Una arqueología del signo

Anatomía de la escritura, de Kyra Galván

Esta historia es ante todo una historia del signo, y Kyra, como buena poeta anatomista, nos instruye en la manera en la que se han creado los signos.

Kyra Galván.

Anatomía de la escritura, de Kyra Galván, es “un poema de largo aliento dividido en 16 capítulos”. Debo decir que me sedujo la idea de presentar un libro de poesía, tema en el cual apenas he incursionado como lectora, y desde esta perspectiva este hecho se convierte, para muchos, más bien en una irreverencia y para mí en un desafío. Pero este poemario es sui generis, si bien, como muchos de ellos, sobre todo los de factura decimonónica tienen como tema el amor no correspondido o correspondido pero sobre el amor en fin, el poemario que nos convoca aquí trata sobre el amor a las letras, a la palabra, a las palabras o más bien a su materialización: a la escritura.

Me sedujo porque además del amor por la escritura que la autora trasluce en toda su apuesta literaria me pareció, al principio, que era una historia de la escritura puesta en forma de poema, lo cual se apreciaba como una forma de escribir la historia de un modo creativo y alternativo para quien, como yo, ha trabajo desde la historia, la antropología y los estudios culturales.

Me di a la tarea de leerlo, y al volver a leerlo encontré que este pequeño libro me crecía entre las manos, aumentaba su volumen conforma encontraba un contenido que en realidad es una historia lineal de los hechos que dieron pauta para que se desarrollara este fascinante objeto del deseo que es la escritura.

Ahora encuentro que Kyra Galván nos ofrece los detalles, las finezas del espíritu de las distintas épocas a través del desarrollo, las manifestaciones y las novedades de la escritura.

Parte del mito de origen de la escritura, la inseminación primigenia nos da cuenta del colorido sustrato que constituyó el líquido amniótico en el que flotaban las palabras que aún no eran sino que estaban por venir. En ese momento las palabras eran, escribe Kyra: “larvas de luz” y la “semilla del signo madura rabiosa bajo la arcilla memoriosa”. Luego “los signos prorrumpen en la inmensidad del cristal remontándose como águilas y palomas de la imaginación siseando/aleteando, quietos… en el escondite de lo sagrado…”.

Parte del mito de origen de la escritura, la inseminación primigenia nos da cuenta del colorido sustrato que constituyó el líquido amniótico en el que flotaban las palabras que aún no eran sino que estaban por venir.

Y entonces la magia une las vestiduras de piel y el telar y de inmediato surgen las “formas vistiéndose de palabras. O palabras transfiguradas en demiurgos de sí mismas amasan un cuerpo propio en el barro. Se dan a luz”.

El poema nos ofrece una arqueología de la escritura que utiliza la filigrana como método y nos muestra cuáles fueron las condiciones de posibilidad en los procesos de materialización del signo en cada paso que dio la humanidad en su afán por expresarse. Aunque no sólo por decir, sino también para regular, normar y disciplinar, la propia escritura se autocontroló, se utilizó para legislar y escribir las leyes, lo que ha significado uno de sus grandes usos, pues fueron los vehículos para establecer las leyes de Dios y de los hombres.

Fenicios, chinos, hebreos, griegos y romanos contribuyeron desde la forma hasta el fondo en tal proceso escritural: de la tinta y su gran aporte a la historia de la escritura hasta los “navíos cargados de abecedario” y los poemas homéricos. Esta historia de la cultura escrita que nos ofrece Kyra Galván reúne a la clásica escuela de los Annales y complementa la obra de Roger Chartier sobre la historia de la lectura. Esta historia es ante todo una historia del signo, y Kyra, como buena poeta anatomista, nos instruye en la manera en la que se han creado los signos.

Los signos, como ella nos muestra en su quehacer arqueológico a lo largo y ancho del poema, adquieren atributos y significados, las palabras son objetos mágicos, las runas en un universo paralelo. Las palabras de los magos, las brujas, los encantamientos tienen como función específica transformar el mundo. Al mismo tiempo las palabras sagradas se encuentran en la forma en la que Dios creó el mundo: “Hágase la luz. Y la luz se hizo”.

En el poema de Kyra la palabra es una marca, una huella es la materialización de la cultura, lo invisible cobra vida propia: en los jeroglíficos, con la invención de la tinta, y la gran invención de la imprenta. Siguiendo esta huella nos topamos con la importancia que cobra la escritura en los procesos de masificación y poco a poco la práctica selectiva que alcanzó el clímax en el siglo XIX: tanta escritura, tanta producción y tanto romanticismo dieron paso a la violencia, a las guerras y las luchas por la paz en el siglo XX. El lenguaje de la burguesía llegó a todos, ahora todos escribimos, todos somos poetas, como la autora ejemplifica: “y en las calles, un camión de redilas rotula: ‘Quién como Dios’” y concluye: “el camionero es más poeta que yo”. Así, la autora va llegando al fin de su poema, la masificación de la escritura se expresa ahora en la proliferación de los teclados, en el FB, en Instagram y Twitter,y me dejó pensando… ¿qué pasa cuando quiero escribir un mensaje y me equivoco en una letra? La palabra se escribe sola, cobra vida el celular, su autocorrector escribe lo que quiere, la inteligencia artificial nos sustituye: el signo ha mutado. ®

Texto leído en la Feria Internacional del Libro el 6 de diciembre de 2019 en Guadalajara.

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Publicado en: FIL

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