EL CAOS DEL FUTBOL

A pesar de que se juega once con otra once, con dos porterías, un árbitro central y un balón, no existe realmente la justicia en el futbol. A veces el mejor jugador falla en el momento más importante, como Roberto Baggio cuando erró el penal en la final de Estados Unidos 1994. A veces el árbitro realiza una marcación irracional, como cuando le rompieron la nariz a Luis Enrique en ese mismo Mundial. Las condiciones climáticas son azarosas, de vez en cuando se interpone un poste, el equipo pequeño le pega al grande, se valida un gol con la mano que altera el marcador final, algún jugador tiene una desempeño inspirado, una lesión o una expulsión cambian el rumbo del juego. En ese sentido, el futbol se parece al ideal de las sociedades, ambas parten de un orden primigenio, impoluto, natural. Sin embargo, ambas son regidas por el caos y otras fuerzas incapaces de razonar lo justo. Ayer España, el favorito para el título, perdió en su debut contra Suiza, se complicó su futuro y la final soñada contra Brasil quizás ocurra en la siguiente ronda. Lo más extraño es que jugaron al mismo nivel que les consiguió el record de más triunfos consecutivos para cualquier selección nacional: pases rápidos, control de balón, creatividad, inteligencia en la media cancha, solidéz en la defensa encabezada por Puyol, la mejor banca del torneo y dos delanteros letales, como Torres y Villa. El balón no entró. Pero el deporte es así. Hace un par de semanas Armando Galarraga había sacado veintiséis outs, le faltaba uno para ser el veintiunavo jugador de toda la historia de las MLB en lanzar un juego perfecto. En la última jugada, alcanzó claramente a un jugador antes de que llegara a primera, sin embargo el ampáyer marcó safe. En un parpadeo, borró al venezolano de la historia del rey de los deportes. ¿Por qué me gusta el futbol? Porque la injusticia y el azar, en la literatura y en la cancha, son catalizadores de emociones que muchas veces superan el intensómetro de la cotidianidad.