El sábado 5 de noviembre comenzó la 26 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Son 230 producciones audiovisuales programadas para exhibirse en 600 funciones. Replicante caminó en la carpeta roja y empezó a elegir qué ver. Cada recorrido es una experiencia. Hay tantos festivales como cantidad de espectadores.
Nunca mires fijamente a una gitana. Eso me advirtieron alguna vez. Y mi primer obstáculo es esquivar los ojos celestes de un grupo de mujeres que se atomizan y copan la rambla. Son una veintena. Llevan pañuelos rojos y anaranjados, largas polleras y promesas de porvenir. Son oráculos posmodernos que se confunden entre imitadores desafinados de cumbia-stars vernáculas, churreros tenaces, bailarines desvergonzados y corajudos nadadores que no le temen al frío. Estoy a poco más de cien metros de la red carpet del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Procuro llegar puntual. Voy a pisotear la misma alfombra que José Sacristán, la única celebridad que estará esta tarde. Yo quiero ver el mar. El mar me cautiva, me encandece, me hipnotiza. Y trastabillo con una gitana corpulenta que, imperativamente, propone leerme las manos. “No gracias”, le contesto. “Ojos de gato, veo mucha envidia”. Su voz se pierde mientras acelero el tranco. Es una tarde gris.
Cuanto más me apuro más me demoro. Hay miles de pibes del secundario sacándose fotos junto a dos focas de piedra. Verdaderos monumentos que identifican a la playa más popular de la ciudad balnearia. Los chicos están en La Perla del Atlántico porque participaron de los Juegos Evita, un torneo que pretende recobrar la mística de la abanderada de los humildes y que reúne —año tras año— a 12 mil personas de toda la Argentina entre jóvenes y abuelos. Las vestimentas explicitan el lugar de origen: Neuquén, La Pampa, Jujuy y así todas las provincias del país. Aunque la diversidad en su rasgos son el verdadero documento de identidad. Esa identidad que estereotipa o ignora la TV porteña. Saco cuentas mentales. Distancias: Formosa-Mar del Plata, más de 1,600 kilómetros. Jujuy-Mar del Plata 2,100 kilómetros. Ushuaia-Mar del Plata más de 3,000 kilómetros. Para muchos de los chicos el viaje representa ver el mar por primera vez en sus vidas. Lo que quiero ver.
La muestra arrancó al mediodía. Antes de asistir a la apertura oficial fui al cine. La primera película no debe fallar. La clave es elegir con base en gustos personales: redes sociales, revolución, juventud, falso documental. 18 días, una película colectiva que narra la primavera egipcia, la revuelta que terminó con los treinta años de poder de Mubarak al frente del gobierno. Una joven se tiñe de rubio, teme una condena mesiánica y sueña con casarse. Un gerente de una empresa tecnológica es torturado hasta el hartazgo, el servicio secreto de Egipto no entiende nada sobre la viralización de las protestas en las redes sociales y su fuerza es bruta. Un peluquero transforma su local en una tienda de campaña. Un niño y su abuelo se pierden en la ciudad durante un toque de queda. Un pibe mira la ventana de su PC y desea la ventana de su vecina mientras la represión se recrudece. Apostadores, estafadores, sabios y marginales. Todos gritan “libertad”. Los 18 días en Egipto me recuerdan al 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina. Las distancias se disuelven y las proclamas emocionan. Los límites de los gobiernos son los seres humanos. Esos que se aman, se desean, se besan, se mueren y se inmortalizan mientras el poder se licua, se disgrega, se rearma y se disfraza de su propio enemigo. Egipto en Argentina y viceversa.
Luces, cámaras y vestidos. La cumbia de la rambla se fusiona con la banda sonora de Volver al futuro que es ejecutada por una orquesta sinfónica. La red carpet es anacrónica y nada tiene que ver con el perfil de un festival dominado por el multiculturalismo, la diversidad y la sobreoferta. El director ruso Victor Kossakovsky se pasea con su remix frac-jean a la espera de la proyección inaugural de su docu-global ¡Vivan las antípodas!, la primera proyección oficial de las 230 producciones audiovisuales programadas para exhibirse en 600 funciones. El festival es una trampa. Un laberinto que te empuja a perderte sin brújula, a equivocarte, a trazar un camino plagado de dudas. Cada recorrido es una experiencia. Hay tantos festivales como cantidad de espectadores.
El rigor formal de las inauguraciones indica que no debe faltar la pata política. La locutora presenta al gobernador, al intendente de Mar del Plata, al presidente del festival y a la presidenta del Instituto Nacional de Artes Audiovisuales (INCAA) como quien anuncia a los ganadores de los MTV Movie Awards. Y allí están en el escenario. Yo me preparo para tuitear. Creo que puedo resumir sus discursos en 140 caracteres. La primera en hablar es Liliana Mazure, responsable máxima del INCAA.
