15 notas del Cervantino 39

Los dones de la naturaleza

A diferencia de años recientes, ahora hay un énfasis particular en la oferta musical de esta fiesta del espíritu, cuyo eje temático discurre sobre Los dones de la naturaleza, que tiene como invitados de honor a Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega y el estado de Nayarit, y un nada despreciable presupuesto.

Do

Una piedra más en el piso de estas pintorescas y coloniales callejuelas y el sistema de amortiguación de mis rodillas habría colapsado. He recorrido Guanajuato, ciudad de plazas, callejones, túneles y declives, para comprobar, de alguna manera, que aquí todo sigue igual y a la vez distinto para esta 39 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC).

A diferencia de años recientes, ahora hay un énfasis particular en la oferta musical de esta fiesta del espíritu, cuyo eje temático discurre sobre Los dones de la naturaleza, que tiene como invitados de honor a Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega y el estado de Nayarit, y un nada despreciable presupuesto de 122 millones de pesos aportados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, los gobiernos estatal y municipal y la Universidad de Guanajuato.

Como suele suceder, la atención principal no se centra en algunos artistas de semáforo que apenas si ganan su vida diaria con números básicos que no conmueven a los automovilistas en tránsito ni mucho menos a los habitantes que van de un lado a otro para cumplir su cotidianeidad, sino que habrá de repartirse en los 1,805 artistas de 29 países, 347 funciones y setenta actividades académicas que conformaron el FIC del 12 al 30 de octubre.

Decido que mi zona base será la Plaza de la Paz. De ahí, casi todo quedará cerca. Aquí, el ajetreo —casi todo producido por artistas invitados y organizadores y sus respectivas amistades o parentelas; gente de prensa y uno que otro visitante “real”—, es más evidente que en la periferia. Tuiteo. Tomo algunas fotografías y las subo a Facebook. A partir de ese momento, comparto momentos del FIC a mis contactos, quienes van comentando. Así, en medio de la muchedumbre, encuentro cierta intimidad retroalimentada.

Re

La noche del jueves 13 acudo al Teatro Juárez. El Théâtre des Bouffes du Nord presenta la primera de tres funciones de A Magic Flute, versión libre de Peter Brook, Franck Krawczyk y Marie-Hélène Estienne de la célebre ópera de Wolfgang Amadeus Mozart. Es a piano y con una escenografía sencilla con base en varas flexibles, aparentemente monótona pero que tiene la virtud de transformar y aludir: que sugiere.

La adaptación es de naturaleza teatral. Las voces de Roger Padullés, Antonio Figueroa, Julia Bullock, Malia Bendi-Merad, Dima Bawab, Virgile Frannais, Patrick Bolleire y Jean-Christophe Born son correctas, musicales, pero carecen de espectacularidad lírica. Lo que resulta altamente valioso es la manera en que desgranan la historia, sus simbolismos, y dejan la esencia de esta trama de acentos masónicos. La partitura tampoco está íntegra, pero contiene lo fundamental. La música que se ha dejado en esta versión es más que suficiente. Los pasajes más vistosos están reinterpretados, con dinámicas de tiempo, fraseo y humor que redescubren el significado y el valor sonoro del libreto. Este espectáculo constituye un ejemplo de cómo puede hacerse ópera con pocos recursos, con un trazo escénico creíble, de naturaleza portátil.

Al salir a la calle el ruido es casi insoportable. A lo lejos música de mariachi se mezcla con la de banda y la electrónica. Gente canta y grita entre copas. Otra transita rumbo a restoranes, bares y, los que tienen otra onda, a sus hoteles. Algunos hacen parada en algún Oxxo para adquirir preservativos.

Mi

Al salir a la calle el ruido es casi insoportable. A lo lejos música de mariachi se mezcla con la de banda y la electrónica. Gente canta y grita entre copas. Otra transita rumbo a restoranes, bares y, los que tienen otra onda, a sus hoteles. Algunos hacen parada en algún Oxxo para adquirir preservativos.

