Más información y menos pensamiento

La aterciopelada Butaca Ancha de la web

Las revistas de Internet no son revistas, según un crítico de cine, y de cómo un tuit para reclamar un trato discriminatorio de la Cineteca Nacional a un periodista cinematográfico incomodó a los jóvenes editores de una revista de cine… por Internet.

Ni el presente ni el futuro son ya lo que solían ser. Todos los géneros fílmicos han estallado.
—Jorge Ayala Blanco, El cine actual, estallidos genéricos, Ed. Cineteca Nacional, 2012

I. Revista de cine en papel vs. revistas en Internet

Un día fui a la revista de cine Butaca Ancha, editada por el joven periodista Rafael Paz, para replicarle al maestro de la crítica cinematográfica, Jorge Ayala Blanco, su declaración de que en México sólo existen tres revistas de cine, porque “las revistas se deben sudar” —así lo señaló durante la presentación de la revista de cine Icónica el 15 de agosto de 2012 en el Centro Cultural Bella Época de la Ciudad de México.

Jorge Ayala Blanco. Foto © Miriam Sánchez / Milenio Diario.

Jorge Ayala Blanco. Foto © Miriam Sánchez / Milenio Diario.

Las tres publicaciones impresas a las que se refiere Ayala Blanco son Cine Toma, revista de difusión y reflexión fílmica nacional editada por el periodista cultural Sergio Raúl López; Estudios Cinematográficos, revista de corte académico del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), editada por Rodolfo Peláez, e Icónica, enfocada a la crítica cinematográfica, editada por Abel Muñoz Hénonin, de la cual Carlos Bonfil, Nelson Carro, Abel Cervantes y Ayala Blanco forman parte del consejo editorial —este último también es parte del consejo editorial de Estudios Cinematográficos.

La cantidad de espacios dedicados al cine en revistas electrónicas es muy numerosa, por ejemplo el que se le dedica mes a mes en Replicante, donde podemos leer a Naief Yehya y muchos otros, pero al parecer no son espacios de crítica fílmica para nuestro respetado Ayala Blanco, lo mismo que Butaca Ancha, por ejemplo, que tiene secciones dedicadas al cine.

Esta última me entusiasmó, y luego más al saber que era hecha por periodistas muy jóvenes, por lo que en mi artículo sobre la crítica cinematográfica en Internet “El ángel terrible de la web” la puse como una muestra que podría ofrecer un contrapeso a los señalamientos de Ayala Blanco.

II. Cineteca Nacional y el ángel terrible de un tuit

Las redes sociales son el sustituto de lo que antes se llamaba la publicidad en boca [ahora] es publicidad de monitor.
—Jorge Ayala Blanco, 21 de enero de 2013, en la celebración por sus cincuenta años de crítica fílmica en la Cineteca Nacional

Aquel texto provocó que Butaca Ancha, por medio de la periodista Alejandra Arteaga, me invitara a participar en ella. Me gustó la idea de ser parte de un grupo tan joven de cinéfilos y ver reflejado ese esfuerzo en una revista de cine por Internet.

Republiqué ahí algunos artículos de Replicante y otros más de mi espacio de crónica-crítica fílmica Ojosdetopo de la revista literaria Timonel, del Instituto Sinaloense de Cultura, y otros más que escribí especialmente para Butaca Ancha. Quién se iba a imaginar que de septiembre de 2012 a enero de 2013 las cosas cambiarían drásticamente, al grado de que Rafael Paz me envió un correo electrónico en el que se leía: “El motivo de mi correo es para informarte que llegué a la decisión de que no sigas colaborando en Butaca Ancha. Te agradezco el empeño que has puesto estos meses, tus ideas y el tiempo que nos brindaste”.

El último libro, hasta ahora, de Ayala Blanco.

El último libro, hasta ahora, de Ayala Blanco.

