Guadalajara sin Bertolucci ni Bellucci

Y gringos que no saben pronunciar “González”

No vinieron Bertolucci ni algunas de las grandes figuras del cine italiano. El Festival Internacional de Cine de Guadalajara ha comenzado pero la ciudad no parece inmutarse.

Monica...

Monica…

Treinta años del Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Algunos años de mirar cientos de películas buenas y malas, actrices exuberantes y otras no tanto; una publirrelacionista que aquí ha dejado su juventud, viajes para ver documentales en municipios aledaños y hasta golpes y narcobloqueos fuera de la pantalla. La ausencia de algunos compañeros de prensa, como el reportero Víctor Bustos, fallecido en diciembre pasado.

Para la celebración de las tres décadas del festival, que comenzó como una modesta muestra de cine mexicano, se esperaba al cineasta italiano Bernardo Bertolucci, pero a última hora canceló su viaje por motivos de salud.

En su muro de Facebook el programador del festival, Gerardo Salcedo, deja ver su frustración: “La presencia de Bernardo Bertolucci era una de las piezas centrales del Festival; cuando nos enteramos de que el médico le había prohibido viajar durante dos meses la noticia pegó directo en nuestro corazón. Conseguir los permisos para tener la retrospectiva, en algunos títulos, se había convertido en un interminable laberinto”.

Icunacury Acosta, encargada de relaciones públicas de cineastas como Carlos Reygadas o Alfonso Cuarón y de productoras como Canana, Mantarraya, Alfhaville o Gussi, confiesa que en este festival ha dejado su juventud. Me recomienda Reality (2012), de Matteo Garrone, el mismo director que llevó al cine el libro de Roberto Saviano, Gomorra (2008). Él tampoco viene.

En el diario Milenio Jalisco, en vez de la foto del director de El último tango en París (1972) aparece la del exjefe de Gobierno italiano, Silvio Berlusconi: “Cumple sentencia, pero continúa en líos legales”. ¡Qué injusta es la vida!, podríamos pensar. Aquí en Guadalajara hasta el payaso Lagrimita puede llegar a ser presidente municipal —¡esto es democracia! El “payaso correcto” declara: “La risa tiene que ser nuestra bandera, nuestra alegría, nuestro humor”.

“¿Quién se apunta para hacer un documental al respecto?”, pregunta el programador del FICG, Gerardo Salcedo, en una entrevista que le hice para un programa de radio de la Universidad Autónoma del Estado de México.

La pregunta importante es, sin duda, ¿por qué a nadie se le ocurrió invitar a Monica Bellucci?

Birdman y Martín Hernández

La tarde del sábado vi al editor de sonido Martín Hernández pasear por los pasillos de la Expo y aproveché para preguntarle: “¿Qué se siente perder?” “No perdimos. Perder hubiera sido no hacer la película. Ésa es la pérdida. Pase lo que pase es innegable que la película se hizo. Ésa es la ganancia”.

Martín Hernández. Foto © J.A. Monterrosas.

Martín Hernández. Foto © J.A. Monterrosas.

“¿Sabes por qué G. Iñárritu?”, me pregunta y se responde: “A la gente se le complica decir, a los norteamericanos —corrige—, González. Entonces dice que su mamá está feliz, ahora por el Iñárritu”. Caray, ¿de veras los gringos no pueden decir Speedy González?

El Oscar aunque no lo ganó con Birdman— parece que le cambió la vida sólo un poco, aunque ahora, a diferencia del año pasado, tiene más público en sus conferencias, talleres y charlas. Le pregunto por qué no subió al escenario junto con Iñárritu al final de la ceremonia. “Me apendejé”, responde. “Bueno, para el año que entra”.

“Yo fui el que le hizo una pregunta a Iñárritu que no entendió”. Hernández, con benevolencia tal vez, me reviró: “No es que no se haya entendido, es que tu pregunta estaba elaborada”.

Es la tercera vez que me encuentro con Hernández y cada vez que nos encontramos él me recuerda por aquella vez en el Festival Internacional de Cine de Morelia cuando, para entrevistarlo por Biutiful, en 2010, me presenté después de la conferencia de prensa y le dije: “Yo fui el que le hizo una pregunta a Iñárritu que no entendió”. Hernández, con benevolencia tal vez, me reviró: “No es que no se haya entendido, es que tu pregunta estaba elaborada”. Mi pregunta fue ésta, y aunque la reformulé, Iñárritu dijo que no la entendía: “¿Biutiful es el fin de una época, la muerte del padre o la reinvención de un cineasta global?”

Esa pregunta “elaborada” me valió que me mandaran al final de la lista de los periodistas que queríamos conversar con el director de Amores perros y Babel.

Cuando llegó mi turno Iñárritu anunció que era la hora de su comida. Dos tipos de negro abrieron las puertas para que saliera de la sala de un hotel de lujo en el centro de Morelia, cruzó un pasillo largo con pasos rápidos, con el ceño fruncido y sin mirar a los lados, hacia el elevador que ya lo esperaba con las puertas abiertas, con dos hombres de negro que impedían el cierre de éstas hasta que entrara el director de cine.

Alejandro González Iñárritu y Martín Hernández están en frecuencias muy diferentes. Uno en los diálogos histéricos, el otro en el tamborileo musical. ®

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Publicado en: Cine

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