Viernes 14. En las calles no es raro observar vehículos que en el parabrisas portan el letrero de “Oficial” y un número de identificación. Felipe, el chofer de uno de ellos, me asegura que “dinero llama dinero. Con el FIC los que en verdad ganan son los grandes empresarios, los hoteleros y restauranteros, además del gobierno”. A él lo han contratado temporalmente. “No es mucho lo que nos dan por el apoyo que brindamos, cinco mil pesos, pero son buenos, porque muchos de nosotros no tenemos chamba y eso nos aliviana para llevar algo de comer a la familia”. Felipe acarrea artistas: de su hotel al recinto en el que habrán de ensayar o presentarse y viceversa. Ni él ni el anfitrión asignado para atender a ese grupo tienen planeado asistir a los eventos porque “el trabajo es demandante, no queda tiempo para más”.

Me consta que a los artistas los atienden incluso hasta el empalago. De pronto pienso en lo mucho que eso contrasta con lo que me tocó presenciar el domingo 9 de octubre, pero en el Museo Nacional del Virreinato, dirigido por Cecilia Genel Velasco, en Tepotzotlán. Ahí la moneda corriente fue el trato áspero e indigno a la investidura artística representada por el Ensamble de Música Antigua de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, que ofreció un concierto de repertorio virreinal como parte del IV Encuentro Universitario de la Canción Mexicana, no sin toparse con burocratismo y escasa voluntad de cooperación, ya sea para aparcar, montar instrumentos, acceder (y salir) libremente al recinto, instalar tripiés, recibir una extensión eléctrica, grabar y documentar el evento. Para ofrecer su arte. Reprobable la altanería con la que fue tratado ese grupo de jóvenes. Acá en el FIC los anfitriones son tan amables y atentos que rozan el concepto del stalker.

Fa

En la sala Hermenegildo Bustos de la Universidad de Guanajuato hay un muestra multidisciplinaria que me interesa ver. Se trata de la exposición De ser árbol de la artista plástica Sandra Pani. Durante la inauguración se estrenará una obra musical compuesta ex profeso para la ocasión por Mario Lavista, quien igual tocará un thai-gong y acompañará una interpretación del flautista Horacio Franco, la chelista Bozena Slavinska y la soprano Verónica Murúa, a quienes se suman seis copas de cristal.

La obra de Pani sombrea sobre blanco una idea corporal de transformación, acaso inacabada y continua, en estructura arbórea, en organicidad humana y naturaleza contemplativa. La música de Lavista intenta propiciar un ambiente cuya dimensión sonora pueda atestiguar y cobijar una trasmutación sin más bordes que la vitalidad posible a través del tiempo y el espacio. Las voces de las copas, el gong, la flauta, el chelo, la de Murúa, utilizada como recurso expresivo de sonoridad y no como oficiante de un canto tradicional, lograron un curioso, enigmático y efímero enjambre fónico de tintes macrobióticos y zen.

Sol

En la Plaza Juárez y en los restoranes circunvecinos, desde donde puede verse el Pípila de piedra y el funicular ascendiendo y descendiendo, departen personajes del ámbito cultural mexicano. Directores de orquesta, compositores, editores, curadores, periodistas. Por alguna razón, trato de evitarlos, como si me conocieran.

Me dirijo al Templo de la Compañía a un homenaje que se le rinde al compositor, pianista y pedagogo nayarita Ramón Serratos, fallecido en 1973. Arturo Uruchurtu desempeña al piano una interpretación elegante, transparente y equilibrada de diversas piezas, entre ellas “Barcarola”, “Vals en fa sostenido menor” y las “Variaciones sobre los temas de A la orilla de un palmar”. El programa es completado por la voz de la soprano Lucía Preciado quien, acompañada al piano por Andrés Sarré, aborda los ciclos “De Julieta a Romeo” y “Esta tarde mi bien”. La cantante hace un buen esfuerzo, aunque su instrumento no puede evitar cierta emisión capretina en su vibrato.

