“Hay que lavarse los ojos con que se ve la película”

Entrevista con Jorge Ayala Blanco

Jorge Ayala Blanco es uno de los críticos de cine más destacados de los últimos cincuenta años en México, aunque la Cineteca Nacional, la Fundación Carmen Toscano y la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas le otorgaron la Medalla Salvador Toscano al mérito cinematográfico 2010 no por aquella labor que realiza desde hace 48 años, sino por su trabajo como investigador, docente y analista.

Jorge Ayala Blanco

Curiosidades aparte, es la primera vez que la recibe alguien que no aspira a hacer cine, sino a deshacerlo. Días previos a la ceremonia de entrega del reconocimiento, realizada el 7 de mayo en el Palacio de Bellas Artes, dentro de la 53 entrega del Ariel, sostuvimos una conversación en las intalaciones de la Cineteca Nacional, en la Ciudad de México, la cual, afirma el crítico, está renaciendo como “órgano rector de la vida cultural cinematográfica” ahora que Paula Astorga está al frente de ella, contrario a lo que sucede con la crítica cinematográfica, que “está desapareciendo”. Ayala Blanco señala también la profunda ignorancia sobre el valor que tiene esta actividad para la industria fílmica mexicana, la cual prefirió lanzar agresiones antes y durante la entrega da los Arieles al también decano del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC). Ésta es una conversación necesaria para entender cuál es el quehacer de un crítico de cine y por qué hacer crítica cinematográfica en estos tiempos, cuando millones de imágenes bombardean nuestros ojos, para bien y para mal, a cada instante, desde el cine, los audiovisuales, la televisión y el Internet.

—¿Qué tiempo está viviendo, como crítico de cine, Jorge Ayala Blanco?

—Maravilloso, porque vivo en la contradicción total. Por un lado, te están premiando y, por el otro, está desapareciendo la crítica de cine. Me están premiando no como crítico, sino como investigador, docente y analista. Es una disparidad y, desde el punto de vista del contexto, tú sabes lo que está pasando. Por un lado está resucitando la Cineteca Nacional, está resurgiendo, está renaciendo como órgano rector de la vida cultural cinematográfica y, por otra parte, hay una cantidad enorme de películas que no se estrenan y las que se estrenan van directo al matadero. El momento es muy difícil.

—Desde su visión, con tantos años de estar viendo películas, ¿qué observa del cine de vanguardia, del cine que se está haciendo hoy?

—Lo maravilloso es que hay brotes de cine por todas partes, ya no hay país pequeño. Las grandes películas pueden surgir de cualquier parte, en cualquier industria o incluso en países que no tienen industria. A mí es lo que me fascina, incluso en países donde, supuestamente, va en decadencia el cine, luego ves resurgir películas de nuevos realizadores. Hay brotes en todas partes.

—En ese sentido, ¿qué está sucediendo en el caso de México, tal vez no necesariamente en cuanto a la distribución o a la exhibición, sino a las preocupaciones y los temas?

—Lo más diverso de la tierra; puedes encontrar de todo tipo, digamos crónicas realistas y, por otro lado, películas muy imaginativas. Quizá lo que menos se trabaje es el humor, cosa que tal parece que no es el momento, pero incluso encuentras humor negro, no tan salvaje, como el de otras partes del mundo, pero pues hay intentos. Por ejemplo, Somos lo que hay, la película del canibalismo familiar, o El infierno, en la que hay humor, incluso en Revolución dos o tres de los mejores cuentos son de humor, el de Eimbcke y el de Naranjo.

—El documental parece que ya tiene un sitio importante…

—Yo creo que sí, la idea que está más o menos en boga, gracias a los artículos de Carlos Bonfil, de que lo mejor del cine mexicano son las películas documentales, pues sí, como que lo hace a uno dudar realmente de si el cine documental ha tomado vigor y ha desplazado un poco al cine de ficción. Películas como Rehje, México bárbaro, que todavía no se estrenan, son espléndidas; incluso documental ficción, que no es exactamente docuficción, sino documentales hechos como ficción. Hay una película muy original que va a pasar precisamente en Distrital, Alucardos, retrato de un vampiro, que es una fantasía hecha como documental, es rarísimo. Sí, yo creo que tiene un enorme vigor el cine documental actualmente, como el premiado Morir de pie, de Jacaranda Correa. En fin, todas estas películas que buscan un mundo mucho más fuerte, mucho más original, que el ficcionalizado.

—¿Qué significa ser crítico de cine? ¿En realidad es el término correcto para alguien que escribe sobre cine?

