¡Elena!

Breve espicilegio poético

El oficio del poeta requiere valor y capacidad de reflexión, exige cierta tendencia a lo visionario a partir de una sensibilidad del espíritu para capturar o adivinar más allá de lo tangible, de lo aparente, de lo convencional.

El sol se aleja cada día más
de mi órbita.
Sólo hay invierno junto a ti.
—Elena Garro

Elena Garro. Ilustración de Daniel Treviño.

Elena Garro abordó la palabra escrita en un continuo pensamiento literario íntimo. Su primera aproximación a la literatura fue en la infancia, cuando jugaba a hacer teatro desarrollando diferentes personajes, leía a los clásicos y los grandes escritores de la literatura universal estuvieron presentes cuando Elena inventaba lenguajes que sólo su hermana Devaki comprendía.

Su escritura se expande siempre en vías de libertad, imaginario y crítica que se desarrollan dentro de la ficción moderna; ella fue más allá de los géneros dramáticos, existenciales o naturales y reflejó íntimamente la necesidad de revertir los discursos establecidos en la literatura. Dentro de la poesía Garro se liberan y propagan las ideas en vías de una autonomía crítica e independiente.

Para Elena Garro poetizar la naturaleza material de la existencia es maestría que practica con una habilidad inesperada a todo lo largo de su obra poética, escribe sobre la tierra y sus elementos. Y no faltan en esta serie las creaturas como árboles forzados a ser comunitarios y otros a reinar solos en medio de la llanura, entelequias reales u oníricas que ahí habitan: el huizache que ayuda a fertilizar la tierra, que alimenta el llano del hombre porque corre peligro de sucumbir al rayo que tantas veces cae sobre el árbol solitario, que también escucha su nombre de muerte en el poema, así lo plasma Elena Garro en el poema El llano de huizaches.*

¡Elena!
Oigo mi nombre, me busco.
¿Sólo esta oreja queda?
¿Ésta que oye mi nombre en un llano de huizaches?
¿Mi nombre, gritado así, a los cuatro vientos,
de noche, en el llano de la muerte?
¡Elena!
Es raro que descuartizados
mis miembros avancen por el llano de huizaches.
El nombre ya no los une ni los nombra.
Es raro que sigan avanzando
y que en el centro esté la boca del vacío.
Ahora los llama mi nombre:
¡Ven aquí, nariz de Elena!
¡Ven aquí, brazo de Elena!
Sólo la bacinica sigue firme cubriendo la cabeza
que sonámbula rueda en el valle de huizaches.
¿Hay todavía un puntapié sobrante?
¿Ya nadie llega a jugar a la pelota?
¿Nadie olvidó un buen escupitajo de colmillo
para la cabeza que rueda entre huizaches?

Garro se expande en la palabra poética y hace prolongable la idea, la condición fractal de la escritura impide, sin embargo, que ésta agote, exhaustiva y tenaz, ese entero del que es una reducción. Amplias zonas del discurso poético se alumbran, porque el poema es fractalmente más amplio que el poema. Siempre otra parte eludida se deja entrever en la frase como un sujeto de la acción que se reserva y se refiere adelante del lector la presencia. El enigma, el hermetismo en algunos momentos de los poemas proviene, porque, en los enigmas de la materia, la poesía nunca podrán decirse plenamente, hay esencialidades que aguardan a ser reveladas en el ojo expuesto de cada lector, Garro nos descubre la memoria y muerte como una tradición.

¡Elena!
Los llama mi nombre:
¡Vengan aquí, mano pierna pescuezo!
Hace años que bailan separados
en la tierra de los escupitajos.
¿Hay alguien que guarde todavía un gargajo
para ese ojo cerrado a gargajazos?
¡Elena!
La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo y me llama.
La voz corre para atrapar los pies que corren
entre huizaches
y las manos que bailan el baile loco de los dedos locos
sin pizarra, sin lápiz, sin niño, sin amante.
Me busco. Me encuentro.
Colgado de una rama seca está uno de mis labios.
Y ahora por allí corre la lengua
que recitaba las lecciones del colegio:
Rosa, rosae…
¿Qué hará allí, tan lejos del pizarrón,
tirada en el valle de huizaches?