Los argumentos de Paz fueron absurdos: “tenemos una visión muy diferente respecto al presente y futuro del proyecto”, decía en ese mail. Esto se desató a causa de un tuit que lancé desde mi cuenta de Twitter: @jamonterrosas, y que iba dirigido a la @cinetecanacional, con copia a @butacaancha, el 31 de enero, y de otro tuit con la misma información para la cuenta de Replicante, @replicantemag, en el que escribí: “Que a la encargada de prensa @CinetecaMexico le pidas un libro de Ayala Blanco para reseñarlo y te lo niegue #notieneprecio”.

En efecto, la encargada de prensa de la Cineteca Nacional, Orianna Paz, me había negado un ejemplar del nuevo libro de uno de los críticos más importantes del cine de los últimos cincuenta años, Jorge Ayala Blanco. Me negaron su libro El cine actual, estallidos genéricos, editado por la propia Cineteca Nacional, porque “tenían súper poquitos”, según me dijo Orianna, y porque, añadía, no le he dado cobertura al acervo editorial de esa institución —a la que conozco desde antes de que ella entrara a trabajar ahí y que he cubierto para espacios del IMER, Milenio Toluca y Presidencia de la República, entre otros—; por eso no podía darme un ejemplar.

Desde su puesto, Orianna, ¿así le quiere dar difusión a la crítica cinematográfica mexicana? ¿Esa es la política del “órgano rector de la vida cultural cinematográfica”, la Cineteca Nacional, tal como me lo dijo Ayala Blanco en una entrevista con él a principios de 2011 para Replicante? Quiero señalar que para mí Ayala Blanco no es una persona a la que conocí hoy por la mañana, fue mi profesor hace más de un lustro. ¿Cuál es su criterio, Orianna, para decidir a quién sí le da un libro y a quién no? No importa que lo haya entrevistado y divulgado sus libros, no sólo el de la Cineteca Nacional sino también el que presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara? ¿Habrá pensado, Orianna, que ese libro lo iba a vender para comprarle croquetas a los gatos que vagan por la Cineteca y no que iba a reseñarlo en esta revista, donde hemos tratado de libros de cine, música de cine, revistas de cine, festivales de cine, directores de cine y, además, de películas?

La benemérita Cineteca Nacional.

La benemérita Cineteca Nacional.

Orianna Paz califica de “buena” la labor de Replicante pero no tanto como para ameritar libros pues, supongo, además de ser electrónica no somos una revista de cine —aunque nos lean alrededor de 200 mil personas al mes. Así de estrechos y absurdos los argumentos —similares a los de Rafael Paz, de Butaca Ancha.

Le dije a Orianna Paz en su oficina, para poner punto final a la conversación, que era la última vez que le pedía un libro pues es bochornoso que crea que nos está haciendo un favor al “regalarnos” material de trabajo. A quien sí le dio uno fue al colega Luis Tovar, de La Jornada Semanal, pues seguramente Orianna Paz cree que al defeño sólo le interesa lo que se escriba en ese periódico y que ese medio es el único que difunde la cultura del país.

La paradoja en esta historia es que Rafael Paz, pastoreado por Carlos Morales, ex coeditor del abigarrado sitio de El Financiero en Línea y ahora traductor y productor de contenidos para Forbes.com.mx, tomó la decisión de que ya no participara en Butaca Ancha porque los involucré en una situación en la que ellos no tenían nada que ver…

“Tuits como ése pueden llegar a deteriorar la buena imagen [de Butaca Ancha] que ha costado tanto esfuerzo formar hasta ahora. Además no creo que sea obligación de nadie darnos nada. Si no lo aflojan [el libro], pues se quedarán sin reseña y ya”, así me lo explicó Morales en un correo del 1 de febrero de 2013.

Los integrantes de esa revista de cine acabaron cortándome la cabeza pues lo que le reclamé a Orianna Paz y a la Cineteca Nacional estuvo “muy mal”. No entienden que con ello se desprecia la actividad de revistas digitales como Replicante y su misma Butaca Ancha.

