Regreso a la privatización de TV Azteca

Revisión no apta para confundidos

Salinas Pliego tiene una riqueza extrema e inmerecida, no es un genio, no es el hombre más trabajador de México, no es un rico que se hizo solo ni desde abajo.

Ricardo Salinas Pliego. Foto tomada de Twitter.

Aristóteles creía que “es imposible que tengan prosperidad quienes no obran el bien”. La implicación general no es que todos los buenos sean económicamente prósperos sino que los prósperos son buenos. Como sea, no es empíricamente cierto. La frase del gran griego, si alguna vez fue cierta para algún contexto, nunca alcanzó validez universal ni tiene validez global contemporánea. Se entienda el bien como mérito técnico–intelectual o como mérito ético–moral. El dicho aristotélico es parte de lo que debe ser y de lo que puede ser, no es lo que invariablemente es en la realidad histórica; es una posibilidad que a veces se concreta: es posible, bajo ciertas circunstancias, y así se forman casos, que sea rico quien haya “obrado el bien”, y que alguien que “obre el bien” se vuelva rico. Por lo mismo, hay otras posibilidades y casos reales: hay quienes “obran el bien” —son capaces, esforzados o buenas personas— pero no alcanzan la riqueza monetaria, pudiendo ser pobres o no (no pobres pero tampoco ricos); hay quienes son pobres o no–ricos y “obran el mal”, por muchas vías; hay quienes son ricos y “obran el mal” o así consiguieron su riqueza, en todo o en parte.

De esos últimos sobran grandes ejemplos a lo largo de la Historia, de Calígula a los Borgias (el papa Alejandro VI y su hijo César que, como dijo Maquiavelo, obtuvo todo y perdió todo por la fortuna del padre), de los Duvalier en Haití a los Trujillo en Dominicana, de “La Quina” a Romero Deschamps, de Gonzalo Santos a Maximino Ávila Camacho, y de empresarios como William Oscar Jenkins a Ricardo Salinas Pliego, pasando por los esclavistas de siempre, los del sureste gringo que provocaron una guerra civil, por poner un caso.

Es un simplismo creer que nadie merece la riqueza que ya tiene pero es una “inocentada” o algo propio del infantilismo creer que todos o casi todos los ricos merecen serlo, que no hay tal cosa como riqueza excesiva o que el trabajo duro es suficiente para salir tanto de la pobreza como de la clase media. Ni el mero esfuerzo ni el ser buena persona son suficientes y no en todos los casos fueron necesarios, lo mismo que el talento; en otros, tener y disfrutar la riqueza no necesitó de ningún trabajo ni de ninguna virtud. ¿Qué son los juniors? No son simplemente los hijos de los ricos o poderosos, son esos hijos mediocres como individuos que no quieren hacer esfuerzo alguno y que son prepotentes y abusivos; ni capaces ni esforzados ni buenas personas, pero sí ricos. Ricos sin méritos.

Para que quede más claro: ¿qué es el hijo de Manuel Bartlett? ¿Aprovecha o no aprovecha económicamente el apellido mientras significa poder político? ¿Qué son los “suertudos” que heredan automáticamente enormes cuentas bancarias? Ya se dijo: “suertudos”, no hay mérito en esa forma de heredar. ¿Y no es el enriquecimiento uno de los efectos generales de la corrupción? ¿Qué pasa con los “aviadores”? La defensa desmatizada de los ricos no es la defensa sistemática del mérito individual, es la defensa —tramposa o ignorante— de una simple abstracción. Paralela al cobarde ataque de López Obrador a una clase media abstracta que vive en su mente desmañanada —una clase media sin diferencias internas ni internacionales, sin subclases ni casos.

¿Qué son los juniors? No son simplemente los hijos de los ricos o poderosos, son esos hijos mediocres como individuos que no quieren hacer esfuerzo alguno y que son prepotentes y abusivos; ni capaces ni esforzados ni buenas personas, pero sí ricos.

Cuando veo al dueño de TV Azteca veo un resumen sanguíneo de todo aquello, de lo que es la riqueza cuando está mal. Salinas Pliego es el rico que siente ser superior a todos, merecer todo su dinero y poder dar lecciones de ética laboral y responsabilidad en libertad. La realidad es diferente: no sólo nació en una familia muy rica, de lo que no es culpable, sino que usó como plataforma los negocios y dineros del papá —quien a su vez confesó en un libro que no tenía suficiente respeto por el Derecho laboral—, por lo que no es un self–made man, y ya como empresario ha recibido muchos favores, mucha ayuda del poder, incluidas desde luego las bajas tasas fiscales y la impunidad ante el impago fiscal. Lo que me lleva al origen de TV Azteca, empresa que es el origen de la actual masa de riqueza de Salinas Pliego.

