El azul de las tardes, la vigencia de las viejas canciones de los Beatles, las tardes de nuevo y sus vagabundos y cirqueras.
Atmosféricas. Más azul todavía el azul de las tardes que declinan. El jardín va midiendo sus fuerzas y acordándose con la estación. Las enredaderas prosiguen su paciente trabajo, mientras se advierten aún las tareas de las podas que quedan pendientes. Una inopinada lluvia trajo una vez más el relente del temporal que se aleja. Mucho después de que la lluvia cesa siguen pasando las aguas en su ineluctable camino al mar. Se llevan en sus reflejos a una invisible ciudad por la que van cruzando.
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Una y otra vez los Beatles. Pasan los años y la vigencia de la banda se acrecienta. Con la perspectiva que dan las décadas es posible ir midiendo la extraordinaria grandeza de los de Liverpool. Una grandeza en mucho cotidiana y recordable por millones de gentes en todo el planeta.
Su registro cubrió todas las expresiones, desde el ocasional rock duro hasta las baladas de distintos tipos que se quedaron irremediablemente impresas en la memoria del siglo pasado, pero que guardan intacta su huella hasta el presente. Algunas hay como “In my life”, que constituyen absolutas obras maestras en su género. Va un ensayo de traducción de la letra:
Lugares hay que recordaré Toda mi vida, aunque algo cambien Algunos por siempre y no para mejor Algunos se fueron y otros se quedan Todos estos lugares tuvieron sus momentos Con amantes y amigos aún puedo acordarme Algunos muertos y otros que viven En mi vida a todos los quise. Pero de todos estos amigos y amantes Ninguno hay que se compare a ti Y todos esos recuerdos pierden su significado Cuando pienso en el amor como algo nuevo Aunque sé que no habré de perder el afecto Por gentes y lugares que antes fueron Seguido me detendré para pensar en ellos En mi vida, te quiero más.
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Calles hay cuya medida exacta la dan los vagabundos que las recorren con paso cansino. El alboroto de los niños es su real hondura, su belleza imbatible. En la esquina, dos gentiles cirqueras hacen sus rutinas, y el crucero adquiere el encanto de lo recordable. Una sutil química, hecha de arquitecturas y arboledas, de tránsitos tranquilos o atropellados, de viandantes y pájaros atentos compone uno de tantos lugares por donde se van sucediendo las tardes. ®