Lo peor de todo esto, para desgracia de Rafael y su proyecto, es que esta revista —Replicante— sí respondió a mi tuit, desde su cuenta @replicantemag, frente a sus más de once mil seguidores, con copia, claro, para Cineteca Nacional: “Su falta de sentido común sí tiene precio: alejar el interés de los medios”. No fue lo mismo desde @butacaancha —con cerca de setecientos seguidores—, pues prefirieron quedarse calladitos, aunque en privado me atosigaron para pedirme que borrara mis irreverencias tuiteras.

III. El cine actual, la crítica diferencialista y los estallidos de egos

Semanas después, ya entrados en el mes de febrero, al comentar todo lo anterior durante una comida con Jorge Ayala Blanco, me dijo que él ha vivido situaciones de censura y discriminación durante su trayectoria de medio siglo como crítico —“Tírenle al Blanco”, dijo sarcásticamente. Ahí mi ex profesor me obsequió un ejemplar de ese lingote de oro resguardado celosamente por la Cineteca Nacional y su cancerbero Orianna Paz.

El cine actual, estallidos genéricos es un libro que pertenece a la colección que Ayala Blanco dedica al cine internacional, donde “todos los géneros han estallado, tanto los que pertenecen, alimentan y diversifican a un cine comercial de simple entretenimiento, como los que ante todo remiten a universos personales más artísticos y complejos”.

Un volumen con trescientos cincuenta ensayos divididos en alucinantes definiciones de géneros reventados y entreverados, como La adolescencia malévola, la disuelta, la desvirgada, pasando por La animación feminoluctuosa, la basurofuturista, la gerontófila o La aventura mercenaria, la agónica, la maxipeluche o La biografía fáustica o La docuficción falsa o La fábula distópica o El cine gay antimanierista o La historieta monstrificada o La poesía visual o La política ficción magnimezquina o El psicothriller megalohamponil o El western airecomprimido…

La dedicatoria del maestro, caray...

La dedicatoria del maestro, caray…

Películas como Batman, el caballero de la noche o Actividad paranormal o El arte de llorar en coro o Avatar o Ceguera o Dónde viven los monstruos o Film noir o Luces al atardecer o El orfanato o Persépolis o Tony Manero o Vicky Cristina Barcelona o Vals con Bashir o Sin lugar para los débiles o Bastardos sin gloria… y un largo etcétera a las que el crítico desmonta en ensayos lúdicos y barrocos, empotrados en géneros estrujados y alterados. (Ayala Blanco dijo el 1 de abril de 2013, en la presentación de La ilusión del cine mexicano [Planeta, 2013], su otra colección sobre cintas pero nacionales: “Yo no nací barroco, nací en México”.)

Un volumen con trescientos cincuenta ensayos divididos en alucinantes definiciones de géneros reventados y entreverados, como La adolescencia malévola, la disuelta, la desvirgada, pasando por La animación feminoluctuosa, la basurofuturista, la gerontófila o La aventura mercenaria, la agónica, la maxipeluche o La biografía fáustica o La docuficción falsa o La fábula distópica o El cine gay antimanierista o La historieta monstrificada o La poesía visual o La política ficción magnimezquina o El psicothriller megalohamponil o El western airecomprimido…

“La comedia libertaria sólo puede ser posmoderna y postransgresora, tristeañorante y tiernodepresiva, antiexcitante, deflacionaria y conclusiva, dando por sentado que nada queda ya por romper ni transgredir”, se lee en la página 88 dedicada a la letra C, a La comedia libertaria de John Cameron Mitchell, Shortbus, tu última parada (Estados Unidos, 2006): “Un lesbianismo lleno de ternura comprensiva, antes de extender su inquietud a otras delicias plurisexuales en el original sitio, mientras sus guías cambian parejas permanentes gracias a la devoción del chichifo Jessie (Adam Hardman) que ha salvado de morir al suicida James”.

