Nacionalismo y fundamentalismo religioso en el siglo XXI

Una relectura del desastre

Éste es el diálogo virtual que sostuvieron cuatro académicas en marzo de 2006 entre La Haya, París, Nueva York y Caracas en torno al repunte del nacionalismo en el siglo XXI, así como de los fundamentalismos políticos y religiosos de uno y otro signo. El simposio fue organizado por el portal virtual de Transmag con la intención de reunir a un grupo de mujeres con experiencia multicultural para debatir en torno al uso del elemento nacionalista en las relaciones de poder tanto laico como religioso.

Angelina Jaffé

Angelina Jaffé Carbonell [moderadora] En 1972, en su ensayo sobre los orígenes del nacionalismo, Isahia Berlin escribió: “Cualquiera que sea la explicación de este fenómeno [el nacionalismo], que, a su manera, es igual de amenazador que otros peligros que pesan sobre la humanidad —contaminación o sobrepoblación u holocausto nuclear—, su nacimiento es incompatible con la noción del siglo XIX sobre la relativa insignificancia de la raza o la nacionalidad, o incluso la cultura, opuestos a, digamos, la competencia de clase o la competencia económica, o factores psicológicos y antropológicos frente a factores sociológicos o económicos. Sin embargo, éstos eran preceptos sobre los cuales se fundaban las predicciones de la emergencia de una sociedad racional, estuviese basada en principios de liberalismo individual o en una centralización tecnocrática”. Hace diez años Martha Nussbaum escribió en una réplica en el marco de una discusión sobre los límites del patriotismo que “considerar a las personas como moralmente iguales es tratar elementos como la nacionalidad, la etnicidad, la religión, la clase, la raza o el sexo como ‘moralmente irrelevantes’ —irrelevantes para esa medida igualitaria”.

La afirmación del fundador de los estudios de Historia intelectual y la de una filósofa social contemporánea. El nacionalismo, prácticamente ignorado durante el siglo XIX, conoció su máximo apogeo durante el siglo XX. La controversia que se suscitó entre el universalismo ilustrado francés y el romanticismo alemán parece haber evolucionado hacia el actual enfrentamiento entre patriotismo y “cosmopolitanismo”. Si consideramos algunos hechos de principios del siglo XXI, como el voto negativo a la Constitución Europea en Francia y Holanda, el terrorismo como fenómeno cultural y religioso, experimentos nacionalistas y socialistas en la periferia como en Venezuela, el uso político de la etnicidad, frecuentes invocaciones a posturas antimperialistas, la redefinición del Estado-nación en la ex URSS y, en general, la expansión nacionalista fuera de Europa, podríamos preguntarnos si la humanidad aprendió algo del aforismo de Santayana sobre el destino de repetir la historia si no se recuerda. ¿Las lecciones extraídas de las tragedias nacionalistas del siglo XX modificaron de alguna manera la actual percepción de este concepto tan problemático? Si ello es así, ¿qué significa hoy en día el nacionalismo y para quién?

Algunos países como Afganistán, luego de un gobierno religioso fundamentalista, y Ruanda, después de un genocidio y una guerra civil, tratan de usar este concepto de sentimiento de pertenencia nacional para construir una “nación” como vía de escape a odios raciales y religiosos preexistentes. ¿Pudiera considerarse ello como una evolución positiva del concepto?

¿Cómo ven ustedes articulado el fenómeno del nacionalismo, o más bien, su formulación y discurso político o académico con discusiones ideológicas (para algunos superadas) y más recientemente con discursos étnicos, religiosos y regionales?

Colette Capriles: Me gustaría introducir la tesis (quizás provocadora) de que los nacionalismos de los siglos XX y XXI se articulan más bien a procesos de despolitización, es decir, a la incapacidad de los distintos discursos políticos para ofrecer identidades políticas plenas (y por esto entiendo identidades inclusivas, que establezcan vías de acceso al poder). En América Latina se vislumbran justamente ejemplos de auge nacionalista y de etnificación del conflicto social a medida que el reino de las ideologías se ha ido desvaneciendo, desapareciendo también la serie de mediaciones políticas, como los partidos, que aseguran aquellas identidades políticas. Así, veo los nacionalismos como sustitutos discursivos particularistas de la política moderna que pueden traicionar la vocación universalista de esta última.

Angelina Jaffé: ¿Cómo defines la política en este sentido? El nacionalismo fue utilizado como un componente importante del fascismo alemán e italiano y del socialismo soviético y luego periférico en el siglo XX. ¿La migración hacia lo étnico y racial hace que deje de ser político en los noventa?

Colette Capriles: Entiendo que los valores políticos modernos crean o deberían crear un tejido identitario “abstracto”, de tipo universal o con vocación universalista (igualdad en la diversidad, libertades individuales, ámbitos diferenciados de lo privado y de lo público) que envuelve, por así decirlo, otras identidades, entre las que se puede contar la pertenencia a una comunidad nacional que se orienta por valores culturales específicos (o en el caso de los fascismos europeos, por valores raciales, étnicos o míticos). Los nacionalismos son ya, en sí mismos, el síntoma de un debilitamiento de esos valores políticos modernos, y adquieren un valor diferenciador y movilizador precisamente porque ya “lo político”, en el sentido abstracto, no ofrece identificación. Indudablemente, toda sociedad, por más comprometida que esté con valores universales, sufre tensiones particulares, identitarias, que pueden emerger en un momento dado como nacionalismos politizados, es decir, con una fuerza movilizadora para la búsqueda de un proyecto común que no queda satisfecha con aquella identidad “universal”. Una manera simple de decirlo sería: el “otro” (diferente) se convierte (o es convertido) en una amenaza cuando el lenguaje común (universal) resulta insuficiente para darle contenido al “nosotros”.

