Los medios escritos están en crisis por temas muy peculiares, pero hay dos que no gozan de tanta popularidad: la mala paga a los empleados que desempeñan sus tareas y la estandarización que marcan los corporativos propietarios de los medios.
Es imposible responder o criticar a reporteros, editores, fotógrafos, diseñadores gráficos, caricaturistas, etcétera, cuando muchos de ellos gozan de un sueldo miserable que sólo son capaces de soportar en una etapa de su vida: cuando son muy jóvenes, la pasión por el periodismo los invade, la falta de experiencia y no hay muchos planes más que la consagración laboral (es decir, cuando el matrimonio, los hijos o el ahorro no son una responsabilidad tal).
Un reportaje digno sería el trazar un mapa de los sueldos de los profesionales que laboran en medios, actualizado, para empezar a tener una radiografía de esta patología. Además, los corporativos o las empresas de medios siempre dirán que cargan con el lastre de la falta de recursos, aunque algunos puestos privilegiados gozan de sueldos elevadísimos, desproporcionados, que no aportan nada a la causa y que son parte del virus que carcome toda la infraestructura. Esa incongruencia es otra de sus condenas. En otro sentido, la estandarización que sufren los medios deslava la línea editorial que antes marcaba las pequeñas o grandes diferencias que había de periódico en periódico. Las plumas emigran o se ajustan a un esquema. Las voces distintivas mueren. Esa homologación (seguramente arrojada por estudios bobos de marketing y ventas) es precisamente la condena de las publicaciones. ¿Por qué? Porque la respuesta está, si se gusta ver desde un punto de vista en particular, en el mismo marketing: la gente prefiere las marcas porque tienen algo distintivo que también “distingue” a las personas que las adquieren. Al arrancarle la personalidad a un medio, por cualquier pretexto, se está matando aquello por lo que alguna vez fue buscado y lo que lo catapultó a un club de lectores específicos que se identificaban con tal o cual forma de pensar, tanto en la forma como en el fondo. Así, un ejemplo de diario que ha sufrido los estragos de estos dos problemas es Público Milenio (antes Siglo 21), de Guadalajara, un periódico que era un referente periodístico nacional (y que todavía tiene esa estampa de pensamiento, pero cada vez más diluida) y que ahora cae en errores tan básicos como las frecuentes faltas ortotipográficas, producto, seguramente, de pagas menores y de una línea editorial despersonalizada que a nadie inspira de verdad. ®