Una TV que se desnuda, se masturba y se ama

Gran Hermano: la perversión del autovoyeur

El programa que popularizó hasta el hartazgo el formato reality show vuelve a Argentina con la obligación de sostener el suceso. No importa qué ocurra. Pero cada quince benditos segundos algo debe estremecer. Los resortes dramáticos se tensan. Y ese “algo” es sexo.

Mariela Montero, concursante

“Me aburre estar al pedo”. La TV transmite en vivo. Una mujer blanca, muy blanca, desplomada en una reposera, con un traje de baño diminuto, pocas ideas y los pies en la piscina suelta la frase con desgano. La fórmula se repite. Todos queremos ver un poco más. La tele, en plena era digital, nos sigue engañando. Lo mejor está por venir, siempre tras la pausa. Pero lo mejor nunca llega. Gran Hermano 2011 regresó a la televisión argentina una noche de calor, un domingo de diciembre del año pasado en un horario “no prime time” para quedarse todo el verano. Los análisis, las teorías y las miradas se condensan diez años después de la creación del formato transversal que acapara todos los medios. La radio suena hueca. Como escribió el poeta Eliot: “Somos los hombres huecos”. Y ésta es tierra muerta. Tierra de cactus. Los comentaristas de espectáculos pulverizan el género, repiten sus latiguillos y no paran de informar sobre las buenas nuevas de la casa donde conviven freaks, gays, hermafroditas, reprimidos, prostitutas, estimulados y futuras estrellas del show business catódico. ¿Huecos?

El programa que popularizó hasta el hartazgo el formato reality show vuelve con la obligación de sostener el suceso. No importa qué ocurra. Pero cada quince benditos segundos algo debe estremecer. Los resortes dramáticos se tensan. Y ese “algo” es sexo. Animal, bizarro, pegajoso, escondido, explícito, jadeante, en secreto, lastimoso, suave, entrecortado, pueril, silencioso, televisivo, pornográfico. Gran Hermano es una feria donde sólo se venden promesas de sexo. Todos los caminos conducen a un espacio unívoco. La historia en loop gira —hace una década— durante las 24 horas, sin comienzo, sin final, alterando el discurso griego. Todos sabemos que el prólogo es el encierro y que el epílogo puede ocurrir en cualquier momento: penetración, eyaculación y sábanas. Ya no cabe la fórmula “GH como la vida misma” porque la vida, afuera de la casa, cambió.

La historia dice que en la Holanda de 1997 un grupo de productores durante una reunión “tormenta de ideas” diseñaron el proyecto La Caja Dorada: allí convivirían en una mansión de luxe seis personas durante un año. Quien resistiera el encierro ganaría un millón de florines. Y recurrieron al genio de George Orwell para acreditarnos como espectadores el título de Gran Hermano que todo lo ve. El poder está en otro lado y nosotros somos una especie de voyeuristas vigilados.

La antesala argentina

Y recurrieron al genio de George Orwell para acreditarnos como espectadores el título de Gran Hermano que todo lo ve. El poder está en otro lado y nosotros somos una especie de voyeuristas vigilados.

Mientras los productores holandeses se deslumbraban con The Real World (MTV, 1992) y Expedition Robinson (SBT, 1997), en la Argentina de las privatizaciones escandalosas y las bombas a organismos judíos, Mauro Viale —un conductor amigo del entonces presidente argentino Carlos Menem— ya le había sacado todo el jugo al caso Copolla en el canal estatal haciendo desfilar a las trompadas a Natalia De Negri y Samantha Farjat. El caso Copolla fue una bisagra en la TV argentina por varios motivos. Guillermo Copolla, representante de Diego Armando Maradona por aquellos años, fue acusado de mantener conexiones con el narcotráfico. La denuncia indicaba que durante un operativo, mientras transcurría una fiesta en un departamento de Buenos Aires, se había encontrado una cantidad de cocaína en un jarrón propiedad del representante futbolístico. La historia saltó a la TV y allí no pararon de participar en el programa de Viale empresarios de la noche, prostitutas y abogados. La antesala del reality llegaba en la televisión pública. La TV mostró brutalmente un entorno pecaminoso. Luego de varios meses la Justicia dictaminó: Coppola inocente e imputación para el juez de la causa Hernán Bernasconi y a sus colaboradores policiales porque habrían fraguado las pruebas que condujeron a la cárcel al ex representante de Maradona. Pero eso no fue todo. En la tele de los 90 hubo más: Chiche Gelblum —ex jefe de redacción de la revista Gente durante la dictadura militar— ya había operado a un supuesto extraterrestre en vivo y varios años antes José De Zer en Nuevediario se entrometía en mansiones embrujadas, montañas con ovnis y crucifijos etéreos. Los antecedentes del reality provienen de un tacho de basura. Gran Hermano es el heredero del trono. ¿Qué vemos cuando miramos?