Angelina Jaffé: Coincido con tu apreciación berliniana, para decirlo de alguna manera. Sin embargo, no deja de ser inquietante el uso de categorías identitarias no políticas para alcanzar objetivos netamente políticos. ¿Podríamos estar frente a un fenómeno de politización de lo étnico, racial y religioso? Me gustaría un comentario de Colette sobre sucesos electorales recientes en América Latina, un comentario de Elizabeth sobre lo sucedido en Francia y un comentario de Ayaan sobre la reciente crisis de las caricaturas danesas [los dibujos de Mahoma publicados en el diario Jyllands Postens].

Colette Capriles: Acabo de leer el texto del discurso [“The right to offend”, 9 de febrero de 2006) de Ayaan en Berlín y creo que su valentía y claridad son extremadamente elocuentes y establecen un tema central (no sólo para los nacionalismos, sino para la política en general), que es el de los límites de la tolerancia. Antes de comentarlo, quisiera aclarar que estamos considerando a la vez varios elementos que deberíamos distinguir: nacionalismos, fundamentalismos religiosos, etnicidades. Lo que tienen en común estos fenómenos es que se oponen a la visión liberal de la convivencia, según la cual lo que define al sujeto en su vida pública no es su biografía ni su pertenencia a una comunidad específica, sino sus convicciones con respecto a la libertad de cada quien. Cada uno puede tener toda clase de creencias en su vida privada, pero en el ámbito público, en nuestra concepción liberal occidental, debería guiarse por la idea de que puede ejercer su voluntad libremente (y esto implica, racionalmente).

Consideremos el caso del texto de Ayaan: un alegato a favor de la tolerancia, que es, característicamente, un valor occidental (construido después de siglos de enfrentamiento, y esto no debemos olvidarlo). La pregunta que puede formulársele es la más obvia: ¿cómo ser tolerantes y a la vez imponer la tolerancia? La respuesta es que sólo puede ocurrir esto respetando ciertos marcos legales o procesales que igualen las oportunidades de todos de defender sus ideas (la solución rawlsiana). Pero creo que las palabras de Ayaan Hirsi Ali dirigen el debate a un plano más “existencial”: su mensaje, si lo leo bien, es que cada uno debe tener un compromiso vital con sus valores pero, al mismo tiempo, debe abstenerse de imponérselos tiránicamente a los demás. El quid de la tolerancia sería entonces la capacidad de reflexión de cada quien (una aspiración muy occidental).

Debo expresar mi solidaridad y acuerdo con sus palabras, por cierto. En cuanto al tema de las elecciones en América Latina y nuestra ola nacionalista y a veces etnicista, lo comentaré en mi próximo mensaje.

Angelina Jaffé: Ayaan, Colette estaba comentando tu discurso en Berlín y el significado de la tolerancia. Tal vez nos podrías contar un poco sobre el uso de la religión en el nacionalismo panárabe desde tu experiencia en Arabia Saudita. Elizabeth, me interesan en especial tus comentarios sobre el uso del nacionalismo en la llamada revolución cubana; también me gustaría que comentaras el tema contemporáneo de la etnicidad en relación con los recientes motines en Francia y sus posibles consecuencias políticas, si las hay. Colette, si no me equivoco, creo que tienes un punto de vista interesante sobre los motines en Francia y los paralelos que existen entre éstos y los motines en Caracas en 1989.

Ayaan Hirsi Ali: Tanto los nacionalistas como el clero utilizan la religión como un instrumento de poder. Arabia Saudita es una monarquía tribal (una encarnación del nacionalismo) y el Islam es el principal instrumento usado por el gobierno para controlar las mentes y los corazones de los ciudadanos sauditas. Los miembros de la familia real se han autodesignado como los protectores de los dos lugares sagrados del Islam, las ciudades de Meca y Medina. De esta manera, dan a entender que nadie puede rebatir su derecho al poder absoluto.

El gobierno también utiliza el Islam para limitar la razón individual, haciendo de la religión el único instrumento aceptable de socialización. Por ejemplo, casi 80% del currículo en los colegios consiste de enseñanzas islámicas. En los colegios está prohibido enseñar todo lo que contradiga las enseñanzas del profeta. Las ciencias (sociales) no existen en Arabia Saudita: la psicología, la sociología, las ciencias políticas, la filosofía, son por naturaleza cursos que requieren el uso intensivo de las facultades críticas de los estudiantes. Estos cursos simplemente no se ofrecen. El periodismo se limita a repetir lo que el gobierno quiere que sepa la gente. A las investigaciones antigubernamentales las califican como antiislámicas.

La tolerancia es un concepto que se entiende de una manera distinta en Arabia Saudita. La tolerancia se aplica sólo a los miembros de la familia Saud y a sus ciudadanos fieles: nadie va a ser intolerante contigo con tal de que demuestres total adherencia a los preceptos islámicos. Esta concepción de la tolerancia es radicalmente diferente a la que estamos acostumbrados en Occidente; la tolerancia como el respeto al punto de vista de los demás cuando éste difiere del mío.

La religión en Arabia Saudita es, pues, una forma de ganar y mantener un poder ilimitado sobre la población.

Elizabeth Burgos: Se ha mencionado la idea de la despolitización; el sentido de pertenencia a una etnia, a una comunidad o a una religión como sustituto o prótesis de la ideología política que había existido hasta ahora, que ha ocupado el espacio de la ideología. Me pregunto si lo que está sucediendo con el surgimiento de amplias capas de la sociedad que hoy se están expresando públicamente y de forma colectiva no sería más bien el hecho de que esos grupos sociales, que hasta ahora habían observado discreción, han ido accediendo a la modernidad. No creo que el discurso de la marginalidad ni el de la humillación ni el de la pobreza hayan causado las revueltas que vemos hoy en día en los lugares más variados del planeta. Creo que habiendo cobrado suficiente fuerza y conciencia de sí mismos, estos grupos están creando nuevas ideologías o desean ser partícipes de la formación de modelos sociales y políticos; tal vez de forma torpe, pero los advenedizos son siempre torpes al principio. Esas nuevas ideologías parecen ser un ersatz o precipitado de la llamada cultura “occidental”, engastada a la cultura específica de cada grupo social, producto de su identidad étnica o, preferiría decir; de las corrientes subterráneas de la cultura original. La simultaneidad y la rapidez de la información hacen que las interconexiones, las influencias operen de inmediato. Las expresiones étnicas, religiosas, pretendidamente indentitarias de tipo, se dan apoyándose en un discurso netamente derivado de la que ha sido la Ilustración europea y el universalismo occidental: el concepto de nación, de autonomía, de nacionalismo, etc. Los acontecimientos recientes en los suburbios franceses se inscriben en la tradición francesa más rancia de las barricadas.

