Tina desconocida

Fuego que no muere, de Claudia Marcucetti

Fuego que no muere, de Claudia Marcucetti, es producto de una larga investigación en cientos de libros y documentos en archivos italianos, lo que resultó en una nueva biografía novelada de Tina Modotti.

Tina Modotti durante el interrogatorio por las investigaciones de la muerte de Julio Antonio Mella. AGN, Enrique Díaz, Delgado y García, Caja 30–1, Tema, Julio Antonio Mella, Funerales 1929 (1).

En Fuego que no muere (Planeta, 2022) Claudia Marcucetti Pascoli nos presenta la historia de una Tina Modotti que no conocíamos hasta hoy. Y las reacciones no se han hecho esperar: son muchas las feministas que han criticado la novela por no darle a Tina el estatus de emblema feminista que, según ellas, amerita. Esta historia amorosa entre dos hombres y una icónica Tina Modotti parte de la memoria misma, de las diferencias que terminan por ser coincidencias y de un ambicioso proyecto que llevó a su autora a un laberinto imposible de imaginar y que se puede, quizás, resumir en una pregunta: ¿realmente fue una falla del corazón la causa de su deceso o hay algo más que se está ocultando? Tuvimos oportunidad de conversar con la autora para Replicante.   

—¿Cómo llega Tina Modotti a tu vida?
—A través de Tinísima (Era, 1992) de Elena Poniatowska. Es el primer libro que leí de Tina Modotti. En ese entonces no tenía ninguna intención de ser escritora, aunque creo que posiblemente ya era arquitecta.

—¿Qué más leías entonces?
—Desde niña era una gran lectora; como soy hija única, mis papás ya no sabían qué hacer conmigo y me enseñaron a leer y a escribir a edad muy temprana, por lo que comencé a leer, muy, muy pequeña; mis padres eran muy liberales, progresistas, y me daban a leer cualquier cantidad de cosas indebidas, posiblemente, para mi edad.

—¿Cómo nace tu pasión por la escritura?
—Pues estaba muy feliz ejerciendo mi profesión de arquitecta y de pronto mi mundo se colapsó: se murió mi socio, mi marido, ocurrió una serie de eventos trágicos y, a la vez, un replanteamiento hacia lo que estaba haciendo en esos momentos en la vida. Mi principal objetivo era tener seguridad económica. Sí, obviamente, la arquitectura tiene una parte creativa, de florecimiento personal, pero yo estaba enfocada más al negocio. Entonces me replanteé si eso es lo que quería hacer el resto de mi vida.

—¿Y llegó la literatura?
—Fue para mí esa parte. Y por eso tengo a la literatura y a la escritura en un pedestal sagrado desde entonces. Ni la prostituyo con temas o cosas que nada más sirvan para vender libros, ni trato de hacer nada que afecte mi propia visión de mí misma como literata que soy.

Tina llegó a mí realmente como un proyecto cinematográfico en el 2009 de la mano de Ferdinando Vicentini Ornagni, que había hecho cosas muy interesantes, incluso de corte político: hizo una historia acerca de la periodista italiana Ilaria Alpi —asesinada junto a su camarógrafo.

—¿Qué pasa luego de que das con Tina Modotti?
—Me encantó el personaje, pero ahí, en ese momento, no me cruzaba por la cabeza escribir una biografía de Tina, porque además de la de Elena había otras, que fui descubriendo con el paso de los años. Tina llegó a mí realmente como un proyecto cinematográfico en el 2009 de la mano de Ferdinando Vicentini Ornagni, que había hecho cosas muy interesantes, incluso de corte político: hizo una historia acerca de la periodista italiana Ilaria Alpi —asesinada junto a su camarógrafo, Miran Hrovatin, el 20 de marzo de 1994—, y Ferdinando era amigo de la familia, porque somos de la misma región de Italia.

Claudia Marcucetti firma uno de los ejemplares de Fuego que no muere. Fotografía tomada de Facebook.