El lenguaje sólo alcanza a tocar una parcela de mundo y a decir fraccionadamente, solo casi o cerca del todo, la breve partícula del disímil tejido que le ha sido dado. Garro extrajo la disposición y el acomodo que ha regido su escritura al referirse a la de un narrador ineludible y que le debe a ella en buena medida su difusión universal.

El placer del desciframiento entusiasta libera una misteriosa energía, que mueve no sólo páginas poéticas, también la buena inelegancia del mundo. Podría mirarse bajo la lente misteriosa tras la que dialogaba Allan Kardec, con su mirada al sesgo sobre las cosas, para leer en ellas lo que estaba debajo, las relaciones no descifradas, ese misterio positivo, que libera energías, tienta a significar con lucidez y bajo la razón que no contradice.

¡Elena!
Me busco. Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes,
pájaros vistos en deslumbrantes copas,
el pico de la estrella de la cual colgaba yo
y las sílabas de mi nombre meciéndome hacia un pasado
y un futuro los dos de oro
antes de estar aquí, gritándote a ti mismo
en los huizaches.
Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta.
¡Señores, un mecate para ligarlo bien!,
para que nunca más se llegue al centro de ese corazón
que yace luna roja caída en el llano de huizaches
¿Les gustará a las damas y a los caballeros
tumbado, iluminando de rojo a los huizaches
en el valle en el que rueda mi ombligo
como antes rodaron canicas llamándome?
¡Clic! ¡Clic! ¡Clic!
¡Elena!
Mi espinazo blanco avanza como víbora
hacia el pozo negro del vacío.
¿Hay algún tacón de raso,
de esos piadosos tacones de raso que llevan las señoras
para que aplaste su cabeza?
¡Rosario y decencia en mano, hubo damas!
¡Chequera y decencia en mano, hubo caballeros!
El llano, este llano, es para los pelados.
Las damas y los caballeros viven en avenidas
de cartón y beben sangre de indio.

El oficio del poeta, por tanto, requiere valor y capacidad de reflexión, exige cierta tendencia a lo visionario a partir de una sensibilidad del espíritu para capturar o adivinar más allá de lo tangible, de lo aparente, de lo convencional. El poeta ve un horizonte vivaz, a veces irracional, donde sólo hay escombros o residuos, un páramo desolado, pero él lo cimienta, lo refuerza con atrevimiento y dedicación también, desde ese desplome previo del edifico sólido ya conocido.

¡Elena!
Me busco. Hay tiempo, el pozo está lejos todavía.
Los dientes separados de la encía avanzan a saltitos.
Hasta que caiga el último de ellos,
hasta que caiga la solemne campanilla que presidió
al paladar y a la palabra, no podré responderte.
¡Elena!
Te digo que me busco, que me encuentro.
Espera hasta que llegue al pozo negro la última de las uñas.
¡Es largo el llano de huizaches!
¡Es ancho el llano de huizaches!
¡Se tarda uno siglos en cruzarlo!

La poesía de Garro, onírica y al mismo tiempo precisa en su razón interna, que parte de la pura materia, de lo renovado para trascenderlo y alcanzar otros vuelos, nos guía en paralelo al apunte metafísico de Giorgio de Chirico, o de Giorgio Morandi, pues la conmoción se produce en el destinatario por una acción de descontextualización y desorden, por una diferente y enigmática manera de ordenar la realidad.

Elena Garro, escritora de genialidad inventó si propio género, creó, como Byobu, la historia de una conciencia ansiosa que se detiene a observar cosas minúsculas y carentes de importancia, que no requieren la atención de nadie, y que sin embargo son la referencia elemental de una memoria y una realidad de la existencia misma, va hacia el límite sin modificar el hábito infantil de asombro ante el mundo que acompaña incluso a los humanos desentendidos de inútiles minucias existenciales. La riqueza prodigiosa de su palabra posibilita una extensión del alma que hoy pocas cosas ofrecen. ®

* «El llano de huizaches» en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro, Edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui (UANL, 2016).
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Publicado en: Ensayo

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