Amparo Dávila vive en el bosque

Segundo aniversario luctuoso (18 de abril de 2020–18 de abril de 2022)

Gracias al poder de su palabra vive en el bosque con sus personajes, sus fantasmas, sus añoranzas, sus gatos y sus perros, y nosotros la celebramos leyendo cada uno de sus regalos.

Amparo Dávila y uno de sus gatos.

Decir Amparo Dávila es decir “El huésped”, “Moisés y Gaspar”, “Muerte en el bosque”, “Música concreta”, “La señorita Julia” o “Detrás de la reja”, por mencionar algunos de sus cuentos más renombrados en las letras mexicanas y universales.

Cuentista excepcional, Amparo Dávila crea mundos aparentemente fantásticos en los que la realidad está más presente de lo que suponemos. En sus cuentos lo increíble resulta ser lo verdadero; esa realidad que, por aterradora, pretendemos evadir colocándola en la dimesión de lo fantástico. He ahí una escritura comprometida, una autora que cuestiona los males y las flaquezas de la condición humana a partir de la creación de universos singulares. He aquí a una creadora peculiar e insólita.

Sus primeros seis años de vida transcurrieron en ese pueblito minero poblado de fantasmas, consejas, leyendas, libros, atmósferas y personajes que se convertirán en el punto de partida de sus creaciones literarias.

María Amparo Dávila Robledo nació en Pinos, Zacatecas, y pasó su infancia devorando los libros de la biblioteca de su padre. Sus primeros seis años de vida transcurrieron en ese pueblito minero poblado de fantasmas, consejas, leyendas, libros, atmósferas y personajes que se convertirán en el punto de partida de sus creaciones literarias; es decir, literatura nacida de las vivencias, ya que, para Amparo Dávila, como para Elena Garro, seguidoras de Ortega y Gasset: “Lo que no es vivencia es academia”.

A los siete años el destino la condujo a San Luis Potosí, para estudiar la primaria y la secundaria. Ahí aborda la poesía y publica tres poemarios: Salmos bajo la luna (1950), Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y Perfil de soledades (1954).

En 1954 la joven escritora en ciernes se instala en la Ciudad de México “para buscar el camino hacia las letras”: había decidido asumir su vocación de escritora. Amparo Dávila, con persistencia y dedicación, se fue abriendo camino en el mundo de la literatura, a pesar de los obstáculos que suelen presentárseles a las mujeres, sobre todo a aquellas que abrieron brecha en la década de los años cincuenta en México.

Decir Amparo Dávila también es recordar su legado como poeta. Hoy, a dos años de su partida, celebramos su lirismo con dos poemas, dos facetas que nos revelan el talento, la sensibilidad, el poder de la autora para convertir los sentimientos más íntimos en poesía pura.

     Ecos de angustia

Encendamos el fuego, que el invierno ha llegado y tengo frío;
frío inmaterial de soledades; soledad profunda y muda.
Ya el viento azota la ventana, con su eterno gemir
desesperado.
     ¿Y no es acaso el viento, el eco de mi angustia?
¿No es la angustia, el eco de mí misma?
     ¡Las noches del invierno son muy frías;
la lamentación del viento tortura el alma!
¡Qué importa si viví en la primavera, si ahora es invierno
     y languidezco!
¡La hoguera se consume lentamente; la soledad aumenta
     con los instantes!

En esta composición, como el mismo título lo señala, la voz lírica se encuentra bajo el signo de la desolación, la nostalgia y la soledad que provocan su intenso desconsuelo. Se trata de los mismos temas que plantea en sus cuentos. Sin embargo, en “Lirios” desaparece la angustia existencial y nos contagia su alegría ante el porvenir, ya que ha decidido romper con los esquemas patriarcales y llevar a cabo un proyecto de vida intellectual.

Lirios

Floreceré, cuando florezcan los lirios en el valle; cuando
mis ilusiones viajeras encuentren donde colgar su nido,
y cantaré como la alondra; como la alondra que canta entre
las peñas.
Descalzos los pies, el campo en ellos, sentiré el ardiente
palpitar de la tierra en mis plantas desnudas.
Destrenzados los cabellos, se los daré al viento; al viento daré
el juguete de mis cabellos.
Y correré por los campos como una cierva dichosa, gozaré
su verdura; me saciaré en sus pastos.
Beberé de las fuentes que esconden las rocas; y floreceré
en los valles cuando florezcan los lirios.

Finalmente, es un decir que Amparo Dávila partió del mundo terrenal; gracias al poder de su palabra vive en el bosque con sus personajes, sus fantasmas, sus añoranzas, sus gatos y sus perros, y nosotros la celebramos leyendo cada uno de sus regalos. ®

Compartir:

Publicado en: Libros y autores

Apóyanos:

Aquí puedes Replicar

¿Quieres contribuir a la discusión o a la reflexión? Publicaremos tu comentario si éste no es ofensivo o irrelevante. Replicante cree en la libertad y está contra la censura, pero no tiene la obligación de publicar expresiones de los lectores que resulten contrarias a la inteligencia y la sensibilidad. Si estás de acuerdo con esto, adelante.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *