Contra la superación personal

El fracaso de la nueva espiritualidad

Ensayo agresivo y humorístico que reflexiona sobre los mitos de la superación personal, la cultura new age, las nuevas espiritualidades, el éxito, la felicidad y las tergiversaciones ideológicas de la ciencia.

Superación personal y religiosidad. Todo es new age

La ilusión del cielo, la desiulusión del madrazo


El sentido último de las religiones ha sido siempre el mejoramiento de la persona, para lograrlo se fundamentan en un sistema compartido de prácticas y creencias. La fe de la gente que ejerce la superación personal se construye sobre los mismos pilares. Ambas se empeñan en salvarnos de males imaginarios, pero yo no quiero que me salven de nada, hay días que quiero desperdiciarlos andando a ras de codos de la sala al baño a mi habitación. La mayor herencia de las religiones para la historia en los últimos dos mil años, más allá de sus grandes obras, sus genios y el valor literario/antropológico de sus libros sa(n)grados, ha sido guerras, muertos, injusticias, sobrepoblación, ignorancia, pobreza, censura, intolerancia, desastrosas intervenciones políticas y la promoción de una cultura discriminativa contra mujeres, animales y homosexuales. No es mi intención culpar a los fanáticos de la autosuperación de tales crímenes inhumanos, pero sí de ciertos atentados contra la inteligencia y de ciertas responsabilidades con la crisis moral de nuestros tiempos.

La superación personal va mucho más allá de los libros de Paulo Coelho o Deepak Chopra. Es una subcultura dentro de la cultura new age, un término que comenzó a usarse en los sesenta para referirse al despertar de una nueva conciencia y va más allá del yoga, la ropa de manta, la moralina de los anuncios de televisión, ciertas teorías pedagógicas, las discotecas, los raves y el pan multigrano. Sus mitos se volvieron refritos cuando se comercializaron. Son un cover desarticulado y aburrido. La nueva era se nutre de la medicina holística, el panteísmo, el esoterismo, la psicología, el ambientalismo. Mantienen una relación ambigua con religiones como budismo, cristianismo, hinduismo, judaísmo e islamismo. En México se han incorporado elementos de la cosmogonía prehispánica. (Los rockeros mexicanos y ciertos ensayistas neoneo postpost se aprovechan de estas patrañas para jugarle al rol de chamán que tiene revelaciones trascendentales. Cuando los veo en el escenario o los leo en las revistas lo único que me provocan es migraña, sensación de vértigo y la pérdida total de la libido.) Al igual que en los otros casos, son traducciones simplificadas, lecturas alteradas en función de un modelo de superhombre vegetariano cuya receptividad espiritual no discrimina extraterrestres, fantasmas, tradiciones orientales o a Walter Mercado; un superhombre metrosexual cuya apertura mental le sirve para creer en cualquier cadena de mails en power-point que lo haga evadir su realidad mediante el supuesto ejercicio de una espiritualidad. Si alguien te pregunta sobre tu fe y utilizas de cualquier forma el concepto “energía”, seguramente eres new age.

Al igual que en los otros casos, son traducciones simplificadas, lecturas alteradas en función de un modelo de superhombre vegetariano cuya receptividad espiritual no discrimina extraterrestres, fantasmas, tradiciones orientales o a Walter Mercado.

Al igual que las religiones, la nueva era tiene varios componentes: medicinal, filosófico, estilo de vida y, para colmos, música que podría llevar a cualquier persona de oído sensible al suicidio. Todo ello encuentra la forma de un producto: pastillas naturistas, libros chatarra, retiros espirituales-empresariales o cualquier deporte que deba practicarse en licras. Algunos dirán que soy de la vieja usanza, pero preferiría comprar mis medicinas con el Doctor Simi que una piedra curativa en un infomercial. Me tacharán de dramático, pero hay días en que aseguraría que los oxxos, twitter, las bicicletas, ciertas razas de perros, las ensaladas, el gimnasio, el mundo clasemediero en general, es ridículamente new age. Muchas de estas costumbres son saludables para la mente y el cuerpo, fueron pensadas para contrarrestar algunas fuerzas rutinizadoras de la posmodernidad. Su preocupación ecológica es particularmente destacable. Sin embargo, también he conocido gente que cree que cualquier persona se puede curar de cualquier enfermedad con la mente o que todos tenemos el potencial para cambiar el mundo. ¡Ay, perezosos leucémicos que no se autosanan por no leer un best-seller, mediocres burócratas de cubículo que no hacen la revolución! Si bien la superación personal no traza un solo camino, por el contrario, en teoría cada quien debiera encontrar el suyo, resulta curioso como sus lectores más ávidos se transforman en una especie de secta fanática de moralizadores más perseverantes que los cristianos. Por lo que he podido presenciar, al parecer autosuperarse implica tener siempre la razón.

Su lenguaje astral necesita pasar por un corrector de estilo, acostumbran a usar nombres extraños como “cosmos interconectado” para referirse a la casualidad, o “espiritual” para adjetivar cualquier experiencia que se salga de su agenda. “Esta mañana tuve una experiencia espiritual mientras desayunaba All Bran y le miraba las nalgas al papirruchis nalgón que enseña yoga en televisa”. Los rituales de esta secta no cumplen una función adoradora, sino de comodidad, cualquier mentira que nos haga sentir mejor. Malditas cartas del tarot, santísima sección de los horóscopos, alabadas sean las palabras de Yordi Rosado y Gaby Vargas. Mi amiga Ana lo describe muy a su estilo. “Nada peor que las viejas que se frotan en sus sillas masturbándose discretamente mientras Cornejo les grita ‘Tú vales’, hahahaha ¡Que triste!”

Inclusive el consumo de drogas, sobre el cual se cimentó esta búsqueda, resulta estéril. De pronto uno está sentado en la sala, los libreros ondulan y los libros se pelean a mordidas de colores, las manchas del piso lo hacen parecer un jodido insectario, uno está viendo cómo todo se deforma a su alrededor, pero sabe que no es verdadero, no sirve para nada y no significa nada. Los raves son templos de evasión. Los seguidores de esta corriente niegan los dogmas teológicos, pero están chinga y jode imponen una forma de ser.

¿Será la flexibilidad el camino más rápido a la felicidad?

Algunos encuentran los orígenes de la nueva era en las visiones de William Blake. “Me dispongo a alumbrar la tierra/ mientras el escarabajo hace su ronda;/ sigue tú del escarabajo el zumbido./ El pequeño vagabundo te guiará hasta tu hogar”. A diferencia de lo que ocurriría dos siglos más tarde, la receptividad y la búsqueda espiritual del poeta le permitieron conocer también sus pensamientos más horribles, su oído psíquico no tenía prejuicios morales y su trabajo intelectual estaba comprometido con el zumbido, no con el escarabajo. En las décadas siguientes, otros destacados pensadores y poetas como Jung, Yeats y Bernard Shaw se vieron seducidos por esta corriente. Pronto, la idea de que estábamos en el amanecer de la era de acuario se dispersó como una epidemia. El movimiento hippy fue el esplendor de esta corriente, nos dieron auténticas muestras de una nueva conciencia en sus artes, su estilo de vida, los avances que lograron en materia de derecho civil y sobre todo en una auténtica renovación de ciertos códigos morales. En ese entonces lo new age era una auténtica contracultura, pero cayó en una contradicción fundamental: al mismo tiempo en que promulgaban el desapego a lo material como uno de sus cimientos, fueron convirtiendo sus creencias en productos. Encontraron representaciones materiales para sus valores abstractos. El LOHAS (Lifestyles of Health and Sustainability) es un concepto utilizado por los estadounidenses para un sector particular del mercado compuesto principalmente de adquiridores de la nueva era. Calculan que en 2006 generaron 300 billones de dólares en ganancias y representaron 30% del mercado de consumo gringo. ¿Qué hace que todas estas manifestaciones tan diversas a primera vista puedan entrar dentro de una misma cultura? Su mercadotecnia: un discurso vacío. Proyectan un mismo estilo de vida, en perfecta armonía, una burbuja de cristal flotando antes de caer.

“Somos seres espirituales que tienen una experiencia humana”. Esa frase de Neale Donald, uno de los profetas de la secta autosuperativa, es la clase de engañifa que la gente cree por la chatarra new age que consumen a diario en la tele, el internet y hasta la escuela (ya hablé en otra columna de aquel maestro de literatura medieval que nos explicaba cómo concentrarnos para tener orgasmos de media hora). En realidad somos seres humanos que pueden llegar a tener experiencias espirituales, pero mayormente nos la pasamos haciendo cola en el banco, peleándonos con el vecino por un puesto de estacionamiento, lavando los trastes o morboseando perfiles en facebook.

Inclusive Juan Pablo II y su puta mano bendecidora (Fernando Vallejo dixit), pudo intuir las falacias de lo new age. No debe de asombrarnos que la iglesia católica se sienta amenazada. La industria de la nueva era es creciente y poderosa.

