Teoría neurohormonal de la orientación sexual

El sexo es para disfrutarse

Todos, o casi todos, tenemos interés en el sexo. A mí, en lo particular, además de la obvia razón de que el sexo es divertido, me parece un tema interesante porque es una forma muy clara en la que podemos ver cómo es que somos producto de la evolución.

Desde este punto de vista muchas de nuestras características físicas y psicológicas con respecto al sexo tienen que ver con la habilidad de buscar pareja y reproducirnos. Y es que se vuelve un poco complicado explicar la presencia de la homosexualidad como un producto de la evolución, ya que es obvio que los homosexuales no se reproducen. ¿Cómo es que podemos explicar la homosexualidad desde un punto de vista biológico y por lo tanto evolutivo?

El caso de los animales

La explicación pasa por entender unos fenómenos curiosos que ocurren tanto en humanos como animales. Comencemos con estos últimos. Hay unas vacas, a las que se les conoce como freemartins, que son las gemelas de un macho, cuya carga genética es de hembra pero tiene genitales masculinizados. Al parecer esto es resultado de que la testosterona del macho le llegó por intercambio sanguíneo y se ha encontrado que hay una correlación entre la exposición fetal a niveles elevados de testosterona y una masculinización de la apariencia y la conducta sexual de la vaca.

Un último ejemplo son los borregos. Ocho de cada diez de estos animales están orientados sexualmente a otros borregos machos y se especula que tienen poca exposición a los andrógenos durante un periodo crítico para la determinación de su orientación sexual.

Lo mismo pasa en las hembras de ratones. Como sabemos, estos animales tienen camadas de varios ratones; durante la gestación suele haber una combinación de hembras y machos y a veces ocurre que una hembra está rodeada de machos y recibe mayores cantidades de testosterona que las hembras que están rodeadas por otras hembras. Si es ése el caso, estas ratas hembras tienen comportamientos y características físicas masculinizadas, como, por ejemplo, marcan su territorio, son agresivas, tienen ciclos irregulares de estro, son poco atractivas para los machos y son poco eficientes en el apareo. Lo más interesante de todo es que si es el caso de que un macho esté rodeado de hembras se da el proceso inverso, y ahora lo que pasa es una feminización de este macho porque recibió poca testosterona durante su desarrollo.

Es el mismo caso de la hiena moteada, que durante la gestación libera mucha androstenediona (un precursor de la testosterona), la cual masculiniza a sus hembras; éstas son agresivas, les gustan los juegos rudos, montan y hacen movimientos pélvicos, tienen genitales externos masculinizados y siempre determinan cuándo es que va a haber apareo (las hienas y los humanos son los dos únicos casos en los que se da esta condición).

Un último ejemplo son los borregos. Ocho de cada diez de estos animales están orientados sexualmente a otros borregos machos y se especula que tienen poca exposición a los andrógenos durante un periodo crítico para la determinación de su orientación sexual.

El caso de los humanos

En los seres humanos al parecer rige el mismo mecanismo: el exceso y la ausencia de los andrógenos masculiniza o feminiza a los sujetos. Por ejemplo, hay una enfermedad cuyo nombre es insensibilidad a los andrógenos en la cual un feto masculino no se desarrolla como hombre porque las células de su cuerpo no pueden trabajar con la testosterona; por ello, al nacer y al crecer se ven y actúan como mujeres, se sienten mujeres y les gustan los hombres.

Otra enfermedad se da por la deficiencia de la 5-alfa-reductasa; esta sustancia, junto con otras dos (el factor determinante de testículos y la hormona inhibitoria mülleriana) hacen que se cambie de mujer, que es la condición con la que de faul todos nacemos, a hombres; particularmente es necesaria para el desarrollo de los genitales externos. Así, al nacer parecen mujeres, pero en la pubertad cambian a hombres.

En el caso de la hiperplasia adrenal congénita hay un aumento de la testosterona durante la gestación, lo cual causa la masculinización de las mujeres en sus genitales, sus conductas y su orientación sexual. Por el lado contrario, el síndrome de Turner, son mujeres que nacen solamente con uno de los cromosomas X, por eso crecen sin ovarios y sin hormonas gonadales; estas hormonas producen predominantemente estrógeno y un poquitito de testosterona. Es por ello que estos sujetos están hiperfeminizados (por la ausencia de esa poca testosterona) y suelen estar muy interesados en las cosas de mujeres durante toda la niñez y la adolescencia (por ejemplo, tienen constantes fantasías de casarse) y cognitivamente son sobresalientes en el lenguaje y se desempeñan muy mal en tareas espaciales (como se supone que las mujeres se comportan).

Teoría neurohormonal

Teniendo en cuenta estos antecedentes, los investigadores Lee Ellis y M. Ashley Annes, el primero del Departamento de Sociología de la Universidad Estatal de Dakota del Norte y la segunda de la Universidad de Indiana, publicaron en 1987 un artículo llamado “Funcionamiento neurohormonal y orientación sexual: una teoría de la homosexualidad y la heterosexualidad”.