En relación con los acontecimientos de Caracas de 1989 y los de este invierno en Francia, es cierto que tienen en común el hecho de que esos sectores, que han logrado acceder al festín de la economía de consumo y al confort en los últimos años, expresen su deseo de lograr acceder al mismo estatus que la clase media. Sin embargo, para lograr hacerse una idea global de las circunstancias, es necesario considerar la voluntad antidemocrática de las tendencias políticas por un lado y religiosas por el otro que tratan de manipular estas circunstancias y utilizarlas para fines opuestos a la democracia. Y es allí donde veo la gravedad del problema. En medio del clamor de cambio, del deseo de reconocimiento, de verse reconocido en la mirada del “otro” como alguien digno, aparecen los mesías, los señores de la guerra, el hombre providencial, y es cuando esos movimientos cobran un cariz cercano a la adoración religiosa. Un momento similar de crisis dio paso al fascismo y al nazismo y permitió que las dos figuras que lo representaron, Hitler y Mussolini, gozaran de la adoración de sus seguidores.

Lo que describe Ayaan acerca de Arabia Saudita, guardando las proporciones, tiene mucho en común con el régimen que impera en Cuba.

Fotograma de Submission

Ayaan Hirsi Ali: La mayor amenaza para los dictadores árabes y para los nacionalistas panárabes es una sociedad civil con una actitud crítica ante la idea de que el Islam es la única base moral de la humanidad. Esa actitud crítica comienza cuestionando los tres tabúes principales del Islam. El primer tabú es que Dios escribió el Corán y que por lo tanto los seres humanos no pueden modificarlo. El segundo es la infalibilidad de Mahoma. El tercero es la moralidad sexual que prescribe la ley islámica y su efecto sobre las mujeres. Mientras la gente viva bajo dictaduras árabes estos tabúes seguirán en pie. Ahora, sin embargo, estamos viendo el surgimiento de una nueva minoría musulmana que vive en países occidentales y que está reflexionando críticamente sobre sus creencias: Irshad Manji, Fareed Zakaria, Taslima Nasreen, Nahed Salim, etc. Si consideramos la velocidad de la globalización, estas voces pueden llegar (y de hecho ya están llegando) a millones de personas en el Medio Oriente. El libro de Irshad Manji (The trouble with Islam today) ya se tradujo al árabe y se puede conseguir en la red. Mi película Submission (2004) ha pasado de mano en mano (un amigo estimó que ha llegado a seis millones de personas).

La reacción de los países autoritarios a las caricaturas danesas revela, entre otras cosas, su empeño en perpetuar el tabú del profeta. Si el profeta se convierte para los árabes comunes y corrientes en lo mismo que Jesús es hoy en día para los occidentales, el nacionalismo árabe religioso y, de hecho, las dictaduras árabes-islámicas perderán su poder. Un Mahoma humanizado debilitará el poder que tienen los fundamentalistas sobre las mentes de los individuos árabes e islámicos. Si mi teoría es correcta, esto explica por qué los fundamentalistas y los regímenes árabes a los cuales se oponen se han unido para proteger a Mahoma del escrutinio: el tabú sobre Mahoma es una formidable fuente de poder para ambos grupos.

Angelina Jaffé: Inmediatamente se me vino a la mente el uso de la reclusión psiquiátrica para los opositores del régimen que se practicó en la Unión Soviética y se sigue aplicando en China actualmente. Es la negación de la racionalidad e incluso de la salud mental ante un simple problema de disenso político.

Colette Capriles: Parece que nos hemos encontrado con una “doble naturaleza” de los nacionalismos. Por una parte, como lo dice Elizabeth, han servido para consolidar (en el caso de Francia y de otras naciones occidentales) los valores de la libertad (las barricadas, la democratización). Por otra parte, como lo describe dolorosamente Ayaan, los nacionalismos sirven a la causa del poder absoluto. Comparto la perspectiva de Elizabeth de que la crisis de los banlieues (aglomeraciones urbanas periféricas) (exactamente como ocurrió en Venezuela con los motines del 27 de febrero de 1989) es el resultado de un hambre de modernidad que coexiste con las culturas no modernas (y “modernidad” quiere decir aquí tanto el modo de consumo de bienes modernos como la incorporación a los valores modernos).

Por otra parte, es interesante notar que el Islam tiene una vocación universalista en el sentido de que borra las diferencias nacionales para unificar al creyente bajo un único sistema ético/político. Sus ambiciones son mucho más amplias que cualquier otra ideología (exceptuando el marxismo-leninismo).

Elizabeth Burgos: Las religiones monoteístas son universalistas, y el marxismo es una religión. Funciona igual que una religión, aunque no alcance el ámbito de lo sagrado. Es cierto que el Islam tiene esa dimensión de infalibilidad como una religión basada en un libro imposible de modificar y que determina todas las facetas de la vida. El marxismo de Estado ha cobrado esa dimensión, de allí que tenga mucho en común con una religión.