—¿Entonces tú ibas por una película?
—Muchos cineastas habían fracasado al querer contar la historia de Tina. Por ejemplo, Gabriel Ripstein; la misma Graciela Iturbide me contó que tiene un guion de Tina Modotti que nunca se realizó, desde sus tiempos de estudiante de cinematografía en México y, bueno, Tina siempre ha sido un proyecto que ha estado en la cabeza de muchas personas. Monica Bellucci ha estado también involucrada y parece ser que sí va a salir una película, pero muy ligera, porque yo hablé con el guionista y me dijo que es tan sólo una historia de amor sin ninguna trascendencia.

—Es que hay muchas maneras de hacer una película de Tina, muchos ángulos y posturas, ¿no crees?
—Una muy difícil es involucrar todo el tema político que hay alrededor de ella. Y sobre todo involucrar la última parte de su vida, que es la que concierne a Vittorio Vidali —peligroso personaje asociado al Partido Comunista Soviético—. Yo no tenía esas aspiraciones. Yo estaba entre el grupo que quería contar la historia de Tina Modotti en el cine porque me parecía que ya había muchas biografías, pero no había realmente una película, una serie, aunque en ese entonces no estaban tan de moda, que mostrara la historia de Tina.

—Y supongo, por lo que ocurre en Fuego que no muere, que hubiese sido una película muy cara…
—Claro, por los momentos épicos que tiene, hacer una película menos tradicional o menos hollywoodiana era complicado.

—Además, lo que terminas por hacer no es ni siquiera una biografía, sino que recurres a la narrativa y novelas, a distintos pasajes biográficos que tú conoces ya muy bien.
—Porque me parecía que hacer un remake de Tinísima u otra nueva biografía no tenía mucho sentido, eso cuando comencé el proyecto literario, porque la verdad es que no tenía la intención de escribir acerca de Tina, ni siquiera un libro cualquiera, tan es así que mi sueño se plasma cuando leí a Vittorio Vidali y tuve acceso a once libros y tres inéditos sin traducción al español; tenía información privilegiada, confidencial.

—¿Cómo fue tu proceso de creación literaria, ibas investigando acerca de la vida de Tina Modotti, leías estos libros que me señalas más los que ya habías leído, las biografías e ibas escribiendo la novela?
—No, nada, digamos que tenía cuadros para hacer una película.

—Seguías con la idea de la película.
—Tenía, por ejemplo, cuadros de la temporalidad, cuadros visuales de lo que podría ser una película con tiempos, cruces de personajes; eran más cuadros de trabajo para una película, pero no para una novela, sin embargo, aún no tenía decididos los periodos escénicos que iba a utilizar, no tenía nada escrito; luego busqué al cineasta Roberto Sneider porque me parece que es un muy buen adaptador y alguien que tiene mucha sensibilidad para los personajes históricos. Adaptó, por ejemplo, Dos crímenes (1994) de Jorge Ibargüengoitia, Arráncame la vida (2008) de Ángeles Mastretta, Me estás matando, Susana (2016), basada en la novela Ciudades desiertas de José Agustín, y estuve tomando apuntes de lo que él me decía: ¿cuál es la visión que tienes de Tina Modotti?, ¿qué es lo que quieres decir realmente de ella?, entre otras cosas.

—Por fin llegaste a Fuego que no muere…
—En el 2017 firmé dos novelas con la editorial Planeta y una de ellas no estaba escrita. Cuando les comenté que tenía mucha información de Tina Modotti se emocionaron y me sugirieron que escribiera sobre ella, y ahí fue cuando ya empecé a investigar, pero desde la perspectiva narrativa de una novela, y me enamoré del personaje de Vittorio.

—¿Qué es lo que vino después?
—Tanto la editorial como muchas mujeres que leen la novela esperan encontrar una novela distinta a la Tina Modotti que yo muestro. Las nuevas generaciones conocen muy poco de ella, y creo que muchas de estas jovencitas empoderadas quieren una Tina más combativa.

—Pero tú leíste mucho material de ella, realmente sabes cómo fue Tina Modotti…
—Como siempre, hay muchas maneras de ver la historia. Yo traté de escribir una historia imparcial, incluso en cuanto al tema político, porque sí es una novela política, aunque yo no me considero una autora que aborde esos temas sí trato, con el estilo de Tom Wolfe, de que, aunque el discurso esté en tercera persona, sí manejas la visión de tu personaje.