Sus ideas se abren camino en la predicación, la catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a influir incluso en los católicos practicantes, que tal vez no son conscientes de la incompatibilidad de esas ideas con la fe de la Iglesia. Predican un relativismo absoluto en el campo religioso, moral e intelectual que disuelve toda noción de verdad y de bien y, por tanto, toda diferencia entre las diferentes creencias y estilos de vida que ofrece el mundo contemporáneo.

En Las partículas elementales Michel Houellebecq disecciona el tema y tiene una visión perturbadora de la cultura new age.

Esto indica hasta qué punto se había extendido la idea, tanto en las sociedades occidentales como en esa fracción más avanzada que representaba el movimiento new age, de que para que la sociedad pudiera sobrevivir era indispensable un cambio fundamental: una mutación que restauraría de una forma creíble el sentido de la colectividad, de la permanencia y de lo sagrado. Esto indica también hasta qué punto las cuestiones filosóficas habían perdido cualquier referente bien definido en la mente del público. El ridículo en el que habían caído, tras décadas de insensata sobrestimación, los trabajos de Foucault, Lacan, Derrida y Deleuze no dio paso, por el momento, a ningún nuevo pensamiento filosófico, sino que, por el contrario, desacreditó al conjunto de los intelectuales de “ciencias humanas”; el prestigio creciente de los científicos en todos los ámbitos del pensamiento era ya ineluctable. El interés ocasional, contradictorio y fluctuante que los simpatizantes de la new age fingían sentir por tal o cual creencia nacida de las “antiguas tradiciones espirituales” sólo demostraba su estado de desgarradora angustia, que bordeaba la esquizofrenia. Como todos los demás miembros de la sociedad, y quizá más que ellos, sólo confiaban en la ciencia; la ciencia era a sus ojos un criterio de verdad única e irrefutable. Como todos los demás miembros de la sociedad, en el fondo pensaban que la solución a cualquier problema —incluidos los problemas psicológicos, sociológicos o humanos en general— sólo podía ser una solución de orden técnico. Así que Hubczejak no corría un gran riesgo de que lo contradijeran cuando lanzó su famoso lema en 2013, un lema que desencadenó un movimiento de opinión a escala planetaria: “LA MUTACIÓN NO PUEDE SER MENTAL, SINO GENÉTICA”.

La búsqueda espiritualidad de Blake lo llevó a ser genio e innovador en la poesía y el grabado. Los autosuperados, en el mejor de los casos, conseguirán un aumento. Eso les pasa por control freaks. La promesa de la felicidad es la portada de su panfleto. La felicidad, una deidad tan tangible, noble e útil como cualquier otra. Su cualidad inherente es la elusividad. La próxima vez que funden un movimiento religioso procuren no basarlo en el amor o la felicidad, háganlo sobre el conocimiento y el placer. No sé ustedes, pero me entusiasma llevar una larga vida de tristeza e insatisfacción, me aterraría ser siempre bueno, justo o libre; quiero que me olviden, me odien y me traicionen, quiero estar rodeado de gente sin tener que hablarles, anhelo tanto el dolor como el amor, fantaseo con escribir una narrativa llena de pensamientos horribles, puedo encontrar mi propia paz, no compraría ningún producto para mi autoestima que cueste más de cincuenta pesos, mentiré cuando lo considere necesario y en una de esas estoy dispuesto a matar. No tengo nada contra la felicidad, inclusive me atrevería a decir que la felicidad a veces me hace feliz.

Éxito y otros anuncios desafortunados

Los autosuperados definen el éxito así:

El camino hacia el éxito se encuentra siempre en construcción.

El éxito es cualquier sensación en la que tú creas que has logrado lo que querías.

El éxito no es sino el logro más grande de la persona.

No es acerca de transmitir todo, sino cuántos te creen, de si eres feliz o finges estarlo.

Se trata de si en tus triunfos incluiste siempre tus sueños.

Se debe a cuánta gente te sonríe, a cuánta gente amas y cuántos admiran tu sinceridad y la sencillez de tu espíritu.

Los pensadores lo definen así:

El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. —Winston Churchill.

El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo. —Albert Camus.

Para obtener éxito en el mundo hay que parecer loco y ser sabio. —Montesquieu.

El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho. —Groucho Marx.

Está comprobado que la gente con los brazos alzados o extendidos tiene más posibilidades de ser exitosa.

