La onda fría y “narcochispeante”

De cine, muertos y libros indignados

Foto del periódico Metro, voz de Jalisco, del lunes, 28 de noviembre.

Entro a un Oxxo para resguardarme del frío de la noche. Los primeros días de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara han sido inesperadamente azotados por bajas temperaturas. Tomo un café para recuperar calor y hacer un breve descanso entre la Expo Guadalajara y el hotel donde pernocto esta semana de finales de noviembre e inicios del último mes de 2011.

Después de ver el clásico del cine silente Faust, del año de 1926, filmada por Friedrich Wilhelm Murnau y basada en el inigualable Fausto del enorme escritor y científico alemán Johann Wolfgang von Goethe, converso con el Dr. Fanatik, líder del grupo homónimo, que acaba de dar una lección de cómo se debe tratar una obra maestra del cine. Regresa a mí el ánimo en ese sentido, pues no a todos los grupos de rock mexicano debiera permitírseles que musicalicen películas. Los Gatos, el que recuerdo ahora, se encargó hace tiempo de burlarse y banalizar películas como Nosferatu.

Maquinarias cinematográficas con animal adentro. Metrajes contundentes y con momentos majestuosos. En algún instante del filme, Gretchen, la mujer de la que está enamorado Fausto, mece a su pequeño hijo en medio de una nevada feroz. La imagen muestra la miseria humana más terrible a la que puede llegar la joven con su bebé, quien al no ser adoptado por nadie del pueblo termina congelado por la nevada. La música del Dr. Fanatik decanta la esencia de las imágenes que realmente cruzan el rubicón de la mirada. El clima dentro de la carpa de la Explanada de Expo Guadalajara hace sentir mucho más ese frío insolente que vive esa bella mujer que será llevada a la hoguera por infanticidio. Así de injusto, terrible e inhumano.

El Dr. Fanatik me dice que tardaron seis meses para montar el sonido de esta película, la cual ya había sido interpretada en la Ciudad de México, y que pidieron a los organizadores acá en Guadalajara que el grupo tocara detrás de la proyección para darle más importancia a la obra y no al grupo. Punto a favor para todos, dejar a un lado los protagonismos baratos y evitar los fanáticos con “c”.

Esta presentación fue —por lo menos en esta edición de la FIL— un momento único en ese sitio relacionado con el cine y la literatura. Me sorprende, también, cuando saco mi cámara para registrar un momento cinemático y un elemento de seguridad privada se para frente a mí y me dice, con cierta cordialidad, que está prohibido tomar fotografías. “¿Por qué?”, pregunto. “Son instrucciones”, responde. Me acerco a los encargados de las actividades que se desarrollan en la explanada durante la semana y Alejandro Meza, encargado de prensa y difusión de la Coordinación de Producción y Difusión Musical de Cultura UdeG, me explica que el Instituto Goethe no permite que se reproduzcan imágenes de la película, y yo me pregunto: ¿Cómo se podrá controlar eso en tiempos de internet y celulares con cámaras? Me limito entonces a fotografiar a los espectadores presentes en la función al aire no tan libre, pero sí muy frío.

Pero la onda gélida, la alemana y la mexicana, está en la FIL. En ese mismo Oxxo un periódico ¿amarillo? de la capital tapatía dice: “Tiran dos cuerpos en Guadalajara. Onda fría”. Días antes —como se ha dicho “hasta la madre”— veintiséis personas fueron encontradas en tres camionetas en las inmediaciones de los Arcos del Milenio, en el cruce de las avenidas Lázaro Cárdenas y Mariano Otero, el 24 de noviembre muy temprano, a dos cuadras de donde se desarrolla la fiesta donde “todos somos lectores”.

Algunos tapatíos niegan que la violencia y el narco existan en Guadalajara, desde ese titular “Tiran dos cuerpos en Guadalajara”, como si viniesen de otra ciudad, hasta una mujer jalisciense formada para comprar una baguette en un pequeño restaurante de una plaza comercial cercana cuando una fuereña le expresa su preocupación por la violencia en este estado; la respuesta de la tapatía es “Bueno, la violencia está generalizada en todo el país”.

