LA CÁMARA IMPOSIBLE Y OTROS POEMAS

La cámara imposible

Cámara imposible la llaman los que saben de cine,

Porque la imagen es vista desde una pared

O desde la oscuridad donde no hay nadie

Y es como el tiempo que nos mira hacer y deshacer,

Siempre absortos en la ilusión de no ser vistos,

Siempre a salvo perdidos en las más estúpidas ceremonias.

Allí, bajo la lente, renace el mundo perdido

Entre las venas ya duras y los pelos que salen de la nariz,

A pesar del corazón que anhela por fin dormir bajo la tierra,

De los pulmones que hace tanto no desean más el aire;

La cámara imposible sigue la coreografía de lo íntimo

Que cree haber escapado un momento de lo público

Y las viejas ceremonias vuelven a poblar los rincones

De gente que no existe, a cambiar la escenografía

Por otros decorados hace años tragados por los días.

Más sinceros que la masturbación, más evidentes que el ensueño,

Los rituales secretos devuelven el sentido a las ajadas fotografías,

A los recuerdos que salen de esas imágenes con su andar leve de enanos,

A la pesadilla gozosa de estar a solas, finalmente,

Con ese pesado monstruo que pasa rápido por los espejos.

Y la cámara imposible filmando todo

Para el archivo candente que utiliza la memoria,

Esa extorsión que esgrimirá mañana el pasado:

Mañana, cuando nos avergüence otra vez y otra vez y otra vez

Saber que hicimos lo que hicimos y que somos finalmente

Otra vez todo lo que fuimos y seremos también cuanto no fuimos,

Como registró la cámara, la cámara imposible.

Mal tiempo

Ya el día se resfría en su traje de noche,

Y la ciudad se coloca su sombrero de lluvia.

La multitud es un solo caballo

Nervioso por la calle,

Aunque en ella alguien duda

Entre un lado y el otro.

El hambre con desgano

Cede su asiento a un temor bien guardado,

Que en un mito antiquísimo

Alza la mirada al cielo de un color enojado.

En un instante nadie tiene una casa

Bajo el peso del mundo

Y la intemperie es una hermana muerta

Que entreabre los ojos.

Ese hermano que envenena los ríos

Ese hermano que envenena los ríos

Abre una ancha brecha

Que le parte la vida.

La mano que asesina los huevos de los peces,

El dedo que ordena que se sequen las raíces del mundo,

Que la fruta se pudra antes de llegar a su boca,

Que en el aire fallezcan las alas de los pájaros,

Y el silencio congele el paisaje de su misma muerte,

Ese hermano que pide

Que los hongos se asomen en lo rubio del trigo,

Y que la noche se abra en el corazón del alto mediodía.

Ese hermano que obliga

A retroceder al tiempo hasta su aborto,

El que invoca calaveras

en medio de la fiesta de su propia carne viva,

no sabe que se suicida en el ave que cae,

no sabe que se muere

donde declina el tallo

su alegre columna verde,

donde el todo de los campos

se convierte en la nada.

Ese hermano que envenena los ríos

No sabe que envenena también el rojo río

Que lo anima por dentro,

El que desagua en la sangre de sus hijos

Lo empetrola hoy y ahora con su error infinito.

La mano que alzó la orden

De talar el futuro

Derribó cada hora de ese día, mañana,

Donde había gestos y rostros

Que se le parecían

Al hermano equivocado que envenena los ríos.

El Hudson

O! Und dann wieder dies Bei-sich-selbst-Sein!
Diese Stummheiten! Dies Gebriebenwerden!
¡Oh! ¡Y luego estar con uno mismo!
¡Estos enmudecimientos! ¡Este andar a la deriva!
—Gottfried Benn

Cuando la tomamos demasiado en serio,

la poesía empieza a tomarnos en broma:

Dónde es el papel, en qué otro cielo

vuela este insecto porque yo lo escribo.

Por qué cadencias la madurez de su ausencia

se troca en lo que ya antes sin yo saberlo era

una agregada catástrofe, quizá feliz,

sin que sea del todo aquí la falta del volumen

y del peso, casi inconsistente pero ya

medianamente cierto, éste

que revolotea entre el cuarto y aquel cielo,

sin duda tan entero como nosotros

lo estamos de su lado.

Y si no, certidumbre dime

de dónde viene y adónde va

su desafiante respiración

que señalas como ajena y es suya

aunque lejana, en trayecto.

De igual modo allí están

cuantos y cuanto no veo,

adonde el insecto va y donde vuela…

¿Quieres cuál insecto, dime, tras esos bordes?

Nadie conjura nada que no lo haya evocado.

Y leer que es buscar

lo que más se teme,

el otro acto tan indivisible

como el caballo o el hombre del centauro,

no es atravesar ningún borde

sino en la misma vigilia otra repentina forma;

las manos que vuelven cada página

abren la maleza de una ambigua selva.