Liliana Mazure destaca la federalización del Festival y recuerda el NO al ALCA del 2005. “Gracias al NO al ALCA seguimos produciendo cine”.
El gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, saluda a José Sacristán que está en la sala. Brinda por los 600 estudiantes de cine que estarán en Mardel.
El nombre del presidente del Festival —José Antonio Martínez Suárez— es + largo que su discurso: “Ojalá salga todo bien” (aplausos cerrados).
Martínez Suárez habla gentilmente con la prensa, con los invitados, con la gente. Para las revistas del corazón, este hombre de 86 años es el hermano de la diva histórica de Argentina: Mirtha Legrand, pero para la gente del ambiente es un maestro de cineastas. Entre sus alumnos figuran Juan José Campanella, Lucrecia Martel y Rodrigo Grande. En su taller se realizaron más de 120 cortometrajes premiados en festivales de todo el mundo. Y su discurso fue realmente breve: “Bienvenidos, muchas gracias, que tengamos suerte”. El hombre prefiere hablar debajo de los escenarios.
Federalización de contenidos, quebrar viejas estructuras porteñocéntricas, ofrecer opciones narrativas sin culos ni tetas, pensar el país dividido en nodos de producción. El festival tiene peso político. Luego de la feroz disputa entre el gobierno nacional y el Grupo Clarín por la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual —que reemplazó la vieja Ley de Radiodifusión de la dictadura militar— el encuentro se transforma en un espacio de exposición de nuevos caminos recorridos por el gobierno en materia de comunicación. Varios paneles y proyecciones van en ese sentido. Por primera vez en el festival el cine le deja paso a la TV y se anuncia —entre otras cosas— una mesa de trabajo sobre Contenidos Audiovisuales para Televisión Digital Abierta. Los realizadores audiovisuales como piezas claves para hacer la nueva TV.
La muestra arrancó al mediodía. Antes de asistir a la apertura oficial fui al cine. La primera película no debe fallar. La clave es elegir con base en gustos personales: redes sociales, revolución, juventud, falso documental. 18 días, una película colectiva que narra la primavera egipcia, la revuelta que terminó con los treinta años de poder de Mubarak al frente del gobierno.
Las luces, al fin, se apagan. “¿Qué habrá del otro lado del agua?” Eso se preguntó Victor Kossakovsky, director de ¡Vivan las antípodas! cuando vio a dos hermanos de la provincia de Entre Ríos pescar en un riacho. El director le había pedido a su productora Gema Juárez Allen salir de la urbe y recorrer el campo. Así llegaron a la localidad entrerriana de Villaguay. Victor se “enamoró” de estos hermanos que viven en un paraje perdido, lejos de todo, y son el hilo conductor de su documental. La idea le cerró cuando averiguó que en el punto extremo de Villaguay se encuentra Shanghai. Cuando llegó a Buenos Aires telefoneó a su hijo y le pidió que viajara a la megaciudad china. Cuando su hijo llegó lo llamó urgentemente. ¿Qué estás viendo?, le preguntó. Y, desde Shanghai, su hijo le contentó: “A una mujer vendiendo pescados”.
En las diferencias hay similitudes. Los puntos extremos se pueden unir a través de particularidades. Pescadores y pescados, megaciudades y parajes perdidos en la nada, mariposas y aves de rapiña, ballenas varadas y volcanes en erupción. El director escogió cuatro pares de lugares opuestos ubicados a la inversa del planeta y los enfrenta. La yuxtaposición de espacios y sonidos hace del filme un viaje con vaivenes. Entre el documental de observación y un experimental de universos microscópicos, Victor Kossakovsky provoca con el ritmo aletargado de su obra. Paisajes y pinturas que navegan más allá de esta película coproducida entre Rusia-Argentina-Alemania-Holanda y Chile y que compite por el máximo premio: el Astor de Oro.
Kossakovsky recorrió millones de kilómetros para captar las instantáneas de un universo tan diverso como homogéneo. Tan universal como local. Tan similar y tan distinto, como las gitanas que leen las rayas de las manos, los imitadores de cantautores baratos o los miles de pibes argentinos que vieron por primera vez el mar. Las antípodas que no llegaron a pisar la alfombra roja. ®
Héctor Villarreal
«Conozco» a esa gitana. A mí me decía «Chayán» (Chayanne). Y al amigo Rogelio le traje de regalo un disco de uno de esos cumbieros de la rambla.
guillermo
Si fuera Chino y leyera tu nota, comprendería una gran parte de lo que leí. Gran nota.