—Respetas el rigor histórico.
—Y me tomé libertades personales al incluir en la historia algo de mi historia personal, de mis dolores, porque eso es parte de mí, porque de otra manera yo no puedo escribir, no puedo desahogarme, o contar lo que me provoca o lo que me molesta, lo que me duele, lo que no entiendo en un determinado momento de la escritura.

En la época de Modotti no necesitaban etiquetarse como feministas, eran mujeres que luchaban por lo que creían. Yo al menos creo que dentro del feminismo actual hace falta abrir muchas perspectivas.

—¿Cómo son estos procesos de escritura que señalas?
—No soy alguien que planee cómo va a acabar la historia, normalmente me dejo llevar por lo que descubro, lo que surge como experiencia de vida, por ejemplo, lo de mi cáncer fue una de ellas, lo que acaba de salir de un modo u otro, así como soy muy estructural en mi profesión, que es la arquitectura, en la ficción soy muy espontánea, muy libre, intuitiva, sin una perspectiva incluso comercial.

—¿Estas jovencitas empoderadas que mencionas te han reclamado algo de la novela?
—Tina Modotti jamás se pronunció sobre el feminismo, por ejemplo, y es algo que me reclaman. Ella tenía la parte de actuar sin prejuicios, no le importaba ser enjuiciada. Fue esplendoroso su arte, tanto en su vida privada como en su vida política, y tenía otras prioridades. Tina luchaba por los derechos de todos, homosexuales, obreros… hasta hay una cátedra en la Comisión de Derechos Humanos que lleva su nombre y no exclusivamente por las mujeres, eso nos debe quedar bien claro. De hecho, en la época de Modotti no necesitaban etiquetarse como feministas, eran mujeres que luchaban por lo que creían. Yo al menos creo que dentro del feminismo actual hace falta abrir muchas perspectivas.

—¿Qué fue lo que más te apasionó de Tina Modotti?
—Su capacidad camaleónica, su capacidad de renovar sus propias ideas; también su sufrimiento. Creo que Tina era una persona demasiado sensible cuando percibía el sufrimiento ajeno, ante cualquiera que fuese la raíz de este sufrimiento: ya sea que se tratara de una guerra civil, de obreros maltratados. Tina tenía una sensibilidad particular que le reconozco; también una sensibilidad hacia el arte.

—También era una mujer que parecía siempre decepcionada…
—Según un fotógrafo que la conoció y al que tuve la oportunidad de entrevistar en Italia, Tina tenía el síndrome de la decepción anticipada. Yo no sé si sea cierto, no soy psicóloga; como novelista, obviamente, te preguntas por ciertos rasgos psicológicos de tus personajes, y sí creo que se llegó a decepcionar de todo lo que le pasó en su vida, incluso de la causa comunista luego de lo que vio en España.

—Parecía condenada al sufrimiento…
—Pero estamos hablando de un personaje que es rico en cada una de sus facetas, sin embargo, también el de Vittorio Vidali me parece fantástico y por eso lo incluí en la novela, dándole la misma importancia que a Tina, aunque, como ya te lo dije, es algo que no me perdonan las mujeres, pero yo no me voy por los géneros, yo me voy por las personas, por lo que significan.

—Me parece que esto que señalas de las lectoras es un tema complicado…
—¡Y son las que me castigan más!, yo creo que Fuego que no muere no es un libro de una estrella, y así como muchos me ponen cinco, hay muchos que me ponen una, y son las mujeres en su mayoría; lo he percibido en los clubes de lectura: a las mujeres jóvenes no les acaba de caer en gracia, y yo creo que es una visión respetable de su parte, y pues pretendo que la mía también lo sea.

—Además no escribiste una novela improvisada…
—Tengo conocimiento de causa, mucho más que las tres novelitas que ellas pueden leer. Yo investigué en los archivos casi trece años, y como bien dices, no me basé en dos o tres libros, sino en cientos de libros, además de los archivos de Italia, de contar con información que nadie pudo haber tenido, porque además está en italiano, en fin, de mucha documentación, también de archivos abiertos, que a través de los biógrafos de Vidali y de su documental pude acceder a ellos, así, creo que Fuego que no muere está realmente documentada en hechos reales y en verdades. ®

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Publicado en: Libros y autores

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