38 AÑOS DE MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS

El Doctor del Periodismo Gonzo

El 11 de noviembre es día de celebración gonzo: en esa fecha cumple años la pieza más fiera del periodismo gonzo, la cual vio la luz en la entonces contracultural Rolling Stone. Salida de la mente lunática del Dr. (en periodismo gonzo) Hunter S. Thompson y de la pluma nerviosa de Ralp Steadman, le rendimos tributo.

Cerca del noventa por ciento del tiempo me siento como un tonto obvio —pero el resto del tiempo sé que soy un santo & un héroe.
—HST

El proyecto

Exponer La muerte del sueño americano. El resultado: una larga pesadilla literaria. Si no podía competir con Easy Rider era una vergüenza. Todos los días, desde su cabaña en Owl Creek, desde su centro de operaciones (la cocina, encima de “El cuarto de Johnny [Depp]”) golpeteaba su IBM Selectric para lograrlo.

Se le ha relacionado con la contracultura —la misma Rolling se hallaba enclavada en San Francisco— aunque a él no le gustaba la idea por miedo a ser considerado el vocero de lo que llamaba “the New Old”, la aburrida escena underground y las naïve comunas hippies.

El look Thompson

Gorro Tilley, tenis Converse, un cigarro emboquillado, una botella de Chivas Regal en la mano y un rifle para cazar venados en la otra. Imaginemos que así realizaba sus ejercicios: pedaleaba su bicicleta fija lentamente, sin dejar de fumar y beber.

Gonzo

Gonzo es como Punk: difíciles de definir, ambos términos aluden a una actitud —predominantemente anárquica— más que a una metodología. HST no es el primer escritor en involucrarse con tanta profundidad al escribir una crónica periodística, pero sí el primero en irrumpir como un ladrón de casas que luego de embolsarse la tele, las joyas y el dinero se caga en la estancia. Es lo que se ha llamado bad craziness. Proclividad hacia la provocación y el disturbio, como exclamar frente a sus colegas reporteros, mientras el autobús que los llevaba a cubrir la campaña presidencial del 72, que quizá era hora de tomar algo de ácido o inyectarse las venas. Todo en nombre de la Ciencia Periodística.

La palabra fue acuñada por Bill Cordoso, editor en los años setenta del Boston Globe. “Un buen libro trata sobre gente, no sobre teorías”, decía HST y, por ejemplo, traer a la vida a Raoul Duke fue un proceso largo y doloroso, pues la perspectiva de convertirse él mismo en el protagonista de la historia no la tenía a la mano en primera instancia. Pero la idea lo atraía por novedosa, por poco explorada, por lo menos en el campo periodístico. “Duke es sólo semi-ficticio, pero suficientemente brumoso para dejarlo decir y hacer cosas que no funcionarían en primera persona”. Esta cualidad semi-ficticia le trajo una discusión con una reportera que publicó una supuesta declaración de HST en la que afirmaba que sólo 75% de lo que escribía era real, lo cual como periodista podría haber acabado con su carrera. Gonzo tiene que ver más con subjetividad que con falseo de la realidad.

El nuevo periodismo de Wolfe no era lo mismo a lo que se refería Thompson. En una carta que empezaba de manera muy educada, con un Dear Tom, le advierte: “¡Tú, indocumentado con escorbuto! ¡Haré que tus fémures acaben como huesos astillados si alguna vez vuelves a mencionar mi nombre en conexión con esa horrible estafa del ‘nuevo periodismo’ que andas promoviendo!” Un antecedente que sí reconocía era En el camino, de Kerouac que, decía, de haber sido presentado como periodístico habría sido ignorado por la crítica literaria.

Un premio imaginario para el mejor ejemplo de periodismo gonzo puro estaría dotado de un galón de éter crudo. No podemos transcribir aquí su receta completa para leer periodismo gonzo, pero un punto importante dice que “—igual que el sonido cuadrafónico tetradimensional— existe en muchos niveles: no es tan ‘escrito’ como representado, y debido a esto, el resultado debe experimentarse. En lugar de simplemente ‘leerse’”.

Reversa desnuda

El libro es el acto colaborativo más perfecto entre Hunter y Steadman, y sólo una revista del calibre de Rolling Stone podría haber publicado una atrocidad como ésta.

Para Steadman, el viaje que hicieron meses antes para cubrir la Copa América fue el detonador del estilo que vemos en Vegas: allí, llevado de la mano por Thompson (y una dosis de LSD), conoció de frente la depravación de Estados Unidos. La mitad del libro, para HST, nació del famoso reportaje que Sports Illustrated le había comisionado para escribir pies de foto de la carrera de motos Mint 400 en Las Vegas, y que él llevó al tamaño de una novela 90% más extensa que el plan original.

