Por primera vez en muchos años ha surgido, en el seno de la Universidad de Guadalajara (UdeG), un movimiento disidente, de buena consistencia, libre de sospechas e inconforme con la forma como ha venido siendo manejada la institución.
No se trata de un movimiento que pretenda desplazar al grupo político que desde 1989 ha mantenido el control en la casa de estudios. Tampoco busca acomodo para sus integrantes dentro del organigrama directivo.
El propósito de quienes conforman el autodenominado Colectivo de Reflexión Universitaria es esencialmente generoso y su objetivo es poner a revisión la forma de gobierno, el manejo presupuestal y el rumbo que ha tomado la UdeG en la época reciente, señalando desviaciones y anomalías que, ya sea por acción u omisión de las autoridades, se han venido dando dentro de esa institución, la cual no es cualquier institución, sino una de alto interés público y cuyo sostenimiento le cuesta —y mucho— a la sociedad.
Para ello, los integrantes del Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU) han convocado a un foro de discusión, abierto al público —y en particular a la comunidad universitaria de la UdeG—, un foro que tiene lugar en estos días de agosto, en el auditorio Silvano Barba González del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, por el rumbo de La Normal.
Aparte de los planteamientos que se han venido haciendo en ese foro —varios de ellos de manera muy razonada y consistente—, así como las conclusiones a las que se llegue y el efecto benéfico que pudieren tener en el futuro inmediato de la institución, lo primero que debe celebrarse es que una agrupación de trabajadores de la UdeG, fundamentalmente de personas que se dedican a tareas académicas y cuyas cartas credenciales no los relacionan, ni para bien ni para mal, con la grilla universitaria, haya decidido manifestar de manera libre y argumentada su opinión en torno a la universidad pública de Jalisco.
Y ello porque, con muy contadas y honrosas excepciones, esa comunidad ha sido habitualmente desinteresada y conformista, por no decir apática, con la manera como ha venido siendo manejada la UdeG.
En otras palabras, se puede afirmar que, si hasta ahora el núcleo duro que controla a la UdeG ha podido manejarla a su arbitrio y llevar a cabo proyectos tan onerosos como ajenos a la razón de ser de una universidad pública, ha sido en buena medida por el desinterés o el silencio cómplice del grueso de personas que la integran.
La explicación de ese silencio, de ese desinterés o de esa aparente apatía se debe a varias cosas. Una de ellas es la estructura mediatizadora y antidemocrática de los órganos de gobierno de la institución (fundamentalmente de los sindicatos “blancos”) que impide o inhibe la participación de los integrantes de la UdeG en los asuntos de la UdeG.
Otra de las razones es el temor a posibles represalias laborales. ¿Para qué señalar desviaciones o denunciar prácticas cuestionables si no es seguro que esas anomalías se corrijan y lo único que podría provocar es que el denunciante pierda una promoción en su trabajo o, peor aún, que sea hostilizado ahí mismo?
Los integrantes del Colectivo de Reflexión Universitaria (CRU) han convocado a un foro de discusión, abierto al público —y en particular a la comunidad universitaria de la UdeG—, un foro que tiene lugar en estos días de agosto, en el auditorio Silvano Barba González del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, por el rumbo de La Normal.
Los integrantes del CRU no sólo lograron vencer esta inercia comodina y pusilánime, sino que consiguieron que muchos otros trabajadores de la UdeG también lo hicieran. Ante la convocatoria para participar en el foro titulado “¿Qué universidad tenemos? ¿Qué universidad queremos?” los organizadores quedaron sorprendidos por el crecido número de personas (varias decenas) que se inscribieron para participar con una ponencia.
Ello ocasionó que el foro tuviera que ser divido en varias mesas, repartidas entre el jueves y el viernes de esta semana, a fin de poder desahogar temas tan variados como la forma antidemocrática en que se eligen autoridades y se toman decisiones en la UdeG; la discrecionalidad en el manejo financiero de la institución; la desproporción salarial entre directivos y trabajadores de base y, entre otros muchos temas, la proliferación de proyectos frívolos que poco o nada tiene que ver con la razón de ser de una universidad, en detrimento de las verdaderas actividades sustantivas de una institución de educación superior que opera con fondos públicos.
Un hecho que no se debe soslayar es la nula participación de las autoridades de la UdeG en el foro convocado por el CRU, no obstante la invitación expresa para hacerlo. Por lo que parece, el motivo no es otro que la resistencia de los directivos a que alguien intente sentarlos en el banquillo de los acusados.
Desde el momento en que surgió el CRU diferentes autoridades de la institución declararon que los quejosos estaban equivocados en sus planteamientos, para después tratarlos con desdén y finalmente ningunearlos.
Sin embargo, como no pudieron evitar la realización del mencionado foro, la táctica ha sido minimizarlo y declarar que sus conclusiones en nada obligan a las autoridades, debido a que tanto el foro como quienes lo organizan carecen de representación oficial.
Pese a todo, el foro está llamado a crear un precedente en la vida interna de la Universidad de Guadalajara, donde, les guste o no a quienes la manejan, se ha dado ya un importante paso en pro de su democratización, una democratización que no será nada fácil, pues durante años y generaciones,ha sido diferida una y otra vez, en perjuicio de la comunidad universitaria y de la sociedad jalisciense. ®