La pesada carga del mundo

Amarillo, de Félix Romeo

Dice en la contraportada de Amarillo: “Éste es un libro sobre el crimen perfecto. Sobre la memoria, sobre la imposibilidad de recordar. Sobre la imposibilidad de escribir libros sobre la vida que sean reales. Sobre las cuatro cosas que recuerdo de ti.

No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio.
—Alberto Camus

Cuando mi abuela estaba viva me contaba que en su pueblo, en el norte del Perú, entre sus amigos se había puesto de moda el escritor colombiano Vargas Vila, autor de la frase “Cuando la vida es un martirio el suicidio es un deber”, y que dos amigos suyos se adentraron en sus páginas, influenciados por él y a su vez afectados por rupturas sentimentales optaron por el suicidio como salida. Escuchar de su voz aquellas palabras me ponía los pelos de punta, más aún cuando decía que un hermano de ella que nunca conocí también había cogido la escopeta de su padre para poner fin a sus días. Quienes han experimentado la cercanía con el tema entenderán que a los vivos nos deja una rara sensación, inconclusa, y una suma infinita de interrogantes que nunca tendrán verdadera respuesta y mucho más cuando el suicida es pariente, pero también cuando es joven y amigo. A Félix Romeo, autor de Amarillo [Plot ediciones, 2008], le sucedió algo semejante cuando supo que su amigo Chusé había decidido lanzarse en un vuelo sin retorno por una ventana. Resulta obvio el intento de destacar lo que supuso para los familiares de Chusé, cuyo reloj cronológico aproxima a ellos más a la muerte que a la de su hijo de 24 años. Todavía era temprano cuando los bomberos llegaron al lugar donde tuvo cita “el crimen perfecto”. “¿Cómo no me di cuenta antes de que te ibas a suicidar?”, se pregunta Félix Romeo, entre las páginas de este libro. Luego de recopilar entrevistas, textos, recuerdos y respuestas a cartas llega a la conclusión de que Chusé estaba atrapado en su desesperación y que para él el suicidio no era solamente una idea perversa que se pasa por la cabeza, sino una puerta de salida que un día se atrevió a traspasar. Ese día Felix no estaba. Se enteró por teléfono. Cuando lo llaman y le dicen que un compañero de su piso ha muerto no hace más que pensar en Chusé. Solamente él podía haber muerto. La noche anterior Chusé había estado bebiendo y viendo la televisión con Bizen, otro compañero de piso. Los tres vivían en Barcelona. Félix escribía crítica y literatura. Chusé escribía crítica y literatura. Bizen pintaba y probablemente leía lo que sus compañeros escribían. Pero ¿quién era en realidad Chusé Isuel? ¿Un autor precoz de esos que no soportan la carga pesada del mundo? Había escrito Todo sigue tranquilo, libro de relatos llenos de desencanto y que vería la luz dos años después de su muerte. Escribía compulsivamente, como una necesidad, con prisa, como si de antemano supiera su corto paso por esta vida. ¿Era acaso un ser extremadamente sensible y al borde del desquicio? ¿Bipolar? ¿Esquizofrénico? O una persona como cualquier otra que en vista de que lo abandona su mujer se ve en medio de un laberinto sentimental sin salida.

En el prólogo de su libro Crímenes Ferdinand von Shirach dice: “Nos pasamos la vida danzando sobre una fina capa de hielo; debajo hace frío, y nos espera una muerte rápida. El hielo no soporta el peso de algunas personas, que se hunden”, y es que la ruptura sentimental había hundido a Chusé en un caos interior difícil de descubrir, el mismo del que Félix por algún momento se llega a sentir culpable pero a la vez liberado. No sé si el fantasma de Chusé lo perseguiría hasta la muerte a Félix pero, si es así, ahora descansan los dos en paz. Félix Romeo murió de un paro cardiaco el 7 de octubre de 2011.

Dice en la contraportada de Amarillo: “Éste es un libro sobre el crimen perfecto. Sobre la memoria, sobre la imposibilidad de recordar. Sobre la imposibilidad de escribir libros sobre la vida que sean reales. Sobre las cuatro cosas que recuerdo de ti. Sobre todo es un libro sobre las mil cosas que no recuerdo de ti, y quiero seguir ignorando. Todo empieza con una pregunta: ¿cómo no me di cuenta de que te ibas a suicidar? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿por qué tu muerte me produjo un alivio tan grande? De esta pregunta sale otra pregunta: ¿soy responsable de tu muerte? Y de esta pregunta sale una última pregunta: ¿por qué desde hace años arrastro una terrible sensación de culpa por tu muerte?”

Valga pues este cóctel molotov. ®

Félix Romeo habla de Amarillo.

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Publicado en: Febrero 2012, Libros y autores

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