La

Arrasados, ópera multimedia de Rogelio Sosa. Imagen tomada de: http://www.festivalcervantino.gob.mx/

Es complicado encontrar un taxi libre. Y me urge uno, si es que quiero llegar al Auditorio de Minas. Cuando al fin subo a uno, mi petición de que vayamos lo más rápido posible se diluye en el tránsito pesado de la tarde. Me conformo a llegar tarde, a no llegar a la ópera Arrasados de Rogelio Sosa. Por fortuna, la función también comienza tarde y logro acomodarme en mi butaca, entre una mayoría de gente muy joven, la única capaz quizás de aventurarse con este tipo de obras.

Arrasados es una adaptación de Sosa y Anajosé Aldrete a la obra de teatro Blasted de la inglesa Sarah Kane. Es una trama llena de onanismo, violencia, rabia, armas de fuego, violaciones y demás aires contemporáneos. Es una propuesta que asume el riesgo de salirse de Puccini y todo lo tradicional y que se entreteje con sonidos electroacústicos y una virtuosa exploración vocal pocas veces frecuentada en la historia operística mexicana. El punto más fuerte de esta obra es justamente la capacidad para buscar la mayor expresividad vocal a través de cierto canto, pensamientos obsesivos sonoros, preocupaciones que se reflejan en sonidos estomacales o ambientes esquizofrénicos. La cantante Carmina Escobar mostró a través de la potencialidad de su instrumento que la voz no se agota en traviatas, bohèmias y demás obras del repertorio típico. Lo mismo hay que decir de Juan Pablo Villa y del propio Sosa.

La debilidad mayor de esta ópera estructurada en cinco actos es un libreto largo, que constantemente pierde el foco dramático, que se extiende innecesariamente por redundancias y nudos en la trama que no van directamente a una resolución. Las actuaciones flojas, igualmente, debilitaron la impresión de personajes que deberían interpretarse con fuerza, si se aspira sintonizar con el contenido de la obra.

Si

Ya evito taxis, en el tránsito casi paralizado de la noche. Camino. Respiro el viento helado. Avanzo con mayor velocidad que los microbuses que van hacia el centro. Llego a la Alhóndiga de Granaditas a un concierto de Carlos Núñez y la Banda de gaitas del Batallón de San Patricio, que hace bailar a un público francamente ilusionado.

Núñez es bueno, aun si se considera que su sonido es más pop que celta. Interpreta piezas célebres, incluidas algunas mexicanas como el “Huapango” de Moncayo. Pero luego exagera, a mi juicio. Casi dice que el mundo ha girado en torno a la gaita, que el hombre desciende de ella. El espectáculo termina por aburrirme, aunque en cualquier caso espero hasta el final, mientras actualizo mi Facebook. Tuiteo que pronto estaré de regreso, que por lo pronto vuelvo a D.F.

Do

Ya evito taxis, en el tránsito casi paralizado de la noche. Camino. Respiro el viento helado. Avanzo con mayor velocidad que los microbuses que van hacia el centro. Llego a la Alhóndiga de Granaditas a un concierto de Carlos Núñez y la Banda de gaitas del Batallón de San Patricio, que hace bailar a un público francamente ilusionado.

La última semana, aseguran, es la mejor del FIC. Puede ser, pero no necesariamente. Eso es ver en menos las dos primeras semanas y lo que en ellas se presenta y no hay razón argumentada de que así sea. En todo caso, aquí estoy nuevamente.

Jueves 27 de octubre. Tratando de reconocer los sitios que aparecen en la cinta de 1972 Las momias de Guanajuato dirigida por Federico Curiel, en la que Santo, el Enmascarado de Plata, con ayuda de Blue Demon y Mil Máscaras salvan a la ciudad de la terrible amenaza que representa una legión de momias vueltas a la vida. La película es de culto internacional y su prestigio y valoración filmófila le dan a Guanajuato un reconocimiento de alta envergadura.