Fear & Loathing

El viaje bajo la influencia que protagonizan el Dr. Raoul Duke (Thompson) y su abogado samoano de 300 libras (el chicano Oscar Zeta Acosta) fue escrito de un tirón a mano y en seis días, por lo menos la primera mitad, con la idea de ser impreso tal cual, como periodismo instantáneo. HST cambió de opinión en varias ocasiones sobre la extensión y hasta el título de la obra (The Vegas Diaries of Raoul Duke fue uno tentativo). Su publicación se vio retrasada en parte por la furiosa negativa de Acosta, con amenaza de demanda, a que su fotografía apareciera en el libro, pues su reputación se vería afectada, y con el reproche por sentirse considerado un nativo que HST descubrió en el bosque para presentarlo a la civilización.

El libro —y también la versión fílmica de Terry Gilliam— es un viaje enloquecido a través de los estados alterados de conciencia. Sorprende una confesión de Thompson: el libro “fue un intento consciente de simular un viaje de drogas”. Durante su escritura Thompson no consumió estupefaciente alguno. Luego se embarcó en un viaje por carretera aderezado con mescalina y acompañado por un periodista de The Village Voice para verificar que lo que había escrito en verdad se asemejaba a un viaje auténtico. Gonzo puro. Ese “Viaje salvaje al corazón del sueño americano” representó el epitafio sobre la tumba de los años sesenta. “Nos dirigimos a un tiempo mucho más salvaje”, adelantaba Thompson.

Antes, el Doctor Thompson había experimentado viajes mucho más intensos que los que cualquier hippie podría narrar: su primer encuentro con las hojas de coca en Brasil o la violencia policial en Chicago, eventos que modificaron su química cerebral y lo volvieron el escritor venturoso que fue.

Miedo y asco se convirtió también en el ancla estilística de Thompson. Luego del éxito obtenido con ese libro ya casi todo lo que escribía aparecía bajo el nombre de Miedo y asco en cualquier parte y no todas las asignaciones las cubría a cabalidad: en los años noventa pasó por un duro periodo en el que abusaba de cocaína y anfetas, y del cual Steadman recuerda: “Su conversación suena como William Burroughs leyendo Finnegans Wake”.

En la boda de su hijo Juan se la pasó encerrado en el baño bajo el efecto de vitaminas, toronjas (recomendadas por su amigo Muhammed Ali), Bloody Marys, cigarrillos, estimulantes, antidepresivos, tranquilizantes y, cuenta Gary Groth, crema Nivea para lubricar su garganta y que todo aquello bajara con facilidad. El Dr. se hallaba un poco muy enganchado al Gonzo. Un editor le recomendó dejar a un lado ese estilo antes de no poder soltarlo jamás y como respuesta se metió un papel de ácido a la boca.

Hay que tomar en cuenta que Thompson libraba una batalla contra la decadencia y la mediocridad de su país, y que en un momento determinado las dudas lo asaltaban: ¿esa batalla estaba llegando a algún lado? Así se lo hizo saber en una carta a Tom Wolfe en la que cuestionaba si en primera instancia alguna vez había tenido el estómago para luchar. Thompson había sido un guerrero, y los guerreros quedan heridos, cansados y decepcionados. Thompson hizo del periodismo su campo de batalla, luchando por conseguir que se le pagara un poco más por ponerse la armadura (o desmadrar un Cadillac, pues no se puede buscar el sueño americano en un Volkswagen) o porque los editores no le cambien una sola coma a sus textos, o por desechar la mayor parte del trabajo realizado con tal de dar siempre el mejor disparo.

Steadman

La relación de ambos fue intensamente fructífera y conflictiva a la vez. Comenzó por accidente —Thompson había pensado en Pat Oliphant como primera opción para ilustrar su trabajo, pero el caricaturista australiano declinó la oferta— y terminó en un agrio amor-odio. Thompson aseguraba haberse sentido avergonzado desde el principio de las ilustraciones de Steadman y a Steadman que la ausencia de Thompson —tras su muerte— la sentía como si hubiera perdido una pierna. Aun así lograron desarrollar una carrera simbiótica. Ralph se sentía más bien una infección en la vida de Thompson, cuya prosa explosiva ganó volumen con los trazos violentos y derramados de tinta de Steadman. HST era capaz de liarse a golpes con un Hell’s Angel y Steadman de dibujar bocetos crueles y siniestros de la gente que desayunaba en los restaurantes, ambos sin miedo de lo que vendría, retando a la sociedad por medio de arte sin miramientos. Thompson, en realidad, adoraba los dibujos “despiadados” de Steadman, como de un George Grosz puesto al día y que entendía el concepto de periodismo gonzo. Tan fue así que abogó por su inclusión pues Jann Weenner, de la Rolling, lo consideraba un Steinberg barato.