Y así por el estilo. La tarde del domingo 27 de noviembre, en el Auditorio Juan Rulfo, el poeta Javier Sicilia estuvo con los escritores Ricardo Cayuela, Ricardo Raphael, Alejandro Rosas y Paco Ignacio Taibo II. Todos indignados por la violencia, dicen, pero llama la atención cómo el movimiento de Sicilia se va tiñendo de cierta actitud socarrona, como se vio durante la presentación de los libros Estamos hasta la madre, El México que nos duele y El México indignado. En verdad, no es pedantería, pero llenarse la boca de indignación ya no es suficiente, indignación rima con simulación.

Durante ese acto Sicilia hace realidad lo que el analista político Ricardo Raphael expresa en parte de su alocución: “Los que estuvieron en la camioneta son casi todos jóvenes, juzgados ya como criminales, sin que yo sepa que tengamos alguna prueba de que lo sean. En otro país del mundo hubiéramos dedicado un minuto de silencio. El viernes estaba yo en Mérida, a la una de la tarde, en una reunión de quinientas personas y ninguna de esas quinientas personas sabían lo que había pasado en Guadalajara, el jueves anterior ya los habían juzgado como criminales, todos jóvenes”.

En la intervención del líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad —quien en el panel se encontraba visiblemente separado de los otros cuatro escritores, como si fuese diferente a ellos—, con voz mortuoria, vestimentas que recuerdan al subcomandante Marcos, pide un minuto de silencio por los 26 muertos. Acto seguido mueve la silla para atrás de manera tosca, movimiento mágico para que todos en el auditorio obedezcan cual soldados del amor, cual feligresía obediente a lo que dicta el párroco desde el púlpito, inflados gorrioncillos indignados, como niños que juegan libres en su cuarto, mientras papá está fuera de casa, y lo digo así porque son aquellos quienes también aplaudieron y rieron frente a los comentarios de Paco Ignacio Taibo II cuando arremetió contra el gobierno, por el hecho simplemente de ser gobierno, no personas: “En general, cada vez que me dan un micrófono hablo mal del gobierno y he cumplido mi misión y lo seguiré diciendo hasta que se vayan”, pero los que se van son los espectadores; todo se olvida cuando llega la próxima presentación editorial. Las palabras son necesarias, las marchas hacen que corra la sangre por la venas, la indignación no es participación que construya.

Leo al periodista Jorge Zepeda Patterson, en otro periódico local, que dice que la violencia en Guadalajara ha llegado para quedarse. En su artículo “Guadalajara, 25 años y 26 muertos”: “Guadalajara pasó este fin de semana por el mejor y el peor de los tiempos. La FIL, el más importante evento literario cultural de habla hispana cumplió su 25 aniversario para orgullo de todo el país. Pero tuvieron que celebrarlo en medio de la enorme consternación que dejó la aparición de 26 cadáveres el jueves pasado. […] Existe el temor de que esta masacre sea la confirmación de que la guerra abierta ha llegado a Guadalajara. El fantasma de Monterrey, Veracruz o Acapulco recorre la Perla Tapatía. ¿Será ésta la siguiente plaza mexicana en convertirse en campo de batalla?” Yo sólo espero que la onda fría se vaya rápido.

Termino esto con un parrafito que encontré en un libro presentado, ese mismo domingo —al mediodía, cuando todos escuchaban a los premios Nobel Herta Müller y Mario Vargas Llosa—, por el maestro Jorge Ayala Blanco: La justeza del cine mexicano, un conjunto de ensayos sobre películas recientes del cine nacional. Un fotograma de El infierno, de Luis Estrada, aparece en su portada, es el actor Jorge Zárate en el papel de el Pozolero. Ayala Blanco tiene algunas ideas al respecto y sobre el tema del narcotráfico —tan mal y poco filmado recientemente—: “Y la justeza de lo narcochispeante era ante todo una vehemente y gigantesca burla recurrente que sólo toma su desesperación demasiado en serio (¿un conato de burla sangrienta churrealista?)”. ®

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Publicado en: FIL, Noviembre 2011

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