Atardece, es de noche en la ciénaga,

ya ves como obediente a la luz que declina

se ha posado a cantar en la orilla vecina,

las alas contra el cuerpo, inocente de todo.

Nada puede ocurrir si le acierta esta piedra.

I.

¿Qué otro río es éste bajo el nombre

sino el mismo río que te mata, Heráclito, en sus aguas?

Las saladas y las dulces son el idéntico

caudal que las transporta:

una orilla es el Hudson, otra es el Ganges

y hay otra orilla, además, para otros nombres.

Ancho y angosto, largo y corto río del mundo

al que tomamos por sus meandros:

incluso el que gotea en sus sótanos profundos.

Todo es la orilla: ni la rueda ni el fuego ni el lenguaje

salieron jamás hacia otras tierras que no fueran esta azul Mesopotamia.

Siempre atrás, siempre adelante,

nunca supiste, Almirante,

cuán interiores

eran las aguas que cruzaste.

Así es de noche y es de día en cada mitad del río.

II.

Qué ingenuo, viejo Hudson, el que creyó

que iba a hablar de ti y del Rin y del Danubio,

cuando esta noche he bebido tus metáforas

como allá enfrente ¿es New Jersey? alguien bebe

su vodka, su arak, su whisky, el usho de las Cícladas,

el vino negro y espeso de un fuerte mediodía.

El trago de tus aguas que emborrachan lleva

al centro mismo de tu corriente múltiple:

cuanto más quito de ella, más le devuelvo.

¿Qué relación habrá, íntimo Hudson, entre tú

y este río al que veo escurrirse entre los puentes,

este sí, seguro, de la estirpe del río único del que habla el primer canto?

Cuánto se aclararía y se enturbiaría de saberlo,

entre un juego del mundo y un juego de palabras.

Pero tenía que engañarte a ti que lees o a ti que escuchas

(¿dónde, en qué lugar correrá ahora, después de escrito,

el poema-río?) para que con menos desconfianza

me acompañaras a estos movedizos remolinos,

donde como en el desorden de una sopa de letras

muchos nombres se asoman y se esconden.

Me pregunto también qué pasaría si estuviera a mi lado

un poderoso policía, un hombre bueno,

y tuviera que explicarle todo esto paso a paso,

la intoxicación con agua que no está

pero que sí, también ella deja su huella en el aliento

y un andar trémulo y distante,

es esto ya una experiencia rara en el mundo

pero igualmente fácil de confundir con otras dilatadas pupilas,

con otros pulsos alterados, con otras alucinaciones ¿más baratas?

Ni hablar de las secuelas. Crea un hábito incontenible.

En otros tiempos seguramente había quien mataba para proporcionársela

(¿Me escuchas Gilles de Rais? ¿Me escuchas gran Tiberio debajo de la tierra?)

O nunca hubo nadie en ese trance. Ni siquiera alguien que muriera por ella;

viejo Hudson de la mente, tú que eres su objeto y su riego

tendrías que saberlo y que decírmelo.

Ya nadie dice “caballo”

y hay un potrillo nuevo sobre el mundo.

Maldice, bendice, de ahora en más

el pan que lleves a tu boca sabrá a contradicción.

Tuviste varios horizontes, país

Aunque los días de grasa y los años de fuego

Te frieron como un biscocho, todavía pareces ser

Esta materia hecha de paisajes y familias

Donde cada tanto alguien le pregunta a otro qué sucedió

Qué te llevó a hacernos ciertas cosas

Parecidas al crimen o a eso que nadie osa mencionar entero todavía

Como una vergüenza escondida en fotografías oportunamente quemadas

O parientes sepultados en el fondo de la casa en la madrugada

Cuando nadie está despierto y quien lo está

No quiere ver y se ampara en la gastada historia de la pesadilla y el insomnio

Fui educado para amarte país

Yo lloraba de niño cantando la oración a la bandera

Y fui la última generación la última bala de tu ruleta rusa

El clic en la sien que hace despertar en otro mapamundi

Donde busqué tu silueta de chica mala inútilmente

Dándole manotazos cada vez más furiosos al globo terráqueo

Puta vieja
Sé que pasaste por muchas necesidades

(los últimos doscientos años no fueron nada buenos,

Pero para los muchos nosotros tampoco)

Y espero que elijas mejor a tus gigolós mañana

Por el bien posible de tus hijos también

El internado donde nos dejaste huele a meadas de perro

Y nadie es muy amable en ninguna parte

Además de que no vienes a verme demasiado a menudo

Extraño todas esas promesas de cariño

Cuando me engendraste en un hospital municipal

Tan tuyo parir entre goteras

Y hacer llorar a los inocentes por mano ajena

Sonriendo como si no tuvieras culpa alguna

Esperando felicitaciones y flores y bombones

Entre almohadas y atenciones donde brilla

Entera y rota y en  una parte nueva

Tu vieja sangre ®

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Publicado en: Julio 2010, Poesía

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