Los demasiados libros

Y los que faltan

La bolsa de libros se va haciendo más pesada, nuestro editor se ha topado con el trabajo artesanal del Taller Ditoria, el viaje musical de Enrique Blanc, las crónicas esotéricas de Gerardo Lammers y más.

No hay fiesta sin música, aunque la oferta musical chilena francamente no me seduce. Enrique Blanc me conduce al foro donde Javiera Mena ensaya el homenaje a su paisano Lucho Gatica. Blanc se detiene a escuchar a la cantante mientras me encamino a la salida. Voy otra vez cargado de libros y los hombros empiezan a resentir el peso del papel. Entre ellos traigo Flasback. La aventura del periodismo musical, de Blanc, precisamente, una lujosa edición de la Universidad de Guadalajara que recopila años de trabajo de este gran conocedor de la música contemporánea, especialmente el rock y las múltiples vertientes en distintas regiones del mundo. Blanc es un sibarita de la música y su oído es generoso. En el capítulo final, “La nostalgia como deporte”, el también escritor establece una declaración de principios con dedicatoria a los añorantes de sus buenos viejos tiempos: “Yo no pertenezco a ninguna época en particular. Mi época comprenderá todos y cada uno de los días que pise esta tierra. Y su banda sonora albergará todos y cada uno de los sonidos que escuche”.

Otra recopilación es la de Gerardo Lammers, las muy recomendables Historias del más allá en el México de hoy. Crónicas esotéricas, de las cuales el sabio Sergio González Rodríguez escribe en el Prólogo: “Al contrario de la crónica que se volvió prestigiosa por la atención a las mayorías y el cariz político de izquierda, sus buenas intenciones y su afán filantrópico de ‘dar voz a quienes no la tienen’, los cronistas gonzo a la mexicana se han volcado en las obsesiones más personales de permitir la palabra a lo extraño o soslayado por costumbre. Un cumplimiento en la escritura que comparte una interlocución compleja, diferente y gozosa ante la realidad”.

A mi paso por el puesto del Taller Ditoria el editor y artista Roberto Rébora me obsequia un libro bellísimo, finamente impreso y raro: no hay un autor visible. Solamente al escrutarlo uno se percata de que el autor es el mismo Rébora. Reproducciones impecables de su obra acompañadas de reflexiones propias —“Verdad en arte es aquella cuya contraria es igualmente verdadera”— y un provocador poema de Deniz oculto en la página 31.

Otra editorial que pone un empeño especial en sus publicaciones es Arlequín, que cada año crece su catálogo con autores desconocidos pero de calidad innegable: la eslovena Mojca Kumerdej y su desconcertante Materia oscura (“Un entramado de patologías, impulsos sexuales, viscerales y un sinfín de factores que exponen a la mente a la neurosis”); Espectáculo para avestruces, de Imanol Caneyada, un vasco avecindado en Hermosillo (“Una belleza detrás de lo enfermo y lo repugnante”); Las personas normales son muy raras, de la argentina Margarita García Robayo (“En esa porción de nada que es la vida cotidiana se producen explosiones asombrosas”), y Borges y el idealismo, del tapatío Guillermo Gaxiola, un libro para responder a la pregunta ¿los textos de Borges son relevantes para la filosofía?

Mañana habrá más libros que cargar… ®

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Publicado en: FIL, Noviembre 2012

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