Sobre el ensayo fílmico de la sorprendente animación documental-testimonial Vals con Bashir (Israel-Francia-Alemania, 2008), de Ari Folman, escribe Ayala: “La animación traumatizada incursiona, más que en el documental por otras vías técnicas, en la misma vertiente autoficcional de la avanzadísima animación moderna anteriormente cultivada por la iraní Persépolis de Satrapi y Paronnaud (2007), al tiempo que convoca fantasmales aunque virulentas posturas antibélicas ininterrumpidas desde los dos Yo acuso de Gance (1919/1938) con sus muertos brotando en sobreimpresión de sus tumbas para acosar y acusar a los vivos”.

En entrevista, antes de entrar a una sala en el FICUNAM 2013 para ver Fogo (México-Canadá, 2012), de Yulene Olaizola, dice Ayala sobre su libro: “Son trescientas cincuenta películas a lo largo de tres años y medio. No es una selección previa. No hay una selección previa, al contrario, las películas salen y las enfocas desde esta óptica que es la de los géneros: existen o no todavía géneros cinematográficos, ésa es la idea. Es enfrentarte a las películas de la novedad; en términos generales los libros son muy de rollo, o sea tú haces tu hipótesis, tú haces tu marco teórico y retrospectivamente buscas las películas más representativas y las que avalan lo que tú me estás diciendo. No, para mí es exactamente lo contrario. Yo estoy saliendo al encuentro de las películas que son las que me dan el tema, el enfoque es totalmente distinto. Las estoy enfrentando con un lenguaje periodístico en El Financiero y después ya lo elaboro y se convierte en un capítulo del libro”.

Ayala Blanco me firma su libro con la siguiente leyenda: “Para José Antonio Monterrosas, colega cinéfilo y entusiasta de la crítica diferencialista”, mientras le insisto sobre hacer un sitio en Internet titulado ayalismosfilmicos.com. Pero él dice, tajante, que no. Le sorprende, por otro lado, la reacción de Orianna Paz y la decisión de Butaca Ancha “sobre mi tuit”. Quién iba a decir que el apoyo vendría de Replicante y por el mismo Ayala Blanco y no de esos jóvenes periodistas, a quienes, supongo, les enseñaron en su Escuela de Periodismo Carlos Septién García que no deben, que no es apropiado, criticar a las instituciones de gobierno, no vaya a ser que los veten.

El mismo Rafael Paz me dijo, tal vez inocentemente, después de mirar mi tuit y discutirlo con el que parece más su jefe y no su colaborador Carlos Morales, que la Cineteca Nacional le impidió el paso a un acto al sábado siguiente. De ser cierto esto debió denunciarlo en Butaca Ancha. La Cineteca no puede y no debe castigar con tales acciones a un medio de comunicación. Morales, por su lado, no podía permitir que su proyecto que “ha costado tanto esfuerzo formar hasta ahora” se viniera abajo con esos mensajes donde hacía quedar mal a su revista ante la Cineteca Nacional, por lo que me pidió que no se repitiera. “Quien queda mal es la Cineteca”, le contesté en otro correo.

IV. Los “especiales” ¿predecibles?

Butaca Ancha —así se los dije durante el Festival Internacional de Cine de Morelia a Rafael y a otros colegas, en la edición de 2012— es un proyecto fresco y su mismo nombre muestra la amplitud de criterio. Debiera ser, además, uno en el que todos los géneros periodísticos estén reunidos, pero durante esos meses la revista comenzó a cambiar a una donde ahora impera la noticia pronta, notitas cumplidoras plagadas de imágenes, más que el pensamiento, la crítica extensa y la reflexión sobre el fenómeno fílmico.