Si

Interrumpo mi tour Santo-Momias para llegar minutos antes del mediodía al Templo de la Valenciana, al recital que ofrecerá la soprano argentina Virginia Tola. Lo primero que me llama la atención en este recinto cuya construcción fue terminada en 1788 es el público joven que está formado para ingresar. Se trata de estudiantes con uniforme de secundaria. Los acarrearon en autobuses y llevan en la mano libretas y plumas para tomar los apuntes que les solicitaron sus profesores.

Virginia Tola luce muy distinta de como aparece en la fotografía del programa de mano, lo cual no es raro. Pero luce diferente de ella misma, del recuerdo que conservaba de ella. El tiempo pasa, sin duda. La soprano interpreta un programa de piezas latinas que comienza con “Azulao” del brasileño Jaime Ovalle, “La paloma” de Sebastián Iradier, “Plaisir d’amour” de Giovanni Battista Martini y la “Chanson de l’adieu” de Francesco Paolo Tosti. La voz de Tola se escucha con un depurado control para hacer lo que puede con belleza y para evitar aquello que podría comprometerla demasiado. No se escucha muy fresca y, de hecho, hay un ligero estrés en su emisión.

Los estudiantes aplauden pero igual se ríen. Muy probablemente es la primera vez que escuchan a una cantante clásica, con voz impostada, y cuchichean sus impresiones con sus compañeros. Sonríen, imitan ese tipo de canto. Sus libretas siguen en blanco.

El acompañamiento ha sido del pianista Fernando Pérez, quien ahora toca la “Danza de la moza donosa” del argentino Alberto Ginastera. De este mismo compositor Tola canta la “Canción del árbol del olvido”, luego dos piezas de Carlos Guastavino: “Se equivocó la paloma” y “La rosa y el sauce”. La “Milonga calabacera” de Alberto Williams cierra la primera parte.

No hay intermedio, Tola decide suprimirlo, pero eso no evita que algunos jóvenes estudiantes se marchen al sanitario o a tomar aire. No regresan al recital, por cierto, que continúa con las Siete canciones populares de Manuel de Falla. Al principio, Virginia Tola acalla el aplauso entre piezas pero luego de comprender la virginidad concertística de la mayoría de su público que su voz está desflorando ya no dice nada y se deja recompensar. “De España vengo” de la zarzuela El niño judío de Pablo Luna es la interpretación que cierra el programa. Tola luce apresurada. Tiene que marcharse al aeropuerto. Se va esta misma tarde, así como llegó este mismo día. Ofrece dos propinas. “O mio babbino caro” de Gianni Schicchi de Giacomo Puccini, aria que es cantada con intencionalidad y una bella proyección vocal, y “Estrellita”de Manuel M. Ponce, canción que no termina del todo porque la cantante se conmueve hasta las lágrimas y tiene que detenerse. El público lo comprende. Aplaude, sale del templo un poco confuso, sin sospechar que, sin duda, merecía un concierto más didáctico. Iniciático en estas lides.

La

Raphaël Pidoux, de Ars Nova Copenhagen

En el Auditorio de Minas tiene lugar un concierto de gran expresividad vocal. Se presenta el conjunto escandinavo Ars Nova Copenhagen, reconocido como uno de los mejores de Europa. Desde 2003 su director es el inglés Paul Hillier.

El grupo ofrece un programa rico en balances y contrastes, compuesto por obras de compositores de Estados Unidos, Estonia, Holanda, Inglaterra y Dinamarca. Se trata de un repertorio contemporáneo que integran autores como Pelle Gudmunden Homgree, Louis Andriessen, Steve Martland, Steve Reich, Arvo Pärt, David Lang y Per Nøgård. La transparencia musical de las voces, así como una salud vocal no siempre vista en géneros como el operístico, en este concierto brillan con una serenidad que recuerda que el canto es gozo y alivio. Es una pena que la comunidad opereta en este tipo de eventos no se pare. Sería muy instructivo. Pero cada quien sus gustos.

Sol

La ópera Il postino de Daniel Catán ya se presentó en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, hace algunos días. Ahora se presentará en el Teatro Juárez, en dos funciones. La ejecución de la primera se pone en duda, porque en el programa de mano no están consignados todos los créditos de los miembros de la producción, quienes exigen que se remedie esta garrafal omisión.

