La bandera de ISIS en Buckingham

¿Veremos el Támesis ensangrentado?

La autora de esta breve relación —una mexicana en Inglaterra— prefiere guardar el anonimato pues no tardarán los progres políticamente correctos en tacharla de islamofóbica y racista. Suficiente tiene ya con las amenazas y agresiones de sus hostiles vecinos musulmanes en Birmingham.

Usos y costumbres del islamismo.

Usos y costumbres del islamismo.

Dice el dicho que más vale malo conocido que peor por conocer. Por lo menos lo digo yo, porque uno aprende a su manera a enfrentar, o no, las indignaciones y barbaridades propias de su país —y, nomás me aclaro a mí misma, no por ello menos repugnantes.

El caso es que por obra de Cupido ando por tierras sajonas, en Birmingham, para ser más precisa, donde la problemática tiene otros matices en la vida cotidiana. Más en particular en relación con la desafortunada mezcolanza entre musulmanes y británicos. Más allá de las abominaciones que los medios nos ofrecen para tomar uno u otro partido con respecto al islamismo y su propósito de islamizar Europa, se está cocinando también en las calles de las ciudades con alta población musulmana en Inglaterra una abrumadora sopa de moros y cristianos en una olla exprés sin válvula.

En 1968 Enoch Powell, miembro del Partido Conservador, dio un discurso llamado “The Birmingham speech”, que es más conocido como “Los ríos de sangre” por la alusión que hace a una frase de la Eneida, de Virgilio, que dice: “Según veo hacia adelante, me llena un presentimiento: me parece ver el río Tíber con mucha espuma ensangrentada”. En este discurso refiere Powell con palabras proféticas a la apertura de las puertas del Reino Unido a la inmigración anual de aproximadamente 50 mil personas de los países de la Commonwealth, en el que manifestó la urgencia de actuar ante las dificultades radicadas en el presente para minimizar la dimensión del problema que veía venir. Dijo que era como ver a la nación atareada apilando leña para su propia pira funeraria. La solución que propuso fue parar la migración y promover al máximo el regreso de los inmigrantes a sus países de origen. Powell fue destituido de su cargo y fue tachado de racista.

Si un ciudadano inglés es acusado de tener una conducta racista hacia un musulmán se ejerce acción inmediata contra él sin cuestionamiento, sea cierto o no; no así en el caso contrario, donde no se considera siquiera la posibilidad de que un musulmán cometa un acto de racismo.

Los inmigrantes en Inglaterra entraban con todos los derechos que tiene todos los ciudadanos. Esto suena bien a toda persona de buena voluntad, pero los problemas no se hicieron esperar y los ciudadanos ingleses empezaron a sentirse extraños en su propio país, lo que fue generando resentimiento. Paulatinamente, en las áreas donde se aglutina actualmente la población musulmana, la población inglesa ha pasado a ser, aunque usted no lo crea, una minoría perseguida.

En la actualidad los inmigrantes —yo soy uno de ellos— entramos con todos los derechos ciudadanos —lo cual agradezco, como mexicana—, aunque eso también tiene sus tintes y destintes, pues por alguna razón que todavía no comprendo la población musulmana goza de una gran cantidad de privilegios que ni los mismos británicos tienen.

Mientras que inmigrantes procedentes de la India, Jamaica, Polonia, Eslovaquia, China, Tailandia y de otros países han ido integrándose al carácter nacional, no ha sido así con la población musulmana, en su mayoría proveniente de Pakistán, Irak, Afganistán y Somalia, entre otros países; musulmanes que permanecen unidos y cerrados, que continúan hablando su lengua y conservan sus usos y costumbres sin intención de integrarse con el resto de la sociedad —pues una cosa y otra son posibles.

Los musulmanes han ido ganando espacio gradualmente en todos los ámbitos. He visto cómo bajo la bandera antidiscriminatoria y antirracista los musulmanes abusan flagrantemente de ese derecho. Si un ciudadano inglés es acusado de tener una conducta racista hacia un musulmán se ejerce acción inmediata contra él sin cuestionamiento, sea cierto o no; no así en el caso contrario, donde no se considera siquiera la posibilidad de que un musulmán cometa un acto de racismo.

Los hospitales, las escuelas, los gimnasios y otros lugares públicos tienen secciones para que puedan interrumpir las actividades a las horas en que rezan; hay intérpretes en punjabi, urdu y árabe para que no se tomen la molestia de aprender el idioma del país en el que viven. En tanto, los inmigrantes de otras nacionalidades hemos de pasar varios exámenes, incluyendo el del idioma inglés y de conocimientos generales de la vida en el Reino Unido.

En clínicas y hospitales tienen el derecho de elegir médicos musulmanes para su tratamiento pues no pueden ser contaminados por infieles; si un inglés hace una petición similar, de ser atendido por un inglés, es catalogado y puede ser procesado legalmente por discriminación y racismo.

También, por razones que desconozco, los musulmanes obtienen muchos más privilegios relacionados con beneficios y prestaciones públicas, como el otorgamiento de casas libres de costo por sobre los ingleses, entre otros. En clínicas y hospitales tienen el derecho de elegir médicos musulmanes para su tratamiento pues no pueden ser contaminados por infieles; si un inglés hace una petición similar, de ser atendido por un inglés, es catalogado y puede ser procesado legalmente por discriminación y racismo. En las albercas públicas tienen su propia sección, incluyendo la separación exclusiva para mujeres, pues tampoco pueden compartir agua contaminada por infieles. Me pregunto si eso no es discriminación.

¿Esto en qué me afecta? Vaya, aquí vivo y la convivencia no se hace fácil cuando quienes no profesamos el islamismo —infieles que somos— somos vistos y tratados como pedazos de porquería, porque ni siquiera ciudadanos de tercera podemos ser catalogados ante sus ojos —ni sus propias mujeres lo son—. En Birmingham se respira un ambiente de peligro inminente, de discriminación, de alarma y de agresión abierta, pues abiertamente los musulmanes exponen sus consignas, sembrando miedo y resentimiento a la vez entre la población sajona en particular. Y esto lo expresan en donde estén: grupitos de jóvenes al salir de la escuela, en las paradas de autobús, que amenazan de muerte a jóvenes blancos en lo que podría ser un pleito común entre adolescentes.

No hace mucho escuché en un autobús a un grupo de adolescentes musulmanes que alguien decía: “Se un buen musulmán, agarra un cuchillo y mata hoy a un blanco infiel”, frase que los demás festejaron con risas. Así lo han empezado a hacer, alentados por su hazaña con Lee Rigby, un joven soldado que fue brutalmente asesinado en la calle mientras se dirigía a su cuartel.

Me pregunto si las autoridades públicas ahora se cuestionan poner en práctica una ley victoriana que al parecer sigue vigente, pues nunca se abolió, de regresar a sus países a inmigrantes indeseables, o si debieron haber analizado la propuesta de Powell en ese entonces, pues el futuro está por alcanzarlos. Si eventualmente el islamismo lograra hacer ondear la bandera de ISIS en el asta del Palacio de Buckingham mientras corren ríos de sangre por las calles de Inglaterra, yo agarro a mi marido y me regreso a México. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Noviembre 2014

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