Miles de haitianos refugiados varados en México

Pierden la esperanza en tanto Estados Unidos cierra sus fronteras

Los refugiados siguen concentrándose en los puntos de cruce entre la frontera de México y Estados Unidos, dejándolos en un limbo jurídico.

Haitianos varados en Tijuana. Fotografía © elexpres.com

p>Una corte federal de Estados Unidos ha bloqueado la orden ejecutiva firmada por el presidente Donald Trump el día 27 de enero, la cual restringía la entrada a los ciudadanos de siete países mayoritariamente musulmanes a territorio estadounidense. No obstante, el impacto de tal medida ya es perceptible en las fronteras de aquel país.

La orden suspendida interrumpe la admisión general de refugiados por 120 días, mientras que la admisión de sirios hasta nuevo aviso, estableciendo el límite de 50,000 admisiones por año, menos de los 150,000. También impone importantes obstáculos jurídicos para aquellos que se encuentran en proceso de solicitud de asilo.

Junto con la propuesta de la administración de Trump sobre el muro a lo largo del borde entre los Estados Unidos y México, la situación ha significado un traspié no sólo para los inmigrantes musulmanes, sino también para el sistema estadounidense de asilo y refugio en general —incluyendo a los más de 30,000 buscadores de asilo y migrantes que se encuentran varados en Tijuana, a unos kilómetros de San Diego.

Una tragedia humana en proceso

Mientras que la atención pública está distraída con la actual prohibición de la entrada de personas y las dificultades legales, así como con la estentórea retórica antiinmigrante y antimusulmana del presidente de Estados Unidos, los refugiados siguen concentrándose en los puntos de cruce entre la frontera de México y aquel país, dejándolos en un limbo jurídico.

A principios del mes de febrero visité albergues de migrantes para documentar el desarrollo de esta crisis en derechos humanos. Conocí mujeres mexicanas que huyen de los cárteles y de la violencia basada en género, y también a guatemaltecos, hondureños y salvadoreños huyendo desde Centroamérica por la interminable violencia entre pandillas.

También hay algunos que resultan menos predecibles: haitianos que buscaron refugio en Brasil después del terremoto que sacudió su país en el año 2010, pero que se vieron obligados a moverse nuevamente debido a la profunda crisis política y económica de Brasil, la cual ha reducido dramáticamente la disponibilidad de empleos. Estos haitianos no son necesariamente el típico “migrante económico”; muchos son ingenieros, físicos, arquitectos de entre veinte y treinta años de edad. En efecto, este grupo poco conocido constituye el grueso de migrantes atorados en Tijuana. De acuerdo con la activista de migrantes Soraya Vázquez, del Comité Estratégico de Ayuda Humanitaria Tijuana, fueron seis los haitianos que llegaron a Tijuana el día 23 de mayo del 2016. Para el día siguiente había cien. Dos meses después: 15,000.

Para finales del mes de diciembre del 2016, casi dos meses después de la insólita elección de Donald Trump, unos 30,000 haitianos se habían reunido ahí, la mayoría provenientes de Brasil, aparentemente a través de una red de tráfico que, de acuerdo con Vázquez, aún no ha sido documentada.

En comparación, 10,000 sirios han solicitado asilo en Estados Unidos durante el mismo periodo.

Los solicitantes de asilo no puedan trabajar legalmente, no tienen permiso de residencia, y, si son haitianos, por lo general no hablan español. A pesar de ello, deben mantenerse a sí mismos y a sus familiares mientras esperan a que los oficiales de migración en Estados Unidos resuelvan si las solicitudes de asilo serán concedidas o no.

Viven en basureros a cielo abierto de la ciudad de Tijuana, en los sistemas de alcantarillado, en zanjas o en albergues improvisados. Muchos buscan la manera de conseguir empleo en el mercado negro, limpiando casas, oficinas, talleres o entregando pizzas por un dólar y treinta centavos al día.

Oferta de trabajo dudosa para mujeres.

A las mujeres se les ofrecen frecuentemente “trabajos” genéricos en Canadá, sin ninguna descripción, con pasajes aéreos incluidos. Todo lo que tienen que hacer es dar su pasaporte. Las páginas web asociadas a este tipo de compañías muestran errores permanentes. Éstas son, sin sorpresa, típicas estrategias de trata de personas.