Entonces, es una búsqueda constante y creo que, finalmente, los que practicamos la crítica de cine desde hace varias décadas ya la asumimos como una forma de arte, o sea, el arte de hacer crítica de cine. El arte de la crítica de cine, sin ninguna timidez, sin ninguna vergüenza, sino de verdad de una manera totalmente frontal.

—Yo creo que sí. Hay que trazarse una línea y sostenerla, esa es precisamente la postura crítica. Hay tantos críticos actualmente, se ha diseminado de tal manera la cantidad de blogs, de gente que participa en Twitter, o sea, la crítica por Internet, que los críticos profesionales nos sentimos obligados a fundamentar más, no confundirse, no ser una voz más. Sí, yo creo que ha sido un gran incentivo esta diseminación de la crítica. No verla como una competencia sino, al contrario, saber exactamente dónde está tu territorio y el territorio está, por supuesto, en la búsqueda del sentido de las películas. La capacidad para desmontarlas y, por supuesto, la expresión que tiene que ser literaria, tiene que ser ligera, que va para los periódicos. Entonces, es una búsqueda constante y creo que, finalmente, los que practicamos la crítica de cine desde hace varias décadas ya la asumimos como una forma de arte, o sea, el arte de hacer crítica de cine. El arte de la crítica de cine, sin ninguna timidez, sin ninguna vergüenza, sino de verdad de una manera totalmente frontal. El arte de la crítica de cine, practicada como un arte.

—Un compañero decía que a veces prefería leer las críticas que realiza usted de las películas que verlas…

—Es un chiste que me hizo una vez un amigo, me decía Don’t see the picture, read Ayala, pero evidentemente es una complementación. Ahora, creo que hay un objeto que se llama crítica de cine y tiene que sostenerse sobre sí misma, pero lo interesante es que finalmente tiene que ser un reflejo de una obra. De otra obra, es una especie de interdependencia, terminas el ciclo biológico, alguien la hace y alguien la deshace. Alguien la monta y alguien la desmonta. La práctica de la crítica de cine tiene que estar dada, precisamente, en función de eso y a mí siempre me recuerda una idea de Baudelaire que decía que la única crítica válida es una obra de arte reflejándose en otra obra de arte. Creo que es dificilísimo sostenerlo pero, finalmente, hay una tendencia de esforzarse por lograr eso.

—¿Cuál es la parte más difícil del trabajo de hacer crítica cinematográfica?

—Lo más difícil es hacer una disciplina, aunque a mí es lo que me sobra, no tengo ese problema. Antes de que se me olvide la sensación misma de la película, tratar de reconstruirla de alguna manera, a través del lenguaje, o sea, al día siguiente, en el momento en que te levantas, lo primero que haces antes de rasurarte. Estás ya escribiendo y estás rehaciendo la película mentalmente. Entonces, por supuesto, lo que quieres es encontrar la manera de que los puntos clave, todo aquello que estás metiendo en la crítica, signifique y te remita a lo que realmente es la película. Ese es el verdadero problema, encontrar cuáles son los puntos clave de la película. Los que revelan realmente todo lo que sentiste, todo lo que experimentaste en la película y, finalmente, lo que significa la película, el sentido de la película, finalmente, lo que digo, lo que realmente vale la pena.

—Hay un elemento que me parece importante: la ironía. ¿La ironía necesariamente convive con la crítica, o más bien es la situación la que lleva a ser irónico?

—Yo creo que más bien es la distancia y la distancia siempre te remite, ya sea alegre, al humor, ya sea un tanto amarga, a la ironía, pero siempre es distancia y, finalmente, también el objeto literario que estás produciendo, que se llama crítica. De alguna manera también está sostenida en un corpus que tiene que sostenerse con el lenguaje. Es una creación del lenguaje, es algo que no existe, pero que tiene que sostenerse por sí mismo. Lo difícil es, precisamente, la vida de la crítica en sí misma. La crítica tiene que tener propia vida y, por lo tanto, tienes que casi inventarte un lenguaje. A lo largo de los 48 años que yo tengo practicando la crítica de cine creo que casi me he inventado una manera de hacerla, un lenguaje propio de la crítica, inventarte. Un lenguaje que no existe, que es un lenguaje, por supuesto, muy plástico, o sea, evocar la película y dar la sensación real que te produjo la película, pero a través del lenguaje.

—Estamos viviendo un momento en el que la imagen cada vez está más presente con internet, le quiero preguntar sobre el cuidado de la mirada de un crítico de cine, ¿cómo es? ¿En realidad es ensuciarse más de estas imágenes, cuidarse más de lo que está sucediendo? ¿Cómo es ese equilibrio?

