Exhortación a los sensatos

Bienaventurado el estúpido
que se asume,
porque su corazón
no podrá caer más bajo.

Ron Perlman en El nombre de la rosa, Jean–Jacques Annaud, 1986.

Bienaventurada la gente cordial,
porque de ella será
la paz del columpio.

Bienaventurado el que ama,
porque se resigna a su mundo,
dividido como dos alas de ángel
que duramente se desprenden,
y sigue amando.

Bienaventurado el que ha caído
en el abismo,
porque con él se mueren
las esperanzas falsas.

Bienaventurado el que busca asilo,
porque con él las puertas
que se cierran
confirmarán el deseo
de las alturas y no de tierra.

Bienaventurado el estúpido
que se asume,
porque su corazón
no podrá caer más bajo.

Bienaventurado el que prefiere
comprender a gozar,
porque de él será
la decepción más tenue.

Bienaventurado el que reposa
en una cueva, porque a él
la luz de Dios, y no la externa,
nunca lo aniquilará.

Bienaventurado
el que llora por un varón,
porque a él nadie
le contará cuentos de humo.

Bienaventurado
quien ha visto una hembra,
porque su pelvis vibrará sin razón.

Bienaventurado el que camina
a ciegas, pero enhiesto, porque en él
la línea recta nunca será curva.

Bienaventurado el que se detiene,
porque el silencio de oro
lo guiará al final.

Bienaventurado el que escribe,
porque en sus letras
la fogata calienta
y la angustia se dice,
no se vive. ®

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Publicado en: Poesía

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