En Cuba la imagen, la persona del comandante en jefe, primer ministro, primer secretario del Partido Comunista, jefe de las fuerzas armadas, presidente del consejo de Estado, es el garante de la supervivencia del régimen, de la base del poder, de la defensa de la nación; él controla la razón y el pensamiento de todos. El Partido Comunista es un elemento de control de la sociedad, y la verdadera base del poder es el Ministerio del Interior y la Policía política. En Arabia Saudita la policía religiosa también cumple ese papel.

Sin embargo, el mesianismo castrista se ha expandido. Ese elemento milenarista está muy presente de nuevo y se está dando como fenómeno global: el mesianismo. Es misterioso que hayan surgido simultáneamente en el escenario político un Bin Laden, un Bush y un Chávez. Los tres tienen desarrollado muy hondamente el mesianismo guerrero. Es indudable que el islamismo está en guerra contra la mujer; de igual manera, el machismo guerrero de los dos otros significa una exclusión de la mujer del ámbito del sujeto pensante, participante. Lo femenino está excluido de su esquema de poder. Me da la impresión de que en países que enfrentan una grave crisis político-social ese elemento no se ha tomado suficientemente en cuenta; me refiero a Venezuela. Intuyo un fallo en la configuración identitaria hombre/mujer. El hombre venezolano está traumatizado en su autoestima viril; por eso, cuando aparece un mesías lleno de los atributos del machismo más primitivo, muchos hombres se sienten rehabilitados e identificados con su imagen. Como mujeres, deberíamos ahondar más en ese tópico.

Angelina Jaffé: El tema de la mujer ha sido muy abandonado en este contexto. Creo que Ayaan nos puede aportar mucho en este sentido en el marco del Islam. Recuerdo, Elizabeth, que hiciste unos comentarios muy pertinentes en tu artículo de la revista caraqueña El Puente [“Perturbaciones cubanas en América Latina”, enero de 2004] sobre la relación masculina entre los que se consideran revolucionarios.

Por otra parte, quisiera preguntarle a Ayaan cómo ve ella la relación entre aquellos musulmanes que viven en Occidente (y que ella menciona) y lo que sucede dentro de las sociedades islámicas propiamente. ¿Es el anhelo de modernidad también un fenómeno de evolución interna en las sociedades islámicas?

Ayaan Hirsi Ali: Una campaña por la equidad moral (Nussbaum) de todos los seres humanos es tan necesaria como urgente. Es necesario luchar contra los movimientos extremistas que logran abusar del poder con impunidad al señalar las fallas de Occidente en el pasado y en el presente. Si los países árabes y musulmanes exigen respeto por sus iconos religiosos en Europa, es necesario, por cuestiones de equidad moral, que los representantes de los países occidentales les señalen a los países árabe-musulmanes la falta de respeto por las religiones de los demás en sus naciones. En los países islámicos, los cristianos, los judíos y los zoroastrianos son tratados como ciudadanos de segundo rango o perseguidos sin piedad. Si algún individuo musulmán quiere convertirse a otra religión o simplemente quiere dejar el Islam, lo matan.

La equidad moral también es urgente porque muchos de los misionarios del Jihad que predican el odio y reclutan gente para el Jihad en Europa hacen uso de la libertad de expresión y la libertad religiosa para expandir su base de seguidores. Una forma importante de contrarrestar estos peligrosos movimientos es, claro, proteger la libertad de expresión, pero también, basándose en la equidad moral, persuadir a los musulmanes que se oponen a las críticas de los tabúes islámicos de que sus creencias están tan sujetas a la crítica como cualquier otra idea. De esta manera, quienes quieren proteger a la sociedad abierta de sus enemigos no sólo estarán a la defensiva, sino que además empezarán a trabajar activamente para ganarse los corazones y las mentes de los musulmanes con base en argumentos racionales. Lo que están haciendo los mullahs y los imams en este momento es establecer un monopolio sobre todos los musulmanes. Es una lástima que nunca cuestionamos la idea de que la mente de un individuo musulmán es propiedad de los líderes islámicos.

También creo que deberíamos discutir las diferencias entre la Ilustración occidental y los movimientos antimodernidad que buscan concentrar el poder en manos de unos pocos y reducir el individuo a un organismo cuya voluntad y libertad se deben sacrificar a un “bien común” dictado por los pocos que están en el poder.

Responderé a dos puntos que han surgido: 1. El lugar de la mujer en el Islam y 2. La pregunta de si hay individuos en países islámicos que desean la modernidad.

1. El Islam está basado en la cultura tribal del desierto árabe. Una visión patriarcal de la vida es inherente a la sociedad nómada árabe, dividida en tribus y clanes. Cuando el profeta Mahoma fundó el Islam mejoró las vidas de las mujeres, de acuerdo con los musulmanes, al abolir atrocidades como la práctica de enterrar a niñas de siete años al ser consideradas superfluas. También limitó el número de mujeres que un hombre podía tomar por esposas a cuatro, excluyéndose sólo a sí mismo (tuvo de nueve a catorce esposas) de esa regla. Sin embargo, Mahoma también santificó la tradición tribal del honor familiar; en la cultura árabe, el honor familiar depende del comportamiento casto de las niñas y las mujeres de la familia. El Islam legalizó lo que era simplemente un código tribal, como el requisito de la virginidad antes del matrimonio. En la ley islámica las mujeres no pueden participar en la esfera pública. El testimonio de dos mujeres vale lo que vale el de un solo hombre. Una mujer no puede salir de su casa sin el permiso del hombre que la tiene a su cargo. De hecho, la mujer nunca llega verdaderamente a la edad adulta. Debe tapar su cuerpo pues se supone que al verlo los hombres se pueden excitar de tal manera que son capaces de violarla. Ella sólo se puede divorciar demostrando que su marido es impotente o estéril y que la descuida materialmente. Los hombres, por otro lado, sólo necesitan decirle a su esposa “Te divorcio” tres veces ante dos testigos (hombres) y queda divorciada. Ella sólo puede heredar la mitad de lo que hereda su hermano; si está casada, hereda un cuarto de lo que hereda su hermano. Una mujer tiene que estar sexualmente disponible para su marido en cualquier momento y en cualquier lugar que él lo desee. Si él teme que su esposa pueda desobedecerlo en lo más mínimo le puede advertir, la puede dejar sola en cama y eventualmente la puede golpear; también puede casarse con otra mujer. Todas estas reglas son favorables para el hombre y no son recíprocas.