—Hay una idea, precisamente de Mizoguchi, quien decía que “hay que lavarse los ojos después de cada mirada” y eso es precisamente lo que trata de hacer la crítica, de lavar los ojos con que vi la película, no al contrario, no perderse en ese océano de imágenes, en ese bombardeo de imágenes, sino encontrar aquellas que realmente te están diciendo algo, que realmente te llegaron, y ahí sí está toda la subjetividad del crítico participando.

—¿Cómo lo vive Jorge Ayala Blanco, sobre todo en este proceso que ha vivido de más de cuarenta años de observar?

—Lo experimento de una manera muy gozosa, para mí es un placer escribir sobre cine, si no me produjera placer no lo haría. En el momento en que me deje de producir placer reflexionar sobre una película, escribir sobre una película, desmontarla, dejaré de escribir y, finalmente, lo que siempre he planteado, por lo menos en mis clases de análisis cinematográfico, es que la película misma te va dictando la crítica, tú la estás viendo y es como una especie de discurso lógico el que también te está produciendo una película; no solamente es emocionarnos, no solamente es visual, también es un discurso lógico. Verlo desde ese punto de vista, cada secuencia te está agregando algo a ese discurso. Es cuestión de irla leyendo y al final, ¿qué fue lo que me dijo? Rehaces un poco la película, de acuerdo con diferentes líneas de fuerza, cada una de esas líneas puede ser una lectura de la película. Es simplemente obedecer a la película. La película misma te dicta lo que está sucediendo, no es la búsqueda de ¿qué voy a decir que no he dicho en anteriores notas? No, no es eso. Es un falso problema. El problema es enfrentarte a una obra que te está hablando y tú simplemente la estás escuchando, la estás recibiendo de mil maneras, pero al final de cuentas es eso, la película te dicta su propia crítica.

—Acerca del momento que está usted viviendo, de contradicción…

—De contradicción en todos los sentidos. Por ejemplo, desde el punto de vista de mis libros, todavía hay ocho que están en prensa, en proceso o en búsqueda de editor, o sea, te podría decir que hay uno que está con la mano extendida: ¡un editor por el amor de dios! Todavía puede darse todo tipo de posibilidades, o sea, son ocho libros que todavía no existen, pero que de alguna manera ya existen.

—¿Por qué no renunciar a la crítica de cine en la situación en la que nos encontramos, en la que hay cada vez menos espacios y es más difícil poder vivir de ello?

—Bueno, también luchas por tu espacio. Te vas de un lugar y encuentras otro. A mí siempre me ha sucedido eso, afortunadamente. Se me cerraba un espacio y encontraba otro. Actualmente me tratan muy bien en mi periódico, y otro tipo de publicaciones, como las investigaciones, me las publica el CUEC. Son ocho tomos, estamos haciendo el noveno y la digitalización de toda la investigación de la exhibición en México, no tengo mayor problema, al contrario, hasta te están demandando, ya queremos el siguiente tomo… Por el lado, de los libros, cada recopilación o cada libro directamente escrito para ser publicado tiene su propio camino. Me faltan algunos por publicar, ya habrá alguien que los publique. Además, no hay prisa para publicar. Ahí están los artículos de cine extranjero, ahí están publicados en el periódico El Financiero, los lunes, y tengo mi espacio, no es tan largo como yo quisiera pero es suficiente para un par de películas. Eso sí, escritos con toda la libertad y publicados con toda la libertad de la tierra.

—¿Cómo entiende usted la libertad?

—La libertad, total y absolutamente como lo que yo pienso que debo escribir, nunca lo que me convendría escribir… no es un caso utilitario, es la escritura en sí misma como una finalidad. Esa es la libertad para mí. Dicen que la libertad es la conciencia de la necesidad, y yo tengo la conciencia de lo que se necesita para desmontar la película, que realmente el lector se interese en lo que estoy escribiendo. Y producirle un cierto placer, excitación, en lo que está leyendo.

—¿El crítico de cine debe estar para el lector o al revés? Muchas veces se dice que el crítico de cine puede alejar a un espectador.

