tren hacia el norte

me gusta la cerveza y digamos que me gusta estar vivo. otro trago de cerveza. sí, pero y qué? no puedo escribir, no puedo hacer nada más que estar sentado aquí, viendo pasar los minutos.

Foto de Ferromex.

angustiado por cosas como que los signos son cada vez más uniformes, más planos, más irreconocibles, más fútiles. rasurándome (de puro aburrimiento, por hacer algo útil, por sentirme mejor) para escribir, para ver si escribo. o a lo mejor no, y como últimamente no pasa nada porque me la paso mirando el aire, soportando las embestidas de mi imaginación y los sentimientos que me provocan los recuerdos y las palabras que les pongo, acordándome de tal o cual cosa. muchas de ellas con una carga emocional considerable, casi siempre relacionado con las mujeres que he amado y, en realidad, qué cosa más rara eso del amor… bueno, pongamos que en ese sentido he tenido suerte (aunque como dijera hakim bey, nunca es suficiente para gran jefe indio).

no puedo escribir, no puedo hacer nada más que estar sentado aquí, viendo pasar los minutos sin darme cuenta de que no son minutos ni horas ni cuartos de hora. es un tiempo que no es tiempo, es luz que se desintegra en matices gris–azul.

en este momento estoy solo.

ahora lo único que a lo mejor pasa en mí es que me siento vivo, pero es un pensamiento que por muy pleno que sea se agota enseguida. dices: me siento vivo. bien, escuchas. oyes tu respiración, mueves los ojos. le das un trago a la cerveza. sí, me gusta. me gusta la cerveza y digamos que me gusta estar vivo. otro trago de cerveza. sí, pero y qué? no puedo escribir, no puedo hacer nada más que estar sentado aquí, viendo pasar los minutos sin darme cuenta de que no son minutos ni horas ni cuartos de hora. es un tiempo que no es tiempo, es luz que se desintegra en matices gris–azul. cada vez más azules, o quizás más grises, es difícil de precisar. dándole más tragos a mi cerveza y fumándome unos tabacos. escucho los pitidos lastimeros y amenazantes del tren de carga que deja atrás la estación buenavista. a mi alrededor, en mi recámara, en mi campo visual, no pasa nada más que la grisura azulada que todo lo va pintando, incluido una buena parte de mi espacio mental, hasta que oscurece imperceptible pero fulminantemente.

nunca sé cómo llego a este punto, en que la noche uniformiza todas las sensaciones.

a lo lejos se sigue oyendo el tren de carga enfilando hacia el norte. pero pienso que a lo mejor no va al norte y se dirige al puerto de veracruz. ®

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Publicado en: Apuntes y crónicas

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