No todos los hombres son machistas, y muchos padres dejan que sus hijas vayan a la escuela, escojan a sus parejas y decidan su futuro. Desafortunadamente, este grupo de hombres es demasiado pequeño y se les critica constantemente, acusándolos de violar las reglas musulmanas. El feminismo como tal no existe en el mundo árabe. Las pocas feministas que existen, como Nawal Al Saadawi y Fatima Mernissi, no han podido suscitar un seguimiento masivo. También se han dejado llevar por ideales comunistas.

Para resumir, el Islam es extremadamente hostil a las mujeres, mucho más que el comunismo o cualquier otra forma de nacionalismo. El islamismo pasivo, como el que practican los líderes árabes, permite que algunas mujeres sean un poco más libres. Sin embargo, la creciente popularidad del Islam puritano y radical está volviendo a suprimir muchas de las libertades adquiridas por las mujeres árabes a lo largo de la historia.

2. Obviamente, hay varios individuos como Irshad y Taslima en los países musulmanes. Trabajan en circunstancias peligrosas para liberar las mentes de sus compatriotas del oscurantismo. También hay otros ejemplos bien conocidos de individuos que fueron descubiertos y asesinados: artistas, poetas, políticos, etc. Buscaré sus nombres.

Elizabeth Burgos: Coincido con Ayaan en la necesidad de exigirle respeto también a los islámicos; el respeto por los símbolos religiosos de otras obediencias. Yo pediría también el respeto por las leyes de los países en donde viven afincadas comunidades religiosas. Vivo en Francia y soy testigo cotidianamente de la poca firmeza de la sociedad francesa en su defensa de los logros republicanos de este país, en particular la laicidad en la esfera de lo público, la igualdad de la mujer. Hoy ha estallado un nuevo escándalo porque un alcalde se negó a casar a una pareja cuando la novia rehusó quitarse la burka durante la ceremonia. Se trata de un acto administrativo que requiere que se conozca la identidad de la persona. Igualmente sucede con la fotografía que lleva la tarjeta de identidad. En los hospitales se niegan a ser auscultadas por médicos hombres, están exigiendo la separación entre varones y mujeres en las piscinas públicas. Exigen que las mujeres sean eximidas de las clases de educación física y de biología. Francia ha caído víctima del chantaje por las acusaciones de colonialismo. Muchos comienzan a admitir que es una culpa que deben expiar por haber sido una potencia colonial. Hay hasta quienes han llegado al extremo de defender la práctica de la amputación del clítoris por ser una “práctica ancestral”, cuando según las leyes francesas se le considera un atentado contra la integridad de la persona.

Europa está observando un comportamiento irresponsable, en particular la izquierda, sobre todo la extrema izquierda francesa: abogan por una actitud laxa y consideran la defensa de los valores republicanos una actitud de derechas y reaccionaria. En Francia se construyen cada día más mezquitas y Francia nunca ha exigido la reciprocidad de que por lo menos se disponga de una capilla en algún país islámico. Los cristianos y en particular los judíos han sido perseguidos, se les han confiscado sus bienes en los países árabes y eso ha permanecido en silencio.

Angelina Jaffé: Elizabeth, pienso que hay muchos cabos sueltos. Colette quería indagar en algunos de ellos. Pienso que deberíamos continuar la discusión libre (cada quien se conecta cuando tenga tiempo) y luego hacer una conversación final. Tu último punto y el tema de la feminidad, así como el que plantea Ayaan de las amenazas internas de una sociedad abierta, creo que merecen profundizarse.

Colette Capriles: Reflexionando sobre el tema de la libertad entre nosotros (me refiero a los venezolanos, y quizás pueda extenderse lo que voy a decir a otros latinoamericanos), sólo se me ocurre la fórmula del “miedo a la libertad”. En un artículo que debe salir mañana en un diario venezolano trato (creo que infructuosamente) de nombrar lo que he visto en mis clases entre jóvenes de 17 o 18 años: la idea de que no haya una autoridad que “ponga orden”, que castigue y ponga límites les resulta profundamente angustiante. Y eso tiene que ver con la indiferencia moral, con el silencio ético. El texto que Ayaan leyó en Berlín muestra una fuerza que en Occidente parece haberse perdido: la convicción de que hay valores y sobre todo conductas que es necesario sostener. Ayaan mencionaba que el Islam se percibe como invulnerable a la crítica, y creo que ahí está el punto de ruptura con Occidente. La razón ilustrada es una razón que se piensa a sí misma, es decir, que se critica, se pone a prueba, y ello con los riesgos que justamente ahora parecen haberse cumplido: la hipercrítica ha terminado por desconectarnos de nuestras prácticas morales más valiosas.

Esto lo digo porque hemos podido concluir que los nacionalismos se vuelven virulentos en la medida en que se desarrollan como instrumentos de poderes no democráticos (y en ese sentido, poderes no modernos). En el caso del Islam, la identidad religiosa se pone en muchos casos al servicio de tiranías que incluso traicionan preceptos y valores islámicos, de la misma manera como las guerras de religión en el siglo XVII europeo reflejaban muy poco los valores cristianos que decían defender.

Más que una crisis entre Oriente y Occidente hay una crisis dentro de cada uno de estos mundos. Una crisis especular: la indiferencia, la mollesse si así se puede decir, de Occidente le responde al fundamentalismo islámico. Esta indiferencia, laxitud, pereza o como pueda llamársele, no es un peligro frente al Islam sino que en realidad hace peligrar la forma de vida liberal que conocemos.