Para escribir esta columna leí decenas de ensayos, artículos, entrevistas, me chuté el canal de superación personal de YouTube, consecuentemente he perdido el apetito y desarrollado cinco nuevas neurosis, dos fobias y una fantasía sexual que involucra mucho tofu. Entre tanta chatarra te topas con que cada año hay miles de congresos, retiros, conferencias que promueven esta clase de slogans, falsos a la luz de cualquier razón: “¿Cómo quieres llegar a tener un millón de dólares si mental y emocionalmente no estás listo para tenerlo?” La verdadera moraleja que encontré sobre el éxito es que siempre puedas lucrar con la estupidez de la sociedad. Proceden argumentando manipulando con base en una sensiblería tan atroz que sólo podría funcionar en un mundo de adictos a la televisión.

Hoy ganan 15 mil pesos al mes. Si yo les dijera que si en tres meses no son capaces de generar 150 mil en un mes (y mantener ese nivel de ingresos), uno de sus hijos morirá, ¿qué harían? Se quedarían con los brazos cruzados resignados a que no es posible ya que su sueldo es de tan solo 15 mil o pensarán en cómo podrán generar esa cantidad. Qué tal si una de sus ideas triplica su sueldo para ganar 45 mil pesos (lo cual sería excelente), ¿bastaría? Claro que no. Seguirán buscando hasta encontrar la forma de aumentar diez veces sus ingresos. Estoy seguro de que cada uno de ustedes encontrará la forma de generar esos ingresos. Lo único que los limita no es su capacidad sino lo que Blair Singer llama “La Vocesita” —el diálogo interno y creencias limitantes— que nos dice que no son merecedores de 150 mil pesos al mes.

Personajes aburridísimos cuyas vidas giran casi por completo alrededor del amor fecundan personas aburridísimas cuyas vidas giran casi por completo alrededor del amor. Dementes que creen que pueden aprender a amar mejor en un taller de quince pasos.

El lado empresarial de la superación personal es muy parecido al religioso. Quieren hacernos creer que adquiriendo un producto o servicio adquiriremos virtudes humanas. El concepto de liderazgo es casi tan mercadeable como el de felicidad. Si existen miles de estos espacios de capacitación necesariamente hay muchas personas sacando una buena tajada de ello. Es un gran negocio de farsantes. Por ejemplo, los cursos de capacitación educativa que ofrecen a sus maestros en la mayoría de las universidades privadas en nuestro país. Los directivos están mucho más preocupados por aumentar la plantilla de alumnos que por mejorar la calidad de su educación. Pueden impartirles la teoría que quieran, pero no podrán ejecutarla en el aula. Los problemas del mundo son complejos, por lo tanto requieren soluciones que sólo se pueden dar con un estudio igualmente complejo, no con la verborrea de una secta de estafadores. Nunca se había producido tanto conocimiento como en el último siglo, el trabajo de académicos, científicos, periodistas, escritores, artistas e intelectuales nos ofrece una infinita cantidad de caminos para entender y aproximarnos mejor a nuestra realidad, el otro, nosotros mismos. Todo ese cosmos está al alcance de millones que lo desperdician, sobre todo los estudiantes que son por lo menos tan mediocres como los maestros. Conflictos idiotas con soluciones imaginarias, sus preocupaciones no son las de un personaje de Dostoyevski, sino las de el/la protagonista de la inmensa mayoría de las series de televisión, pública o de paga. Personajes aburridísimos cuyas vidas giran casi por completo alrededor del amor fecundan personas aburridísimas cuyas vidas giran casi por completo alrededor del amor. Dementes que creen que pueden aprender a amar mejor en un taller de quince pasos. Me imagino a mí mismo en escena, un retiro de integración, obligado a agarrarle la mano peluda y chaquetera a uno de los pervertidos de contaduría, tener que verlo a sus ojos bizcos y decirle por qué es una persona valiosa.

La motivación para ellos es una estimulación truculenta. La mayoría de las ideologías se construyen a partir de un sistema de recompensas y castigos. Para ellos sólo existe el premio. Si los católicos tienden a desarrollar enfermedades psicológicas por la colisión de sus deseos con la moral de su iglesia, los autosuperados no se conflictúan con nada, no se comprometen con nada, creen que la crítica enferma al planeta, y siempre se pueden escudar bajo la relatividad.

Dostoyevski es uno de los grandes autores de la antisuperación personal. En Memorias del subsuelo nos adentramos hasta el fondo de la conciencia de un hombre antisocial.

