De basura y pulsiones insanas

Deshuesaderos, de Pepe Rojo

Pepe Rojo considera la literatura una vía de escape, la ficción como elemento en el que se pueden desatar un buen número de pulsiones insanas sin acabar entre rejas.

«Las palabras se comen a mis ojos». Pepe Rojo.

Deshuesaderos es el título de un libro. Es un hecho, y de eso no me cabe la menor duda. Lo hojeo, veo su formato, está ciertamente encuadernado, tiene fotos y, bueno, todo parece indicar que efectivamente tengo en mis manos un libro.

Ahora bien, el verdadero problema surge a la hora de tratar de definir qué clase de libro es el que produjo el escritor Pepe Rojo, publicado por Ediciones Periféricas en este 2022, fundada y dirigida por Nahum Torres hace cinco años, una editorial independiente que si así se cataloga es precisamente por los riesgos que asume con la publicación de libros como éste, inclasificable, raro y nada comercial, heterodoxo y a ratos aterrador, y por supuesto que muy poco complaciente, escrito con una ironía y sentido del humor punzantes. No en vano Rojo es escritor de varias piezas de ciencia ficción especulativa. Sabe lo que nos espera, tiene el don de la anticipación como J. G. Ballard, con obras visionarias como Crash, en la que tanto me hace pensar este libro.

El volumen es un compendio de escritos que abarcan desde la crónica hasta textos autobiográficos —o como se dice en la contraportada, crónicas que degeneran en autobiografía—, pasando, por ejemplo, por un bizarro ejercicio fotográfico titulado Tarea: Cómo asesinar a papá ¡¡¡realizado por sus dos hijos!!!, una perturbadora colaboración visual catártica que quién sabe qué oscuros futuros desenlaces evitó.

Un libro como éste, inclasificable, raro y nada comercial, heterodoxo y a ratos aterrador, y por supuesto que muy poco complaciente, escrito con una ironía y sentido del humor punzantes.

La mayoría de las numerosas imágenes que ilustran el libro fueron tomadas por el autor, haciendo de este ejemplar un curioso producto (algunas fotos aparecen al revés), cuyo diseño, también de Rojo, quien además es cofundador de la editorial Pellejo, por momentos recuerda a la estética del fanzine y expande de este modo el punto de vista autoral con el ensayo visual que acompaña a los textos. Ya desde la portada, el título desmenuzado propone un juego conceptual de significados.

«La casa de las muñecas». Pepe Rojo.

No creo que existan libros que no sean personales, pero Deshuesaderos es un libro muy personal, muy de autor y muy de obsesiones íntimas. La cronología de los textos abarca un par de décadas, pero no por eso deja de tener actualidad, y su eje es fronterizo —física y metafóricamente hablando—, dando cuenta del arribo del escritor a Tijuana desde la Ciudad de México, antes Distrito Federal.

El primer texto es un aviso para navegantes y nos habla de la violencia que se vive en diferentes partes de este país en clave personal, sí, autobiográfica, de episodios vividos por el autor tanto en su natal Chilpancingo, Guerrero, como en Tijuana, donde reside, como dice el autor, en calidad de refugiado de la academia gringa. El texto fue leído en el burdel El Gato Negro en Mexicali, en una extraña iniciativa cultural, que, como comentaba Rojo en la presentación del libro, fue ampliamente ignorada. Quizás en venganza de ese hecho leyó buena parte de ese texto ante la ahora sí entregada concurrencia de La Juanita Coffeeshop, en la colonia Roma de la capital.

«No comer niños». Pepe Rojo.

Como el título indica el tema principal del libro es la basura. Deshuesaderos es el nombre que se le da en el sur a los cementerios de coches, y yonke, en alusión a junkyard, su nombre en inglés, a los cientos que hay repartidos por toda la frontera norte, especialmente en Tijuana. Éste es un libro de ida y vuelta, pero no se sabe a ciencia cierta de dónde viene y a dónde va, porque curiosamente Yonke fue el título de uno de los primeros libros de Rojo. Así, narra un evento demencial de destrucción de carros, llamado Destrucción Derby, organizado en Playas de Tijuana hace algunos años por Salvador Ricalde, exVJ de Nortec y actualmente el célebre DJ Chucuchú. Basura mecánica haciéndose pedazos a golpes… de nalgas, para no dañar la parte frontal donde suele estar el motor, ya que el vencedor de estas competiciones, concurridos eventos familiares con larga tradición en Estados Unidos, es el que logra que su carro, o lo que sea en lo que se haya convertido, siga caminando habiendo desbancado, a choques, a todos los demás.

Deshuesaderos es el nombre que se le da en el sur a los cementerios de coches, y yonke, en alusión a junkyard, su nombre en inglés, a los cientos que hay repartidos por toda la frontera norte, especialmente en Tijuana.

De basura también es la torre que construyó Fernando Miranda en una colonia brava de Tijuana, Valle Verde, que llegó a tener varios pisos entre tabiques, los boxsprings (muelles) de colchones, y una multitud de monitores inservibles, Tijuana es la capital de la maquila, usados como ventanas y, que de un día para otro, este extraño arquitecto de la basura, quien opina que la basura es un punto de vista, decidió destruir para vivir en unas habitaciones bajo tierra construidas en el mismo lugar, repleto siempre de escombros, desechos de la opulencia industrial y consumista que rechazan desde Estados Unidos y se desperdiga por los cañones y resquicios de ese vertedero en el que se ha convertido Tijuana. Mientras da cuenta de los avances de la construcción de la torre a través de varios años, antes de ser demolida, Rojo aprovecha para hablar de la violencia en la ciudad militarizada y tomada por el narco, el miedo, la historia personal de Miranda y de la férrea voluntad, casi mística, de estos particulares constructores que pareciera que actúan bajo mandato divino al margen de circuitos del arte, culturales o urbanísticos y que llaman poderosamente la atención del autor, quien suele recorrer los lugares donde se erigen estas construcciones de basura y desechos industriales, como el desierto de California, donde hay varias, en una suerte de peregrinaje que también representa una búsqueda de la autenticidad y que expresan el hartazgo de Rojo del mundo del arte convencional.

Como dijo el escritor Bernardo Fernández, Bef, en la presentación del libro, Deshuesaderos responde por estética y temática a este desquiciado y delicado momento del postcapitalismo tardío regido por la violencia y el desorden, en pleno resquebrajamiento, repleto de basura, que está acabando con las esperanzas colectivas de habitar y construir un mundo mejor, más justo y equilibrado. Baste leer lo que piensa el autor acerca de la paternidad, a la que le dedica un capítulo no apto para pusilánimes.

En algunos de los relatos Pepe Rojo considera la literatura una vía de escape, la ficción como elemento en el que se pueden desatar un buen número de pulsiones insanas sin acabar entre rejas. En este sentido, Deshuesaderos podría tomarse como un juego, un rompecabezas íntimo, que tiene tanto de lúdico como de perturbador. Y, en definitiva, constituye una agradable y sorprendente rareza muy propia del autor. ®

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Publicado en: Libros y autores

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