15 GRANDES PELÍCULAS MEXICANAS DE LA DÉCADA

y de las cuales casi nadie se enteró

Hace algunos meses, en esta misma revista, un puñado de críticos de cine se dieron a la tarea de rastrear aquellas películas nacionales con las que se nos trató de vender quimeras, engrandecidas sólo en proporción con el contexto en que fueron desarrolladas, en el periodo comprendido entre 1999 y 2009. El presente ejercicio, por naturaleza subjetivo, consiste en enlistar filmes del ciclo 2000–2010 a los que les ocurrió lo opuesto: a pesar de sus virtudes y logros fueron ignorados (en algunos insólitos casos hasta por sus propios creadores); su distribución (si es que la alcanzaron) fue plañidera, su impacto en el consciente colectivo fue, por ende, nulo. Sirva este texto para el rescate y (re)descubrimiento de ciertas cintas que merecen una segunda oportunidad. El orden del conteo es simplemente cronológico.

1. ¿Y Cómo es él? (Issa García Ascot Ogarrio, 2000)

Antecedente directa de Temporada de patos (Fernando Eimbcke, 2004); fue agradable empezar la década con una pequeña película que rehuyó por completo del síndrome que siguió padeciendo el cortometraje mexicano en el mismo periodo comprendido: el cortus interruptus (se viene al primer gag, a la primera salida fácil).

2. El sueño del caimán (Beto Gómez, 2000)

Extraña combinación entre cine ultracomercial y cine de autor; entre los fetiches de un cinéfago exacerbado y los logros estructurales de un realizador serio.

3. Seres humanos (Jorge Aguilera, 2001)

Una tendencia que caracterizó al cine nacional desde el inicio mismo de la década fue la premisa del periplo en pos de una ansiada sublimación por parte de un antihéroe (aunque a mitad del trayecto —físico o mental— su búsqueda lo rebase). Ahora, de todas las películas que formaron esta (llamémosle) categoría, ésta es la única que valió la pena: opera prima menos lírica, menos rebuscada y afortunadamente menos premeditada.

4. Cuento de hadas para dormir cocodrilos (Ignacio Ortiz Cruz, 2002)

Junto a Uno de dos (Marcel Sisniega, 2002, la cual también se incluye en la lista), afortunada readopción del espacio rural y el carácter idiosincrásico, enmarcado en una épica familiar.

5. Una de dos (Marcel Sisniega, 2002)

¿Por qué diablos a nadie más se le ocurrió hacer una película así? Cine comercial-populachero-costumbrista, el cual me atrevería a decir que inclusive peca de inocente. Lástima que posteriormente su autor se avocaría a una serie de puñetas hechas en público que nadie tuvo el interés ni la necesidad de verl: anticarismáticas, narcisistas, masoquistas, rancias y que por naturaleza terminaron (merecidamente) en el olvido.

6. Silencio profundo (Gustavo Loza, 2003)

Cortometraje que a la postre sería incluido como uno de los tres segmentos de Al otro lado (2005) del propio director; es una anécdota acerca de la amistad, la pérdida de la inocencia y el inicio de la madurez, tan sencilla, que justo ahí reside su virtud: consiguió obviar la codificación ambiciosa de guión para un minifilme.

7. Shibari (Christian González, 2002-2004)

Lamentable e injustamente, tal vez, la película mexicana más infravalorada de la década. Condenada a exhibiciones marginales y esporádicas (en maratones nocturnos, festivales alternativos, ciclos independientes) debido a que la miopía de las distribuidoras ha provocado que se incomoden o se asusten per se gracias a secuencias como la de créditos (rebosante en imágenes explícitas de vaginas); tenemos aquí la película de hallazgo y búsqueda del Rey del Videohome, con la que inauguró una nueva etapa dentro de su inclasificable filmografía.

8. Mil nubes de paz cerca del cielo, amor, jamás acabarás de ser amor (Julián Hernández, 2003)

Tal vez sea arriesgado afirmar esto, pero en Julián Hernández se encuentra al gran director mexicano de la década: sin grandilocuencias ni megalomanía, formó una filmografía consistente, fue uno de los pocos que le fue fiel a ciertos intereses estéticos y temáticos y en el camino tuvo la sensibilidad suficiente para ofrecer algunas de las secuencias más inspiradas con las que uno se pudo topar.

9. La canción del pulque (Everardo González, 2003)

Una sala de cine, en un único horario imposible y ridículo por sólo una semana, a casi dos años de ser exhibida por primera vez. Aquello fue lo que mereció una de las revelaciones de la temporada de la que se está hablando en esta lista.

10. El mago (Jaime Aparicio, 2004)

Surgió y ganó premios en festivales, así, medio de la nada, y poco a poco se volvió la verdadera película de un muy atropellado revival del cine popular. Digamos que su director tomó lo mejor de esa concepción cinematografica, se lo apropió, le dio una pequeña actualización e hizo un debut triunfal.

11. Voces de la Guerrero (Adrián Arce, Diego Rivera, Antonio Zirión y Banda Callejera de la colonia Guerrero, 2004)

En un mundillo del documental mexicano en el cual pareciera que el anatema dicta: “Regodéate en las miserias humanas, abusa del declive moral y el infortunio de tu sujeto documentado, sé arteramente crudo, pero siempre guardando distancia”, una película acerca de niños indigentes de la colonia Guerrero podría sonar redundante. Empero, sus autores inteligentemente le dieron la vuelta: les facilitaron las cámaras fotográficas y de video a sus personajes, les enseñaron a utilizarlas y les permitieron que fueran ellos mismos los que retrataran su vida y su contexto. El resultado: un documental honesto y totalmente funcional.

12. El taquero (Ignacio Rinza Oviedo, 2004)

La promesa que no fue y no será. Videohome con características ajenas al mercado (ambiciones estéticas, guión con mayor elaboración, empleo de actores poco explotados…), siempre fue visto por su propia compañía productora/distribuidora como una película maquilada más y pasó inadvertida. Unos años más tarde, cuando los mismos involucrados quisieron trasladar el cine popular a otro nicho con un control de calidad, lo primero que se les ocurrió fue copiar el molde de ésta, provocando así una interminable y farragosa cadena de fallidos rip offs dentro del estertor de esa industria.

13. El cielo dividido (Julián Hernández, 2005)

Cierto, conforme transcurrieron esos diez años, la obra del ya citado Julián Hernández se tornó cada vez más difícil de digerir. Esto no se puede tomar como un defecto; al contrario, se trató de la evolución lógica de su discurso.

14. Párpados azules (Ernesto Contreras, 2007)

Película que supo dosificar forma y fondo, las cualidades del cine de arte y el ensayo con las propias de un cine más eficaz, inmediato y accesible. Quizá ahí se encuentre el motivo del por qué no se supo cómo abordarla (tanto al momento de su distribución como a la hora de su análisis).

15. Los ladrones viejos: la leyenda del artegio (Everardo González, 2007)

¡Vaya demostración de montaje y de lenguaje que puede alcanzar el cine documental! No debería sorprender que sirviera de referencia futura para el género. ®

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Publicado en: Cine, Enero 2011

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