…quiero comprometerme personalmente, y afirmo con toda resolución que esos hermosos sistemas, esas teorías que pretenden explicar a la humanidad en qué consisten sus intereses normales, a fin de que ella decida al punto ser virtuosa y noble para amoldarse a ellos, todo eso es pura palabrería. Creer que la renovación del género humano puede realizarse dándole a conocer sus verdaderos intereses equivale, en mi opinión, a admitir que la civilización aplaca al hombre, el cual va perdiendo poco a poco sus instintos sanguinarios y guerreros. Pero el hombre siente tal pasión por los sistemas, por las deducciones abstractas, que está dispuesto a disfrazar la verdad, a cerrar los ojos y a taparse los oídos ante la verdad, sólo por justificar su lógica.

Es un tropezón de mil piernas. En la televisión, las revistas, los periódicos y el internet se transmite y se promueve estas ideas. Habitamos un jodido planeta de empresas moralistas. Es un círculo vicioso del que no podemos salir, la felicidad y el éxito venden, los autosuperados se expanden como polen envenenado. Basta observar los espectaculares, los slogans, los anuncios de la televisión, hasta el gobierno ha adoptado el discurso hueco de la superación. Estoy harto de ver niños felices, familias perfectas, solteros exitosos paseando en el parque, comiendo un helado, trabajando en su oficina, seduciendo a una mujer, andando en bicicleta, sonriendo, siendo triunfadores. Yo quiero vivir en un planeta que cuando busque la palabra éxito en google no me aparezcan miles de hombres en saco brincando, la foto del minusvalioso de Juanes y cientos de postales hechas por gente que debiera ser internada por cursi.

Pensar positivo no nos va a hacer mejores personas, como ser pesimista tampoco nos hará peores. El pensamiento crítico busca la consistencia de las ideas, el pensamiento positivo su aura.

La superación personal reduce el discurso del pensamiento positivo en creer que tenemos control sobre nosotros, sobre los demás y sobre el mundo. Como si existiera una especie de conciencia cósmica que pudiera distinguir lo que es un pensamiento bueno de uno malo. La autosuperación, lo dice la palabra, concentra su propuesta en el trabajo del individuo consigo mismo, mucho antes que con los demás. Todo lo pueden resumir en instructivos, como si el ser humano fuera un microondas. Estoy convencido de que para crecer como personas la clave está en nuestra relación con los otros, lo que podamos aprender de ellos, lo que nos cause conflicto, nos despierte la imaginación, el deseo o la emoción. Los autosuperados creen en intercambiar supuestos pensamientos negativos como “no hables”, “¡no puedo hacer nada!”, “no esperes demasiado”, “no soy suficientemente bueno” por “tengo cosas importantes que decir”, “tengo éxito cuando me lo propongo”, “haré realidad mis sueños”, “soy bueno”. La realidad es que a muchos nos vendría bien hablar menos, tenemos suficientes motivos para no creer en lo que sea que no se nos antoje, somos tan buenos como un cuchillo sin filo y nuestros pensamientos son tan importantes como ¿por qué chingados salió tan cara la luz? o me voy a escapar del viene-viene sin darle propina. A pesar de ciertos aspectos cuestionables de la corriente que fundó, la palabra positivismo para Comte tenía como fin último el conocimiento. El positivismo de la superación ha parido una moral light de predicadores irracionales. Pensar positivo no nos va a hacer mejores personas, como ser pesimista tampoco nos hará peores. El pensamiento crítico busca la consistencia de las ideas, el pensamiento positivo su aura. El primero es tan receptivo como el segundo, acepta las narrativas más retorcidas mientras sean verosímiles, busca constantemente su renovación, reconoce la contradicción como una de las claves para descifrar la posmodernidad, no promueve ninguna normalidad, no impone un estilo de vida, no suele tener fines de lucro, no habla de un crecimiento del espíritu, sino de la inteligencia.

La ignorancia cuántica

Forma que adoptó el agua tras escuchar el concepto limpieza de colon.

No bastándoles atentar contra la música, el cine y la literatura, los autosuperados abaratan el conocimiento médico y científico con traducciones ideológicas. Por ejemplos:

– Yo pensé que el único líquido que podía revelarnos mensajes ocultos era el alcohol, pero Masaru Emoto asegura que poniendo cierta música o hablándole en cierto tono al agua, altera sus moléculas. Hasta ahí vamos bien, pero sus imágenes se enturbian cuando sugiere que se crean formas más hermosas cuando usamos, por decir algo, la palabra ángel en lugar de demonio. Quieren validar sus fantasías con terminología científica. Esto abre toda una gama de preguntas. ¿Puede el agua mostrarse excitada si le hablo sucio? ¿Tiene el agua sentido del humor? ¿Prefiere que le lean cuentos de Chejov o de Poe? ¿Cuál es su postura respecto al aborto, la pena de muerte, el calentamiento global?

