Gerardo Australia pertenece a una estirpe roquera que se resiste a morir. Por el contrario, el rock clásico, en sus canciones y letras, pervive con un aliento nuevo y humorístico. Más que divertimentos, son rolas bien compuestas que amenazan con convertirse en himnos de cantina.
—¿Quién eres? Gerardo Australia, Chelamonster, una Bestia?
—Soy una persona average que, como todos, tiene el sueño de divertirse (algunos le llaman cursimente realizarse) y vivir de ello, como los Rolling Stones, pero sobre todo sin tener las ganas de azotarse la cabeza en un poste los lunes en la mañana. Y mientras más alter egos ayuden a la finalidad de vivir de lo que a uno le gusta, ¡bienvenidos!
En realidad mi primer apellido es García y el segundo Pérez, y para acabarla de amolar mi padre, en un arranque de fervor santoral (o anticipando las siempre ganas de hacer una megafiesta) le puso José a todos sus hijos. Así que Gerardo José García Pérez no es un nombre muy vendedor, que digamos, al menos de que tengas un emporio de memelas a nivel mundial. Pero entonces viene la historia de mi madre, que se llama Australia, aunque ella no lo supo hasta los quince años, cuando hurgando en un ropero encontró escondida una foto de su mamá en traje de novia casándose con un señor completamente desconocido para ella.
Después de las averiguaciones incómodas (el código de honor en ese tiempo era duro) resultó que a aquel señor lo habían matado en una pelea de gallos cuando mi abuela estaba embarazada de su única hija (mi madre) y que el que conocía como su padre era un maestro de escuela ruralísima que se hizo cargo de ellas incondicionalmente.
Inquieta por saber su identidad, mi madre se entera más tarde de que su padre biológico pertenecía a una numerosa familia donde las mujeres tenían nombres como África, Oceanía, Europa, Iberia, Italia y, por supuesto, Australia, pues el patriarca de la familia era médico naval y muchas de ellas habían nacido arriba del barco en altamar, así que se le hizo fácil ponerles los nombres de los países o continentes en donde se había detenido (¿a bajarlas?). Por eso lo de Gerardo Australia.
Chelamonster es un alter ego que responde a la inclinación que tengo por la cerveza y que me ha permitido realizar proyectos alternativos como Las Bestias y otros.
—También te has dedicado a escribir, eres periodista…
—No me podría considerar periodista. Para tan insigne ocupación se necesitan muchos pantalones. Escribo y me encanta, tal vez porque he encontrado en la escritura una de las formas de hacer que las cosas sucedan y que se compartan con la gente común. Escribí algún tiempo en el Reforma notas sencillas y poco usuales sobre la historia de México, como: ¿Sabías que la soprano principal que cantó (¡y estrenó!) la Novena sinfonía de Bethoveen murió de cólera en la Ciudad de México (¡por un maldito vaso de agua!)? O como eso dos locos rusos, Freidberg y Kniazev, que para conmemorar que México abría la primera embajada rusa de este hemisferio (hacia 1925) se les hizo fácil emprender el viaje de Moscú al D.F. ¡en bicicleta! (y sin patrocinadores), atravesando Siberia y algunos otros desiertos más calientes. Años después, pero llegaron.
—¿Desde cuándo te dedicas a componer?
—Mi primer acercamiento a la música la tuve hasta salir de la preparatoria, cuando cometí el gran error de entrar al Conservatorio Nacional de Música, pues fue en una época tan politizada que de los cuatro años que estuve creo que nada más fui a seis meses a clases por tantas huelgas (y hasta el drástico cambio de sede al Auditorio Nacional). Así, como todo congénere ruidoso, armamos la banda de rock y comenzamos a rolar en el circuito de bares insalubres. Fue cuando se vino un movimiento de rock fuerte en México y de alguna manera sobresalimos, aunque mis composiciones eran en inglés y entonces comenzaba “el rock en tu idioma”.
Al poco tiempo terminamos en el extranjero, en España, después en Boston, donde la banda duró cuatro años pero sin alcanzar ese último escalón. Al mismo tiempo siempre le dediqué tiempo a la composición de corte, digamos, clásico, cosa que sigo cultivando hasta hoy fervientemente.
—¿Pero por qué no eres famoso?
—¡Claro que soy famoso!, si no pregúntale a mis vecinos los fines de semana a las 4 a.m. Como te dije, mi alter ego Chelamonter aparece en el proyecto Las Bestias, que nació de la necesidad de plasmar tanta creatividad que brota en las horas flacas de los viernes cheleros, una especie de documento que testifique que la errabundia también tiene imaginación. Al principio éramos algunos miembros hostiles, pero al final abandonaron el barco y terminé yo sólo componiendo, tocando, grabándome y, lo peor, ¡cantando! (desde entonces mi mujer no me soporta).
—¿Cuáles son los temas principales de tus canciones?
—El desmadre como bandera y el amenizar al camarada con temas de sentido común y fácil bailoteo, como por ejemplo “Ahora resulta que nunca te has echado (un pedo)” dedicado a la damita fresa que según ella no le entra a la torta de huevo con frijol, o “Hielera mágica”, que trata de las tremendas ganas de llamarle al buen amigo un viernes caluroso, agarrar la nave, ponerle una hielera atrás e ¡irse a la chingada!, o “¡Sólo venía por una chela!”, que versa sobre las vicisitudes de un crudote que yendo a la cantina a curársela se ve en medio de un pleitazo de guaruras.
Con todos los temas que tengo fácilmente podríamos sacar un disco cuádruple que se llamara ¡Los 40 éxitos de Las Bestias (y algunas canciones de cuna para la cruda)!
—¿Has tocado en vivo?
—Hubo una ocasión en que montamos una banda, que por cierto sonaba muy bien, pero por alguna razón no fuimos bien recibidos en Guadalajara, donde tocamos por primera vez porque un empresario de allá nos llevó. Literalmente nos bajaron del escenario a guayabazos (había muchos árboles de guayaba en la casa grande donde fue el evento).
Después viene la eterna monserga de poder encontrar músicos que sean verdaderamente buenos, que tengan su equipo, un lugar de ensayo, que toquen gratis y que además respeten el sacro requisito de que sin dos sixpacs por piocha no hay ensayo!
—Creo que tus canciones podían tener mucho éxito entre un público guarro, bukowskiano… es decir, algunos millones de mexicanos y ciudadanos del mundo a los que les gusta el alcohol, el sexo, la bohemia y, desde luego, el rock clásico…
—La sátira y el humor (hasta en los excesos-bohemia) siempre nos han salvado de terminar tirándonos de un puente. Por eso siempre hay que esperar la muerte como los aztecas: ¡bailando!
—¿Cuáles son las que más te gustan a ti?
—Difícil pregunta, porque me hace remitirme al viejo y estúpido cliché de “todos son mis hijos”. Preferiría hacer esa pregunta a los que se atrevan a escucharme, no sin antes decirles: “Quien tenga dos pares de pantalones que venda uno y compre el disco”.
—Danos seis canciones para que las escuchen los ciberlectores de Replicante… ¡y mucha suerte! ®