Los buitres le dan la espalda al cielo con el propósito de poder tasar la agonía terrenal con aplomo, para no verse expuestos ante el vértigo inherente a lo sublime.
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El zangoloteo en los calabozos no puede considerarse una forma de vagancia, sino un mero ejercicio introspectivo.
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Un spa lleno de halterófilas búlgaras… ¿acaso a alguien se le ocurre una imagen distinta del infierno?
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El voto es el instrumento que se nos otorgó para poder infatuar al despotismo.
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Un mundo que contempló sin pestañar cómo Saloth Sar (a.k.a. Pol Pot) seducía a su antojo a historiadores de renombre cual sexoservidoras de puerto centroamericano, en mi opinión no debería de ponerse a especular sobre conceptos tan desatinadamente fantásticos como la imparcialidad.
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Detrás de un gran hombre hay una mujer con un resentimiento fotogénico.
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Sólo las muertes chiquitas culminan con un final feliz. La noción del paraíso es una ironía categórica: un orgasmo descrito y fomentado por generaciones de castos.
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Un visionario es aquel que ve un arrecife artificial incluso antes de estrellar la botella de champaña contra el barco.
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¿Un telescopio para buscar inteligencia extraterrestre? ¡Vamos!, por qué mejor no empezamos por los espejos.
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Homero omitió un dato elemental: ¿cómo se las ingeniaron los aqueos para contener la risa y demás excreciones una vez dentro del caballo?
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Un par de prototipos desorientados, vigilados por un dios embustero y llamar a eso paraíso.
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El suicidio —siempre y cuando esté despojado de desinformación y de fanatismos—, o lo que viene siendo lo mismo: la resignación inexorable, es la única resistencia creíble en un mundo forrado de agendas.
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Era un tipo muy fino. Lo educaron para masticar con la boca cerrada y maldecir a su mujer en un francés impecable.
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Siempre que la amargura tiene a bien volver a mí, me siento endeudado con la humanidad.
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El gesto más democrático de la política estadounidense es que le hayan otorgado el derecho a votar al ganado que pasta entre San Francisco y Nueva York.
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A Schopenhauer le conmovía sobremanera el maltrato a los animales, pero despreciaba a las mujeres cual si se tratara de judíos.
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Las fronteras están allí para recordarnos que la independencia es un estado de ánimo.
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Si una persona confiesa que te ama en menos de una hora, está poniendo a prueba tu escepticismo y desatendiendo su demencia por la módica suma de dos vocablos.
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Siempre que alguien tiene a mal echarme flores siento que estoy presenciando mi funeral desde un ángulo imposible.
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El aforismo se le fue de las manos, perdió fuerza, cambió de género y de premisas; se convirtió en una novela sin pulso, en un leviatán baldío. ®
