ideas como con la mitad de un cachito de lotería premiado. Recuerdo que te perdiste comidas, reuniones, pisteadas porque tenías que ir a los archivos o concretar citas con extraños misteriosos, como tú mismo: un rey del misterio y la disipación. Un artista del trapecio, como tu adorado Kafka.

Sé que detrás de estos textos hay todo un proceso analítico de lector voraz y de un notable teórico. A manera de detective, un detective a la vieja usanza: aquel que resuelve los enigmas en sus sueños, vas investigando tres casos que sólo importan porque tú has puesto el ojo sobre ellos.

Desde hace tiempo, y sospecho que afectado por las lecturas que hicimos aquel 2004 de regreso de la Feria del Libro de Guadalajara, estoy hablando de los libros de Vila–Matas, te has convertido en un avanzado explorador de abismos. Lo que queda de manifiesto en el segundo relato de tu libro. Pero un explorador todavía más aventajado porque te has lanzado hasta la médula de la filosofía y el psicoanálisis. El cabrón de Lacan te voló los sesos.

Sé que detrás de estos textos hay todo un proceso analítico de lector voraz y de un notable teórico. A manera de detective, un detective a la vieja usanza: aquel que resuelve los enigmas en sus sueños, vas investigando tres casos que sólo importan porque tú has puesto el ojo sobre ellos. Porque tú los has hecho relevantes. Para mí esto tiene una enorme virtud. Y regresamos al misterio que se resuelve frente a las narices del afectado: uno termina de leer “El origen del autismo” y queda, por lo menos yo, desértico ante las posibilidades del ser. Con una toma de perspectiva respecto de los enormes vertederos de pensamiento en los que he desperdiciado mis intenciones creativas. Y tú, hijoeputa, siguiendo a tu primo que padece una condición mental has logrado un texto maravilloso. Y de paso, hacer de esta ciudad de mierda un escenario literario. Uno puede trazar un mapa de Hermosillo con las rutas que has seguido para entregarnos este título. Sé que suena empalagoso tanto entusiasmo, pero también sé que esta carta está en buenas manos. Tú más que nadie entiendes que no mentiría y que me interesa, en lo más mínimo, quedar bien contigo. Así como otras veces te he comentado que tus textos están disparatados o que se pasan de absurdos, en esta ocasión tengo que reconocer que he quedado deslumbrado con cada palabra sobre el papel de este libro.

Del tal Efe.

Del tal Efe.

Luego tus “Vacaciones en el Borda”, el más corto y no menos divertido de tus textos, me ha parecido un bonus track alucinante. Siempre he querido visitar, no como un paciente, claro está, el sanatorio mental Borda, y tú me has dado un tour hasta las profundidades y enigmas de ese lugar fantástico. Sólo de pensar en los libros que se vienen firmados por Franco Félix me da alegría de lector. Tener la certeza de que serán títulos frescos, educados y sumamente incorrectos me pone de buenas. Seguramente te pondrán más de buenas a ti, que te llevarán lejos, hermano. Lejos de las playas y los mariscos. Lejos de todo aquello que no sea escribir y registrar historias obsesivas, extrañas y entrañables. Sobre esto último quiero citarte. Me pareció bellísimo esto que dices «En el sueño de Rakospalota» sobre las obsesiones:

Hay que sacar partido a las obsesiones. Una sospecha absurda puede instalarse en la cabeza, reproducirse y formar una colonia, una red tenaz de probabilidades que asaltan la mente, y que podría conducirnos a la locura, perturbarnos y asediarnos por siempre, pero nunca hay que temer ser capturados por alguna obcecación, porque al final, cuando todo parece perdido y confuso, siempre llega la idea. Es lo único que buscamos, o deberíamos buscar: la idea. La sutil, absurda, extraña y compleja idea de que existe un delicado hilo temático entre el centro del caos y nuestras tímidas fantasías.

Desde la playa y en bañador, te mando un abrazo con todo mi nuevo ramaje genealógico seri que ido trazando en la arena. Justo ahora ha subido la marea y las torpes olas quieren borrar para siempre mi investigación. Temo que lo permitiré. ®

Compartir:

Publicado en: Libros y autores

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *