El «anarcopopulismo» a la mexicana

(Para que no le digan… para que no le cuenten)

Ante la reinstauración del viejo régimen y la probable concreción del maximato obradorista, llama poderosamente la atención que este año electoral no hemos encontrado una sola convocatoria a la abstención consciente ni en los circuitos de la diletancia neozapatista ni en los círculos pretendidamente anarquistas ni en las entrañas de esa piltrafa que se llama izquierda. Tampoco nos hemos topado con aquellos posicionamientos sui generis que otrora apelaban al pragmatismo en nombre del «voto estratégico» y llamaban a «aglutinarnos en una sola consigna: ¡TODOS CONTRA EL PRI!».

«Anarquismo» guinda.
Somos tan surrealistas que por acá la “anarquía” se pinta de guinda.
—Héctor García Montiel

Al escribir La historia herética del anarquismo en México será imprescindible documentar el momento actual. Es decir, la atribulada sobrevivencia del «anarcopopulismo»[1] (ergo: «anarco–magonismo», «anarco–zapatismo», «anarco–eperrismo», «anarco–erpismo», «anarco–appismo», entre otros «ismos» realmente ignominiosos). Ahí quedarán registradas las tribulaciones del «anarquismo» del tiempo presente, que ya no arranca con las peripecias del galeno helénico que en 1861 puso pie en tierra en el puerto de Veracruz y poco después fundó la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días,[2] sino desde la puesta en escena de la gran farsa de su renovación: el Primer Encuentro Nacional de Anarquistas. Un sainete que en septiembre próximo cumplirá poco más de tres décadas de ruta circular.

Aquella farsa se instituyó con un enroque corto de Ricard Mestre i Ventura. Lo que originalmente habíamos concebido (y concertado[3]) como Encuentro Internacional Anarquista —dando continuidad en México a una serie de eventos celebrados en Chicago (1986), Minneapolis (1987), Atlanta (1988), Toronto (1988) y San Franciso (1989)— fue oportunamente rebautizado como Primer Encuentro Nacional de Anarquistas, haciendo hincapié en la delimitación territorial. El viejo titiritero (exfuncionario del «Estado anarquista»)[4] aprovechó el robo del dinero destinado al Encuentro Internacional para urdir su movimiento defensivo, lo que suscitó el cambio de objetivos.[5]

Con el pretexto de no contar con los fondos económicos para «recibir una invasión de anarquistas desde el Norte», Mestre bateó la propuesta original quedando muy acotada (mediante registro anticipado) la participación de «los extranjeros interesados» a quienes les pedía respetar el «proceso interno de integración».[6] Para concretar la farsa necesitaba impregnarle la tónica de una decisión asamblearia, por lo que echó mano de sus dos empleados y un séquito de jovencísimos punks —y otros no tan jóvenes, pero igualmente pendejos— que visitaban con frecuencia su despacho y cargaban emocionados sus pulmones con los gloriosos pedos del octogenario.

No le fue difícil montar el guiñol y obtener el consenso. La única contrariedad es que, con el propósito de darle continuidad a esa secuencia de encuentros, se había hecho entrega de los fondos recaudados, más los remanentes del Encuentro de San Francisco (4 millones 270 mil pesos en moneda nacional al tipo cambiario de la época) a Braulio Alfaro Lemus que se ofreció a organizar el próximo evento en México.[7]

Si bien el Encuentro de San Francisco fue el acostumbrado circo «progre» —con la destacada actuación de payasos, malabaristas, escupefuegos y tragaespadas—, desde el Encuentro de Chicago del 1º de mayo de 1986,[8] esos espacios eclécticos herederos de Hippielandia, la Era de Acuario y los rituales cuáqueros, también fungían de punto concomitante para un profuso grupo de anarquistas implicados en diversas iniciativas a lo largo y ancho de la Unión Americana y Canadá. Veníamos transitando en torno a la práctica anárquica y la necesidad de un periódico que diera voz a las distintas expresiones de un creciente movimiento que comenzaba a erigirse al norte del Continente Americano. De ahí la expectación en México[9] y la posibilidad de bosquejar una red continental que reanimara el espíritu insurreccional de la Anarquía y pusiera fin al inmovilismo en la región. Pero, de los planes a los hechos siempre hay un gran trecho.

Tras la jugada de Mestre quedaba consolidada la muralla contra la «intervención extranjera». Una vez librado de la «amenaza» y acotada la agenda a temas «nacionales» concretó su objetivo: descafeinar al máximo el evento y dictar las reglas del juego impidiendo que se saliera de sus cauces. El encargado de instrumentar la reducción de potencia e imponer las reglas sería Fidel Miró Solanes (otro dinosaurio cincopuntista que hizo fortuna en México).

Crónica de una infamia

Los días 14, 15 y 16 de septiembre de 1991 se realizó el Primer Encuentro Nacional de Anarquistas en el Centro de Investigación Acción Comunitaria, A.C., ubicado en el poblado de Ocotepec, municipio de Cuernavaca, Morelos. En apariencia —para quienes estábamos ajenos a la trama— el Encuentroera fruto de un provechoso proceso de asambleas donde se había concensuado todo, desde las temáticas a abordar en cada mesa hasta el menú que ofrecían (pago anticipado) a las personas participantes. Desde su inauguración presumió músculo y esplendor. Por eso asombró a propios y extraños la temprana intervención de Marcos Alcón Selma. Sin decir agua va, se remangó la camisa desafiando a Fidel Miró: «Párate, cincopuntista hijo de puta, para romperte la cara». El retador de 89 años ni olvidaba ni perdonaba y no estaba dispuesto a consentir la simulación. Miró (de 81), enrojecido como tomate, señaló con su muleta el pie enyesado y se limitó a contestar «No puedo». Inmediatamente intervino Omar Cortés tratando de calmar los ánimos, pero la mediación fue inútil, si bien evitó que llegasen a los golpes, ambos continuaron insultándose unos minutos.

El incidente pasó inadvertido para la concurrencia y fue registrado, sobre todo entre los más jóvenes, como una «bronca de vejetes». Confieso que me cautivó la pasión del compañero Alcón y al ver que abandonaba el salón aceleré el paso para alcanzar al «abuelete» que caminaba con la agilidad de un joven de quince años. Viéndolo en perspectiva, quizá aquella charla —repleta de cuestionamientos— le resultó incómoda, sin embargo, durante el tiempo que estuvimos conversando no dio muestras de disgusto sino todo lo contrario, incluso deletreaba con lujo de paciencia algunos apellidos inteligibles mientras anotaba en mi cuaderno. Sus declaraciones fueron una síntesis de su aguerrida vida y un instructivo didáctico que me permitió desmontar pieza por pieza aquella infamia y entender el terreno. Todo se reducía a la farsa. Los principales organizadores del Encuentro, el par de «santones» a los que se les rendía tanta pleitesía, habían sido los artífices (junto a García Oliver y otros «connotados cenetistas») del vergonzoso manifiesto «Orientaciones sobre organización en el exilio», que exigía a sus militantes respeto a las autoridades mexicanas prohibiéndoles involucrarse en los «asuntos sociales y políticos». Alcón, además les reprochaba ser «colaboradores voluntarios» de la Secretaría de Gobernación a través de «informes puntuales de la JARE»,[10] señalando que la labor de ambos «mañana, tarde y noche, fue obstaculizar» la gestualidad beligerante de la Anarquía en la región.[11]

Al contar con todos los pelos de la burra —gracias al compañero Alcón— fue sencillo identificar la ignominia en curso. El Encuentro Nacional de los Anarquistas se parecía mucho a “El hombre que se gastó”. Ese relato de Poe sobre el heroe de la campaña contra los cocos y los kickapoos, al que «en vano se hubiera querido encontrar alguna falla en sus maravillosas proporciones», pero que en realidad era un guiñapo al que se le iban atornillando prótesis (piernas, brazos, pecho, peluca, dentadura, nalgas) según las necesidades.

La cereza del pastel fue la imposición del Manifiesto Socialista Libertario como resultante del Encuentro y su inmediato ascenso a rango de «Declaración de Principios» destinado a publicarse en diferentes diarios y semanarios de circulación nacional[12] y repartirse como volante en la marcha del 2 de octubre de 1991. Esta prótesis, quirúrgicamente injertada por Miro y Mestre, «no constituye sino un plagio» del texto intitulado Principios Básicos del Socialismo Humanista redactado por el psicoanalista y filósofo Erich Fromm,[13] como oportunamente señalara Omar Cortés —al descubrirse chamaqueado— por «aberrante y condenable».[14]

Vale la pena rememorar la participación de sujetos «ajenos» —por decir lo menos— y la presentación de ponencias «insólitas». Sobre los intrusos, es de destacar la presencia de tres integrantes de la revista proto–trotskista La Guillotina: Juan Ramón Martínez (El Barry), Jorge Ortiz Leroux (EL Coso) y Jesús Ramírez (El Cacarito, Sheridan dixit), este último «vocero» de la actual presidencia de México.

Por si no fuese suficiente, vale la pena rememorar la participación de sujetos «ajenos» —por decir lo menos— y la presentación de ponencias «insólitas». Sobre los intrusos, es de destacar la presencia de tres integrantes de la revista proto–trotskista La Guillotina: Juan Ramón Martínez (El Barry), Jorge Ortiz Leroux (EL Coso) y Jesús Ramírez (El Cacarito, Sheridan dixit), este último «vocero» de la actual presidencia de México.

Sobre las ponencias, hay dos que exhiben a la perfección el banderazo de salida del «anarcopopulismo» nopalero. Lo mejor —o quizá lo peor— es que este revival del populismo ácrata fue expuesto por dos compañeros anarquistas (al menos así se presentaron entonces) haciendo gala de las mejores intenciones. Empero, sus propuestas eran arcaicas y marcadamente populistas, aunque presuntamente opuestas a esta tendencia política. Lo más alarmante es que no eran conscientes (y probablemente aún no lo sean) de su patética identificación con tal discurso y la estrategia de atracción de las «clases populares». Basta echarles una ojeada a las ponencias de Rubén Trejo Muñoz[15] y Alfredo Velarde[16] para comprobar lo antes dicho.

En el caso de Trejo, justo después de marcar distancia con el partido–Estado–gobierno de aquellos años por «la promoción de una política populista que busca comprar el voto», sorprendentemente hace alusión al «pueblo» sepetecientas veces. A ratos mucho más posesivo que otras («nuestro pueblo») pero siempre haciendo énfasis en su condición de activo a la espera del llamado a la «acción de masas más contundente y decisiva». De tal suerte, exoneraba a los Minions y culpaba de su inacción al líder. Ergo: se requieren líderes fuertes para llevar a puerto la «revolución autogestionaria». Desde luego, estas no eran sus conclusiones aunque sí el discurso subyacente.

Por su parte, Velarde no recurre al vocablo «pueblo» pero le apuesta a «la promoción del ideario anarquista [en el] seno del movimiento de masas mexicano». En lo que sí coincide con su compañero es en la propuesta antediluviana de «convergencia entre anarquismo y comunismo» y «el rescate práctico del eslabón más sólido en que convergen el anarquismo y el comunismo: la autogestión», considerando este modelo de gestión «la más vigente y actual de las propuestas emancipatorias del socialismo libertario». Optando también por la «revolución autogestionaria».

Si bien a finales del siglo pasado aún vivíamos bajo los efectos de los opiáceos revolucionarios —y aquí admito haber sufrido la adicción—, la llamada «autogestión» fue sometida a la crítica al interior de nuestras tiendas desde los años ochenta. Esta fórmula económica cobró relevancia al término del periodo que hemos denominado anarquismo de transición con el surgimiento de nuevos análisis sociales que, pese a ser ajenos (situacionismo/autonomía operaria), influyeron en el desarrollo teórico–práctico sesentaiochero. El propio Alfredo Bonanno por la década del setenta contribuyó al proceso con un texto que, leído a la distancia, resulta un desatino superlativo.[17] Pero ya para las fechas del Encuentro se tenía muy claro que la emancipación total sólo era posible con el fin de la producción, destruyendo el trabajo y las relaciones sociales que lo determinan. Los ponentes confundían el modo de producción con la forma de gestión, ignorando que el modo de producción capitalista no se inmuta en función de quién o quiénes lo administren. Que lo gestionen, cogestionen o autogestionen capitalistas, tenócratas, burócratas, militares, sindicalistas, cooperativistas o anarquistas, es completamente intrascendente: no interrumpe el movimiento de la ley del valor.

Aquellos polvos trajeron estos lodos

No cabe duda de que la ausencia de cultura anárquica, propia de la ruptura generacional,[18] ha impedido el desarrollo teórico–práctico de la Anarquía en México, y el actual contexto babilónico es una de sus resultantes directas. Sin mediar reflexión alguna, han continuado refrendando la farsa de aquel Encuentro hasta nuestros días. Y sí, la repetición funciona siempre y cuando estemos dispuestos a contagiarnos de lo indignante sin el menor rubor.

Nunca se efectuó el necesario «corte de caja» y la polvareda colmada de contaminantes y partículas fecales continuó asentándose capa sobre capa hasta que cayeron las primeras gotas. Ese incipiente lodazal comenzaría a formarse a los doce meses del affaire de Ocotepec y quedó registrado a manera de crónica, nada más y nada menos, que en las páginas de la revista Dialéctica[19] bajo el sugestivo título «Por una nueva izquierda: el Foro Las luchas emancipadoras de fin de siglo». Sus autores —que también formaban parte del Comité Organizador del evento— son los mismos ponentes del Primer Encuentro Nacional de los Anarquistas: Rubén Trejo y Alfredo Velarde. En esta ocasión, sólo hacen cuatro referencias a la autogestión, aseverando que «las respuestas que requiere la sociedad mexicana no pueden ni van a provenir de otro lado que no sea de la izquierda democrática, socialista y autogestionaria».[20] A lo largo de su extenso recuento no aparecen ni por equivocación los términos Anarquía o anarquismo.

La ausencia de cultura anárquica, propia de la ruptura generacional, ha impedido el desarrollo teórico–práctico de la Anarquía en México, y el actual contexto babilónico es una de sus resultantes directas. Sin mediar reflexión alguna, han continuado refrendando la farsa de aquel Encuentro hasta nuestros días.

Los frutos de ese evento maduraron dos años después, tras varios foros con líderes del Frente Auténtico del Trabajo, del Movimiento Urbano Popular (MUP), «trabajadores de la cultura», «dirigentes campesinos», militantes del Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y los remanentes del Partido Socialista Unificado de México, para entonces reagrupados —junto al Partido Patriótico (otrora Corriente Socialista), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (antes Unión de Colonias Populares, de tendencia maoísta) y otras rémoras de la ortodoxia leninista— bajo las siglas del Partido Mexicano Socialista (PMS) tutelado por Heberto Castillo. De aquel alud de ponencias y asambleas diletantes nacería el C.A.C.T.O. (Comité Autónomo de Ciudadanos y Trabajadores Organizados), «orientado» por Alfredo Velarde.

Al proyecto político velardista también se sumarían algunos estudiantes universitarios, pero le seguía faltando el componente folklórico juvenil en su versión espantapendejos: los llamados «chavos banda» tan en boga en los círculos académicos de entonces. Además, necesitaba dotarlo de cierta aureola «antiautoritaria» para demostrar esa «convergencia entre anarquismo y comunismo» que venía vendiéndonos desde el Encuentro de Ocotepec, por lo que se sirvió de un sucedáneo: la «Juventud Antiautoritaria Revolucionaria» (J.A.R.). Esta organización —es un decir— a la postre demostró no ser antiautoritaria ni revolucionaria, como advertimos en su debido momento. Sin embargo, fue un instrumento eficiente que atrajo a las filas de esta espinosa iniciativa frentepopulista a un grupo amplio de «punks» y uno que otro hardcorero lamegüevos (Arnoldo Vidal, Arvíd).

Mediante un apretado volante de diseño artesanal multicopiado que hacía gala de corrección política, con una ortografía poco usual en esos círculos y un apartado postal y dos números telefónicos disponibles para «Informes», la J.A.R. resumía en seis puntos didácticamente planteados —a modo de preguntas y respuestas— la estrategia cactácea y convocaba sin distingo a chemos y straight edge a

promover la formación de comités autónomos a todo lo largo y ancho de la República, con una fuerza capaz de sacar al PRI del poder, pues mientras la casta priísta esté en el poder, NO lograremos alcanzar nuestras demandas […] ¿Cómo lograr esto? Las elecciones de 1994 son una buena oportunidad para no permitir que el PRI vuelva a tomar el poder. Por ello muchos comités apoyarán la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Sólo quién apoye a Cárdenas o a la lucha electoral podrá organizarse en comités? ¡Claro que no! La lucha electoral se atraviesa en el camino pero NO es la finalidad de los comités. La finalidad es que los comités se mantengan autónomos y vigilantes del cumplimiento de sus demandas, la solución no es Cárdenas ni los partidos, la solución es la autogestión. Creemos que la participación activa de los más diversos sectores de la población que luchan por la transformación radical de la sociedad son indispensables en la lucha social que sin duda se generará a raíz de las elecciones de 1994. Podríamos aglutinarnos en una sola consigna: ¡Todos contra el PRI![21]

Este apoyo inédito e incondicional de los estoperoles «autónomos» acarreó muchos apapachos por parte de la socialdemocracia defeña, lo que permitió a su cabecilla (en este particular a su Cabezón) y al núcleo de sus cercanos, fraguar todo un exitoso emporio de bares y chelerías bajo el manto protector de Paco Ignacio Taibo II y las autoridades perredistas de la antigua Delegación Cuauhtémoc. Pero la J.A.R. no sería el único grupo en hacer hincapié en la «autonomía» y la «autogestión» por esas fechas. Poco tiempo después Rubén Trejo conformaría junto a un puñado de cercanos el CAMA (Colectivo Autónomo Magonista), retomando el discurso interrumpido. Esa agrupación sería el hilo conductor de la repetición.

El Primer Encuentro Nacional de Anarquistas fue recreado con una ligera adaptación el último fin de semana de abril de 2011,[22] pomposamente anunciado como Primer Congreso Anarquista de México. Allí estuvimos. A pesar de los pesares pensábamos que aún era posible el diálogo y, sobre todo, la coordinación. Como afirmamos en su momento, no nos desilusionaron, eso implicaría haber albergado expectativas, pero sí

nos causó un enorme pesar ver a compañer@s recurriendo a las mismas prácticas miserables que tanto han criticado en el pasado, echando mano de la tergiversación, de la inducción, del manoseo, para acomodar las relatorías y propuestas a un guión previamente elaborado. No hubo alternativa: cuando detectamos que el timón estaba amarrado nos lanzamos al agua […] Era la hora de los muertos. De repente escuchamos el eco de un bastón y la voz temblorosa de Fidel Miró ordenando alzar las anclas y emprender, una vez más, el viaje en círculo: la eterna y tortuosa travesía hacia ningún lugar.[23]

Hoy resulta habitual encontrarnos las posturas más variopintas que podamos imaginar en el «movimiento», prevaleciendo siempre un fuerte tufillo a liberalismo de izquierda y una clara tendencia populista con tintes nacionalistas. La suma de todas esas desvirtuaciones ha dado lugar al «anarquismo guinda» que ahora impulsan académicos impresentables, profesores impúdicos, escabrosos talleristas y escribanos de ocasión, en cátedras «autónomas», «universidades Bomberito», «PILARES» y «Utopías» o desde los pasquines del anarquismo federado, donde proliferan las críticas con algodones y los discursos vagos que no se atreven a mencionar las cosas por su nombre. Llama poderosamente la atención que este año electoral no hemos encontrado una sola convocatoria a la abstención consciente ni en los circuitos de la diletancia neozapatista ni en los círculos anarquistas ni en las entrañas de esa piltrafa pútrida que se llama izquierda. Tampoco nos hemos topado con esos posicionamientos sui generis que otrora apelaban al pragmatismo —abandonando cínicamente los principios— en nombre del «voto estratégico» y llamaban a «aglutinarnos en una sola consigna: ¡TODOS CONTRA EL PRI!».

Ante la reinstauración del viejo régimen y la concreción del maximato obradorista, asombran —por decir lo menos— estas carencias. Los malabares ideológicos son impresionantes, pero aún son más sorprendentes las omisiones cómplices de ciertos personajes. Es pasmoso acreditar que Alfredo Velarde, reconvertido en crítico de arte e historiador,[24] hoy no llame a sacar del poder al PRI remasterizado y no reclame el «voto estratégico» con la oportuna acotación: «La solución no es Xóchilt ni los partidos, la solución es la autogestión […] ¡TODOS CONTRA MORENA!». Sin duda sería más consecuente con su trayectoria. ®

—Planeta Tierra, 27 de mayo de 2024.

PD1 (a manera de recordatorio): Nacionalismo, populismo, corporativismo y la figura del Tlatoani son los cuatro ingredientes imprescindibles de la receta fascista, aunque no han faltado creativos que le suman novedosos componentes imponiendo su toque personal. Se recomienda cocinar a fuego lento para poder subirle la temperatura al final de la cocción sin que se quemen los ingredientes.

