El comunismo más raro del mundo

“Pensamiento mágico”, “México mágico” y obradorismo

Si no fuera México sería casi increíble… pero en el país donde se llamó comunistas a Lázaro Cárdenas y a Luis Echeverría se tenía que seguir llamando comunista a Andrés Manuel López Obrador. Sin importarles tres años de gobierno y sus hechos.

Andrés Manuelovich. Tomado de Twitter.
Los que han calificado de izquierdista al actual régimen [priista–echeverrista] no han comprendido nada de la dinámica del sistema.
—José Luis Reyna, 1976.

Llamarlo comunista a él… un priista que hace un presidente rancio, un presidencialista “mocho” con nostalgia por el pasado del “milagro mexicano”, que fue el “milagro” capitalista del PRI (y para el PRI y sus cuates y aliados). Un político provinciano desentendido del mundo y su historia que al mismo tiempo conserva lo que le conviene o de veras no le importa del pasado neoliberal que critica populistamente. Otra forma del “México mágico”. No pensar, rechazar los hechos como datos, aceptar los hechos sólo como apoyo “moral”, o aceptar de ellos lo que convenga para grillar, e ignorar e inventar si eso se necesita para creer y atacar. Otra forma del “pensamiento mágico”. Donde la porra del presidente “progresista” se encuentra con el “comité” nacional de actividades anticomunistas —de cultura tan burda como el mismo Joseph McCarthy.

Dicen en 2021, como en 2018 y otros años, que el señor licenciado López Obrador odia a los ricos, “los” que lógicamente significa “todos”. Que odia a los empresarios, a todos los empresarios. Y que por eso es comunista. Y que eso es todo lo que es él. Y nada más. Si lo pensaran un poco, si atendieran a la evidencia, si no fueran tan prejuiciosos, si se hicieran preguntas en consecuencia, ¿qué se concluiría?

¿Germán Larrea ya no hace negocios con gobiernos mexicanos? ¿No es sólo diarrea lo que sale de las bocas de este gobierno federal? ¿Quiénes co–construyen el trenecito destructor de selva? ¿No es Larrea uno de sus constructores, con su consorcio de nombre tan bonito, el Grupo México? ¿No están involucradas empresas privadas españolas?

Hagamos preguntas, repitámoslas cuanto sea necesario, aunque necesariamente se molesten los necios y desmemoriados: ¿los más ricos de México están pagando un mayor Impuesto sobre la Renta? ¿Ha subido el impuesto a sus herencias? A las herencias multimillonarias, específicamente. ¿Se creó un impuesto sobre su riqueza, es decir, su patrimonio? Un patrimonio verdaderamente extremo, claro está. ¿Les han expropiado empresas? ¿Ya no existe la telecomunicación privada? ¿Carlos Slim ya no es el hombre más rico de México? ¿Ya no es multimillonario? ¿Ya no existen los ricos? ¿O sólo los funcionarios del Estado son ahora dueños de riqueza? ¿Ricardo Salinas Pliego en realidad es maltratado por el SAT o quiere que lo traten aún mejor para ser más rico entre los más ricos? ¿El SAT se ceba en todos los empresarios, de todos tipos y tamaños, o en los empresarios que no son los más grandes y más ricos? ¿Eso es lo mismo de antes o es distinto? ¿Es imposible emprender en cualquier ámbito del país? ¿Está prohibido en general por ley obradorista? ¿O, por el contrario, en general sigue siendo difícil emprender en México, diga lo que diga la ley, a veces más a veces menos pero desde siempre si no te sobra el dinero? ¿El problema de emprender hoy es para todos los empresarios por ser empresarios o para los empresarios por no ser cuates o corruptos? ¿No es eso lo que pasaba antes? ¿No es cierto que antes les iba bien en primer lugar a quienes eran cuates, corruptos o herederos con otras facilidades? Si hoy fuera más difícil por burocratismo y corrupción, sería por eso, que no es monopolio de funcionarios de izquierda o supuesta izquierda. ¿Germán Larrea ya no hace negocios con gobiernos mexicanos? ¿No es sólo diarrea lo que sale de las bocas de este gobierno federal? ¿Quiénes co–construyen el trenecito destructor de selva? ¿No es Larrea uno de sus constructores, con su consorcio de nombre tan bonito, el Grupo México? ¿No están involucradas empresas privadas españolas? ¿El magnate turístico Daniel Chávez no es obradorista y empresario privado? Y tantos y tantas más…

Algunas de todas aquellas cosas deberían suceder, vistas desde el progresismo, otras no, pero ninguna está sucediendo. Por ejemplo, desde un punto de vista debe permitirse la aparición de ricos, si bien no a costa de mayor pobreza y desigualdad, y no debe tolerarse la riqueza extrema per se y absoluta (la que en cualquier contexto ocuparía un lugar en el extremo), por lo que debe aumentarse el ISR de los más ricos y sobre todo crearse un impuesto a la riqueza extrema; pero, guste o no, nada de lo propuesto desde ese punto ha sido instrumentado por el gobierno actual. De hecho, casi nada de lo que progresistamente debe suceder en la economía está sucediendo en México. Ni lo propone el presidente. En realidad, no sólo siguen existiendo ricos sino ricos extremos que no son nuevos y que dan forma a una desigualdad socioeconómica extrema que nada tiene que ver con la Naturaleza y la Libertad —es falso que esa desigualdad sea el simple producto de una competencia libre entre libres que ganaron los mejores, una creencia penosamente infantil y pseudomeritocrática que ostentan comentaristas conservadores como Pablo Majluf.

