Disparen contra el héroe

¿Hay una fórmula para salvar al mundo?

“Yo estoy orgullosa por lo que hizo mi papá”. Caterina tiene catorce años y repasa una revista porteña de 1998 cuando su padre fue tapa bajo el título “Héroes anónimos”. Gustavo está tirado de panza en un césped verde y amplio como el de los cementerios privados y la niña rescatada lo mira sonriente y rubia.

El héroe y la niña.

El héroe y la niña.

No somos sino tiempo

El tiempo de las trompetas y los anuncios pomposos terminó. Ya no hay revistas del corazón para reflejar tanta dulzura edulcorante. Tanto informe televisivo musicalizado con color esperanza. Tanta foto posada con sonrisas de dentífrico. Tanto y tanto relato con palabras previsibles, reflejando el paradigma del héroe instantáneo que tanto y tanto repetimos los narradores modernos. Pero sepan ustedes, queridos lectores, lo que tal vez ya saben: aquí estamos nosotros como pájaros de Hitchcock olfateando la sangre y la caída, el ocaso y la elipsis precisa. Los periodistas de la era del puro presente buscamos un título gancho, una redacción con zapping interno, una foto ni tan explícita ni tan sutil para que usted, querido usuario con destino de prosumidor, caiga en la trampa del click. Y lea, una vez más, la misma historia de siempre.

Los periodistas de la era del puro presente buscamos un título gancho, una redacción con zapping interno, una foto ni tan explícita ni tan sutil para que usted, querido usuario con destino de prosumidor, caiga en la trampa del click. Y lea, una vez más, la misma historia de siempre.

La consigna es telegráfica y repetitiva como suelen ser las indicaciones de los productores televisivos: “Hombre que corrió a ladrones de sus hijas recibió un balazo en el pecho”. No sabemos si el hombre aún vive. No tenemos el parte médico. Sólo la dirección de su casa y un artículo de prensa que se publicó en el diario ayer. El avance exponencial de la violencia en las metrópolis latinas y el enroque del análisis y la reflexión por el electroshock y el morbo reconfiguraron las redacciones de noticias convirtiéndolas en una especie de premorgue posmoderna donde no sobra ni el debate ni la congoja y habitadas por cronistas y camarógrafos que transcurrimos la jornada laboral en una eterna vigilia mortuoria. ¿Quién será el muerto nuestro de cada día?

Las coordenadas indican: Pasaje Copahue 6300. Barrio de la Carne. Zona Sur. Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. A 20 minutos del canal.

La casa

Los recortes de diarios están ajados y amarillentos. Hay una carta firmada por un presidente de la Nación Argentina, un par de trofeos, diplomas plagados de halagos y varios artículos con las noticias de ayer. Las palabras que se repiten son: héroe, humildad, hijas, hueso. Todas arrancan con la letra “h”; la “h” de humano, de hombre, de hidalguía, de honor.

El héroe en el diario.

El héroe en el diario.

El acto de heroísmo pertenece al pasado. Hace quince años —el baleado de la jornada— Mario Gustavo Cardozo, un muchacho desocupado y robusto, no dudó y saltó desde las alturas de la barranca del arroyo Saladillo en la zona sur de Rosario para salvarle la vida a Caterina Gauna, una chiquita de cabellera rubia como las que usaban las protagonistas de las tiras televisivas de Cris Morena. La niña tenía cuatro años y se había caído a las tumultuosas aguas del arroyo que desemboca en el río Paraná a la altura de los frigoríficos.

Gustavo se zambulló, la atrapó y se salvaron. Ambos adquirieron un shock de fama temporario, recorrieron programas de TV, fueron tapa de revistas domingueras, él se convirtió en “el héroe del Saladillo”, consiguió trabajo en el área de mantenimiento del Hospital Provincial, le condonaron una deuda en un plan social de viviendas y así pudo afincarse en esta casa baja, blanca y con rejas negras. La misma casa donde ahora estamos sentados en ronda repasando un pasado de fotos viejas.

Las fotos

Dicen que el héroe del Saladillo pensó en sus hijas cuando se tiró al agua. El hombre le otorgó un valor racional al acto reflejo.

“Yo estoy orgullosa por lo que hizo mi papá”. Caterina tiene catorce años y repasa una revista porteña de 1998 cuando su padre fue tapa bajo el título “Héroes anónimos”. Gustavo está tirado de panza en un césped verde y amplio como el de los cementerios privados y la niña rescatada lo mira sonriente y rubia. Ambos pueden ser personajes de una canción de Ricardo Arjona, ésas que se caracterizan por una denuncia tibia, una metáfora con rima rápida y un final feliz. La publicación está gastada como las revistas de las peluquerías, papeles pasamanos de una época predigital. Caterina estaba en la panza de su madre cuando la niña blonda oriunda de Adrogué cayó al agua, cuando su papá se tiró al agua. Caterina, la hija, lleva el mismo nombre que Caterina, la rescatada, en honor a la vida, en honor a la salvación.

El héroe rosarino y la vida cotidiana.

El héroe rosarino y la vida cotidiana.

“Acá hay una foto actual. Así es mi papá hoy”.