Butaca Ancha se monta ahora en lo cotidiano, en la superficie, en la vacuidad, en el cinesplenda. A eso responde la “desinvitación” que me hicieron: más información y menos pensamiento, más imágenes de los estrenos y menos ejercicio crítico del cine, más clics y buena onda que textos reflexivos y críticos.

En noviembre de 2012 me reuní de nuevo con el equipo de Butaca Ancha, Carlos Morales, la fotógrafa Mariana Mier y otros amigos de la revista, como Jorge Negrete, para proponerles un dossier mensual con ensayos sobre un tema específico.

“El especial” tenía el objetivo de relacionar el cine con temas poco observados por los periodistas cinematográficos con el fin de abrir la discusión a temáticas diferentes, para no dejarlo sólo en los cotos a los que suelen dirigirse las revistas de cine; forzar a los mismos “expertos” a buscar otras rutas e invitar a especialistas en otras áreas a escribir sobre una visión divergente a la que puede ver un crítico de cine. Si hablamos de café y cine, por ejemplo, busquemos el punto de vista de un barista para desarrollar un ensayo sobre café y cine.

Se hizo un primer ejercicio, previo a la reunión, que fue sobre la misma Cineteca Nacional, luego uno más sobre El cine y el fin del mundo, el cual fue replicado en el sitio Animal Político —los de Butaca Ancha sostienen una relación cercana con Animal Político y, hasta donde sé, estuvieron a prueba durante los últimos meses de 2012 para asociarse con ese sitio de noticias—, y para enero se tenía planeado uno sobre El cine y la crisis económica, pero llegó enero, se fue y ese tercer especial nunca salió, actualmente sólo hay un texto, ya publicado anteriormente, de Alejandra Arteaga. El argumento de Rafael Paz fue que los textos eran muy buenos, pero “no cohesionaban un todo”, por lo que, según él, “los textos del especial de enero fueron publicados por separado durante la semana pasada, faltan un par por subir, que a su debido tiempo estarán en el portal”.

Mi artículo, después de recortarlo, como me pidieron, nunca se subió al sitio, pero lo pueden leer en estas mismas páginas con el nombre de “El diario de un cinéfilo. De cine y crisis económica”. Los otros, vaya usted a saber qué sucedió con ellos.

¿Habrán sido las estelas de un tuit de pésimo gusto para la aterciopelada Butaca Ancha y sus huestes o fueron meras coincidencias? Rafael Paz decidió que para febrero habría un especial diferente al que se había definido la noche de ese fin de año en la Cineteca Nacional y que correspondía a “Amores trágicos”, pero se llegó a la conclusión de hacerlo sobre un fabuloso tema, ¿ya adivinaron? Sí, el Oscar. A esa edición su servidor ya no fue invitado aunque sí enterado mediante un correo colectivo. El siguiente especial será, en mayo, Cine y revoluciones.

V. De lectores zombies y lectores pensantes

Cuando los periodistas cinematográficos se convierten en periodistas de política y cosmético-ficción acaban haciendo proyectos que al poco tiempo buscan quedar bien con la burocracia y no con sus lectores —lectores amplios, no de nicho. Las butacas anchas se convierten entonces en curules para los personeros de productoras, exhibidoras, festivales y demás fauna cumplidora.

Si la crítica cinematográfica no socializa con otros públicos, si los nuevos periodistas de cine no salen de las referencias cinematográficas y los estrenos de la semana, tenderá a desaparecer en beneficio del lector zombie, más que el lector pensante.

Las revistas de cine en Internet no se sudarán, serán devoradas por el cotidiano efímero, pero allá ellos. Yo mejor por acá, con humor, con crítica y replicando con libertad. Como dijo Henry Miller en Sexus: “Si nos aceptásemos a nosotros mismos tan plenamente, la obra de arte, el entero mundo del arte, de hecho, moriría de desnutrición”. Por eso me gusta Internet y sus redes sociales: por prolíficas, prosaicas, promiscuas, libres y baratas. ®

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Publicado en: Cine, Mayo 2013

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