– La ley (¿ley?) de la atracción afirma que todo lo que nos ocurre es porque lo atraemos con nuestra mente. Supongo que la gotera del escusado y los mosaicos que se están cayendo en la cocina son consecuencia silogística de que el otro día me reí de un sujeto que estropeó la defensa de su coche a un par de metros de mí, mientras esperaba a un amigo en la banqueta.

– Como está de moda, los autosuperados no desperdician la oportunidad de manipular las estadísticas a su conveniencia. Aseguran, por ejemplo, que la gente positiva vive 19% más que la menos alegre. A mí no me engañan, estoy seguro de que se puede llevar una larga y miserable vida.

– No sólo podemos autosanarnos, sino que nuestros “cuerpos mentales” están compuestos de “materia pura de alta vibración”, por lo tanto, evadiendo los “pensamientos impuros” podremos evadir la enfermedad. No sé ustedes, pero yo me aguanto la gripa con tal de no perder mi libertad a la desesperanza y el gozo de pensar cochino.

– El Método Silva es un método de autoayuda inventado por el aparente semidiós José Silvaque promete desarrollar habilidades mentales como la capacidad de la clarividencia o la sanación para volver a cualquier persona un genio. Con eso de que las profecías se cotizan en la ensayística mexicana, me atreveré a asegurar que la autoayuda se infiltrará en el sistema educativo mexicano lenta y certera como una enfermedad heredada genéticamente. Las competencias son la primera señal. Muy pronto se verán obligados a incorporar terapias en su propuesta pedagógica, pero no tendrán gente capacitada para hacerlo como se requiere, sino filas y filas de autosuperados con un buen currículo. Nos querrán educar a la felicidad y al éxito, pero tendremos que convivir a diario con el fracaso.

– Y lo peor de todo, aprovecharse de la mecánica cuántica, que está al borde de llevarnos a otra revolución tecnológica, para hacernos creer científicamente que podemos ser mejores personas. Miren el argumento del autosuperadísimo Chopra en su libro de curación cuántica: “Hay un experimento que ustedes pueden hacer: se ponen unas moscas en un frasco grande con tapa durante varios minutos. Si al cabo de ese tiempo se quita la tapa, el 99.9% de las moscas no pueden salir del frasco”. ¡No soy una pinche mosca!

¿Cómo ser una mejor persona?

1- Tu alimentación no te hará una mejor persona ni te acercará a dios. Si se te antoja más una hamburguesa o una torta de cochinita que una barrita de linaza, estás a salvo.

2- La conciencia ecológica no necesariamente te libra de la inconciencia moral.

3- El verdadero éxito está detrás del camino de las metas personales, las frías montañas del creer en uno mismo, entrando a la cueva de nuestros miedos y saliendo por la vereda del entusiasmo te encontrarás el libro de las maravillas de la mente del genio, no le hagas caso, a su lado encontrarás un maletín lleno de dinero, tómalo y piensa bien a quién puedes sobornar.

4- No puedes curarte con la mente. A lo mucho te provocarás una migraña.

5- Si vas al gimnasio, levantas más de sesenta kilos y procuras motivar a los otros gorilas consumidores de esteroides gritándoles “Vamos papi, duro papi, dale papi”, mientras te miras los bíceps y bailas reggaetón, invariablemente te irás al infierno.

6- La autoestima no se forma leyendo a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, sino en la infancia y muta hasta que nos morimos. No le arruines la vida a tus hijos con tus propios complejos y frustraciones.

7- Cuida el color de tu aura. Enjuágala una vez por semana en cualquier lavaplatos.

8- Que tu desorden interno se traduzca en tu desorden externo. No dejes que el feng shui acomode tus ideas como burós. Hay tanta o más “energía” en un escritorio lleno de libros, apuntes sueltos y ceniceros llenos que en cualquier cuarto acomodado según supersticiones chinas.

9- Acuario, sé lo que estás pensando y me das asco.

10- No tienes que convencer a nadie de nada para crecer como ser humano. ®

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Publicado en: Noviembre 2010, Todos los puentes quemados

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