Despojo en el nombre de las musas

Mutilar un parque para construir un museo

El pasado lunes 2 de mayo el alcalde de Guadalajara Aristóteles Sandoval ratificó oficialmente un despojo que se hecho en perjuicio de los tapatíos al privatizar más de la mitad del parque Mirador Independencia Dr. Átl, que se localiza en el borde de la barranca de Huentitán, justo donde termina la calzada Independencia.

Donar a un grupo de particulares un espacio público —sobre todo cuando se trata de un área verde y de recreación— es un acto reprobable aquí y en China, en Estados Unidos y en cualquier otro sitio. Porque políticamente sería inconcebible —y socialmente inaceptable— que el alcalde de Nueva York decidiera, por ejemplo, entregar media docena de hectáreas del Central Park a un grupo de empresarios, aun cuando éstos se propusieran construir en el área enajenada un museo de arte contemporáneo.

Panorámica de Guadalajara

Pero esto que sería impensable y prácticamente imposible en Nueva York, acaba de suceder en Guadalajara, con la donación de 6.6 hectáreas del parque Mirador Independencia a un grupo de negociantes de la localidad, que juegan al mecenas y se cobijan con el petulante membrete de “Guadalajara Capital Cultural”.

La historia de este despojo, que acaba de ser consumado, comenzó durante la administración municipal de Alfonso Petersen Farah, que ya había entregado ese mismo espacio público a los empresarios en cuestión y quienes, por entonces, promovían la hechura de una sucursal mexicana del Museo Guggenheim, cuyo costo de construcción, mantenimiento y operación iba a ser pagado también por Papá Gobierno.

Pero al abortar este proyecto, en 2009, los integrantes de Guadalajara Capital Cultural no se resignaron a perder el terreno y a devolverlo a sus legítimos dueños (los habitantes del municipio tapatío) sino que se sacaron de la manga un proyecto alternativo: el que ahora tiene por nombre un rebuscado gazapo (Barranca Museo de Arte Moderno y Contemporáneo), para lo cual pidieron al nuevo alcalde tapatío que les ratificara la donación del parque Mirador Independencia, lo que lamentablemente Aristóteles Sandoval hizo el lunes de la semana pasada, cuando trató de adornarse, echando un choro mareador, citando mal a Vasconcelos y diciendo, entre otras obviedades, que la cultura es “muy importante” para una sociedad. Y todo para tratar de justificar un burdo y descarado despojo.

¿Por qué, entre tantos terrenos como hay a la orilla de la barranca de Huentitán, se tuvo que elegir un espacio público, que ya tenía una vocación? ¿Por qué había que desgraciar un parque como el Mirador Independencia?

La respuesta parece muy sencilla: porque los falsos mecenas de Guadalajara Capital Cultural, el ex alcalde Petersen Farah y el ahora alcalde Sandoval Díaz querían evitarse el desembolso que representaba la compra de un terreno, y se les hizo muy fácil recortarle al parque Mirador Independencia más de la mitad de su superficie, como si los parques públicos no fueran algo socialmente útil, algo suficientemente en sí mismo, es decir, como si sólo fueran terrenos baldíos con árboles, listos para que se construya en ellos cuanta ocurrencia dispongan autoridades formales y agentes de los llamados poderes fácticos como es el caso de los socios de Guadalajara Capital Cultural.

¿Por qué, entre tantos terrenos como hay a la orilla de la barranca de Huentitán, se tuvo que elegir un espacio público, que ya tenía una vocación? ¿Por qué había que desgraciar un parque como el Mirador Independencia?

El pretendido argumento con el que Myriam Vachez, secretaria de Cultura de Guadalajara, pretende justificar este despojo, a favor del proyectado museo, es un disparate. La funcionaria dice que luego de la construcción del museo “el parque se cuidará mucho más, se reforestará con especies locales, eliminando aquellas plantas y árboles que nada tienen que ver con la flora de la Barranca” (Mural, 11 de mayo de 2011). ¡Quién lo dijera, ahora resulta que mutilar un parque, cercenándole más de la mitad de su superficie, es “cuidarlo mucho más”!

Por otro lado, qué manera más cínica de querer disimular el desmonte que se tiene planeado hacer, a fin de abrirle espacio al museo: ¡Ah, pero por favor, que nadie vaya a llamarlo tala de árboles (de árboles adultos y sanos), sino únicamente “eliminación” de especies “que nada tienen que ver con la flora de la Barranca”.

Menos mal que Myriam Vachez sólo es la encargada de la Secretaría de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara, pues si fuera la responsable de Parques y Jardines o de Cementerios Municipales ya estaría talando las jacarandas, las galeanas, los laureles de la India, las casuarinas y otras especies que cargan con el “pecado” de no ser endémicas y a las cuales la barranqueña funcionaria municipal estaría sustituyendo ahora mismo por mezquites, huamúchiles, nopales, huizaches, chicozapotes…

Pero las pérdidas para los tapatíos —y para los jaliscienses en general— no se limitan a la mutilación de un hermoso parque público, pues los habitantes de esta parte del mundo también tendrán que pagar el costo de la construcción del museo, el cual conservadoramente se estima en 35 millones de dólares (cerca de 500 millones de pesos), “que serán aportados por el gobierno del estado” (El Informador, 3 de mayo de 2011), pues los falsos mecenas de Guadalajara Capital Cultural sólo aportarán sus doctos consejos y su sabia asesoría.

Ah, y una vez que se construya el museo barranqueño, los gastos de mantenimiento y operación también correrían por cuenta de los contribuyentes, pues se planea cubrirlos con fondos públicos.

¿Quién dijo que la capacidad de empeoramiento de nuestra atribulada vida pública no puede llegar a ser infinita? Si alguien lo duda, que vea este despojo que se acaba de hacer en el nombre de las musas. ®

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Publicado en: Mayo 2011, Política y sociedad

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