En la calle hay un gran bullicio. Grupos de jóvenes cantan y se abrazan fraternales, ebrios. Apenas si se puede transitar entre ríos de gente. Desde la entrada del Juárez puede divisarse a numerosos personajes del ambiente operístico capitalino, que no es muy distinto al del resto de la república. Todos se vinieron para acá, aprovechando el caso Catán. Es algo oportunista, me da por pensar. Porque muchas de estas personas, entre quienes se encuentran funcionarios y ex funcionarios de la Compañía Nacional de Ópera, en su momento le dieron la espalda a Daniel Catán y a su obra. O la ignoraron, la miraron en menos o con desdén. Daniel Catán murió sin ver sus óperas dignamente representadas en nuestro país. Pero eso no parece importar mayormente a estas personas que quizás bajo la filosofía de el muerto al hoyo y el vivo al bollo sonríen, se saludan, intercambian pareceres superficiales sobre Il postino que, dicen, ya vieron en Bellas Artes. La función sí se celebra. Antes es entregada a toda prisa una fotocopia con los créditos faltantes en el programa de mano para que el público sepa de ellos. Por el sonido local, Francisco Méndez Padilla lee todos los créditos de esta producción. Es una larga lista. Ahora sí puede comenzar la función.

Fa

Anonymous 4 toma su nombre de un viejo códice musical de la Edad Media. Durante más de un cuarto de siglo ha cumplido con la labor de investigar, interpretar y difundir el canto llano y la polifonía temprana. Su trabajo es de una exquisitez vocal notable.

En el Templo de la Valenciana otra vez, viernes 28 de octubre. El cuarteto vocal norteamericano Anonymous 4 ofrecerá su programa Secret voices: the sisters of Las Huelgas, “una continuidad musical para celebrar a lo largo de un día entero a la Virgen María, a la vez que destaca algunos aspectos de la vida monástica de las damas del convento de Las Huelgas, fundado en el siglo XII cerca de Burgos, en España”.

Anonymous 4 toma su nombre de un viejo códice musical de la Edad Media. Durante más de un cuarto de siglo ha cumplido con la labor de investigar, interpretar y difundir el canto llano y la polifonía temprana. Su trabajo es de una exquisitez vocal notable. El público esta vez está compuesto casi en su totalidad por personas de la tercera edad, que también son transportadas en sus respectivos camiones. No me queda claro si captan el virtuosismo técnico de las cantantes. Pero la afinación es perfecta. La riqueza armónica es fascinante.

Mrsha Genensky, Susan Hellauer, Jacqueline Horner-Kwiatek y Ruth Cunningham son las integrantes de Anonymous 4 y son acompañadas por Peter Maund en la percusión y por Shira Kammen en la vihuela de arco. Se incluyen las Cantigas 100, 310, 340 y 40, y se interpretan así diversos motetes, lamentos y conductus.

Al concluir el concierto, un integrante del Coro del Teatro de Bellas Artes se acerca para saludarme. Una sola cara conocida del ambiente operístico nacional. No fuera Pucini o Mascagni, me digo al marcharme.

Mi

Ante un marcado aumento de gente deambulando por las calles el viernes por la tarde, llego al Templo de la Compañía, donde la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, bajo la batuta concertadora de Enrique Bátiz, interpretará la Sinfonía Fausto, S 108 de Franz Liszt.

La versión de la OSUG es sólida y vigorosa. Las cuerdas y los metales crean una poderosa atmósfera a la vez mística, contrastante y de espíritu fáustico-mefistofélico. Intervienen el tenor Sergio Blázquez, John Birch al órgano y el Coro de la Orquesta Sinfónica del Estado de México que es dirigido por Manuel Flores.

Blázquez, durante muchos años en Alemania, ha vuelto a radicar en México. Por primera vez lo escucho en vivo. Es una voz de expresión cálida, aunque su emisión lírica es impulsada para sonar con oscuridad y dramatismo spinto. Ello le hace perder musicalidad y volumen. Por momentos su instrumento se difumina ante la poderosa orquestación, máxime porque no está colocado al frente, a un lado del concertador, sino al fondo, detrás de la orquesta. Quién sabe por qué razón.