Regreso a la privatización de Imevisión (TV Azteca no se privatizó, fue creada por la privatización de Imevisión; en el título del texto la referencia es a esa privatización relacionada con TV Azteca) y regreso por medio de un libro de Carlos Salinas de Gortari publicado en el 2000, México: un paso difícil a la modernidad. Libro en el que, dicho sea de una vez, el expresidente que no será enjuiciado por AMLO dice, como AMLO, ser enemigo del neoliberalismo, niega haber cometido verdaderos errores mayores, culpa por todo a otros gobiernos —en este caso no los anteriores sino el posterior de Ernesto Zedillo— y no hace una sola crítica a un señor de apellido Bartlett. Si en la privatización que cuestiono se hubiera “obrado el bien”, indudablemente el privatizador estaría muy orgulloso y el soberbio y proactivo autor del libro hubiera probado el bien total de la obra. Habría hecho una defensa clara, transparente, documentada, frontal, arrogante, pero Salinas ignora el caso, casi como si no se hubiera privatizado la televisora, y ni siquiera menciona el nombre Ricardo Salinas Pliego.

En el gobierno salinista se vendieron 261 empresas estatales, concedo que no le era posible escribir sobre todas, pero Imevisión no estaba entre las más pequeñas e irrelevantes. Y la importancia del caso creció y crece con las consecuencias de la compraventa que hemos visto, es decir, entre ellas, la riqueza exorbitante del comprador. No tratarlo en un libro como ése resulta extraño, por decir lo menos. Sobre otros temas el expresidente escribe como si pudiera defender probatoriamente todo lo que hizo (el libro está bien dotado de omisiones, “medias verdades”, mentiras y estiramientos), pero sobre TV Azteca nada intentó; lo que le pareció mejor fue callarse, fue lo que encontró más conveniente, ¿por qué?

A la privatización de Telmex, que califica como “ejemplar”, le dedica seis páginas, de la 420 a la 425, y a la privatización de la banca, o reversión de la estatización lopezportillista, le entrega todo el capítulo 15, de la página 431 a la 458. El capítulo anterior, el 14, de las páginas 405 a 430, es el capítulo general sobre las privatizaciones y no hay una sola mención de TV Azteca. El apellido Salinas Pliego no aparece en el “Índice onomástico” que ocupa las páginas 1381 a 1393: doce páginas de nombres y ningún Salinas Pliego. Inmecafé sí pero Imevisión no está en el “Índice de siglas” que va de la página 1375 a la 1379. Sólo en la 1339, en el capítulo sobre “La situación patrimonial de Raúl” Salinas de Gortari, pero en una nota al pie e indirectamente, don Carlos hace alguna referencia a Salinas Pliego: ahí reconoce que “Raúl prestó a un empresario de televisión”. Eso es todo en todos los sentidos: es lo único que se le escapa a Salinas pero es lo más significativo y relevante: por ese hecho la compraventa de Imevisión está marcada por el conflicto de interés y la sospecha razonable. Raúl Salinas prestó a Ricardo Salinas 29.8 millones de dólares. El empresario tuvo que admitirlo en 1996: »Sí utilicé 29 millones de dólares de Raúl Salinas para el pago del paquete de medios, pero me los prestó… en 1993 todos admirábamos al presidente Carlos Salinas de Gortari y era una distinción social ser amigo de su hermano».

Raúl Salinas trabajó en el gobierno de su hermano un año, el primero, la privatización de Imevisión fue en 1993, ¿de dónde salieron los millones de Raúl Salinas antes y después de ese empleo en el salinato?

El origen de TV Azteca no está en la meritocracia. No está en el triunfo en una competencia pareja y absolutamente limpia con base en el esfuerzo y los recursos individuales propios. No está mal que te presten dinero para satisfacer necesidades ni para conseguir tales metas, está muy mal que para comprar una empresa en proceso de privatización te preste millones de dólares el hermano del gobernante que ordenó la privatización. Más cuando el mismo Carlos Salinas tuvo que admitir que “en cuanto a los recursos que acumuló Raúl, sin duda estaban por encima del ingreso que percibió durante el año que laboró en mi administración” (p. 1332). Raúl Salinas trabajó en el gobierno de su hermano un año, el primero, la privatización de Imevisión fue en 1993, ¿de dónde salieron los millones de Raúl Salinas antes y después de ese empleo en el salinato? Sólo los peores necios, así como el comprador, pueden insistir en que en ese caso no hay intereses privados en conflicto con el interés público ni razones para sospechar.

No hay que “nacionalizar” —estatizar— TV Azteca. Con un presidente presidencialista autoritario como López Obrador eso sería peor. Pero tampoco olvidemos que Salinas Pliego y López Obrador tienen muy buena relación: el dedo flamígero que dirige el teatro savonaroliano nunca ha rozado al billonario, y éste responde bastante bien en sus noticiarios (TV Azteca no puede tratarlo por completo de la forma que quisiera el presidente porque entonces no podría negociar mejor…). Y hay que dejar ya de repetir que todas las privatizaciones fueron necesarias y bien hechas y que todos los ricos lo son por esfuerzo y méritos. No es cierto. No todos. No pocos… Defender los verdaderos méritos como hechos, no como supuestos o abstracciones fantásticas, también es contribuir a la construcción de una economía más justa, menos desigual, con más oportunidades para hacer y ganar por mérito. Salinas Pliego tiene una riqueza extrema e inmerecida, no es un genio, no es el hombre más trabajador de México, no es un rico que se hizo solo ni desde abajo, es un fiasco “echeleganista”. ®

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Publicado en: Política y sociedad

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