La mirada, el snuff, lo explícito

Silvina Luna, concursante

Ángela Márquez persigue su título universitario. Lo desea. Está obsesionada. Elige como tema “violencia audiovisual”. Su director de tesis descubre una película y al día siguiente aparece muerto. Ángela revisa la cinta. Gritos, sufrimiento, tortura y crimen. Se trata de una snuff-movie donde una joven es asesinada. Una cámara registra la escena. Todo se graba, incluso la muerte. Ángela puede convertirse en la próxima víctima o descubrir una red donde se comercializan los videos. Esta podría ser parte de la sinopsis de la película Tesis (1996), ópera prima de Alejandro Amenábar, quien —mientras los cerebros holandeses pensaban en el formato Gran Hermano— él mostró hasta dónde puede llegar el morbo y el irrefrenable deseo de mirar. Todos somos testigos de la historia de Ángela. La TV reproduce fragmentos de la snuff-movie y la ciudad se paraliza. El público se indigna y declama. Pero espía tras la cerradura. En el snuff no hay metáfora. En GH tampoco.

La TV pretende emular a internet. El comunicador argentino Carlos Scolari ha profundizado la teoría de la hipertelevisión. TV analógica que imita a la red pero no logra interactividad. GH2011 ni siquiera llega a esta categoría. Los niños cautivos poseen sus cuentas de twitter y disparan mensajes tan vacuos como su participación en el programa. Lo del GH dos punto cero queda en la ilusión de una supuesta participación con el público, cuando el sentido del programa es otro. Ver qué les provoca el encierro a las ratas de laboratorio más famosas del país. ¿Habrá sexo? Todos los juegos apuntan al roce. Un viaje estudiantil hacia una feria de lo explícito. Hoy nos disfrazamos de vampiros, mañana de vaqueros y pasado de médicos y enfermeras con ropaje de pornostras pasados de moda. Gran Hermano no es ni bueno ni malo. Representa la evolución lógica de una narrativa que creció con el pulso de las mediciones y ponderando la vanidad. Aparecer-Ser. Exponerse en cámara otorga autoridad y estatus. No sólo para los líderes de opinión sino también para la gente que aún no se ha enterado de que existe YouTube. Si en el 97 un asesino se confesó en el programa de Mauro Viale, lo único que falta es el crimen en vivo. ¿Snuff?

Entretener, informar y educar. Los tres pilares de la denominada paleotelevisión cayeron. La TV no es una ventana del mundo ni un recorte de realidad, sino que se alza como una representación de sí misma. La NeoTV es autorreferencial. Se narra a sí misma. Se desnuda, se masturba y se ama. GH es el triunfo del autovoyeurismo. Un híbrido en constante movimiento que fundió en sus bases los extintos géneros televisivos para crear un Frankenstein caníbal que se come sus propios órganos. Aunque sus órganos pertenecen a humanos putrefactos y muertos. Un proyecto obsoleto en plena era digital.

La TV no es una ventana del mundo ni un recorte de realidad, sino que se alza como una representación de sí misma. La NeoTV es autorreferencial. Se narra a sí misma. Se desnuda, se masturba y se ama.

En 2008 se realizó el Tercer Congreso Internacional de Periodismo Digital en Buenos Aires. Allí estuvo Philip Harding de la BBC, sus conceptos en la conferencia titulada “La responsabilidad de los medios públicos y su incidencia en los privados. ¿Cambia el paradigma en la era digital?” se reactualizan: “El nuevo mundo presentará la paradoja de la opción. Cuando más opciones tiene la gente, más elige lo que ya conoce. Por ello la TV no para de repetir series viejas. Los medios públicos deber ofrecer programación innovadora que corra los riesgos que el mercado no va a correr”. Harding hizo referencia a que el futuro debe ser el de las políticas que alienten estas producciones. “Existen millones de sitios webs, hay una multiplicidad enorme. Y cuando no existe nada que perturbe nuestros preconceptos del mundo, yo creo que eso no es saludable. Es necesario sentirse incómodo, escuchar las otras verdades”. Y Gran Hermano es mucho más de lo mismo. En la era de la opción hacen falta más voces.

Las cámaras encendidas todo el tiempo. Grabando sin cesar. El modelo GH saltó fuera de la casa y la tecnología se coló en el alumbrado público. GH no devela ninguna novedad y tensa el drama. Mientras tanto, las cámaras de seguridad de varios municipios de Argentina abastecen a los informativos con el nuevo hightlight televisivo: crímenes, accidentes de tránsito, curiosidades. De la cámara testigo de los 90 al Gran Hermano de las ciudades. ¿Habrá sexo en las calles?

Si consultamos al dios Google, bajo la búsqueda “Sexo Gran Hermano” aparecen 542,000 resultados (0.55 segundos). La mayoría son videos de todas las versiones del programa donde jóvenes perspicaces se esconden bajo las sábanas, se tocan, se excitan, eyaculan. En el GH de Finlandia una pareja tuvo sexo delante de sus compañeros, el video en YouTube suma 570 mil visitas. Aunque éste es sólo un indicador. Los videos son miles. Dos minutos de sexo para un programa global que dura meses en los canales del mundo. El semen empapa el suelo. Y, como en la leyenda de la mandrágora —la planta que crece debajo de los patíbulos donde se estampa el semen eyaculado por los ahorcados— tal vez haya una nueva especie vegetal creciendo en los rincones de los estudios de TV del mundo. ®

Adaptación de un texto publicado originalmente en la revista Rosario Express (Argentina).

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Publicado en: Destacados, Erotismo y pornografía, Febrero 2011

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