Buscando la otra puerta

Reflexión en torno a «El perseguidor»

¿Qué era lo que buscaba el saxofonista drogadicto y bohemio con su fidelidad al jazz? ¿Por qué Johnny Carter renunció a todo, hasta a su vida, pero siempre le fue fiel a su música? ¿Qué encontraba este jazzista en su experiencia musical para no traicionarla nunca?

Si hoy siguiera escribiendo cuentos fantásticos me sentiría un perfecto estafador; modestia aparte, ya me resulta demasiado fácil, je tiens le sytéme, como decía Rimbaud. Por eso “El perseguidor” es diferente, y usted habrá pensado en él al leer estas líneas tan confusas. Ahí ya andaba yo buscando la otra puerta.
—De una carta a Jean Barnabé, 27 de junio de 1959

Cortázar y la filosofía.

Cortázar y la filosofía.

“Sé fiel hasta la muerte”, escribió Juan de Patmos en su Apocalipsis 2, 10. Cortázar lo toma para abrir su cuento “El perseguidor”.

¿Qué era lo que buscaba el saxofonista drogadicto y bohemio con su fidelidad al jazz? ¿Por qué Johnny Carter renunció a todo, hasta a su vida, pero siempre le fue fiel a su música? ¿Qué encontraba este jazzista en su experiencia musical para no traicionarla nunca? ¿Acaso su fidelidad era sólo adicción?

Julio Cortázar, además de escribir este cuento extraordinario,elevó su narración a alturas filosóficas. El relato cortazariano está sombreado por preguntas metafísicas que se van planteando a lo largo de la historia. El formato de la narración es llevado por la visión de un crítico de jazz y a la vez biógrafo del artista: Bruno. “El amigo” Bruno nos va contando la historia de Johnny Carter, pero su crónica es sólo eso, una narración de la vida del jazzista; enumeración de anécdotas, vaivenes y peripecias de la vida del músico. El que realmente habla es Julio Cortázar ―desdoblado en su protagonista.

Descreo que el discurso que despliega el argentino sea una ficción. Especulo que su cuento es un medio para desarrollar su pensamiento ―por lo menos en esta obra maestra―. El narrador ―Bruno― desaparece junto a los demás personajes: Dédée, la marquesa, Lan y otros cuando Cortázar habla por voz del jazzista. Según mi lectura, esta lacónica historia le sirvió al autor de Rayuela para decir, para mostrarnos su “filosofía” sobre el ser ―y el arte. En este cuento percibo, o por lo menos esa es mi mirada de contemplación en esta obra, una fenomenología estética.

Quizá las búsquedas de Carter fueron también las búsquedas de Cortázar. Johnny Carter fue fiel hasta la muerte; en su música se le develaban los misterios, sólo Carter tocando el saxofón podía cruzar a la otra orilla, abrir “la puerta”.

Al rememorar la lectura del “El perseguidor” para escribir estas líneas recuerdo que lo que me atraía de las palabras de Cortázar no era su maestría de la técnica narrativa, sino su pensamiento expresado en este pobre y grandioso personaje. Lo que hacía más sensual y placentera esta historia era la lectura entre líneas, las ideas y el pensamiento cortazariano. Su “verdad”, que no era la verdad del filósofo expuesta en un sistema se difuminaba en la asistematización del personaje Johnny Carter. Para hablar del arte basta con hablar de los artistas y sus obras ―dicen los fenomenólogos―, sobran las fórmulas abstractas. Quizá Julio Cortázar escribió esta historia para discurrir sobre la experiencia artística ―recordemos que este cuento pertenece a la llamada “segunda etapa” del argentino; la etapa que según los estudiosos de su literatura está ligada a la filosofía existencial―, para escarbar en lo más hondo de la vivencia del creador y del arte. Carter es la voz de donde sale el pensamiento de Cortázar. Puede ser que el argentino haya encontrado en la experiencia artística un sentido último para su existencia; una respuesta a las preguntas más íntimas. Quizá las búsquedas de Carter fueron también las búsquedas de Cortázar. Johnny Carter fue fiel hasta la muerte; en su música se le develaban los misterios, sólo Carter tocando el saxofón podía cruzar a la otra orilla, abrir “la puerta”.

Si para llegar a Dios ―alcanzar la trascendencia o bien el absoluto― los hombres desde tiempos remotos elaboraron sistemas filosóficos y religiones, Carter, como nos dice Cortázar, renunció a todas las vías. Él quiso caminar en soledad, descubrir si era posible desde la subjetividad cruzar a la otra orilla. Se lee al final de “El perseguidor”: “No tiene ningún mérito pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a patadas, eso sí. Romperla a puñetazos, eyacular contra la puerta, mear un día entero contra la puerta…”. ®

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Publicado en: Ensayo

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