A través de la niebla

Sobre María Luisa Bombal

“Si la mujer vive para la vida afectiva del alma y el hombre para las creaciones y realizaciones del espíritu, éste es un temperamento íntegramente femenino.”

Fotograma de la película La amortajada (2012), de Marcelo Ferreri, con Blanca Lewin como María Luisa Bombal.

Al principio, cuando terminé de leer la novela La última niebla (Seix Barral, 2001) de la escritora chilena María Luisa Bombal (1910–1980), me pregunté: “¿Esto qué fue?, ¿Qué pasó?” Revisé un poco algunas páginas. Luego, la leí otra vez. Esta niebla no me dejaba ver.

La novela trata de una mujer casada que, a lo largo de su matrimonio, se ve envuelta en una especie de “niebla” donde nos deja ver su hastío. Una noche decide respirar un poco del aire de la vida, hecho que guarda con recelo al grado de que toda la novela, como la niebla, nos deja la sensación de confusión deliberada. La protagonista —sin nombre— narra, a través de un sueño, de lo soñado y de una ensoñación. Es una historia contada en primera persona y en tiempo presente y ella, de manera fantástica, nos muestra lo que siente y lo que ve.

La novela emana una atmósfera neblinosa, precisamente para poder enunciar los sinsabores de una mujer en punto de ebullición quien, al buscar un sentido para su vida y su feminidad, se “permite” un momento de felicidad. Retrata a una mujer en los años treinta del siglo pasado, un retrato que al compararlo con el presente no parece haber cambiado mucho.

En Mujer, cuerpo y escritura en la narrativa de María Luisa Bombal (Ediciones UC, 2012), Lucía Guerra, compiladora de la obra de la chilena, dice que Bombal

es la primera escritora latinoamericana que inscribe lo que hasta entonces había sido silenciado: la sexualidad de la mujer desde una perspectiva femenina. Inaugura así un nuevo imaginario donde se legitima la topografía del placer en un cuerpo desnudo que, en última instancia, representa el despojo de las convenciones sociales que imponían a la mujer burguesa los cercos de la castidad.

Yo añadiría que el deseo interno que pudiera surgir dentro de una mujer está tapizado de conservadurismos aun en libertad, como el estado civil. El deseo de una mujer está siempre bajo un estigma poco o mucho lapidado. Realizarlo conlleva a que el “secreto” no es garantía de tranquilidad.

Pareciera que la autora, premeditadamente, muestra que con “niebla” se puede escribir. Es una especie de lirismo “configurado”, en el sentido de que no todo se puede decir en las líneas. La autora usa las palabras con tintes de espesura, con toques de naturaleza muerta, como elementos que brotan para salir a una superficie y respirar. El escenario que Bombal dicta, desde las primeras líneas de su novela, es precisamente este aire saturado que atraviesa y cubre todo el panorama. Un clima húmedo y frío como la temperatura de un estado estacional y emocional en la protagonista.

De pronto se da un vuelco y gracias al ansia de la mujer se despoja de ello. Ella elige vivir un deseo de ensoñación y desenfreno al encontrarse bajo los velos de la sexualidad. “¡Yo existo, yo existo —digo en voz alta— y soy bella y feliz! Sí ¡Feliz! La felicidad no es más que tener un cuerpo joven y esbelto y ágil”, es una de las frases que enuncia la protagonista.

Escrita cuando la autora tenía 24 años, La última niebla es su primera novela publicada. Muchos consideran que este libro está dentro del realismo mágico y de la novela psicológica, esto último por las experiencias psíquicas de la protagonista y la complejidad de sus personajes.

“¡Yo existo, yo existo —digo en voz alta— y soy bella y feliz! Sí ¡Feliz! La felicidad no es más que tener un cuerpo joven y esbelto y ágil.”

Por otra parte, hay que hablar de la resignación como vía sin alternancia. Pareciera que ésta se convierte en un obstáculo femenino: ¿no hay libertad para mirar el entorno de otro universo? Enuncia la protagonista: “Me gusta sentarme junto al fuego y recogerme para buscar entre las brasas los ojos claros de mi amante (…) ¡Ah! ¡Cómo hacen para olvidar las mujeres que han roto con un amante largo tiempo, querido e incorporado a la trama ardiente de sus vidas!”

La protagonista muestra el confinamiento adentro de su propio cuerpo y, por otro lado, ella se resguarda y deja que el tiempo lo apague minuto a minuto bajo el brazo del maridaje.

“Desechando todo en sueño, rebusqué y traté de confinarme en los más humildes placeres: elegir caballo, seguir al capataz en su ronda cotidiana, recoger setas junto con mi suegra, aprender a fumar.”

Toda ella sumergida en los recuerdos, escribe cartas y así es fiel a su amor, como si esto fuera el nutriente de su vida. Entre melancolía y recreaciones en su mente se afianza, justificando así su existir de mujer, abrazada al color espeso de la niebla.

Otra novela de María Luisa Bombal es La amortajada (Seix Barral, 2001), narrada en primera persona, desde el punto de vista de Ana María, que está muerta. Desde su propio féretro ella ve a cada uno de los presentes que acuden a despedirla y va narrando su historia vivida con cada uno de ellos. La autora lleva al lector a recorrer el trayecto de su cuerpo hasta la sepultura, en una manera que ella misma no creyó sentir: “Por primera vez se siente entrar con majestad en la gran calle de árboles”.

Una mujer “amortajada” desde la primera desilusión que marca su vida para siempre. Ella afronta los errores de su vida con un mismo patrón: el abandono de sí misma y es a través de la muerte cuando ella toma conciencia. “Pasaron años. Años en que se retrajo y se fue volviendo día a día más limitada y mezquina. ¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que ser siempre un hombre el eje de su vida?”, narra Ana María.

María Luisa Bombal escribió esta novela en 1938, con un estilo campirano y coloquial. Influencia para muchas plumas, entre ellas la de Juan Rulfo. “Todo un día de calor por delante. Tener que peinarse, que hablar, ordenar y sonreír […] ¿La señora está triste con un tiempo tan lindo? […] Mamá, ven a jugar con nosotros […] ¿Qué te pasa? ¿Por qué siempre estás de mal humor, Ana María?”, cuenta la protagonista.

Bombal hace uso del punto de vista de la “muerte” como fuente de catarsis y da sentido oportuno para “decir”, un decir, que a la protagonista como mujer le es impedido externar su interior.

“Tantos seres, tantas preocupaciones y pequeños estorbos físicos se interponían siempre entre ella y el secreto de una noche. Ahora, en cambio, no la turba ningún pensamiento inoportuno”, dice la muerta.

En el prólogo (edición de 1941) de La última niebla Amado Alonso hace referencia a la autora, a mi parecer de una forma un tanto rebuscada, pero interesante: “Si la mujer vive para la vida afectiva del alma y el hombre para las creaciones y realizaciones del espíritu, éste es un temperamento íntegramente femenino (¡Qué suerte que el oficio masculino de escribir no haya masculinizado a una escritora más!)”.

Sería conveniente que las letras de María Luisa Bombal estén al alcance de la mano de las mujeres, y de los hombres aún más, como parte del proceso del entendimiento y de empatía. ®

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Publicado en: Éstos son nuestros papeles

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