PD2 (henchida de paciencia): Esperaría oír algún día una autocrítica concienzuda de esos sectores que insisten en autodenominarse «anarquistas» y paralelamente se sitúan en las filas de las llamadas «izquierdas» o se regodean en los lodos del populismo, ejecutando programas y nutriendo proyectos diametralmente opuestos a la Anarquía.


[1] Este oxímoron, en el contexto mexicano actual, suele enmarcarse en la cursilería ezetaelenoide y se autoposiciona «abajo y a la izquierda, como el corazón». En la práctica, esta figura retórica goza de larga data en tierras mexicas y tiene su génesis en el quehacer panfletario del liberalismo revolucionario que influyó por igual a los llamados «magonistas» y al embrionario anarcosindicalismo de los «Batallones Rojos» de la Casa del Obrero Mundial al servicio de Venustiano Carranza, dando lugar a ese anarquismo sui generis que aún persiste en nuestros días.
[2] Existe una gran controversia en torno al idílico momento fundacional del anarquismo en México. La «historia oficial» quedaría registrada por José Cayetano Valadés, exsecretario del Buró Latinoamericano de la Komintern, dando por sentado que quien impulsó las ideas anarquistas en la región fue el primer Elder de la iglesia mormona en México y los historietadores se han encargado de replicarla, construyendo un mito alrededor de Plotino Constantino Rhodakanaty y su peculiar interpretación del fourierismo basado en la «regeneración social» a través de la práctica del evangelio. Lo cierto es que el médico de ascendencia aristocrática cruzó el Atlántico atraído por las oportunidades que brindaba el gobierno de Ignacio Comonfort a los europeos interesados en adquirir tierras en México. Una vez establecido de este lado del charco, establece la Escuela del Rayo y del Socialismo en Chalco, Estado de México, donde ilustra en las ideas socialistas francesas a un grupo de jóvenes campesinos de la zona. Verdad que pensó que por esos lares era posible incubar el embrión de la futura sociedad socialista cristiana —a mitad de camino entre el fourierismo cooperativista y el federalismo proudhoniano— pero cuando algunos de sus estudiantes chocaron con los pocos textos traducidos de Bakunin que difundian los internacionalistas españoles (Francisco Zalacosta, Federico M. Fusco y Carlos Sanz), comenzaron a incorporar sus ideas —muy fragmentadas y difusas— en distintas proclamas incitando las rebeliones campesinas de la época, lo que forzó  a Rhodakanaty  a abandonar el proyecto y regresar a sus objetivos originales de formar un grupo de socialistas decididos a materializar el fourierismo alejados de la violencia.
[3] En julio de 1989, al término del Encuentro Internacional de San Francisco, California.
[4] El «Estado anarquista» se instauró el 4 de noviembre de 1936 con la venia del presidente socialista Largo Caballero durante el Gobierno de la República en guerra. Entre sus excelsos funcionarios —militantes de la Confederación Nacional del Trabajo y la Federación Anarquista Ibérica, CNT/FAI— destacan Federica Montseny, ministra de Sanidad; Joan Peiró, ministro de Industria; Juan López Sánchez, ministro de Comercio; Juan García Oliver, ministro de Justicia y creador de los «campos de trabajo del Servicio de Información Militar» (donde también fueron a dar los «incontrolados» de la Juventudes Libertarias y los expropiadores anárquicos), Melchor Rodríguez García, delegado especial de Prisiones y alcalde de Madrid; Ricard Mestre i Ventura, juez de paz, y un largo etcétera.
[5] Al cuestionarlo sobre el giro de objetivos aseveró que el Encuentro Nacional de los Anarquistas era una iniciativa diferente que contaba con recursos propios, recaudados por «anarquistas mexicanos» y que consideraba un error «haber encargado a Braulio Alfaro del fanzine Motín el dinero». Mi desasosiego fue mayor al continuar leyendo su misiva: «hablé con él [Braulio] y le dije del interés de ustedes para saber lo que había hecho, me dio unos datos de los que tenía entregados, sin que ningún dinero se utilizara para los fines que vosotros habíais previsto, de los datos que dio, confesó haber utilizado un millón cien mil pesos para el fanzine y cosas personales. En realidad, el fanzine Motín no puede considerarse una publicación anarquista […] Creo que el error inicial fue por culpa del propio Braulio que se presentó ante ustedes como una especie de representante del anarquismo mexicano, pero el mal ya está hecho. Pienso que deberían contestar con carta directa a Braulio y copia para nosotros lo que queréis que se haga». Carta respuesta de la revista Testimonios firmada por José Riera, alias de Ricard Mestre I Ventura, diciembre de 1990. Disponible aquí. (Consultado el 26/5/2024).