Steadman hizo el peor trato con esa editorial, pues cobró muy poco, vendió sus originales a la Rolling en 60 dólares y los dibujos quedaron registrados como de autoría de la revista. Además, Thompson le robaba dibujos y recibía muy poco de regalías.

HST & friends

Una de las (malas) costumbres de HST era telefonear a sus contactos por la madrugada. Debe haber sido un cabrón encantador, pues todos soportaban sus largas y locas diatribas telefónicas. Consideraba que uno sabe quiénes son sus amigos a las 2 a.m. y que dormir era una actividad reservada para los debiluchos. Era un bully con sus amigos. De no ser por su reconocido sentido del humor no se entendería su pesada mano, sus comentarios hirientes y sus cartas repletas de insultos hacia sus amigos, pues también ésa era su manera de demostrar afecto. Como amigo, igual que como escritor, Thompson fue un individuo conflictivo, violento, de reacciones inusitadas. Desgraciadamente para Steadman, algunos de los comentarios más salvajes iban dirigidos a él: decía que iba a acabar en las calles, como un predicador demente y sin hogar. Pero de todas maneras así se dirigía a casi cualquiera: lo mismo a la gente de American Express que le había cortado el crédito por sus excesivos e impagados gastos, que a sus mejores amigos. Sólo hacía pequeñas concesiones cuando le escribía cartas a algún político respetado; en ese caso escribía la palabra “and” y no su representativo “&”. Hay quien, como Marilyn Manson, supo apreciar esa manera de ser. HST le llamaba Shit Eyes y el reverendo se sentía halagado.

Política

HST fue un autor predominantemente político, politizado. Le hizo la autopsia al cadáver político de su país luego del trauma del asesinato de Kennedy. Para él, su muerte era más significativa que “todo el contenido de las ‘revistitas de los pasados veinte años’” y hasta antes del debate Nixon-Kennedy pensaba que la política nada tenía que ver con seres humanos. Se volvió periodista en nombre de la Ciencia Política. Aunque también añade otra posibilidad: la Ciencia Conductista, que acaso abarque más su forma de vida y de escritor.

A pesar de considerar que el sistema bipartidista estaba estrangulando a Estados Unidos, mantuvo relaciones con políticos de ambos bandos, incluido el rockstar Barack Obama.

Liberal poco común, Thompson era poco proclive a las ligerezas de los demócratas y sus ideas lindaban con las de los republicanos, aunque Thompson jamás fue un timorato. A su muerte el ejército que lo dio de baja por su actitud poco colaborativa con la milicia le hizo honores porque el hombre era un nacionalista que buscaba redimir a su decadente país —por medio de cuchilladas en los costados, eso sí, pero todo por su bien.

“Los judíos deberían ser tirados al mar —junto con los irlandeses & los hispanos & los de Oklahoma & los negros & todo el resto”. La cita en inglés es mucho mejor, pues refleja mucho de su desparpajo político —eso que ahora es ser políticamente incorrecto: Jews, Spics, Okies y Niggers. Uno de sus planes era lanzarse para presidente con el Freak Power para llegar a la Weird House. No sé, ¿acaso Thompson pavimentó el camino para que un representante de las minorías llegara al poder?

A invitación expresa de Jann Wenner, editor de Rolling Stone, es que se volvió editor colaborador para la revista, y por su volatilidad política fue abierto el Escritorio de Asuntos Nacionales. Wenner lo llama “el Mark Twain de nuestros tiempos”.

Muerte

Hacia el final de su vida el hombre se encontraba ya atado a una indigna silla de ruedas, y no pudo soportarlo. Su suicidio —el 20 de febrero de 2005— ha sido equiparado con el de Papá Hemingway. En 1964 él mismo indagó las razones que lo habrían llevado a accionar el gatillo. Su investigación arrojó el dato de que Ernest era un hombre con muchos problemas, viejo y enfermo y que “la satisfacción no era suficiente para él”. Para el día en que tomó su arma y disparó contra su cabeza ya había cazado venados para venderlos a cinco dólares por cabeza, se había lanzado para sheriff por Aspen por el Freak Power, vendido cachorros Doberman… Con la idea del suicidio rondando su cabeza —brincar del piso 28 en el que se encuentran las oficinas de Rolling Stone en NY era una fantasía—, finalmente el día llegó luego de una racha de malos acontecimientos que en la revista datan desde el momento en que George W. Bush fue reelecto y que desembocó en un disparo que casi mata a su esposa Anita, quien le recordó la fea noche en que Burroughs había jugado a ser Guillermo Tell y terminó refundido en Lecumberri. Las cosas se fueron por el caño rápidamente y Hunter no pudo más. ®

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Publicado en: Julio 2010, Periodistas

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