Adentro no se abre el silencio

Tres poemas

© Wayne Levin

I

este lugar me parece conocido.

me acuestan en una cama que rechina, el suero tiembla en la bolsa de plástico. los cangrejos diminutos huyen con temor, ya viene. aquí está, el mar se filtra en el catéter, las algas se enmarañan en mis venas, se enredan los pequeños peces; mi brazo derecho se traga el océano, las amputadas olas, la pus de la espuma, las úlceras submarinas, los desgarros sinoviales del coral: que bajara yo en mi submarino de los cuentos infantiles al fondo del mar. respirar es otra cosa, la rana de mi pecho se asfixia porque esta no es su charca. me salen branquias como las rápidas bocas de las merluzas. yo no estoy adentro, es el mar que se revuelve con tristeza en mis riñones, es mi pecho que absorbe el agua entumida de mis piernas, es el mar que atraviesa mi cuerpo como una lanza espesa y fría. el tubo de plástico desemboca en mí, agita las simas del océano.

este lugar no me parece conocido.

desciendo a las profundidades de mis pulmones
emerjo de las profundidades de mis pulmones
todo es una vuelta corriente sanguínea
el corazón se encoge de sal
el corazón se ensancha de sal
mi pie izquierdo recoge sus latidos
mi planta derecha lo cubre para que no tiemble
lo cubre para que no se caiga
debajo de las sábanas sal endurecida
cierro los ojos no cierro los ojos
el mar me cubre para que no tiemble
el mar me cubre para que no me caiga
abro la boca
el mar desborda mis cavidades craneanas
cierro la boca
no queda quieto el mar
me cubre para que no me caiga
cubro al mar para que no se caiga

hablo de mí
en contra de mi lengua
en el asedio de mi garganta
en el caño inverso de la asfixia

retrocedo
la mudez se enreda a mis vértebras
giratorio atropello se atornilla

ráquea
hablo de mí un lugar que no conozco hablo de mí el mar siempre retrocede hablo de mí frente al muro de sal mi lengua es un lugar que no conozco silencio es tornillo que sujeta tornillo ruido infranqueable silencio ruido infranqueable ruido ruido ruido ruido atornilla silencio

silencio en círculos

II

arriba mi cuerpo llama

soy la arena que lo escucha desde abajo

el dolor es un desembocar inverso. evaporarse es torcer la corriente: negar la gravedad del cuerpo maduro que cae en lluvia, el fruto concreto que se desprende de lo sutil y horada el suelo, lo condensado cuyo peso es la seducción del choque definitivo que implanta lo inmóvil. el vapor es contrario a la muerte. desembocar inversamente también es ir de lo salado a lo dulce, un salmón contracorriente hacia el río borra sus costras blancas en el agua de llanura verde. cerca de la costa, su dorso azul impúdico desarregla la plata del espejo en las escamas, unos pocos puntos-manchas de tiempo entre sus espinas dorsales son las coordenadas de un retorno. no hay regreso en torcer el curso de lo sólido marino hacia el rápido vapor de los estuarios. desembocar inversamente en el río del nacimiento –otro río y otro nacimiento– la cubierta de camuflaje se pierde en un marrón rojizo a verdoso con un moteado rojo a naranja. remontar la frialdad contracorriente: salto es fundación de superficie, singladura entrecortada, subir una pendiente, sobrepasarla; unión de puntos débiles en líneas trazadas hacia la fecundidad de la especie, serenidad en la quilla, poderío del olfato hacia adelante. todo regreso es falso.

en la cabecera del río, la nube ovum novum sale de mi cuerpo

III

vamos a hundirnos
el mar abre sus vísceras
anémonas corales
azules verdes blancos
abre sus brazos suave
revienta los cartílagos
vamos a hundirnos rápido
como la sangre la sal
cangrejos y los peces
en los oscuros cortes
abren pequeños ojos
fijos fosforescentes
una langosta cruza
las tenazas debajo
el agua vuelve al agua
roja y fría desborda
oleaje azul cobalto
hundirse por las grietas
del ahogo hacia arriba
inversa tuerce cae
la corriente
vamos a hundirnos vamos
hasta el mar más interno
que arrastra mi abyección
entre merluzas ondas
violetas hipocampos
el silencio de lámpara
inmóvil sobre el agua
arriba siempre arriba
siempre arriba intocable
intocable y afuera
mientras el agua crezca
más interna sumergida
debajo en los pulmones
debajo entre las vértebras
abajo abajo
vamos a hundirnos vamos
de arriba nos arrastran
hacia arriba
hasta asfixiarnos ®

(Los poemas anteriores fueron seleccionados del libro Adentro no se abre el silencio, publicado dentro de la colección La Ceibita, del Fondo Editorial Tierra Adentro)

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Publicado en: Abril 2011, Poesía

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