[6] Sólo permitieron la participación de treinta compañeros «extranjeros» (sic), por lo que sugerían «que las personas que asistan representen a cierto grupo», Cfr. Hoy, como siempre, es tiempo de la Anarquía, disponible aquí. (Consultado 26/5/2024).
[7] «Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las tres» y de Braulio ni sus luces. Fue hasta finales de enero de 1991 cuando recibimos noticias de él. En carta fechada diciembre de 1990 justificaba su falta de comunicación argumentando diversas dificultades con otros colectivos por «diferencias ideológicas que ponen en riesgo el intento organizativo, causando un desánimo progresivo en los interesados en el Encuentro Internacional Anarquista». Con tres días de diferencia llegó otra misiva de Braulio, también fechada en diciembre, enviándonos «fraternales saludos». Inmediatamente manifestaba que esta carta «había sido pospuesta muchas veces porque esperaba enviar fechas precisas de los eventos […], pero todavía no hay fechas». Acto seguido, y para asombro nuestro, confesaba haberse servido con la cuchara grande. Después de comentar los entuertos de una pretendida Red Libertaria que no acaba de cuajar, en aquel informe repleto de galimatías narraba la peculiar iniciativa de «las asambleas de las cuatro primeras reuniones» de  «invertir el fondo» en una suerte de Caja de Ahorro Popular —para beneficiar a sus cuates y de paso, hacerse un préstamo personal—, por lo que sólo contaba con un millón doscientos cincuenta mil pesos del dinero recaudado y, por si fuera poco, preguntaba qué considerábamos que debía de hacer con lo que quedaba porque no sabía si podía emplearlo en la organización del nuevo encuentro nacional. Cfr. Carta de Braulio Alfaro, diciembre de 1990. Disponible aquí. (Consultado 25/5/2024).
[8] Ese fin de semana de mayo de 1986, en la ciudad de Chicago, se realizó un taller con la finalidad de concretar una publicación anarquista de coordinación continental. Aunque no se alcanzó acuerdo, quedó de tarea seguir afinando los detalles en próximos encuentros. Ese año —en el centenario de la revuelta de Haymarket— sí logramos cambiar la tónica de las tradicionales marchas del Primero de Mayo con la intrusión de casi medio millar de anarquistas. Aquel jueves fuimos el mayor contigente de la marcha, lo que facilitó desviar su curso provocando un fuerte enfrentamiento con la policía. Al día siguiente, las reminiscencias performáticas de la no–violencia contra la guerra y por el desarme nuclear cobraron vida y convocaron un Warchest Tour que rapidamente fue desbordado por un aguerrido enjambre de jóvenes anarquistas que destrozaron las ventanas de un hotel y varios escaparates de las tiendas del lujoso distrito comercial de la ciudad de Chicago, rompiendo con el inmovilismo pacifista que había dominado al anarquismo norteamericano.
[9] Pese a la cercanía geográfica, fue mínima la presencia de compañeros y compañeras mexicanas (nueve personas). Aunque no todos se asumían «anarquistas» expresaron interés en asistir, por lo que requirieron apoyo económico para trasladarse desde San Diego. También solicitaron instalar una mesa de trabajo sobre el «movimiento anarcopunk en México». Finalmente, la mesa quedó integrada por Braulio del fanzín Motín, dos compañeras de las CHAPS (Chavas Activas Punks) y los respectivos representantes deContraviolencia y un colectivo de nombre peculiar que evocaba los grupos de autoayuda en temas de adicciones (Cambio Radical Fuerza Positiva). De allí surgió la propuesta de celebrar el próximo encuentro en tierras mexicas. Braulio Alfaro Lemus, ni tonto ni perezoso, extendió su manita sudada para recibir el dinero, garantizando que en 1990 el Encuentro Internacional Anarquista/Sin Fronteras se celebraría en algún lugar del territorio ocupado por el Estado mexicano.
[10] Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles.
