El payaso

Un payaso entró al bar, se sentó a la barra y me pidió un whisky doble en las rocas. De un trago apuró casi todo el vaso dejando el borde pintado de blanco. Desde sus ojos y hasta la barbilla se dibujaban unos como canales, supuse que las lágrimas habían desvanecido un poco el maquillaje sin borrarlo del todo. Tal vez notó que no le quité la vista de encima, tal vez tenía ganas de hablar con alguien, el caso es que me contó que su mujer lo había abandonado.
—Regresé a casa por unas cosas que necesitaba y ahí estaba cerrando la última maleta después de vaciar el closet —dijo mientras me indicaba con el dedo que le sirviera uno igual. Tomó una servilleta para sonarse y, justo antes de soplar, reparó en que debía quitarse la nariz roja para limpiarse la verdadera. Sólo la separó un momento para colocársela de nuevo.
—Ni siquiera pensaba darme una explicación, pensaba irse así nada más —dijo al retocarse la línea inferior del ojo derecho—. Sólo me dijo que no podía vivir con alguien a quien los demás no toman en serio.
Se acercó un niño para pedirle un globo, el cual sacó de su bolsita, lo infló, dobló y manipuló hasta convertirlo en un perro azul que puso sobre la barra e hizo caminar hasta las manos del niño. El crío se fue con los ojos maravillados y la sonrisa bien brillante a presumir a sus padres el regalo que había recibido.
—En fin, ésa es mi tragedia, los niños me adoran, pero mi mujer ya no me soportaba —acotó, con el semblante ensombrecido, al extender sobre la barra las monedas para pagar sus bebidas. Pasó al baño pues, según me dijo, estaba contratado para una fiesta esa tarde y tenía que tratar de fingir ser el payaso más alegre de la redonda, pero con el maquillaje descompuesto no convencería a nadie.
Salió y enfiló a la calle con ese andar rítmico que únicamente pueden causar los zapatos gigantes. Poco antes de llegar a la esquina se encorvó ante una niña, le fabricó una floresota roja y se la entregó. Se irguió, pero en cuanto la niña y la madre lo perdieron de vista, dejó caer los hombros y, supongo, también la sonrisa. ®

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Publicado en: Narrativa, Septiembre 2011

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