La bala

Es un lunes nublado. Comenzó el otoño hace cuatro días pero ni la humedad ni el calor se marchan. Caterina está junto a Melina y a Carolina en la cocina de su casa. Son tres de los ocho hijos de Gustavo. Su madre Zulma se mete en el baño antes de que nosotros ingresemos a la casa y ahí se queda, no la vemos. Ninguna de las tres hijas mujeres tienen deseos de aparecer en televisión, dudan. El motivo aparente es que conocen al joven tirador y el joven tirador las conoce. Está libre y por eso le temen. Un tío que llegó hasta la vivienda las convence: “Hablen para que se sepa”. Melina, quien cumplió 24 años el sábado, habla para que se sepa.

“Vinieron dos chicos armados y nos quisieron robar. Nosotros nos resistimos. Mi hermana se fue corriendo. Ahí empezaron a gritar todos”.

Quince años después del hito que marcó un quiebre en la vida de Gustavo, el hombre de 38 años volvió a pensar en sus hijas. Oyó sus gritos. Eran las dos de la mañana del domingo 24 de marzo del 2013 cuando, a pocos metros de la celebración del cumpleaños de Melisa, dos pibes se bajaron de una moto e intentaron asaltar a Carolina y a Caterina amenazándolas con un arma de fuego. Las hijas, que iban a comprar un par de cervezas para seguir festejando, se desesperaron. El héroe corrió algunos metros hasta el cruce de Laprida y Caupolicán en el Barrio de la Carne, una zona de casas bajas próximas a los frigoríficos que llegaron a Rosario en el siglo pasado.

Eran las dos de la mañana del domingo 24 de marzo del 2013 cuando, a pocos metros de la celebración del cumpleaños de Melisa, dos pibes se bajaron de una moto e intentaron asaltar a Carolina y a Caterina amenazándolas con un arma de fuego.

Barullo, bullicio, rumores y versiones cruzadas. Los familiares estaban en la vereda. Fueron varios los que corrieron. Los maleantes huyeron por distintas calles. El héroe del Saladillo volvió a ser pura física: acción-reacción. Honesto y fiel a sus impulsos y sin medir consecuencias siguió a uno de los agresores hasta tenerlo muy cerca.

“Mi papá no sabía que estaba armado. Le gatilló dos veces. El segundo disparo fue el que salió”. Gustavo recibió un balazo en el pecho que le perforó uno de los pulmones.

La ficción

Caterina, antes de irnos, nos muestra una carta que está pegada en la pared.

No todo está perdido, ni mucho menos, como nos quieren hacer creer los profetas del individualismo y la declamación de la solidaridad. Usted lo ha demostrado. Donde quiera que haya un argentino bien nacido, existe una probabilidad para la bondad desinteresada.

Hoy Caterina volvió a la salita verde de su jardín en Rafael Calzada y usted, querido amigo, habita por siempre en mi corazón y en el de todos los compatriotas.

La carta está fechada el 4 de agosto de 1998.

La firma el presidente de la Nación Carlos Saúl Menem.

Mientras volvemos al canal, en el camino de retorno, debo redactar el guión de la crónica. Veinte minutos para pensar y escribir. Mientras, recuerdo vagamente algunos pasajes de la película Cadena de favores (Pay It Forward, 2000), donde un maestro de escuela primaria les pide a sus alumnos que busquen métodos para mejorar al mundo. Uno de los pequeños estudiantes diseña un sistema sencillo: su idea se basa en ayudar a tres personas, tenderles una mano en una situación o en una dificultad en la que no podrían lograr superarla por sí mismos. Pero la devolución del favor no existe, quien lo recibió debe replicarlo tres veces y así sucesivamente. En la historia de Gustavo no funcionó este axioma. Dos años antes del estreno de la película, la sociedad, los políticos y los medios argentinos decidieron multipremiar al héroe y no establecer sistemáticamente mecanismos sustentados en eslabones solidarios.

El montaje final

Cadena de favores es una película desleal e injusta. No tanto por el final trágico donde asesinan al pequeño ideólogo del rescate del universo sino porque los personajes y los resortes dramáticos del filme están estructurados de tal modo que inevitablemente se aguarda un desenlace esperanzador. En la ficción, en la escena final, Trevor ve a dos chicos malos que están golpeando a un amigo indefenso. Lo patean en el piso. Él decide rescatar al amigo. En la trifulca, uno de los integrantes de la patota apuñala al protagonista con una navaja. El docente de primaria es testigo ocular del crimen. Corte. Interior – Noche. Hospital. Se acerca un médico y comunica la muerte del niño. Desesperación y desesperanza.

Cadena de favores es una película desleal e injusta. No tanto por el final trágico donde asesinan al pequeño ideólogo del rescate del universo sino porque los personajes y los resortes dramáticos del filme están estructurados de tal modo que inevitablemente se aguarda un desenlace esperanzador.

Gustavo dijo que tuvo tiempo para pensar en sus hijas antes de tirarse en la aguas del Saladillo para salvar una vida. Trevor diseñó la cadena de favores, su idea fue proyectada como una fórmula matemática. En las escenas finales ambos actuaron por impulso cuando quisieron ayudar. Trevor a su amigo indefenso sin saber que uno de los agresores estaba armado. Trevor murió en la ficción. Gustavo aún vive en la vida.

La crónica en el noticiero duró tres minutos y once segundos. El tiempo suficiente para comprender parte del pasado en el presente. Somos tiempo. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas, Junio 2013

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