Me pregunté si nos estarían escuchando. Me respondí sola cuando me di cuenta de que no marchamos para que nos vean, marchamos para vernos nosotras, para vernos y reconocernos en todas y cada una de las ahí presentes, para abrazarnos y recordarnos que no estamos solas.

Ayer no fue un día fácil. Ayer fue 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer.
Fui a la marcha con mi hermana. Cuando llegamos nos unimos al contingente “No es una somos todas México” y marchamos con ellas hasta el zócalo capitalino. Nos entonamos para cantar el himno, gritar porras que en realidad eran más reclamaciones que porras, llorar y exigir justicia. Madres llorando a sus hijas desaparecidas se encontraban en la marcha. También amigas llorando a sus amigas asesinadas, mujeres protestando en contra del sistema patriarcal. Mujeres gritando “¡Verga violadora, a la licuadora!” Mujeres marchando en búsqueda de la esperanza. Mujeres marchando por un México digno. Hermanas marchando juntas para no marchar por la otra después. Mujeres exigiendo la muerte del machismo. Carteles señalando feminicidas, abusadores y acosadores. Mujeres pintadas de rojo. Mujeres martillando las bardas. Mujeres enojadas. México está enojada. México también es mujer. Vi mujeres buscando mejorar el país para que sus hijas puedan vivir en paz. Niñas marchando para que mañana no falte ninguna en el salón. Mujeres gritando. Mujeres recordándoles que sin nosotras no son nada.
No hay hombre en la tierra que no camine bajo cierto privilegio patriarcal. Nos matan por el hecho de ser mujeres, por eso existe un tipo penal que se llama feminicidio, el cual en ninguna circunstancia es un homicidio, por más agravantes que este último tenga.
La primera vez que escribí sobre este tema fue después de terminar un libro de Despentes. La Teoría King Kong. Recuerdo que me removió las vísceras. Había leído historias que hablaban sobre temas de abuso, incluyendo violaciones y violencia a la mujer en general, entre otras cosas. También había visto películas cuya trama toca este mismo tema. Sin embargo, nada nunca me había retorcido tanto como con Despentes. Me enojé de inmediato. Pero también me cuestioné para después poder entender muchas cosas. ¿De dónde viene esta ira hacia los hombres, esta sed por justicia y esta profunda creencia en el movimiento feminista? No viene de la observación y el constante análisis de las conductas desagradables de los hombres. No. Viene del odio que les tengo por todo lo que nos han hecho. No hay hombre en la tierra que no camine bajo cierto privilegio patriarcal. Nos matan por el hecho de ser mujeres, por eso existe un tipo penal que se llama feminicidio, el cual en ninguna circunstancia es un homicidio, por más agravantes que este último tenga. Nos violan y maltratan, intentando marcar de por vida.
¿Cuándo dejaré de tener miedo? ¿Cuándo dejaré de pensar en eso? ¿Cuándo podré verlo como un lejano recuerdo y no algo que siento en todo mi cuerpo cada vez que me acuerdo? El dolor en la entrepierna acompañado de un estado de alteración que llegó después de la inconsciencia. El no sentirme segura nunca, el miedo a estar sola en mi casa y hasta el miedo a la oscuridad.
Lo escribí por primera vez en mi vida en papel y después en una computadora, porque cada año se gana valentía para hablar de estas cosas y se aprende que no estás sola. Esa ira viene de lo que me pasó y lo que les ha pasado a mis amigas, a mi madre y a mi hermana. Esa ira viene de lo que les pasa todos los años a miles de mujeres. De aquello que ni las clínicas ni las terapias van a poder borrar nunca. De esos horribles recuerdos que te arruinan la vida porque te marcan, cual vaca, tu estado de indefensión, y a su vez el agresor estampa su complejo de superioridad, cortesía de la masculinidad hegemónica patriarcal. Pero cada año se aprende a ser más fuerte, más inteligente, más preparada, y aprendes a que no te puedes dar por vencida. Que la lucha va más allá de ti. Que al final lo haces por las niñas y por tus futuras hijas. Lo odio, claro que lo odio, hombre, si es que se le puede llamar así, con nombre y apellido. Hombre deleznable, sin sentido. Pero hoy no se trata solo de mí, y, como Virginie, escribo desde la fealdad, desde las olvidadas, las camioneras, las viriles, las mujeres en la sombra, las que no se dan por vencidas, las que sufren y no saben por qué, las que aún no pueden nombrarlo, por aquellas que, como yo, en algún punto pensaron que fue su culpa. Escribo por las violadas, las golpeadas, las que aún se culpan en silencio, las que comienzan a abrir los ojos, por las que los nombran en silencio, por las que se quieren morir, por las que entienden el riesgo que corremos al vivir y aun así salen cual guerrilleras cada día a buscarse y reclamar aquello que es suyo.
Escribo por todas las morras que ayer estuvieron marchando, gritando y llorando para lograr el cambio. Escribo por las sexoservidoras, por las empleadas domésticas, las robamaridos, las que dejaron a sus hijos, las que se fueron y nunca regresaron, las víctimas de trata, las que no estaban ayer en la marcha porque estaban limpiando tu casa. Nos sembraron miedo, pero nos crecieron alas. Estando ahí, en plena marcha, después de llorar, enojarme, decepcionarme y volverme a enojar, me pregunté si en verdad estábamos logrando algo. Me pregunté si nos estarían escuchando. Me respondí sola cuando me di cuenta de que no marchamos para que nos vean, marchamos para vernos nosotras, para vernos y reconocernos en todas y cada una de las ahí presentes, para abrazarnos y recordarnos que no estamos solas. Ayer marchamos para crear conciencia, para que las niñas que nos vieran aprendieran y se defendieran, y supieran que tampoco están solas. Cada día somos más feministas, mujeres conscientes que se unen a los contingentes.
No hay nada más punk que ser mujer. ¿Oprimidos los hombres, una tragedia? ¿Oprimidas las mujeres, tradición? Ayer marchamos por las que se fueron, por las que vendrán y las que nunca volverán.
En un cartel se leía “Soy la abogada que sí te cree”. No me parece normal que la mayoría de las mujeres hayan sido abusadas, y que sean la minoría los que sí están tras las rejas. No hay nada más punk que ser mujer. ¿Oprimidos los hombres, una tragedia? ¿Oprimidas las mujeres, tradición? Ayer marchamos por las que se fueron, por las que vendrán y las que nunca volverán. Es un movimiento radical, ruidoso e incómodo. Me alegra que les incomode, que al fin se hablen estos temas y que no se trate de esconder la realidad que nos caza. Pasa mucho, y no debemos pasarlo por alto, en ningún momento.
Mujeres con las que marché ayer me hacen sentir más guerrera que víctima, y al final el sufrimiento revivido lo agradezco porque me ayudó a reescribir mi historia sin ignorar este suceso, y aun así ser capaz de verlo como algo que pasó en la vida de una niña que ahora es una mujer más fuerte, más dura, más inteligente y persistente.
Te odié unos años, en los cuales no pude conciliar el sueño por horas debido al llanto desmesurado, pero hoy, hoy soy más fuerte y sé que no estoy sola. Ni sumisas, ni obedientes, mujeres fuertes, insurgentes, independientes y valientes. Porque al final no salimos de su costilla, todos salieron de una vagina. Espero que cada año seamos más en las calles y menos en los carteles. Ayer marché y marcharé por mis abuelas, mi madre, mis hermanas, mis primas, mis amigas, mis sobrinas y mis amigas. #Niunamás. ®