Me pregunto, después de estas reflexiones, sobre la relación entre nacionalismos y patriotismos. La cuestión tiene importancia en América Latina porque la raíz republicana del patriotismo es suficientemente sólida como para justificar la apelación a la patria y a la defensa de la nación en momentos de crisis política. Sin embargo, América Latina, sobre su tradición republicana, ha edificado también una cultura cosmopolita moderna que debilita el nexo nacionalista. En ese sentido no parece que los cambios políticos que se observan en América Latina constituyan un renacer de los nacionalismos. El caso de Evo Morales es interesante: aunque reivindique su ascendencia indígena, ha llegado a ser presidente de Bolivia por su trayectoria como dirigente sindical y no por su identidad étnica. Esto no significa que Morales no utilice el discurso etnificador para intentar lograr cohesión política, pero su éxito en ese sentido será limitado, creo.

Angelina Jaffé: El patriotismo latinoamericano tiene sus peculiaridades con respecto al nacionalismo europeo del siglo XX, por ejemplo. A falta de un vínculo histórico, se desplaza hacia el discurso republicano. En este sentido, la introducción de elementos no políticos, como el elemento étnico, constituye una ruptura en el discurso republicano puro y sobre todo en su efecto integrador, planteando sociedades excluyentes o al menos así categorizadas teóricamente; allí el discurso comienza a coincidir con los planteamientos nacional-socialistas.

Me inquieta la coincidencia entre el totalitarismo religioso clásico y el de corte más contemporáneo y discurso laico. La sed de modernidad y los choques que se producen en ambos casos también son inquietantes. Parecen referirse más al consumo que a un concepto de libertad “ilustrada” y sociedad abierta.

Colette Capriles: No hemos tocado el tema del patriotismo (pienso en Viroli y el patriotismo republicano). Es evidente que forma parte de la misma constelación que hemos diagnosticado: ideas-fuerza que movilizan identidades políticas. Sólo que en el caso del patriotismo, el foco es precisamente una abstracción política y no una totalidad étnica/nacional.

Casualmente ha estallado un escándalo en Venezuela con respecto a un grupo político de la provincia petrolera de Zulia, que estaría promoviendo un referéndum para establecer un estatuto de autonomía económica que les permita desarrollar una economía capitalista al margen del poder del Estado central cuyo modelo económico, estatista y socializante, está dando los peores resultados y ha eliminado los avances adquiridos en veinte años de descentralización política. En un país tradicionalmente centralista (desde hace cien años), el discurso del gobierno trata de convertir esta iniciativa en un movimiento secesionista y de traición a la patria. Debo recordar que esta provincia está gobernada por la oposición y que es la que más aporta al PIB nacional. En lo personal, me resulta reveladora esta situación porque pone en evidencia cómo el discurso territorial aparece cuando las opciones políticas se han cerrado. Quiero decir: en medio de una crisis política como la que vive Venezuela, en la que la democracia parece un instrumento del más fuerte y no un modo de vida compartido, esta línea autonomista aparece como una manera de mostrar la lucha política. En lo personal no apoyo este tipo de visión, porque creo que tarde o temprano termina por agotar la salida política y democrática, pero resulta preocupante.

Angelina, me gustaría que explicaras esta coincidencia. Creo que la entiendo así: el fundamentalismo puede ser religioso o laico (y esto significa que son inconmensurables, es decir, irreconciliables), y ello pone de manifiesto una crisis de la idea de sociedad abierta. Hay que desarrollar la idea del consumo de discursos: se “consume” libertad (¿en cierto sentido, la libertad se define por la capacidad de consumo?) como se consume música por el iPod o se consume vestimenta étnica.

Angelina Jaffé: También he estado pensando en la dicotomía de Viroli y a ello me referí cuando hablaba del peligro de invocar elementos étnicos a efectos de un reagrupamiento político-nacional. Independientemente de lo que se pueda pensar del gobierno de Paul Kagame en Ruanda y su tendencia autoritaria, está utilizando exactamente el proceso contrario para reconciliar el país luego del genocidio de 1994 (no sé hasta qué punto lo logra), pero básicamente está tratando de suprimir la referencia étnica entre hutus y tutsis y de crear una referencia nacional-republicana ruandesa. Es justamente lo contrario de lo que pasa en Bolivia, por ejemplo, donde todavía no veo cómo Evo Morales, con un discurso étnico-nacionalista, va a reconciliar al Altiplano y a Santa Cruz de la Sierra. Lo del movimiento autonómico del Zulia en Venezuela creo que no tiene nada que ver con lo anterior y coincido plenamente en que es una válvula de escape al proceso de asfixia que ha experimentado la descentralización en el gobierno de Chávez, proceso que por lo demás en su momento salvó temporalmente al establishment político venezolano de la época.

Por otra parte, cuando me refiero al “consumo” lo limito a su acepción material, que ciertamente es una forma de libertad, pero apenas una de tantas. También es cierto que ese deseo de consumo material puede llevar a un concepto más amplio de libertad. Y pienso no sólo en el ya clásico fenómeno de la inmigración de los más necesitados a países con economías de mercado, sino enclaves que se van formando en otras latitudes como en el caso de Dubai, por ejemplo, que con su explosión inmobiliaria, financiera y comercial está atrayendo una enorme cantidad de personas de países musulmanes que buscan una cierta modernidad pero no necesariamente en un país occidental.