Bolsas desechables

Mientras estuve allá, en medio de esa situación tan triste y propia de la frontera, pude evocar lo que el académico Henry A. Giroux llama la “maquinaria desechable”: “Lo que emerge en esta nueva coyuntura histórica es la intensificación de la práctica de la desechabilidad en la cual más y más individuos y grupos son considerados como excedentes, consignados a zonas de abandono, vigilancia y confinamiento”.

La gente que se ve forzada a escapar de desastres naturales y la violencia inimaginable en sus países de origen se convierten en algo desechable, que se hacinan en los basureros y alcantarillados de México, en la puerta de uno de los países más ricos del mundo.

Encontramos lo que yo he llamado “bolsas desechables”; áreas en donde población vulnerable, especialmente migrantes, es forzada a vivir en condiciones inhumanas y en mercados de trabajo ilegales, con la aprobación tácita de un gobierno que debería, en teoría, ayudarlos, de acuerdo con la ley internacional de derechos humanos.

Es una radicalización de lo que los sociólogos llaman “bolsas de pobreza”, esto es, vecindarios en donde los pobres extremos tienden a ser acorralados en guetos, a pesar de que el crecimiento y la prosperidad se vean reflejados a su alrededor. Y no solamente están marginando a Tijuana, sino también a todo lo que abarca la frontera norte de México gracias a las restricciones de Estados Unidos.

Persistencia, espera y trabajo

Para finales del 2016, los cinco albergues existentes en Tijuana se encontraban saturados. Muchos más tenían que construirse, y rápidamente. A la fecha, existen 33 albergues con sobrepoblación, adaptados para albergar al cada vez más cuantioso número de haitianos que llegan.

Visité dos: Father Chava’s Desayunador Salesiano y Scalabrini Sisters’ women’s shelter. Father Chava’s es uno de los más grandes, y solía ser un comedor para 1,300 a 1500 migrantes mexicanos sin hogar. Ahora es refugio de un número equiparable de solicitantes de asilo. Duermen en bolsas de dormir, niños pequeños y bebés con sus madres, muchos en tiendas improvisadas montadas en los jardines por las noches.

El Scalabrini es más pequeño, es limpio e incluso acogedor. Construido para 44, actualmente alberga 90 mujeres y niños, y en ocasiones incluso hasta 150. La palabra sobrepoblado no alcanza para describirlo. Esposos y parejas que permanecen en el albergue Scalabrini para hombres deben esperar afuera para visitar a sus esposas y niños. Permanecen ahí, deambulando alrededor, llenando las bolsas desechables.

Debido a la presencia de tantos haitianos en la frontera, el gobierno de Estados Unidos estableció que podrían procesar solamente 50 entrevistas al día, lo cual ha demorado las entrevistas más allá de los tres meses. Esto empeoró la situación para los mexicanos, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que ya estaban en espera.

Debido a la presencia de tantos haitianos en la frontera, el gobierno de Estados Unidos estableció que podrían procesar solamente 50 entrevistas al día, lo cual ha demorado las entrevistas más allá de los tres meses.

Incluso antes de que la orden ejecutiva de Trump se emitiera en enero, los haitianos ya estaban siendo deportados después de la entrevista (Barack Obama deportó más migrantes que cualquier otro presidente anterior).

Ante tales circunstancias, muchos solicitantes de asilo haitianos decidieron no atender a sus reuniones con los oficiales de Estados Unidos. Hasta ahora, 300 solicitudes de asilo se encuentran en el limbo.

Después de más de ocho meses de espera, muchos de los haitianos dicen que quieren permanecer en México. Eso no será un asunto fácil. No sólo es la situación de la frontera con Estados Unidos la que presiona a México para manejar un número record de solicitudes de asilo, sino que también están presentes el racismo, la pobreza, el crimen, la corrupción y el desempleo en el país, lo que deja a los migrantes vulnerables ante la explotación.

Además, estas bolsas desechables están resultando ser convenientes para empleadores y la política económica en general.

¿Para qué guardar el tapete de bienvenida de migrantes, legalizarlos y pagarles un salario digno —ya sea en México o en Estados Unidos— cuando tienes fuerza laboral dispuesta a trabajar por salarios bajísimos cerca del área de las fábricas en la frontera y los centros de población que el TLCAN ayudó a construir? ®

Este artículo fue originalmente publicado en inglés en The Conversation y traducido al español por Omar Cuervo. También puede encontrarse en academia.edu.

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Publicado en: Política y sociedad

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