Luis Echeverría no era comunista. Era, en lo esencial —en lo que lo hacía ser él como político—, un enfermo de poder. La enfermedad se adornaba con un rebozo popular, daba gritos que sonaban izquierdistas. Pero lo calificaron como comunista. López Obrador no es comunista, ni progresista, ni de izquierda, ni liberal, y lo ha demostrado en los hechos presidenciales, pero no dejan de anunciarlo como el anticristo comunista.

El problema real, mayor y socialmente relevante entre AMLO y la Iniciativa Privada está en el ámbito de la energía, y la causa es el priismo: López Obrador cree que cosas como el petróleo y la electricidad encarnan a la patria y que tener una posición “nacionalista” sobre ellas es ser un héroe que defiende a la patria o la nación y le garantiza un 100% de soberanía (creencia opuesta a y refutada por la experiencia priista postcardenista). Pero, aun así, hay que reconocerlo, no puede y no intenta la “nacionalización” de todo el sector energético. ¿Qué hace, nos guste o no? Intenta moverlo tanto como puede en la dirección de la mitología priista que adoptó. De fijarse las medidas bartlistas/obradoristas, el resultado sectorial sería más Estado —un Estado ciertamente mal hecho— y menos Iniciativa Privada, no “puro Estado y nada privado”, desde una situación “peñista” de menos Estado y más Iniciativa Privada, no de “puro mercado y nada estatal”. En resumen, estamos ante la excepción energética. Como es una excepción, son un error las conclusiones generales sobre AMLO que sacan los cazafantasmasrojos.

¿Dónde está el comunismo? Hoy, como ayer, la histeria… La historia y la histeria. Se repiten como par. No entienden: no se trata sólo de criticar duramente: debe tratarse también de criticar precisamente. Buscando la verdad. Tejiendo preferencias y posiciones que la tomen en cuenta. (Qué vergüenza que se siga confundiendo neutralidad con objetividad, y viceversa.) Lo que dieron y dan por comunismo no lo es. Lázaro Cárdenas no era comunista. Sí intentó algunas políticas socialistas. Pero lo calificaron como comunista. Luis Echeverría no era comunista. Era, en lo esencial —en lo que lo hacía ser él como político—, un enfermo de poder. La enfermedad se adornaba con un rebozo popular, daba gritos que sonaban izquierdistas. Pero lo calificaron como comunista. López Obrador no es comunista, ni progresista, ni de izquierda, ni liberal, y lo ha demostrado en los hechos presidenciales, pero no dejan de anunciarlo como el anticristo comunista. AMLO es su propia composta priista, con moléculas de este siglo y del pasado; es eso y otro enfermo de poder.

¿Y qué es el comunismo? ¿Qué fue? Idealmente, fue el proyecto social de igualdad total y perfecta y la desaparición del Estado (de todo Estado). Históricamente, fue el intento político de superar el capitalismo y construir un nuevo Estado que causara la mayor igualdad socioeconómica positiva. El intento terminó en un Estado totalitario, capitalista él mismo, que causó tanto una igualdad hacia abajo (muy abajo) como una élite partidista de no–iguales (muy desiguales). Nada de eso ha ocurrido en México, ni está ocurriendo, ni se está intentando. En México hay Estado —débil en la mayoría de lugares, duro en algunos, inexistente en otros—, López Obrador no quiere que no haya Estado sino que el Estado sea diferente y por tanto obradorista, la igualdad le importa en realidad lo que a mí me importa el rugby, no desea ni pretende superar el capitalismo, ni siquiera ha superado el neoliberalismo —ahí está la política fiscal igual a la de gobiernos anteriores: que no se haga reforma fiscal igualitaria—, y así como ha contribuido a un aumento de la pobreza de muchos mexicanos y de la riqueza de algunos obradoristas también ha contribuido a la continuidad de los viejos ricos extremos y la conservación de una desigualdad socioeconómica extrema. Todo con retórica que se le compra con impresionante facilidad desde izquierdas y derechas. Unos defendiendo con imprecisión, falsificando o traicionando a la izquierda, otros criticando con imprecisión, repitiendo errores anteriores —y el personalista López Obrador pescando y ganando en la confusión.

Por eso digo: el obradorista sería ¡el comunismo más raro del mundo!