—Puede ser, hay una frase que a mí me encanta que dice que la función de un crítico de cine es la de aclarar las películas oscuras y oscurecer las claras. Creo que es totalmente cierto y eso no creo que aleje al lector, sino al contrario, lo acerca más. Las películas que parecen muy sencillitas pues fíjate que no era tan sencillas, es bastante más complejo lo que estabas viendo, y al contrario, esas películas que parecen lo más abstruso, digamos, lo más complejo, pues finalmente hay dos o tres líneas de fuerza que puedes detectar y te explican todo ese aparente caos, tú ordenas ese caos. Creo que ésa es una de sus funciones, aunque la crítica en sí misma busca sus lectores. Si buscas un comentario rápido, una recomendación, buscas rápidamente en Twitter y encuentras algo, en cualquier blog encuentras una opinión, normas la tuya, pero si lo que necesitas es un acercamiento mucho más elaborado buscas un crítico más elaborado. Yo leo mucho a mis colegas, me encanta leerlos, buenos, malos y pésimos… me encanta leer todo lo que se escribe sobre determinada película. Haya o no escrito sobre esa película. Confrontar un poco qué viste tú y qué vio el otro. Es delicioso. ¡Ah, mira!, es muy interesante el enfoque que tiene, hay dos o tres ideas sobre la película que son estupendas, se me pelaron, lo que sea, yo sentí otras cosas, la evalué de otra manera, sobretodo si son películas complejas.

—En esa labor de desarmar las películas también hay una labor de explicar, de darle un poco de luz a lo que sucede con el cine mexicano, porque la idea de mucha gente tal vez es que hay mucha producción, hay muchas películas…

Yo veo al cine mexicano como una continuidad, lo que estamos viviendo ahora es la consecuencia de una cultura cinematográfica, de veras no saben qué tienen en el inconsciente, pero estoy seguro que tienen a Nosotros los pobres y a Los tres huastecos, ni modo, es eso.

—Yo veo al cine mexicano como una continuidad, lo que estamos viviendo ahora es la consecuencia de una cultura cinematográfica, de veras no saben qué tienen en el inconsciente, pero estoy seguro que tienen a Nosotros los pobres y a Los tres huastecos, ni modo, es eso. Es la consecuencia de toda una cultura, hay una vida cultural que se está respirando a través del cine mexicano, pero por supuesto que sí, y toda una serie de influenzas. A mí eso es lo que a me parece delicioso, que sin saberlo muchos cineastas están haciendo películas derivadas de todo lo que han visto y vivido en su vida. Es una manera de enfrentar la realidad real con la realidad cinematográfica. Ese espejo me parece estupendo. Quizá lo que más me aburre en el mundo es leer las entrevistas con los cineastas, porque nunca se refieren a lo que viste en la pantalla, a lo único que se refieren es a las dificultades que tuvieron y lo que ellos creen que es su película, y la película en realidad está diciendo otra cosa totalmente distinta. Más bien te desvía de lo que es la película a las opiniones que tienen los realizadores, del marketing, que en realidad son superficialidades, obviedades. Entonces lo que buscas es otro enfoque.

—¿Cuál es el momento de la autocrítica para el crítico de cine?

—Todos, todos, porque en el momento en que estás redactando estás autocriticándote. Digo, no piensas tanto en el lector que va a leer eso, sino en la crítica en sí misma que tiene que sostenerse, o sea, te tiene que satisfacer a ti y para lograr eso tienes que autocriticarte ¡pero por supuesto! Y después, cuando lees la nota y dices ¡híjole! No dije lo que realmente me importaba. Afortunadamente hay textos que puedes trabajar al infinito y esos textos son los que precisamente rehaces de tal manera que ya puedes meterlos en un libro, ya los meditaste bastante, ya los autocriticaste. La autocrítica nunca deja de funcionar, es algo que te atiza.

—¿Jorge Ayala Blanco necesita del cine o el cine necesita de Jorge Ayala Blanco?

—No, más bien necesito yo del cine. Sí, vamos, para mí es espantoso, no concibo un día sin ver una película, un fragmento de una película o analizarlo. De pronto estoy viendo un fragmento en DVD, en donde sea, y estás feliz, repites veinte veces el mismo fragmento porque te pareció sensacional. Para mí es una cosa automática, es una forma de vida, el estar desmontando películas. Es uno de mis placeres, finalmente, también es el que me da de comer y que puedo compartir. En clase yo siempre estoy desmontando fragmentos de películas, nunca vemos películas completas, vemos fragmentos. Establecer series de categorías, o en la clase de Historia del cine, que puede ser deliciosa, con todas las referencias que se te ocurran y también a los alumnos, todo mundo participa. Sí, es un ejercicio, para mi gusto, muy gozoso, la crítica de cine. ®

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Publicado en: Cine, Junio 2011

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