Elizabeth Burgos: Colette mencionó al principio la cuestión de las “identidades políticas plenas inclusivas, que establezcan vías de acceso al poder”. Ayaan Hirsi Ali pone el acento sobre la acción de la sociedad civil, además de sus muy acertados comentarios sobre el funcionamiento de las sociedades regidas por el Islam. Angelina trae a colación la introducción del elemento étnico en el discurso político de hoy que traería como consecuencia la ruptura del pacto republicano y la coincidencia de este elemento con los planteamientos nacional-socialistas. Independientemente de toda consideración teórica, no creo que exista un mundo sin ideologías; estamos en un proceso en el que permanentemente aparecen nuevas ideologías y debemos estar atentos y a la escucha de ellas. Al observar los acontecimientos que cada día nos golpean podemos advertir la emergencia de nuevos sujetos políticos que se expresan de forma colectiva, de individuos que antes aceptaban dócilmente el discurso de las élites, tanto en el llamado Occidente como en el resto del mundo, suficientemente occidentalizado como para que también se sume a esa tendencia planetaria. Hasta en China, país donde se ejerce un control férreo sobre la población, ciertos grupos de personas se están expresando y enfrentándose al poder. (He visto imágenes de revueltas campesinas filmadas por cámaras ocultas, gracias a la gran cantidad de franceses que van a trabajar a China en las inmensas obras de construcción que ha emprendido ese país en su carrera por igualarse y sobrepasar a Occidente. Un país no puede convertirse en gran potencia retrocediendo hacia el tradicionalismo: la historia de las civilizaciones lo ha demostrado.) Hasta en Cuba, una isla sin fronteras donde la policía ejerce un control absoluto sobre la población, Marta Beatriz Roque ha establecido un grupo que reivindica el derecho de expresión de la sociedad civil. Ni qué hablar del proyecto Varela, de los periodistas independientes y de muchos otros grupos que han surgido en la isla. Estos outsiders de la política están incidiendo en ella con otras herramientas que las de los partidos políticos, los cuales no se percataron de la marea que se estaba gestando. Como se ha visto en Venezuela, ni los partidos ni las élites se percataron de que su condescendencia hacia esa parte de la población que no fue incluida como ciudadana ya no era suficiente; no se percataron de que algún día esa población iba a exigir que se escuchara su voz. Desgraciadamente, esa agenda pendiente la está manipulando un populista que no posee los instrumentos intelectuales ni el equilibrio psíquico para hacerle frente.

Lo que percibo en esas manifestaciones, que corresponden al coro de las tragedias griegas, cuyo papel es expresar la voz de la multitud, es la incidencia de las tradiciones culturales locales. A las sociedades se les debe considerar como lo que son: cuerpos vivos, cuya forma de expresión no se adscribe necesariamente a un corpus teórico. Angelina lo ilustra muy bien al traer a colación ejemplos concretos: el caso de Ruanda, el de Dubai.

El peligro que acosa a esos movimientos es el surgimiento del mesías providencial y carismático que no se apoya en los principios abstractos mencionados por Colette; principios que aboguen por entidades jurídicas basadas en el ciudadano con derechos y deberes, sino que funda su poder en la manipulación de las emociones. Pero todo lo que surja del mundo puramente emocional, emotivo, es endeble, inconsistente; de allí que el mesianismo necesite el enfrentamiento permanente, el estado de guerra y la crisis permanente para conservar el poder.

La variante mesiánico-populista que hoy vemos surgir en América Latina se caracteriza por una postura etno-nacionalista. Es una mezcla de la versión ideologizada e imitativa de un discurso forjado por las elites criollas latinoamericanas durante las guerras de independencia con el objeto de ocultar su carácter de guerras civiles y el elemento étnico, que es un problema real en los países con un alto porcentaje de población indígena, cuya situación es un anacronismo social y económico. Y conste, no creo en la versión generalizada de que las poblaciones indígenas han sido abandonadas y viven marginadas del mundo. Si así fuera no estarían tan presentes como lo están. Basta recordar la Ley de Participación Popular, iniciativa del primer gobierno de Sánchez de Lozada, sin la cual Evo Morales no sería hoy presidente de Bolivia. La tradición sindical boliviana es muy fuerte, pero muchos otros factores influyeron en la elección de Evo Morales, incluyendo el hecho de que Morales cuenta con un partido político. Por supuesto, el factor indígena desempeñó un papel importante, pero su vicepresidente, un intelectual no indígena, supo darle confianza a la región de Santa Cruz cuyas reivindicaciones autonómicas tienen orígenes variados y complejos: es una región con poca población indígena, mucha tierra libre, clima tropical, una cultura más distendida, una relación menos arcaica con la tierra y con la tradición indígena del altiplano, grandes reservas de petróleo y, en la región de Tarija, de gas. Ante el fenómeno autonómico boliviano, coincido con que el caso de Zulia es una válvula de escape. En el fondo, Evo Morales fue elegido porque ya había logrado derrocar a dos gobiernos y la clase media, ya cansada, optó por pactar y darle el voto a ver qué pasaba pues tenía paralizada la economía del país. Por otro lado, sus reivindicaciones de una salida al mar con Chile son compartidas por todas las clases sociales del país. El nacionalismo boliviano tiene bases históricas reales: demasiadas guerras con los vecinos, demasiada expoliación territorial.

De paso, el patriotismo, incluso el nacionalismo, y la cultura cosmopolita no son fuerzas contradictorias. No hay ciudades más cosmopolitas que Londres o París, y sin embargo tanto Inglaterra como Francia pueden sentar cátedra de nacionalismo.

A la noción de tolerancia que menciona Colette le tengo un poco de temor, pues en nombre de la tolerancia, por ejemplo, algunos sectores africanos en Francia exigen que se admita la extirpación del clítoris a las niñas. Yo creo que existe un cuerpo de leyes que debe respetarse cuando uno se instala en un país. Aquí viene a colación la opinión de Ayaan Hirsi Ali a propósito de las fallas de Occidente, su pasividad al defender los valores que han hecho posible una sociedad laica que impone ciertas leyes y exige que se respeten pero que también admite el espacio de lo privado, lo cual falta en el Islam.

El punto de ruptura con Occidente no se encuentra solamente en que el Islam es invulnerable a la crítica mientras la razón ilustrada abstracta se piensa a sí misma. El Islam es una religión que totaliza todas las facetas de la vida e incluye al Estado. El pensamiento ilustrado occidental no es equiparable a una religión. Esto merecería profundizarse.