Re

Uno de los eventos más esperados de este FIC 39 es el concierto de la Internacional Sonora Santanera en la Alhóndiga de Granaditas. No voy a reseñar su presentación, que incluye puntual y profesionalmente la interpretación de sus grandes éxitos que la gente de todas las edades canta y baila, llena de energía. Lo único que me interesa destacar es la sonorización masiva del evento. Es magnífica. Balanceada, con aire suficiente para las voces, sin sacrificar el volumen del sonido instrumental. Hay nitidez en el audio y eso es de llamar la atención para quienes sonorizan eventos clásicos en nuestro país de una manera tan deficiente como en los conciertos de Bugs Bunny at the Symphony, celebrados los pasados 22 y 23 de octubre en la explanada del Palacio de Bellas Artes. Ahí el sonido borroso y la irritante estática expelida por las bocinas fue tan insoportable que terminé por abandonar la presentación. La Santanera fue una experiencia muy distinta.

Do

Sumi Jo, soprano coreana

Avanzar por las calles es una misión casi imposible. No sólo por la gran cantidad de gente que se encuentra en ellas, sino porque no falta quien me sujeta para querer bailar. La ebriedad de esas personas es evidente, pero se divierten. No me hacen daño. Mientras intenta bailar a mi paso, una chica de veinte años me dice que ha venido desde el DF como parte de una expedición de su escuela. Transporte y hospedaje de fin de semana por 750 pesos. Las comidas van por su cuenta. No está mal. ¿O sí?, me pregunta.

Voy al Teatro Juárez, al recital de la legendaria soprano coreana Sumi Jo. Esta mañana me la encontré en la Sala de Prensa del FIC. Le realizaban una sesión fotográfica. Pude saludarla y comprobar su amabilidad. Me habló en español.

La curiosidad por constatar el estado de su voz se disipa desde que canta la primera pieza, para sorpresa de quienes la suponían disminuida por los años. De inmediato, Sumi Jo deja en claro que es una artista en plenitud y con una destreza técnica apabullante. Las coloraturas en trinos o estacatos, el control de fiato, los agudos soberbiamente plantados, bordan un canto dinámico, festivo, lucidor. En su voz, las complejísimas arias de Alcina de Händel, Bajazet y Griselda de Vivaldi o La Molinara de Paisiello parecen de una imposible simpleza interpretativa.

Sumi Jo está en plan grande y no escatima su voz y esfuerzo. No es mezquina en ello y no le importa si el teatro algo crujiente donde canta es prestigiado o no, porque ella le da el prestigio en el instante que canta, le confiere el nivel con su talento. “Villanelle” de Eva dell’Aqua, “Sérénade” de Charles Gounod, “Ah, vous dirais-je maman” de Adolphe Adam y “An der schönen blauen Donau” de Johann Strauss complementan una primera parte vibrante.

Luego del intermedio, “Me voglio fa’na casa” de Gaetano Donizetti, “La Pastorella dell’Alpi” de Gioachino Rossini y las arias “Eccomi in lieta vesta…” de Capuletti e i Montecchi de Vicenzo Bellini, “Les oiseaux Dans la charmille” de Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach y “Ah, fors’é lui” de La traviata de Giuseppe Verdi terminan por conquistar a un público de tal forma que la cantante encuentra la licencia para hacer show. Para restarle seriedad a la presentación y dar pie a una pirotecnia vocal extraordinaria donde los mi bemoles y los mi naturales se convierten en moneda de cambio, como si fueran asunto de todos los días. Las arias “Lascia ch’io pianga” y “O mio babbino caro”; la canción coreana “Blue mountain” y una atropellada versión de “Bésame mucho” fueron los encores que la cantante ofreció en un concierto de esos que hacen historia, que de alguna manera muchos de los asistentes podrían haber tomado como cierre de este FIC 39. Eso hice yo. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Diciembre 2011

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