El comunismo obradorista sería el único caso del mundo en el que se habría construido o se estaría construyendo la sociedad comunista sin salir del capitalismo ni del neoliberalismo, como digo arriba, o sería el fantástico caso en el que se habría salido del neoliberalismo sin reforma fiscal progresiva y esa mágica e increíble salida del neoliberalismo habría creado automáticamente comunismo o algún tipo de socialismo.

¡El más raro de la historia!

Sería el único comunismo de la historia en el que sigue habiendo un enorme capitalismo privado, y un capitalismo de cuates, con empresarios hiper–ricos idénticos a los del “antiguo régimen”, existiendo en esencia la misma concentración de riqueza proveniente de una tendencia de décadas, donde la redistribución operada por el gobierno es mínima y no de izquierda, por lo que no hay políticas socialistas sino clientelistas, que no es lo mismo. ¡Muy raro comunismo! Con la magia atribuida por tirios y troyanos al señor presidente AMLO, el comunismo obradorista sería el único caso del mundo en el que se habría construido o se estaría construyendo la sociedad comunista sin salir del capitalismo ni del neoliberalismo, como digo arriba, o sería el fantástico caso en el que se habría salido del neoliberalismo sin reforma fiscal progresiva y esa mágica e increíble salida del neoliberalismo habría creado automáticamente comunismo o algún tipo de socialismo.

México es mágico pero no tanto…

Hechas las sumas de nuestros párrafos, resulta que muchos comentócratas, tuiteros y ciudadanos no quieren ver que en el gobierno obradorista, junto a la destrucción, hay conservación. Lo que también es un problema. Otro problema en lo económico: dosis de conservadurismo y conservación que no son menores. Hay otra retórica y más clientelismo pero también continuidades neoliberales, como en lo fiscal, y continuidad de resultados, como la desigualdad. La desigualdad que tanto quieren proteger los Majluf, sin siquiera entender que es una de las causas que explican la victoria de López Obrador en 2018 y que, por lo mismo, estar contra ella (la desigualdad) es parte de lo que podría causar la victoria opositora en 2024. Ignoran todo tipo de fanáticos un dato: como pasó con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, hasta donde vamos del pésimo gobierno de López Obrador el 10% más rico controla casi 80% de la riqueza en el país. En ese 10% están, como es obvio, los ricos–ricos y los más ricos que no han dejado. Muy raro comunismo, carajo. ¿Será el comunismo de los ricos, nuevos y viejos?

Mucha gente que en la esfera pública —y especialmente en Twitter— ha empezado a usar las palabras ciencia y objetividad para ir contra AMLO es gente que tratándose de AMLO no puede reconocer todos los hechos, que no entiende que el comunismo no posee el monopolio del mal o que los problemas públicos no sólo vienen en formato comunista —ni chavista—, que el capitalismo puede ser aceptado pero no merece idolatría (eso es ignorancia pura) y que existen muchos tipos de capitalismo. Gente que presume de un realismo económico naturalista pero que sólo repite una idea simplista, superficial, cuadrada y finalmente tan falsa como utópica sobre el capitalismo y el empresariado. Individuos que no entienden que el problema del gobierno actual no es el anticapitalismo sino el tipo de capitalismo que opera o reproduce, tan parecido al que defienden algunos con retórica “liberal” (¡como si les importara la libertad de todos los individuos!). La mayor diferencia económica entre ellos y este presidente sigue siendo la retórica. Con retóricas distintas cubren la misma esencia: el capitalismo desigualitario donde unos empresarios se alían a unos gobiernos y partidos o donde un gobierno y su partido se alían hipócritamente a los mismos empresarios.

Quienes después de estos tres años no pueden ver que no se necesita ser comunista o de otra izquierda para ser peligroso para la democracia son individuos peligrosos para la opinión pública. Famosamente, Bill Clinton le contestó a cierto estúpido: “¡Es la economía, estúpido!” En el aquí y ahora mexicanos hay que contestar sobre si AMLO es comunista: ¡No es la economía, estúpidos! Es decir, lo que nuestro triste presidente comparte con el comunismo histórico y los comunistas reales de antaño no es la economía, no es la perspectiva económica: en lo que coincide con ellos es una perspectiva política no democrática, autoritaria, y totalitaria. Invito a repensar el obradorismo desde ahí. ®

Nota: el epígrafe es una cita del artículo “Estado y autoritarismo” publicado en el número 2 de la revista Nueva Política, dirigida por Javier Wimer y distribuida por el Fondo de Cultura Económica, de 1976. El autor, José Luis Reyna, es uno de los mejores investigadores que en ciertas áreas ha tenido El Colegio de México. Es un texto que deberían leer quienes puedan encontrarlo, dada su gran utilidad para entender por qué, como AMLO, Echeverría no era ni comunista ni izquierdista, ni el PRI un sistema anticapitalista.

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Publicado en: Política y sociedad

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