Colette Capriles: Sí, el tema de la tolerancia debe ser visto con prudencia, en el sentido de que no es posible (a menos que uno se instale en una postura completamente abstracta e hiperintelectual) proponerla como una especie de práctica ascética que acabaría con todos los conflictos. En primer lugar porque el conflicto continuará por otros medios, pero sobre todo porque la tolerancia supone, por sí misma, un common ground, una comunidad mínima que no es de ninguna manera espontánea sino que es el resultado, en definitiva, de un acto de fuerza: de la instalación de poderes que “crean”, por así decirlo, la comunidad mínima. Algo que apunta a esto es el hecho de que Locke, quien ayudó a formular la concepción moderna de la tolerancia (distinta a la idea humanista renacentista), continuaba invirtiendo su capital en una compañía de trata de negros mientras escribía; el discurso sobre la tolerancia aparece precisamente en la medida en que Occidente se ve a sí mismo como normativo, como alfa y omega de lo humano. Frente al extremismo islámico ha habido, en nuestros tiempos, una indiferencia disfrazada de tolerancia, y creo que prácticas como la extirpación del clítoris son abominables sin que quepa el menor relativismo. Pero también es cierto que en otros tiempos (aunque cortos tiempos, sin duda) el Islam dio ejemplo de tolerancia, como en el caso del califato de Córdoba. Esto lo apunto porque el extremismo islámico no procede del hecho de que su fundamento sea religioso, sino que surge como el terreno sobre el cual los poderes totalitarios se están ejerciendo. De la misma manera, el problema con las nuevas configuraciones del poder en América Latina no es étnico o de clases como tal, sino que tiene que ver con el secuestro populista y antimoderno llevado a cabo por los demagogos actuales y posibles.

No estoy muy segura de que el populismo en América Latina obedezca a una dicotomía entre razón y emoción; hay que considerar que hay eventos concatenados además del appeal emocional. El hecho de que en América Latina no se hayan producido reformas en el sector público que permitan cambiar el esquema clientelista tal como debió ocurrir en la década de los noventa; un reciente incremento global del precio de las materias primas que le permiten a las economías de la región crecer al margen de cualquier esfuerzo productivo adicional; el desgaste de los partidos políticos y la confusión (o cansancio, como bien apunta Elizabeth para el caso boliviano) de las élites; todas estas condiciones le abren camino a liderazgos mesiánicos y posdemocráticos que pueden operar irresponsablemente. No soy optimista con respecto a lo que vaya a ocurrir en América Latina cuando estas condiciones cambien, porque lo que está ocurriendo es un proceso cada vez más acelerado de desintitucionalización. Me uno totalmente a la percepción de Elizabeth en cuanto al poder movilizador que el nacionalismo ha empezado a adquirir en nuestros países.

No hay necesariamente una contradicción entre cosmopolitismo y nacionalismo; tal vez haya que ver el asunto como la tensión entre nacionalismo y modernidad. O como las tensiones de la modernidad a secas: los valores universales están muy bien, pero a fin de cuentas la pregunta es cómo se viven esos valores concretamente, en la vida de las sociedades en las cuales también existen otros valores, a veces contradictorios. Una de las vías (por cierto, explorada desde los griegos, cuya sociedad también estaba llena de tensiones “cosmopolitas”) es la recuperación de la distinción entre lo privado y lo público, entre lo legal y lo consuetudinario, o, para utilizar una metáfora de Adam Smith, entre la gramática y el estilo: las leyes deben prohibir ciertas cosas, pero además, sin negar otros modos de vida, deben darle preferencia a ciertos modos de vida considerados como mejores. Cada sociedad hace su elección y sin favorecer el relativismo; es claro que así debe ocurrir.

Elizabeth Burgos: Personalmente me preocupa la ausencia de la mujer en la iniciativa de luchas específicas, proponiendo agendas propias. Doy un ejemplo: el caso de Venezuela. Sería deseable que surgiera un movimiento de mujeres que denunciara el machismo militarista exacerbado del gobierno, que denunciara y demostrara su oposición a la carrera armamentista en la que se ha enfrascado. Siempre me ha intrigado que no se haya desarrollado un movimiento mundial de mujeres contra la fábrica y el comercio de armas; que acepten tan dócilmente procrear hijos para que se conviertan en carne de cañón o en asesinos. Tal vez puedan mis palabras aparecer simplistas, pero estoy convencida de su justeza. Valdría la pena reflexionar acerca del modelo masculino del poder, que es el que ha imperado e impera. El hecho de que una mujer acceda al poder no quiere decir que ese modelo no siga vigente.

Vuelvo al tema del nacionalismo: si observamos las tendencias políticas de hoy, parece que la globalización y el debilitamiento del Estado-nación ha exacerbado sentimientos regionales muy fuertes y que han empezado a surgir nacionalismos regionales con características étnicas o religiosas (Bolivia, ex Yugoslavia). En España se han vuelto a exacerbar las exigencias autonómicas y hasta separatistas.

Angelina Jaffé: Pareciera que el uso del sentimiento nacionalista como elemento de cohesión política e instrumentalización del poder presenta un balance negativo en la relación liberalismo-totalitarismo. Su contenido es tan variado que va desde argumentaciones de género y raza hasta la reconstrucción de un pasado colectivo. En todo caso, el éxito con el que políticos inescrupulosos lo han utilizado para realizar experimentos de “ingeniería social” habla de la irracionalidad política del ser humano, ante la cual la liberalidad democrática e ilustrada siempre se verá amenazada. ®

Publicado originalmente en Replicante no. 9, «Dioses, santos y demonios», noviembre 2005-enero 2006.
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Publicado en: Destacados, Hemeroteca, Junio 2010, Noviembre 2012, Oriente vs Occidente

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