Propusieron que la presencia o ausencia de las hormonas es la que realiza la determinación del sexo, las conductas típicas asociadas a cada sexo y la orientación sexual. Específicamente dice que hay un periodo que va desde la sexta semana hasta finales del quinto mes, en el que si un embrión tiene carga genética de hombre (XY) y recibe la influencia de las hormonas masculinas va terminar siendo un hombre; pero si es el caso de que el embrión tenga carga genética femenina (XX) y recibe en ese tiempo mucha testosterona se va a masculinizar, incluyendo en eso que su orientación sexual estará dirigida hacia las mujeres.

En el caso contrario de que no haya presencia de hormonas tendríamos un proceso de feminización. Si un embrión con genes de hombre no tiene la influencia de la testosterona se feminizará, y si tiene genes de mujer va a ser mujer en todas sus acepciones.

Por último, hay áreas cerebrales que son diferentes entre hombres y mujeres y que se ha encontrado que se feminizan en los hombres homosexuales y se masculinizan en las mujeres homosexuales: el núcleo intersticial del hipotálamo anterior, el núcleo supraquiasmático y la comisura anterior.

Lo interesante de esta teoría es que de ella se derivan predicciones lógicas que, desde 1987 a la fecha, se han ido cumpliendo en términos generales. Esas predicciones son: los homosexuales deben tener conductas asociadas al sexo opuesto, es heredable, debe haber diferencias morfológicas y funcionales entre los homo y los heterosexuales, cambiar la orientación es difícil y la homosexualidad es un evento que se produce sobre todo en hombres. Veamos muy sucintamente qué es lo que se ha investigado.

Hay evidencia de que la homosexualidad humana tiene componentes genéticos por los estudios realizados con gemelos; al parecer la homosexualidad se da sobre todo en ciertas familias ya que quienes son homosexuales tienen más familiares homosexuales que los heterosexuales; pero quizás lo más sorprendente de todo es que al parecer está implicado el cromosoma X y eso indica que la homosexualidad es heredada más por la mamá que por el papá.

El comportamiento de los homosexuales tiende a ser el contrario a la conducta típica de su sexo cromosómico; los hombres actúan como mujeres y las mujeres como hombres; un estudio publicado en 1995 dice que 80% de los niños con este tipo de conducta fueron evaluados posteriormente como bisexuales u homosexuales [Bailey y Zucker, 1995]. Tanto hombres como mujeres homosexuales tienden a tener más conductas transgénero en la infancia, pero esto es más prominente en los hombres (51%) que en las mujeres (6%).

Los hombres heterosexuales suelen ser más altos y pesados que las mujeres heterosexuales. A esto se le conoce como dimorfismo sexual. La hipótesis dice que los homosexuales hombres tenderán a ser más chicos y con menos peso, mientras que las mujeres homosexuales serán más altas y con mayor peso que las mujeres heterosexuales. Y eso se ha comprobado, en términos generales, en medidas como el largo de los huesos, el tamaño de los dedos, las huellas dactilares, la proporción de cintura y cadera y el inicio de la pubertad. En donde las cosas están raras es en el tamaño del pene: para sorpresa de todo el mundo los homosexuales suelen tenerlo más grande y esto lo han tratado de explicar como un proceso de hipermasculinización derivado no por la falta sino por el exceso de testosterona en un momento y lugar específico del desarrollo embrionario.

En general, los hombres son buenos para orientarse en el espacio, mientras que las mujeres son muy buenas hablando. Los homosexuales de uno y de otro sexo tienden a tener las habilidades del sexo contrario, de tal manera que los hombres homosexuales se desempeñan igual de mal en pruebas de rotación espacial e igual de bien en las pruebas de fluencia verbal, muy parecido a como se desempeñan las mujeres heterosexuales.

Por último, hay áreas cerebrales que son diferentes entre hombres y mujeres y que se ha encontrado que se feminizan en los hombres homosexuales y se masculinizan en las mujeres homosexuales: el núcleo intersticial del hipotálamo anterior, el núcleo supraquiasmático y la comisura anterior.

Como conclusión, me gustaría recordar que la homosexualidad se ha eliminado de todos las clasificaciones de trastornos mentales del mundo y se le concibe como una forma sana de expresión de nuestra sexualidad. En general, debemos pensar que el sexo en los seres humanos no es prioritariamente un asunto reproductivo, sino más bien divertido. Si suponemos que vivimos hasta los 75 años y desde los quince estamos teniendo orgasmos, eso nos daría una media de dos por semana; de esos orgasmos, la mitad de ellos se dan en las mujeres cuando son completamente incapaces de reproducirse, que es en la menopausia, y si tenemos en cuenta además que cuando mucho pueden llegar a tener un hijo por cada año de vida reproductiva (lo que nos daría unos treinta hijos por mujer) entonces nos damos cuenta claramente de que estamos diseñados por evolución para tener sexo, no para reproducirnos, sino para disfrutarlo. ®

Bibliografía
Ellis, L. y Ames, M.A. (1987), “Neurohormonal functioning and sexual orientation: A theory of homosexuality-heterosexuality”, Psychological Bulletin, 101(2), 233-258.

Bailey, J.M. y Zucker, K.J. (1995), “Childhood sex-typed behavior and sexual orientation: A conceptual analysis and quantitative review”, Developmental Psychology, 31(1), 43-55.

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Publicado en: Ciencia y tecnología, Octubre 2012

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