[11] Entrevista a Marcos Alcón Selma realizada por Frank Fernández, 17 de septiembre de 1991, Cuernavaca, Morelos, parcialmente transcrita. Registro completo en dos audiocasetes. (Consultado 13/4/2024).
[12] Por acuerdo de la Comisión Coordinadora en asamblea del 19 de septiembre de 1991, Rubén Trejo Muñoz se comprometió a llevar personalmente la información a los diarios El Financiero, La Jornada, El Universal y Excelsior; Fidel Miró i Solanes la llevaría a El Economista, Novedades y El Nacional; Braulio Alfaro Lemus se encargaría de Generación, Corre la Voz y El Machete; Omar Cortés la haría llegar a la revista Siempre! y al semanario Proceso, y Miguel Sánchez Lora (miembro actual de la Cátedra Socialista Antonio Gramsci) al diario El Día. Disponible aquí. (Consultado 25/5/2024).
[13] 32 años después, dos historietadores a sueldo reescriben los hechos mediante una selección a modo de los documentos disponibles y reiteran con ínfulas de historiadores oficiales que: «El cónclave ácrata aprobó un Manifiesto Socialista Libertario que consignó como fin de la sociedad humana “ofrecer las plenas condiciones para el desarrollo de las facultades, la razón, el amor y la capacidad de creación”». Desde luego, son tan cínicos que citan la fuente para «confrontar» sin poner el enlace digital, evitando el acceso a la información que quieren ocultar. Cfr. Illades, Carlos y Mondragón Velázquez, Rafael, Izquierdas radicales en México. Anarquismos y nihilismos posmodernos, Penguin Random House Grupo Editorial, México, 2023, pp. 177–178.
[14] Informe recogido en el acta de la asamblea celebrada el domingo 15 de diciembre de 1991. Disponible aquí. (Consultado 25/5/2024).
[15] «México: Revolución democrático–burguesa o Revolución Autogestionaria», en Primer Encuentro Nacional Anarquista, compilación de audio, serie Crónicas Libertarias, Ediciones Antorcha. Un resumen de la ponencia está disponible en línea. (Consultado 25/5/2024).
[16] «El lugar de la autogestión en la polémica entre anarquismo y comunismo». Disponible aquí. (Consultado 25/5/2024).
[17] Bonanno, Alfredo Maria, Autogestión. Campo Abierto Ediciones, Madrid, 1977.
[18] Hasta comienzos de la década del ochenta del siglo pasado existió una entelequia conocida como Federación Anarquista de México (FAM) pero, según la experiencia de Marcos Alcón había quedado vaciada de contenido desde 1953.
[19] Resulta imprescindible una revisión minuciosa de las personas integrantes del Consejo Editorial, el Consejo Asesor y el Consejo de Colaboración Nacional de la publicación, destacando Pablo González Casanova, Enrique Semo Calev, Héctor Díaz Polanco, Carmen Lira, Arnaldo Córdova, Jaime Ornelas Delgado, entre otras fichitas de colección cercanas al socialismo guinda.
[20] Trejo, Rubén y Velarde, Alfredo, «Por una nueva izquierda: El Foro “Las luchas emancipadoras de fin de siglo”». Revista Dialéctica, Año 16, Núm. doble 23/24, invierno de 1992/primavera 1993, pp. 83–92. Disponible aquí. (Consultado 24/5/2024).
[21] «Jóvenes por la autogestión social», C.A.C.T.O., enfasis en el original. Archivo personal del compañero Javier Herrera. (Consultado 25/5/2024).
[22] No en 2001, como mañosamente acomodan en su intento de presentar ese evento inocuo como el embrión de diferentes acontecimientos (Monterrey 2002, Cancún 2003, Guadalajara 2004, Cancún 2010) que sucedieron mucho antes del Congreso. Este anacronismo que podríamos considerar «accidental» en cualquier otro contexto aquí cobra relevancia al constatar que el libro donde se acuña está repleto de acomodos, omisiones, adjetivaciones, chismes, injurias, tergiversaciones, juicios de valor, lecciones morales, estigmatizaciones, medias verdades, mentiras completas e, incluso, ajuste de cuentas. Op. cit., Illades, Carlos y Mondragón Velázquez, Rafael, p. 180.
[23] Jurasic Park: Crónicas de encuentros y desencuentros desde un (Primer) Congreso Anarquista en México. Texto íntegro disponible aquí. (Consultado 25/5/2024).
[24] Para comprender el contexto recomendamos la lectura de los artículos de Alfredo Velarde y Ruben Trejo publicados en los números 12 y 13 del periódico Regeneración del año en curso. Disponible en línea. (Consultado 26/5/2024).

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Publicado en: Política y sociedad

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